Llegar a Nuevos Medios es desconcertante. Más que una discográfica parece una editorial de poesía alternativa: ni secretarias con aspecto de modelos ni guitarras firmadas por estrellas, poco glamour, mesas de trabajo y ordenadores de diseñador. Ahí, entre portadas de discos, fotos y café, sucedió esta conversación con Mario Pacheco. A simple vista resulta obvio lo que después Mario me irá contando: que esta empresa no fue fundada por el interés de conquistar un nicho en el mercado del disco, para usar el léxico de los gerentes, sino por el placer de compartir un gusto, una afición, y hacer de ello al mismo tiempo una forma de vida. Dice Fernando Savater que si uno quiere lo que hace entonces uno hace lo que quiere, o que no hay mayor emancipación que dedicarse a jugar y ganar por ello el dinero que otros consiguen trabajando. Pues eso es evidentemente lo que impulsó a Mario Pacheco a crear la firma de discos que sirvió para dar a conocer desde el nuevo flamenco (Pata Negra, Ketama, Potito, Poveda, Tomatito, la Macanita, Ramón el Portugués, Morente, José el Francés, Jorge Pardo, Chano Domínguez, entre otros) hasta un catálogo que incluye a Creedence, Carlos Puebla o Agustín Lara.
¿Eres músico?
No, soy fotógrafo, pero empecé a trabajar organizando conciertos y representando a una compañía catalana que grababa sólo en catalán. Era una compañía de muy buen gusto, y prácticamente la única con la que podías trabajar si tenías una visión personal, porque la industria del disco era muy a la americana. Mi mujer había trabajado con Ariola, ahora bmg, en la época de Sex Pistols y Bob Marley, así que los dos teníamos cierta experiencia y creamos la compañía aconsejados por un amigo productor americano que se llama Joe Boyd y que había creado la suya. Fue a primeros de los ochenta.
Ese surgimiento coincide con los años de la transición.
Coincidió con un movimiento internacional de compañías independientes, que eran como un eco de todo el activismo punk y que tenían un sentido contracultural. Nosotros empezamos, además de haciendo nuestras grabaciones, distribuyendo a compañías en esta onda. Todos queríamos trabajar sólo entre compañías parecidas, era como un movimiento de empresarios, pero con una función de industria alternativa.
¿Cuál fue el camino del punk hasta al flamenco?
Empezamos a editar discos de Beny More, de María Teresa Vera, Bola de Nieve. Esa era nuestra aportación en aquella época. La movida lo ocupaba todo, pero no teníamos mucho que ver con eso: nuestra línea, el flamenco y la memoria latina, no eran el mismo discurso de la movida, eran otro que luego se impuso y ha tenido más relevancia en lo musical que los fenómenos más ligados a esa época. Me refiero al nuevo flamenco, que ha aguantado el paso del tiempo porque tiene más contenido musical.
Coincide con el paso del gusto por el flamenco a otras generaciones de la mano de Camarón de la Isla, cuando se produce una mezcla entre el flamenco tradicional y una apuesta por la mezcla y el mestizaje.
El Camarón y Paco de Lucía fueron un fenómeno; expandieron el flamenco en todos los sentidos. A muchos gitanos jóvenes no les gustaba el flamenco, lo descubrieron con Camarón, como lo podríamos descubrir tú o yo. Creo que este movimiento ha durado más de lo que nadie se esperaba, y casi la única pega que se puede poner es que ha ido demasiado despacio. Pero no está nada mal, porque aquí tampoco los fenómenos de música popular tienen ese dinamismo, esa velocidad que pueden tener en Estados Unidos o en el resto de Europa. En cambio, las cosas van de forma un poco más consistente
Se ha dado un cambio de mentalidad que hace que mucha gente prefiera comprar música en español que música internacional, por así decirlo, pues no encuentra sentido a escuchar una cosa de Oasis, de un grupo inglés, y prefiere comprarse La Barbería del Sur o Pata Negra. Ese cambio es muy significativo.
Tu empresa discográfica ha registrado la vitalidad, la fuerza de la cultura musical flamenca…
Cuando empezaron a grabar con nosotros los nuevos flamencos eran realmente jóvenes, no era una etiqueta. Ha sido un fenómeno cultural en nuestros propios términos, hasta el punto que cuesta explicarlo fuera. En el extranjero les pueden parecer más interesantes los Gipsy Kings que Tomatito, pero aquí eso no tiene sentido. Nos hemos alimentado de un público muy cercano, prácticamente no hemos tenido que movernos para saber lo que estaba gustando, sólo con salir a la calle y pasar por un bar te enterabas de la onda. Ha sido un fenómeno local y ahí radica su fuerza. Como decía James Joyce: cuando hablas de tu pueblo estás hablando del mundo entero.
Cuando se habla del flamenco se habla de un arte muy refinado, más que de una forma del arte popular o del folclor.
