“La historia, o para ser mรกs preciso, la historia que los alemanes hemos ensuciado una y otra vez, es un retrete obstruido โdice el narrador de A paso de cangrejo, la novela mรกs reciente de Gรผnter Grassโ. Echamos y echamos agua, pero la mierda no deja de subirโ. Ahora el propio escritor, un Nobel ampliamente reconocido como โla conciencia de Alemaniaโ, un hombre que a menudo ha criticado las fuerzas reaccionarias y las corruptelas del poder, estรก embarrado hasta el cuello.
En agosto pasado, Grass revelรณ algo que habรญa escondido durante medio siglo de vida pรบblica: en algรบn tiempo fue miembro de las Waffen-SS. Nacido en 1927, el autor nunca fingiรณ haber salido limpio de la guerra. Fue sincero en cuanto a que, al igual que muchos alemanes de su generaciรณn, pasรณ por la jerarquรญa de rigor: la Juventud Alemana, las Juventudes Hitlerianas, el Frente Alemรกn del Trabajo y por รบltimo el Ejรฉrcito. Como buena parte de sus compaรฑeros creyรณ que el Fรผhrer alcanzarรญa una victoria gloriosa, aun cuando las tropas soviรฉticas y los bombarderos aliados devastaban el Tercer Reich. Muchos ex integrantes de las Juventudes Hitlerianas, todavรญa adolescentes al producirse la derrota, fueron enviados a unidades heterogรฉneas que manejaban baterรญas antiaรฉreas. Para sus lectores, Grass habรญa sido uno de esos muchachos.
En Pelando la cebolla, las memorias publicadas en Alemania en septiembre, el escritor explica que la historia fue un poco mรกs compleja. Se habรญa ofrecido como voluntario a bordo de un submarino pero a finales de 1944 el Ejรฉrcito se estaba quedando sin hombres, de modo que terminรณ en las Waffen-SS, el brazo militar del cuerpo de รฉlite de Himmler que habรญa sido absorbido por el ejรฉrcito alemรกn ordinario. La divisiรณn de tanques Jรถrg von Frundsberg, en la que prestaba servicio, enfrentaba una desastrosa batalla de retaguardia contra las tropas soviรฉticas, que mataron a la mayorรญa de los jรณvenes y veteranos que peleaban con Grass. รl tuvo la gran fortuna de sobrevivir.
Lo asombroso no es que haya participado en dicha unidad, sino que lo haya ocultado. En una reciente entrevista para la televisiรณn, Grass intentรณ aclarar por quรฉ tardรณ tanto tiempo en decir la verdad; no era una pregunta cualquiera, ya que las dificultades de los alemanes a la hora de encarar la verdad han sido un tema constante de su vida literaria y polรญtica. โMe pesaba mucho โdijoโ. Mi silencio de todos esos aรฑos es una de las razones por las que escribรญ este libro. Tenรญa que hablar por finโ.
Las reacciones dentro y fuera de Alemania no se han hecho esperar. Algunos han defendido al autor pero muchos han expresado indignaciรณn, sobre todo aquellos que tienen mรกs o menos la edad de Grass. Dos jรณvenes novelistas alemanes, Michael Kumpfmรผller y Eva Menasse, escribieron un artรญculo que define el revuelo como una โreuniรณn de alumnos conformada por viejos intelectuales germanosโ. Uno de estos intelectuales, Joachim Fest, el cรฉlebre biรณgrafo de Hitler y Speer, es un aรฑo mayor que Grass. No fue miembro de las Juventudes Hitlerianas, aunque prestรณ servicio en el Ejรฉrcito. Sus memorias, de prรณxima apariciรณn, tienen un tรญtulo un tanto ostentoso: Yo no. Fest ha declarado que Grass sufre un โsevero daรฑoโ moral, y dice: โA este hombre no le comprarรญa hoy ni un coche usadoโ. Otros conservadores que, al igual que Fest, habรญan sentido desde tiempo atrรกs el filo de la pluma punzante de Grass, se apresuraron a atizar la crรญtica; en Le Figaro, Guy Sorman atacรณ al escritor no sรณlo por ocultar su pasado sino por ser un defensor de โmalas causasโ como Cuba y la China comunista. Charlotte Knobloch, vicepresidenta del Consejo Central Judรญo en Alemania, vio en Grass a un oportunista que buscaba crear furor para aumentar las ventas de su libro y lo comparรณ con Franz Schรถnhuber, el polรญtico alemรกn de ultraderecha que โtambiรฉn revelรณ su pertenencia a las SS justo antes de lanzar sus memoriasโ. Desde su punto de vista, la autoridad moral de Grass โse ha vuelto completamente obsoleta gracias a este asuntoโ. Ha habido llamados para que el autor devuelva el Premio Nobel que recibiรณ en 1999.
