La originalidad de una obra depende a veces de lo que su autor no sabe hacer. Hay una impotencia creativa.
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La inteligencia no aspira a liberarse, sino a someterse. La verdad es el resplandor de la necesidad.
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Burguesía es todo conjunto de individuos inconformes con lo que tienen y satisfechos de lo que son.
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La idea inteligente produce placer sensual.
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La sabiduría consiste en resignarse a lo único posible sin proclamarlo lo único necesario.
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Ser joven es temer que nos crean estúpidos; madurar es temer serlo.
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Cuando cobra total seriedad, la meditación metafísica culmina en relato autobiográfico.
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El discípulo no es dueño ni de una solución ni de un problema, sino de un vocabulario. Su función se limita a formular banalidades en el léxico de su maestro.
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Ningún ser merece nuestro interés más de un instante, o menos de una vida.
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Que el ser amado sea la tierra de nuestras raíces destrozadas.
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El amor ama la inefabilidad del individuo.
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El progresista cree que todo se torna pronto obsoleto, salvo sus ideas.
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Una vocación genuina lleva al escritor a escribir solo para sí mismo: primero por orgullo, después por humildad.
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La literatura que divierte al que la hace aburre al que la lee.
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El primer paso de la sabiduría está en admitir, con buen humor, que nuestras ideas no tienen por qué interesar a nadie.
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El político tal vez no sea capaz de pensar cualquier estupidez, pero siempre es capaz de decirla.
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Madurar no consiste en renunciar a nuestros anhelos, sino en admitir que el mundo no está obligado a colmarlos.
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La dialéctica es la simulación de un diálogo dentro de un soliloquio.
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Quien tenga curiosidad de medir su estupidez, que cuente el número de cosas que le parecen obvias.
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El tema del escritor auténtico son sus problemas; el del espurio, los de sus lectores. ~
De Escolios a un texto implícito (Atalanta, 2009).