Emoción caribeña: La casa del chef

La visita a un restaurante casero en Cancún, alejado del bullicio de la zona hotelera. 
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Una comida o cena se convierte en una experiencia sin igual por varias razones. La primera debería ser siempre la cocina por sí misma, sin más pretextos que eso: la cadena del primer plato, el que le sigue y el otro y el otro, y los éxtasis hasta el final. Pero hay otras experiencias significativas: las del lugar, ese escenario que exalta la cocina; las de los personajes que la vuelven única. Y, obviamente, todas en conjunto se convierten en una cosa que muy pocas veces se siente –o se degusta, para hablar en términos más afines.

El restaurante La casa del chef, provoca una experiencia así, un discurso narrativo que va tejiendo cada uno de los factores gastronómicos. El personaje, el escenario y, de uno en uno, los elementos que, a final de cuentas, son lo que aquí nos importa. En este lugar la experiencia sucede sin necesidad de presentaciones ni de homenajes. Basta tener cerca a su chef argentino Cristian Morales, y enfrente el menú de degustación. En seis platillos se van los ojos. Cada uno viene con un por qué; cada uno representa un ingrediente fundamental en la cocina de este viajero. Primero llega una sopa de elote, que reafirma la sazón y el confort casero, sin pretensiones, con buena textura y sabor. Le sigue, para refrescar el paladar, un carpaccio de langosta con queso pecorino y morrones baby del piquillo,  una excelente mezcla de sabores y que representa muy bien a la zona geográfica donde se ubica esta hermosa casa de techos altos y bellos detalles en el centro de Cancún, lejos de la zona de hoteles.

La sacudida ruptura es total cuando se presenta a la mesa el salpicón de castacán, un ingrediente muy utilizado en la gastronomía yucateca, que con el fuerte sabor del chicharrón y la acidez de la preparación rompe y sorprende al gusto. Un platillo potente que deja ganas de más.Y viene más, el favorito de la noche: Un ravioli de huitacoche con carnitas de lechón que no necesita ni la explicación porque la mezcla de sus sabores es soberbia. Mala suerte para el salmón con mole poblano curado con chocolate blanco, porque el ravioli ya conquistó todo lo conquistable. Aunque, claro, no hay que restarle mérito a este platillo en el que la potencia del mole no opaca el característico sabor del pescado. El postre no se perdona: sencillo y chocolatoso, como el deleite después de tanto deleite debería ser. Un fondant de chocolate adorna la mesa cuando viene el café.

Pero probar la cocina de Cristian Morales no es así de fácil como suena, implica a las emociones y en eso radica el chiste de esta Casa del chef: en todas las historias que, entre plato y plato, él viene a contar, con la misma intimidad con que el soundtrack suena levemente en todos los rincones. Yo me quedo con ganas de un domingo en la casa de Cristian, para comer con las manos (la especialidad dominical que, según el chef, solo disfrutan algunos comensales), en el jardín, al lado de esa alberca, rodeada de mesas, de jaulas con pájaros y el simple y único confort que da estar en ese Caribe escondido de todo el Caribe. 

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