Sin embargo, quizรก el golpe mรกs doloroso fue propinado por Lech Walesa, el hรฉroe de Gdansk, que en los aรฑos treinta, durante la infancia de Grass, era una ciudad conocida como Danzig, donde se hablaba alemรกn. Ambos personajes son ciudadanos honorarios, y Walesa opinรณ que Grass debรญa renunciar a tal distinciรณn. Grass respondiรณ escribiendo una carta al alcalde de Gdansk en la que seรฑalaba que sus libros y su โactividad polรญticaโ eran prueba suficiente de que habรญa aprendido las duras lecciones de su juventud. La vergรผenza le habรญa impedido hablar de su รฉpoca en las Waffen-SS: โSรณlo ahora, en mi vejez, he encontrado la forma de abordarla en un contexto mรกs amplioโ. Walesa comentรณ que la explicaciรณn le parecรญa โconvincenteโ, y que ya no tenรญa queja alguna contra el seรฑor Grass.
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El escรกndalo ha diluido de algรบn modo el hecho de que Grass ha escrito unas memorias que irradian una insรณlita belleza literaria. El libro, que comienza con su niรฑez en Danzig y termina con la publicaciรณn de El tambor de hojalata (1959), su primera y mรกs cรฉlebre novela, no es sรณlo una autobiografรญa sino una reflexiรณn sobre la memoria: las trampas que diseรฑa y la manera en que nutre la imaginaciรณn de un narrador nato. Volver al pasado, escribe Grass, equivale a pelar una cebolla, quitando capa tras capa: una tarea que mueve fรกcilmente a las lรกgrimas. Consciente de su propensiรณn a crear historias, el autor utiliza a menudo frases como โnosรฉdรณndeโ y โnorrecuerdocuรกndoโ โweinicht-mehrwo, weinichtmehrwannโ que suenan tan excรฉntricas en alemรกn como en otro idioma. Al mezclar con deliberaciรณn los personajes de sus libros con su vida real, nos permite atisbar en la mente del novelista. Pareciera que el pequeรฑo Oskar Matzerath, el protagonista de El tambor de hojalata que viviรณ en Danzig y dejรณ de crecer a los tres aรฑos, es para รฉl tan autรฉntico como el pequeรฑo Gรผnter Grass. Y en cierta forma, por supuesto, lo es. En algunos pasajes, al referirse a sรญ mismo en el pasado, Grass cambia a la tercera persona, como si su viejo yo fuera tan sรณlo otro producto de su imaginaciรณn literaria.
