Esos ominosos neutrinos

¿Qué implica el hallazgo del proyecto OPERA acerca de la velocidad de los neutrinos? 
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El suceso

En marzo de este año, los científicos a cargo del proyecto OPERA realizaron una medición inesperada e inexplicable: La velocidad de los neutrinos que recorrieron los 730 km entre el CERN y detector ubicado debajo del Laboratorio Nacional Gran Sasso, en Italia, fue de 69 nanosegundos superior a la de la luz. Tras seis meses de  incredulidad, azoro y demás sinónimos del estupor se decidieron a presentar sus datos a la comunidad científica, con lo cual se desencadenó una histeria mediática: “un cuestionamiento a la piedra angular de la Teoría de la Relatividad”, subtitulaba Scientific American; “el mayor descubrimiento en física del último medio siglo”, valoraba Wired, el cual  “podría derrumbar la regla más fundamental de la física moderna”, puntualizaba Nature –mientras que el Frankfurter Allgemeine Zeitung, en un arrebato escatológico poco frecuente en él, dictaminaba: “Einstein debe de estar temblando”.

Las consecuencias

El significado de esa medición apenas puede expresarse en palabras sensatas. Por un lado, y en el mejor de los casos, de ser correctos los datos, deberían reescribirse los libros de física y reeditarse nuestra comprensión actual del universo: el paradigma einsteiniano entraría en una crisis similar a la que sufrió el paradigma newtoniano a causa de los descubrimientos de Einstein –un caso más de justicia epistemológica que nuevamente vendría a recordarnos que la ciencia no conoce verdades definitivas.

Pero no solo la física entraría en crisis. El pensamiento científico en general, sin duda la forma suprema de la razón, se enfrentaría a la mayor amenaza de toda su historia: la pérdida de su principio básico, el de causalidad.

Y es que la existencia de partículas que se mueven a velocidad superlumínica implica que es posible viajar al pasado, es decir, que la secuencia causa-efecto puede ser invertida. Esto es algo que todos conocemos como el Efecto Terminator: un evento futuro (John Connor envía a Kyle Reese al pasado para evitar que su madre muera antes de darle la vida) es la causa de un evento pasado (Kyle Reese, fecunda a Sarah Connor y se convierte en el padre de John Connor).

Sin principio de causalidad todo se vuelve capricho y arbitrariedad: Dios juega a los dados y hace trampa cada vez que se le antoja. Como apocalípticamente lo expresa Subir Sarkar, de la Universidad de Oxford: “Si no tenemos causalidad, estamos acabados” –o, para parafrasear a Dostoievski: Einstein está muerto, ya todo es posible.

Las alternativas

Ciertamente hay quienes reaccionan a esta crisis potencial de manera más ecuánime y ven en ella la posibilidad de alcanzar la tan largamente anhelada conciliación entre la Teoría de la relatividad y la mecánica cuántica para, así, finalmente, dar forma al verdadero paradigma de la física, el cual, en su opinión, sigue faltando hasta la fecha. Y hay también otros, más impertérritos todavía, que proponen simplemente ajustar la teoría a la nueva realidad: Si la máxima velocidad posible en el universo es la de los neutrinos, entonces ésa debe de ser la velocidad de la luz.  

Yo, por mi parte, y modestamente, me atrevo a proponer una alternativa más lógica, de hecho la única aceptable en esta discusión. Mi argumento se resume en la llamada paradoja de los neutrinos superlumínicos, que reza como sigue:

Un fotón y un neutrino realizan una carrera de velocidad en una pista de 730 km. La velocidad del fotón es, como sabemos, de 299 792 458 metros por segundo, mientras que la del neutrino es, de acuerdo a los datos de OPERA, de 299 792 458. 971014492753623 m/s. Evidentemente, cuando el neutrino llegue a la meta el fotón se encontrará todavía en camino; pero, dado que el neutrino viaja a una velocidad superior a la de la luz, regresará al pasado, mientras que el fotón continuará su recorrido y llegará a la meta antes que el neutrino. En otras palabras: Si los neutrinos viajan a una velocidad inferior a la de los fotones, entonces llegan siempre después que ellos a la meta; y si viajan a una velocidad superior… también. 

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Escritor mexicano. Es traductor y docente universitario en Alemania. Acaba de publicar “Los fragmentos infinitos”, su primera novela.


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