En realidad el flamenco era una música urbana, porque Sevilla era la ciudad más importante de España en el siglo dieciséis. Y se dio otro factor: que el flamenco está íntimamente ligado a los gitanos, es su música, es la música andaluza vista por los gitanos que se han mantenido no nómadas, pero sí como una raza aparte hasta hoy en día. Y para ellos era una seña de identidad, una memoria colectiva, algo bastante más importante que un lanzamiento discográfico.
En términos comerciales, ¿qué recepción ha tenido una propuesta fundada en el gusto y no en la demanda?
Mundialmente todos estábamos muy a gusto con la velocidad y el dinamismo del ciclo de los discos. No era tan difícil, por eso los discos significaron tanto como medio de expresión de toda la época de los setenta hasta los noventa. Ahora se ha venido abajo el tinglado. Por un lado, lanzar nuevos artistas es costosísimo y, por otro, el valor del mercado de la música grabada ha descendido tremendamente con Internet y la piratería.
¿Tendrá que modificarse la industria?
Si garantizamos la libertad de expresión y la no corrupción en los medios de comunicación no vamos a tener problemas. Si todos tenemos igualdad de oportunidades, la música nuestra puede superar muchos cambios tecnológicos. Lo que nos interesa es un mercado de medios honesto, no cooptado por monopolios, ni corrupto en cuanto las alternativas para aparecer en la radio o en la televisión.
Noto un desfase entre lo que los medios proponen y lo que la gente oye, lo cual habla de la capacidad de discernir del público pero también de una cierta impermeabilidad de los medios a las transformaciones culturales.
Los medios son un tapón que está haciendo mucho daño a los productores de cultura. Si nosotros somos insignificantes ellos son impresentables, porque ni son tan potentes ni son tan globales, y en cambio en España se escucha muy poca radio, se venden muy pocos periódicos, se hacen muy pocas películas, la televisión es muy mala, y eso será culpa de alguien. Es una sociedad muy moderna, pero culturalmente poco dinámica. Los medios viven en otro mundo.
Hay varios factores: unos son económicos y de marketing de las grandes compañías; otros son factores sociales. Hay mucha gente en nuestros países que asocia la música pop con lo internacional, con lo moderno, y la música con más tradición propia como algo inconfesable y que le recuerda malos tiempos. Aquí, a una generación el flamenco le recordaba tiempos de pobreza, de miseria, de dictadura. Y en cambio la música pop era la libertad. Pero hay factores que condicionan el gusto de los que programan los medios.
¿Esto querría decir que de alguna manera están divorciados de la verdadera naturaleza cultural de España?
Están divorciados de la verdadera naturaleza cultural y están muy patosos en sus propios negocios, digan lo que digan. En cambio, se han tirado una temporada siendo los líderes de esta supuesta modernización cultural española y todo ha sido palabrería, simplemente han hecho bien su trabajo a ratos y no hay ninguna razón para tener, en el caso de la música, tan poca memoria y tan poco respeto.
Tus discos no los veo en la manta pirata…
Hemos sobrevivido gracias a no haber tenido mucho éxito. El mantenernos así, en un discreto segundo plano, nos ha permitido no arruinarnos. Somos curiosamente medio minoritarios, medio música de todo el mundo. No salimos en la tele ni tanto en la radio y los que piratean se guían mucho por eso. Tienen su propia estrategia y no van a lo loco: si ven un disco en un anuncio de televisión lo piratean, y si no lo ven, no se les ocurre.
¿Qué están escuchando los jóvenes?
Los jóvenes escuchan mucho más flamenco y mucho más jazz de lo que la gente cree. En todas partes del mundo la juventud se ha asociado con una búsqueda de honestidad, de autenticidad, y para eso el flamenco está muy capacitado. Lo bueno del flamenco es que cuando un cantaor dice: “Estoy muy mal porque mi mujer me ha dejado”, lo más seguro es que está muy mal porque su mujer lo ha dejado. Coincide el sentimiento y a veces la misma letra. Ese momento de tiempo real y de autenticidad es muy verdadero en el flamenco y en el jazz. La juventud quiere eso.
Quizá se deba a que el flamenco es, mucho antes que un producto que se vende, una creación de artista.
Musicalmente es muy exigente, lo cual es curioso en una música popular y no escrita, en la que casi todos aprenden y memorizan. En el flamenco se han volcado las exigencias artísticas de una serie de músicos, y si bien en España no hay una gran tradición de música culta, hay una música popular muy sofisticada.
¿El flamenco es la mejor música que se hace en España?
Es la más curiosa y es única en el mundo. Es una música muy rigurosa y estricta desde el punto de vista musical. Es una música para pasarlo mal, para acercarte a lo que duele más, y yo no conozco otro tipo de música que se haga para que la gente lo pase mal y encuentre tanto placer en ello. Es prácticamente irresistible. –
(ciudad de México, 1962) es promotor cultural, editor y poeta. Es director del Museo de Historia Natural y de Cultura Ambiental.