Como las mejores novelas del autor, Pelando la cebolla se alimenta de una sorprendente fibra poรฉtica: el ojo de vidrio que fulgura en un plato de papas mientras su dueรฑo va al baรฑo; los secretos incรณmodos que โanidan como piojos en el vello pรบbicoโ. Grass escribe de toscas minucias fรญsicas en un alemรกn exquisitamente vulgar. Varios crรญticos le han reconocido el haber sacado a su idioma del ataรบd de abuso lingรผรญstico fabricado por los nazis, una labor que รฉl ha descrito como el โdeber de erradicar el paso marcial de la lengua alemanaโ. Tiene otra cualidad: rara vez es didรกctico o polรฉmico, tanto en la ficciรณn como en este libro. Al igual que El tambor de hojalata, Pelando la cebolla constituye un relato de aprendizaje, una Bildungsroman. Grass empieza como un niรฑo ingenuo, soรฑador, sin ningรบn sentido polรญtico y con una aptitud casi nula para el escepticismo. Segรบn afirma, la vergรผenza de su infancia nazi radicaba en su incapacidad โde preguntar por quรฉโ. Sin pensarlo aceptรณ la propaganda de las Juventudes Hitlerianas y las ampulosas promesas del Fรผhrer. Cuando los maestros desaparecรญan de la escuela o las sinagogas eran incendiadas, รฉl sรณlo observaba. Era un creyente. La principal lecciรณn que aprendiรณ como prisionero de guerra, como alemรกn durante los juicios de Nรบremberg, como joven que ganaba conciencia polรญtica, fue dejar de creer, recorrer โel largo camino sembrado de dudasโ, renunciar a la certidumbre y ver รบnicamente โmuchos tonos grises entre el blanco y el negroโ.
Varias de las posturas pรบblicas de Grass son sumamente loables. La decorosa polรญtica socialdemรณcrata que Willy Brandt, el canciller de Alemania Occidental, practicรณ a principios de la dรฉcada de los setenta โsobre todo su actitud de expiaciรณn, valiente y necesaria, hacia los polacos y judรญosโ, le debe mucho al escritor, que se encargรณ de buena parte de los discursos de Brandt. Con todo y sus reflexiones sobre la incertidumbre y los tonos grises, no obstante, Grass se ha aficionado a hacer agudas declaraciones polรญticas. Ha denunciado a voz en cuello a otras figuras pรบblicas corrompidas de algรบn modo por el pasado, y muy a menudo ha utilizado la culpa alemana como arma polรญtica.
En 1985, el canciller Helmut Kohl y el presidente Ronald Reagan decidieron conmemorar la guerra y celebrar la alianza de las democracias occidentales lograda durante la posguerra colocando coronas de flores en el sitio donde se ubicaba el campo de concentraciรณn de Bergen-Belsen y luego en un cementerio militar de Bitburg. Grass calificรณ este acto de โinsultoโ, de โviolaciรณn de la historiaโ, porque entre los miles de tumbas se hallaban los restos de 49 soldados de las Waffen-SS, 32 de los cuales tenรญan menos de veinticinco aรฑos al momento de morir. Como ahora han seรฑalado sus crรญticos, Grass no llegรณ siquiera a insinuar que รฉl podrรญa haber estado fรกcilmente entre esos soldados. Igualmente inequรญvoca fue su declaraciรณn de 1989: Alemania debรญa permanecer dividida, ya que el Estado unificado habรญa โpuesto las bases para Auschwitzโ. Sus crรญticas a Estados Unidos muestran tambiรฉn muy pocos matices de gris. El emplazamiento de misiles Pershing estadounidenses en suelo alemรกn, efectuado en los aรฑos ochenta, fue comparado con el plan nazi para exterminar a los judรญos.
ยฟPor quรฉ este hombre que durante tanto tiempo encubriรณ su pasado estaba ansioso por exhibir los abominables secretos de otros? ยฟPor quรฉ se empeรฑaba en imponer una culpa colectiva a su pueblo, como si todos los alemanes hubieran seguido a Hitler tan a ciegas como รฉl? ยฟY por quรฉ hay tal discrepancia entre la sutileza de su mejor narrativa y la ferocidad de sus arengas pรบblicas? Este abismo no es exclusivo de Grass. Lo mismo puede decirse de otros grandes escritores: Cรฉline, Harold Pinter y Josรฉ Saramago, por mencionar algunos. Pero el que Grass estรฉ tan orgulloso de su identidad como incrรฉdulo posnazi, como โdefensor incansable del eterno por-una-parte-y-por-otraโ, exige una explicaciรณn.
