1932 fue un aรฑo extraรฑo en la vida de Josep Pla. En lo profesional y en lo personal, suponiendo que ambas facetas puedan abordarse por separado sin caer en simplificaciones excesivas. Desde mediados de abril de 1931, Pla era corresponsal en Madrid de La Veu de Catalunya, el รณrgano periodรญstico de la Lliga Regionalista de Francesc Cambรณ. Ejercรญa, pues, de comentarista polรญtico y de cronista parlamentario en la entonces capital de la Segunda Repรบblica. Pero tambiรฉn de hombre de partido. Tal y como revela su correspondencia con su hermano Pere y con el diputado de la Lliga Joan Estelrich, el periodista no era en absoluto ajeno a los intereses partidistas. Al fin y al cabo, trabajaba a las รณrdenes de quien trabajaba. Pero esa tarea multiforme quedรณ parcialmente truncada a fines de abril de aquel 1932, cuando Pla regresรณ a Cataluรฑa. No es que dejara de escribir en La Veu –ni en cuantas cabeceras espaรฑolas aparecรญa tambiรฉn, con mucha menor frecuencia, su firma–; es que ya no lo hacรญa a diario, ni sobre la actualidad polรญtica madrileรฑa. Habรญa alcanzado un estado de saturaciรณn que aconsejaba frenar y cambiar de aires, aunque no fuera mรกs que por un tiempo.
Se instalรณ, pues, en Cataluรฑa, entre el mas de Llofriu y Barcelona, y al poco logrรณ que su periรณdico lo enviara a Parรญs a realizar un reportaje sobre la Francia republicana. A mediados de agosto ya estaba de vuelta. Y si bien el viaje de ida lo habรญa realizado con su mujer, Adi Enberg, una riรฑa de pareja –una mรกs de las muchas habidas hasta entonces– habรญa provocado que Adi se volviera a Londres, donde habรญa residido meses atrรกs, y Pla regresara solo a su Ampurdรกn natal, lo que en aquel periodo del aรฑo significaba alojarse en la casa de veraneo que sus padres poseรญan en Calella de Palafrugell. Y allรญ, quiรฉn sabe si para olvidar los malos tragos de su tormentosa relaciรณn conyugal, Pla tuvo una aventura con una veinteaรฑera suiza, Lilian Hirsch. La aventura durรณ apenas una semana, pero dejรณ una huella epistolar. Una cincuentena de cartas cruzadas entre la joven y el escritor –la primera escribiendo desde Zรบrich; el segundo, desde el mas de Llofriu, Barcelona o Madrid–, reflejo de un coup de foudre cuyos destellos irรญan apagรกndose conforme venciera el aรฑo.
Aun asรญ, no todo era hojarasca sentimental en esa correspondencia que Josep Vergรฉs, editor de Pla, hizo pรบblica al poco de la muerte del escritor. Tambiรฉn se percibe en ella algรบn que otro proyecto profesional, como el formulado el 1 de octubre de 1932 desde Madrid, cuando Pla le dice a Lilian que ha visto a la gente de El Sol y a su director, Manuel Aznar; que los artรญculos publicados en el diario a lo largo del verano han tenido un gran รฉxito y que ha acordado incluso un programa –se supone que con el propio Aznar– consistente en permanecer ese mes de octubre en Cataluรฑa escribiendo para El Sol sobre polรญtica catalana –el 20 de noviembre estaban convocadas las primeras elecciones autonรณmicas tras la aprobaciรณn del Estatuto– para marcharse luego a Alemania, lo que aprovecharรก para pasar por Zรบrich y verla a ella. Y al que aรฑade la siguiente coletilla –traduzco del catalรกn, que es a su vez una traducciรณn del original francรฉs–: “El director me ha dicho que tal vez lo nombren embajador de Espaรฑa en Roma, y quiere que yo me vaya con รฉl como agregado de prensa. Iremos a Italia [รฉl y Lilian, se entiende] e incluso nos ocuparemos en alguna ocasiรณn de la prensa.”
