Ha muerto el gran poeta Eugenio Montejo y estamos todos entre el desconcierto y la desolación. No habrá nuevos poemas, pero los ya escritos quedarán enteros, en desafío al incesante tiempo. Es la suya una voz extraordinaria, compuesta de variados tonos y de una larga sabiduría literaria, una voz que recoge el amor y el viento de la vida, que sabe reconocer la bienaventuranza cuando de pronto se presenta, que inventa personajes porque sabe que no cabemos en un solo traje, que confía en los ciclos naturales, en los reencuentros, y que sabe escuchar al gallo y a la cigarra.
¡Vaya poeta y qué privilegio haber sido su amigo! Considero una inmensa suerte que me regalara su amistad, mezcla de exquisita cortesía y elegancia, de generosidad, de humor sin estridencias y de fidelidad. Amistad que, además, me permitía acercarme al latido íntimo de Venezuela, a la mejor Venezuela, la ajena al insoportable ruido público. El tono profundo y civilizado de Eugenio Montejo era la refutación diaria de la gritería oficial.
Se ha muerto uno de los mayores poetas de la lengua, ya reconocido por todos, es verdad, aunque estoy seguro de que en los próximos años habría recibido el unánime aplauso de los premios que su vida y su obra se habían ya ganado. ~
(Florencia, 1932-ciudad de Mรฉxico, 2009) fue filรณsofo y uno de los escritores e intelectuales mรกs relevantes del siglo XX mexicano.