โEl pensamiento del alemรกn no es polรญtico sino trรกgico, mรญtico, heroicoโ, apuntรณ Thomas Mann. Estaba describiendo a los alemanes de la niรฑez de Gรผnter Grass y de antes. Aรฑos de polรญtica autoritaria, romanticismo inflado y militarismo pomposo habรญan fomentado entre los alemanes instruidos una aversiรณn por los sucios compromisos de la polรญtica liberal y el materialismo de la empresa comercial. En vez de eso, promovรญan una pasiรณn por la espiritualidad y la cultura profunda. Incluso antes del Tercer Reich, el nacionalismo germano estaba marcado con frecuencia por una suerte de exultaciรณn religiosa; la democracia liberal y el capitalismo, sobre todo del tipo americano (Amerikanismus), eran rechazados por la izquierda y la derecha.
En ocasiones Grass ha descrito su yo infantil como si en verdad fuera Oskar Matzerath, un niรฑo que se negรณ a crecer y que carecรญa de convicciones polรญticas propias. Pero Pelando la cebolla lo muestra bajo una luz ligeramente distinta. Aunque rudimentaria, poseรญa una visiรณn del mundo. Devoto temprano del gran arte โDurero, Caravaggio, Velรกzquezโ, Grass tenรญa a sus รญdolos artรญsticos e histรณricos y aรฑoraba vestir uniforme de gala y ser adorado por las mujeres. Su padre, un tendero de provincia, un buen catรณlico romano, un โhombre de familia amante de la paz, dispuesto siempre a la armonรญaโ, le parecรญa odioso. No tenรญa nada de admirable ni estimulante. Era, dirรญa Grass, un Spiessbรผrger, un pequeรฑoburguรฉs anodino, carente de toda cualidad trรกgica, mรญtica o heroica. Segรบn recuerda el escritor, este aborrecimiento fue uno de los motores de su anhelo por entrar en el Ejรฉrcito a fines de la Segunda Guerra Mundial. Grass querรญa acciรณn, apartarse de la Spiessbรผrgertum familiar.
โMe afanaba por pelear con รฉl โescribe en referencia a su padreโ. Me hubiera gustado matarlo con mi daga de las Juventudes Hitlerianasโ. Estaba desesperado por encontrar rutas de escape: โTodas apuntaban en una sola direcciรณn. Lejos de aquรญ, a uno de los muchos frentes de batalla, lo mรกs pronto posibleโ. Grass no apela a su inquietud adolescente para mitigar la sensaciรณn de culpa. Pero, con todo, la descripciรณn de cรณmo fue reclutado por las Waffen-SS es reveladora.
Primero fue rechazado por la Marina. Por ende tuvo que contentarse con el Frente Alemรกn del Trabajo, practicando el tiro con rifle y vistiendo un uniforme decepcionante, aun ridรญculo, color โcafรฉ mierdaโ. Luego siguiรณ un periodo de pereza forzosa, de irritaciรณn en el estrecho seno familiar; soรฑaba con el parricidio y pasaba horas en el cine local, alelado, viendo pelรญculas que retrataban el heroรญsmo alemรกn. Y entonces, de pronto, llegรณ la carta de reclutamiento, ordenรกndole que se reportara con las Waffen-SS en Dresde:
De Dresde sรณlo puedo recordar el olor a quemado y un atisbo a travรฉs de la puerta corrediza de nuestro tren de carga: entre los rieles y las fachadas incendiadas de los edificios se apilaban bultos carbonizados. Algunos pensamos que eran cadรกveres encogidos. Otros imaginaron nosรฉquรฉ. Discutimos al respecto, y hablando atenuamos el horror. Como se puede comprobar el dรญa de hoy, lo que ocurriรณ en Dresde fue sepultado por la chรกchara.