Sin embargo, nada de eso ocurriรณ. Ni Aznar fue a Roma como embajador ni Pla viajรณ a Alemania a cuenta del periรณdico. Y, puestos ya a incumplir el programa, tampoco el periodista catalรกn escribiรณ una sola lรญnea en El Sol durante aquel mes de octubre –en que, por el contrario, sรญ reanudรณ su colaboraciรณn con el medio el tambiรฉn catalรกn y periodista Antoni Rovira i Virgili– ni en lo que quedaba de aรฑo. O, cuando menos, nada que llevara asociada su firma. Las razones de ese fracaso pueden ser, claro, de รญndole muy diversa. Desde un cambio de planes por parte del propio Aznar hasta su escaso poder de decisiรณn ante la irrupciรณn en la empresa editora, aquel mismo verano, de una suerte de trust azaรฑista capitaneado por el empresario Luis Miquel y cuyo cerebro gris era Luis Martรญn Guzmรกn, “el Mejicano”, รญntimo amigo del entonces presidente del Gobierno. Pero tambiรฉn podrรญa suceder que todo obedeciera, al cabo, a una confusiรณn de Pla. O, si lo prefieren, a una sobrevaloraciรณn de sรญ mismo. Sea lo que fuere, detrรกs del mencionado y frustrado programa habรญa un anhelo manifiesto: el de marcharse tarde o temprano de Espaรฑa, en busca de un horizonte mejor. Y ese anhelo puede hoy confirmarse plenamente gracias a las cartas que Pla le enviรณ a Aznar y que un biznieto del director de El Sol, Javier Aznar, ha rescatado generosamente del olvido.
En efecto, a lo largo de aquel septiembre el corresponsal de La Veu no cejรณ en su empeรฑo de convertirse en colaborador de El Sol. O, lo que es lo mismo, no cejรณ en su propรณsito de abandonar aquel periรณdico y aquel partido por los que trabajaba “a precios irrisorios” y alejarse, a un tiempo, de una realidad catalana que le interesaba “cada vez menos” –habรญa renunciado a formar parte de las listas electorales de la Lliga– debido a la creciente “saturaciรณn de provincianismo” y a la fatiga que le producรญa el “caotismo” reinante. Carta tras carta, Pla le fue suplicando a Aznar que lo sacara del pozo y le diera un trabajo estable. Hasta el punto de hacerle partรญcipe de su drama mรกs รญntimo: “Creo que podrรญa dar un gran rendimiento si El Sol me permitiera pasar seis meses del aรฑo fuera de Espaรฑa. […] No quiero desde luego contratos. No puedo aspirar a tanto, pero contra la entrega de una determinada cantidad de artรญculos deberรญa poder contar con una suma automรกtica. De esto deberรญa Vd. hacerse cargo. ¡Si supiera, Don Manuel, hasta quรฉ extremo me fatiga a veces la sensaciรณn de inseguridad y de intemperie en que estoy metido! Esto ha destrozado mi vida, las relaciones con mi mujer y me ha cortado las alas. He trabajado mucho y sin ningรบn resultado.”
Tampoco lo hubo esta vez, a pesar de la insistencia del corresponsal. Don Manuel, ya se ha dicho, nada hizo o nada pudo hacer, por lo que Pla se vio forzado a regresar a sus irrisorios quehaceres catalanes. Y, paradoja de las paradojas, tuvieron que ser una guerra civil y sus consecuencias lo que actuara como bรกlsamo y convirtiera a aquel periodista espaรฑol en un periodista en espaรฑol. O sea, lo que satisficiera sus viejos anhelos. Lรกstima que la doctrina del catalanismo siga sin querer enterarse. ~
(Barcelona, 1956) es filรณlogo y periodista. Especialista en el escritor Josep Pla. En 2009 se publicรณ su obra mรกs reciente, 'Filologรญa catalana. Memorias de un disidente' (Barataria).