De lo absurdo a lo agresivo, de lo cínico a lo cómico, de nepotismo y demagogia a represión y corrupción: así ha sido la relación de Muammar al Gadafi con el futbol.
En tan monolítico régimen, a pocos puede sorprender que el hijo mayor de Gadafi encabece el comité olímpico local o que otros dos de sus descendientes sean favoritos a sucederlo en lo más alto del gobierno libio, pero, sin duda, el más peculiar de la familia Gadafi es Saadi el ex futbolista.
Buscar en internet imágenes de su hijo, Saadi, arroja resultados muy variados: por un lado, jugando futbol; por otro, en un yate, con una chica en bikini; en una más, vestido con estrafalaria moda; por allá, festejando un título con jugadores de la Juventus; incluso, de fiesta con el rapero 50 cent y la ex tenista Anna Kournikova; por si faltara más, de religioso, de político, de militar, de playboy… Y su padre que lo quiere para otras labores.
Saadi no tuvo problemas para ganarse la titularidad en el club Al-Ittihad de Tripoli, dado que es de su propiedad (en el camino fue necesario despedir a un técnico por atreverse a sustituirlo).
Saadi tampoco pasó apuros para convertirse en capitán de la selección de Libia, dado que es presidente de la federación local de futbol.
Saadi logró ser el primer futbolista libio en el Calcio, aunque eso no debe extrañarnos dado que tenía acciones de tres equipos italianos (por ejemplo, 7.5% de la Juventus le pertenecía).
Saadi, antes de debutar con el Perugia, fue suspendido al dar positivo de nandrolona en un control de dopaje (lo cual la prensa libia catalogó como complot), mas pudo volver meses después y eludió penalizaciones más graves.
Saadi, luego de 39 partidos de banca, disputó quince minutos casualmente contra la Juve (en parte, su Juve), mientras los guardaespaldas observaban detrás de la banca.
El absurdo no termina: en el 2005 lo firmó el Udinese y esta vez disputó 10 minutos en el último cotejo de la campaña. Para el siguiente torneo lo fichó la Sampdoria, quizá debido a que el presidente de este club, Riccardo Garrone, es dueño de una empresa petrolera (¿Algo que ver con el principal recurso de Libia?).
Y, mientras su hijo ama el futbol, Muammar nunca ha ocultado su desdén hacia este deporte.
Cuando fue contratado por el club Sampdoria, Saadi explicaba: “Mi padre quiere que regrese a Libia para darme algunos puestos… Él no quiere que juegue futbol… Me dice ´eres más grande que eso; debes ser algo más que futbolista´… Pero esta es mi pasión y le digo: ´Bien, solamente déjame terminar mi contrato´. Tal vez después pueda ser embajador de Libia en Estados Unidos u ocupar otra posición muy sensible… Retirarme del futbol sería una decisión grande para mí porque lo amo demasiado… Quiero jugar para siempre, está en mi corazón…”
Algunos atribuyen este odio a que los estadios eran de los escasos sitios de protesta anti régimen hasta antes de los recientes acontecimientos (no olvidar, por ejemplo, los 50 aficionados asesinados tras las protestas desatadas por un gol ilegítimo atribuido al equipo de Saadi).
En el 2006, Gadafi habló largo sobre futbol: “Primero, tengan cuidado con las enfermedades mortales ocasionadas por el Mundial. Investigación médica ha probado y seguirá probando en el futuro que quienes padecen futbol-manía y son adictos al juego, poseen mayor riesgo de desórdenes psicológicos y nerviosos. Esos desórdenes son causantes de ataques al corazón, diabetes, hipertensión y envejecimiento prematuro (…) La Copa del Mundo ha fortalecido a la extrema derecha y a las tendencias racistas del mundo (…) En el peor de los escenarios, ¿por qué no convertir al campeón en sede del siguiente Mundial? Así el Mundial tendrá algún sentido (…) Es la solución. De otra forma, el Mundial debe ser abolido en vista del riesgo mortal al que expone al mundo psicológica y moralmente. Lleva a problemas, dificultades, desórdenes, odio y enemistad”.
Y por mucho que perturbe el futbol al líder libio, durante la tensión desatada entre Egipto y Argelia previo a un partido eliminatorio, halló pretexto perfecto para hablar de paz y ofrecerse como mediador entre las dos naciones.
Para desilusión de Muammar, Saadi ha seguido posponiendo sus responsabilidades políticas (como ser embajador en Washington) y recientemente aspiraba a presidir la confederación africana de futbol…
Y, a todo esto, ¿La FIFA no ha suspendido a numerosos países por injerencias de sus respectivos gobiernos en la federación local de futbol? Sí, pero supongo que hay excepciones teñidas de petróleo.
Corresponsal que intenta usar el deporte como metáfora para explicarse temas más complejos.