ยฟLe inquietaba la reputaciรณn de las SS? En lo absoluto: โEl niรฑo, que se asumรญa como hombre, estaba interesado en el armamento militarโ. Ademรกs, las Waffen-SS irradiaban un encanto europeo; sus voluntarios incluรญan franceses, valones, holandeses, noruegos, daneses y hasta algunos suecos neutrales: todos luchaban en el frente oriental para โsalvar a Occidente de la invasiรณn bolcheviqueโ. Aun el nombre de la divisiรณn de Grass, Jรถrg von Frundsberg, tenรญa un timbre atractivo, ya que el escritor conocรญa al personaje como โel lรญder de la Uniรณn Suaba durante las guerras campesinasโ del siglo XVI: โFue un hombre que defendiรณ la libertad y la independenciaโ. De hecho casi todas las batallas de Von Frundsberg se libraron en nombre del emperador Maximiliano, para nada un dechado de libertad, pero uno admite esta pequeรฑa fantasรญa romรกntica del joven Grass, porque lo que hizo en las Waffen-SS no fue mรกs que sobrevivir a duras penas. Y sin embargo, escribe, โdurante varias dรฉcadas me neguรฉ a enfrentar las consecuencias de esa palabra y esas letras gemelas. Despuรฉs de la guerra, la vergรผenza creciente me impidiรณ hablar de lo que habรญa aceptado con el estรบpido orgullo de mi juventud. Pero la carga persistรญa, y nadie la podรญa aligerarโ. Eso fue peor que el hambre en los primeros aรฑos de la posguerra, seรฑala: โAl igual que el hambre, la culpa y la vergรผenza posterior te consumen todo el tiempo. Mi hambre era sรณlo periรณdica, pero mi vergรผenzaโฆโ
Esta afirmaciรณn es un poco exagerada. Dirรญase que hasta la vergรผenza de Grass tiene una pizca de mito trรกgico, incluso de heroรญsmo. Si el nacionalismo germano de antes de la guerra resultaba a menudo algo afectado, lo mismo puede decirse a veces de las confesiones de culpa alemana hechas en la posguerra por gente como Grass. En efecto, cierto gusto por la exaltaciรณn mรญtica se cuela aรบn a la discusiรณn, antes tabรบ, del sufrimiento alemรกn durante el conflicto. Por varias dรฉcadas, intelectuales y polรญticos serios se negaron a opinar sobre las secuelas del bombardeo de terror por parte de los aliados, por ejemplo, o sobre el desalojo de Silesia y la regiรณn de los Sudetes, zonas donde se hablaba alemรกn: el asunto olรญa a rรฉplica tendenciosa o algo peor, y por tanto fue relegado al ala mรกs extremista de la derecha alemana. Esto ha comenzado a cambiar en fechas recientes, y Grass siguiรณ la tendencia con A paso de cangrejo (2002), su novela en torno del Wilhelm Gustloff, un crucero nazi que fue hundido por torpedos soviรฉticos en 1945: cerca de nueve mil refugiados alemanes, muchos de ellos niรฑos, terminaron en el fondo del mar.
El hundimiento del Wilhelm Gustloff es una atrocidad que merece ser evocada; no obstante, el tono de la novela de Grass es curiosamente malhumorado. El narrador se queja de que โparece que no hubiera cupo para otro desastre marรญtimo, que las รบnicas vรญctimas que pueden ser recordadas son las del Titanic y no las del Gustloffโ. Y prosigue: โInternet estaba copado por un drama ramplรณn de proporciones รฉpicas, el hundimiento del Titanic reciรฉn filmado en Hollywood y prรณximo a venderse como la mayor catรกstrofe marรญtima de todos los tiemposโ. Al principio de la novela se insiste en que, cuando aรบn era el buque insignia de los cruceros nazis, el Gustloff no discriminaba clases sociales, una innovaciรณn atractiva. Como sabemos, el Titanic era todo lo contrario. Estos juicios no convierten al narrador, ni mucho menos al autor, en un apรณlogo del nazismo; el repudio de la Alemania nazi por parte de Grass es indudable. Pero hay aquรญ un dejo de desdรฉn โpor la cultura comercial y el capitalismoโ que remite a algunas viejas actitudes del escritor. Explica su hostilidad hacia Estados Unidos y, todavรญa mรกs, hacia los conservadores alemanes de su generaciรณn.
