Igual de atroz, igual de estremecedor, igual de atemorizante: el balazo que sufriĆ³ el futbolista paraguayo Salvador CabaƱas, es tan trĆ”gico como muchos episodios que suceden a diario en AmĆ©rica Latina, con la diferencia de que toma resonancia debido a la celebridad del agredido.
Ahora se muestran videos de siniestros personajes entrando a un baƱo antes de disparar; se entrevista a doctores buscando primicias que sĆ³lo los plazos mĆ©dicos āy no las exclusivas periodĆsticasā podrĆ”n otorgar; se escucha a una ex integrante de Big Brother (a propĆ³sito de Reality Shows) confesar que tuvo una hija con uno de los sospechosos; incluso se hacen circular fotografĆas Ćntimas del propio CabaƱas.
En 1994 fue asesinado el defensor colombiano AndrĆ©s Escobar tras haber anotado un autogol en el Mundial, mismo que ahogĆ³ las esperanzas de un equipo que aspiraba a grandes metas.
ĀæCuĆ”ntas personas morĆan a diario en MedellĆn cuando Escobar perdiĆ³ la vida? Infinidad. ĀæCuĆ”ntos cadĆ”veres se apilaban a cuenta del narcotrĆ”fico, de las mafias, de los grupos para-militares, de la impunidad? MuchĆsimos.
La diferencia fue que, en ese caso, la violencia acabaĆ³ con un futbolista cuyo pecado radicaba en meter el balĆ³n en la porterĆa equivocada.
Diez aƱos despuĆ©s, un destacadĆsimo entrenador colombiano, Luis Fernando Montoya, fue baleado en un intento de asalto a su casa en Caldas y quedĆ³ cuadraplĆ©jico.
Tristemente, Montoya es sĆ³lo una vĆctima entre miles que han sufrido un robo con violencia. Como Ć©l, muchas personas en MĆ©xico, en Brasil, en El Salvador, en PerĆŗ y por supuesto en Estados Unidos, han dejado de caminar para siempre.
ĀæOtros ejemplos? El mexicano David Mendoza acribillado en su coche por unos sicarios en el 2008; el argentino Fernando CĆ”ceres salvando la vida por milagro tras un intento de robo de coche en el 2009; la selecciĆ³n de Togo atacada por un comando separatista al llegar a la regiĆ³n de Cabinda en Angola en este 2010.
En MĆ©xico resulta vergonzosamente amplia la lista de de asesinados mientras conducĆan un vehĆculo como Mendoza; en Argentina tambiĆ©n lo es la cantidad de gente que pereciĆ³ o sobreviviĆ³ a un arma de fuego como CĆ”ceres; en Ćfrica muchĆsimos inocentes caen por culpa de conflictos ajenos como tres integrantes de la delegaciĆ³n togolesa.
La diferencia, tal como con CabaƱas, es la celebridad del agredido.
La similitud, tal como con CabaƱas, es que terminamos por convertir los incidentes trĆ”gicos de un famoso en todo un reality show. Tal vez asĆ le demos tintes de pelĆcula, de serie, de novela, y nos auto persuadamos de que no es cierto: de que es posible vivir cuando casi todo ha dejado de ser posible en nuestras rutinas.
ā Alberto Lati
Corresponsal que intenta usar el deporte como metƔfora para explicarse temas mƔs complejos.