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Las tensiones entre Gรผnter Grass y el historiador Joachim Fest no se reducen a la esfera polรญtica, aun cuando el primero es un fiel socialdemรณcrata y el segundo un conservador. Tienen que ver tambiรฉn con las clases sociales y se remiten a los inicios de la posguerra, cuando Konrad Adenauer, un catรณlico conservador que se habรญa opuesto al nazismo, era canciller. De origen clasemediero, catรณlico y antinazi como Adenauer, Fest siempre ha buscado defender el orgullo nacional retratando a Hitler como un tipo vulgar que logrรณ seducir a muchos de sus paisanos, aunque no a todos. Un nรบcleo de alemanes cultos y bien educados resistiรณ la tentaciรณn nazi, y de acuerdo con el razonamiento, ellos debรญan ser la base de la democracia germana de posguerra.
La realidad, no obstante, es que muchos alemanes cultos y bien educados sรญ sucumbieron a la tentaciรณn. Pero Adenauer creรญa que la transformaciรณn de la Alemania nazi en una repรบblica democrรกtica no se podรญa conseguir sin el apoyo de la sรณlida burguesรญa alemana: burรณcratas, diplomรกticos y profesores universitarios; mรฉdicos, abogados e industriales, varios de los cuales habรญan sido corrompidos por el pasado reciente mรกs que un joven relativamente inocente como Gรผnter Grass. Estados Unidos, que necesitaba a Alemania Occidental como un aliado confiable durante la Guerra Frรญa, estaba con Adenauer. Esto redundรณ en que no sรณlo se diera carpetazo rรกpido a los juicios de Nรบremberg, sino que Adenauer se negara a ratificar los veredictos. Muchos nazis ilustres salieron de prisiรณn. Los intentos por sacar a ex nazis del ejercicio pรบblico fueron bloqueados o convertidos en farsa. Los documentos que probaban, a menudo con falsedad, la inocencia de una persona, recibieron el nombre de un conocido detergente llamado Persil.
Era un arreglo tramposo y perturbador desde el punto de vista moral, pero funcionรณ. La Repรบblica Federal de Alemania se volviรณ democrรกtica, proestadounidense, e ingresรณ en el orden liberal de Occidente. Quienes buscaban ajustar cuentas con el nazismo fueron marginados. No hubo la legendaria โpuรฑalada traperaโ que minรณ a la Repรบblica de Weimar en los aรฑos veinte. Y sin embargo Grass, de origen pequeรฑoburguรฉs, convertido a la democracia, avergonzado de la torpeza moral de su juventud, vio la Alemania de Adenauer como una traiciรณn terrible. De ahรญ su encarnizamiento con polรญticos como Kurt Georg Kiesinger, un canciller de la posguerra que habรญa sido burรณcrata nazi, y Karl Carstens, un presidente de la Repรบblica Federal que se habรญa afiliado al Partido Nazi en 1940 para impulsar su carrera de abogado.
La ira de Grass fue atizada por su vergรผenza, pero tambiรฉn por un resentimiento de clase. Mientras que โlรญderes de grupo, oficiales de mar y tenderos pequeรฑosโ fueron vรญctimas de la desnazificaciรณn, escribiรณ en 1967, personas como Kiesinger salieron indemnes โdebido a sus cargos y poderes superioresโ. Con los indispensables documentos Persil, โno poca gente llegรณ cubierta de mierda al Occidente inmaculadoโ. Aun hoy dรญa, al repasar aquella รฉpoca, Grass pierde su cacareada inclinaciรณn por los tonos grises. Cada palabra estรก llena de rabia: โEl canciller Adenauer era como una mรกscara que ocultaba todo lo que yo aborrecรญa: la hipocresรญa pseudocristiana, las falsas y asquerosas declaraciones de inocencia, el petulante decoro burguรฉs de una banda criminal con disfrazโ.
Son frases duras, pero en el contexto de las primeras dรฉcadas de la posguerra la voz de Grass era un imperioso remedio moral contra el pragmatismo de Adenauer. Llamar al escritor un mercachifle arrogante e hipรณcrita, como algunos lo hacen, es olvidar lo importante que fue su presencia cuando la mayorรญa de los alemanes se preocupaba por beneficiarse del โmilagro econรณmicoโ sin reflexionar sobre lo ocurrido poco tiempo atrรกs. La conciencia de sus compatriotas necesitaba ser aguijoneada en los aรฑos cincuenta y sesenta, y Grass, hay que reconocรฉrselo, impulsรณ la democracia social cuando requerรญa un empujรณn. El problema es que ha sido incapaz de soltarse. Los fantasmas nazis han continuado acosรกndolo, y cualquier clase de hipocresรญa, codicia material o uso de la fuerza militar provoca denuncias histรฉricas. La fuerza militar de Estados Unidos enciende particularmente su cรณlera, ya que le recuerda las componendas hechas por la Alemania de Adenauer para participar en la Guerra Frรญa. Al igual que Harold Pinter, cuyos alegatos antiestadounidenses cita con aprobaciรณn, Grass habla a veces de Estados Unidos como si fuera el sucesor del Tercer Reich. Pero hay huellas de viejos entusiasmos, de una nostalgia quizรก inconsciente por una รฉpoca mรกs heroica, mรกs mรญtica, mรกs trรกgica.
En una conferencia del PEN Club celebrada en Nueva York en 1986, Saul Bellow hizo una observaciรณn sobre Estados Unidos que despertรณ la ira de Grass. Bellow apuntรณ que la sociedad estadounidense no pretendรญa dar gran importancia a la alta cultura, sino que sรณlo buscaba dotar a sus ciudadanos de โrefugio, protecciรณn y cierta seguridad contra la injusticiaโ. Temblando de indignaciรณn, Grass hablรณ de la pobreza que habรญa visto en el sur del Bronx y por ende de la nula libertad de sus habitantes. Sin duda la pobreza en esa zona era tremenda, y hay mucho que criticar a la sociedad estadounidense, pero el arrebato de Grass no dejรณ de sorprender. Quizรก tenรญa que ver justo con lo que Bellow alababa de su paรญs: un materialismo nada heroico, una falta de sentido trรกgico, una indiferencia por la alta cultura โrasgos que Grass detestaba de los tiempos de Adenauer y que varios intelectuales europeos, tanto de derecha como de izquierda, aรบn juzgan despreciables. Odian a Estados Unidos porque su cultura popular arrasa en el mundo y amenaza con convertir a los intelectuales en seres marginales, algo que Grass nunca ha querido ser.
ยฟQuรฉ tanto importa en realidad lo que Grass le dijo a Bellow, o lo que los crรญticos de Grass dicen de รฉl, o lo que el autor dice acerca del โOccidente inmaculadoโ? A la larga, no demasiado. Las violentas declaraciones de Grass en las รบltimas dรฉcadas apenas han influido en la opiniรณn pรบblica alemana o en la polรญtica exterior, y sus mejores libros โEl tambor de hojalata, El gato y el ratรณn, Aรฑos de perro y quizรก tambiรฉn Pelando la cebollaโ se seguirรกn leyendo mucho despuรฉs de que la controversia polรญtica, por no mencionar la tormenta desatada por su confesiรณn tardรญa, haya caรญdo en el olvido. Pero existe una conexiรณn entre su obra literaria y su labor como polemista. Gรผnter Grass es uno de los รบltimos ejemplos de una tradiciรณn alemana que coloca a poetas y pensadores en un pedestal desde el que, como profetas, lanzan sus veredictos sobre el mundo. Hay รฉpocas, por supuesto, en que el escritor puede utilizar su autoridad moral con buenos resultados: Thomas Mann durante la guerra, Grass en la posguerra. En otras รฉpocas, los rasgos que hacen que un hombre como Grass sea un gran novelista โla capacidad para transformar la experiencia en mito, por ejemploโ pueden ser obstรกculos para un anรกlisis polรญtico eficaz. El papel de Grass como moralista y amonestador proviene de la misma imaginaciรณn que ha engendrado las novelas. Pero hay aspectos del pasado que deben ser recordados con precisiรณn, como รฉl mismo ha insistido en seรฑalar, primero con rabia y ahora, ojalรก, con dolor. ~
Traducciรณn de Mauricio Montiel Figueiras
ยฉ 2006, Ian Buruma.
(La Haya, 1951), ensayista y colaborador habitual de The New York Review of Books. Es autor de Asesinato en รmsterdam (Debate, 2007), entre otros libros.