Hubo un tiempo en que los aficionados al cuento, considerado por muchos un género menor, veíamos en los grandes autores al padre literario. Nos demorábamos en sus secretos de escritorio con la devoción de un coleccionista de lepidópteros y, con unción casi religiosa, acatábamos con gusto hasta sus más accidentadas peripecias. Ciertamente habían hecho un trabajo excelente; entre otros, Borges jamás escribió una novela y en la obra de Kafka destacan, cómo no, sus relatos.
Hace ya unos años que algunas madres literarias, procedentes en su mayor parte del universo anglosajón (Atwood, Munro, Oates…), han renovado la short story. Las hallamos por lo general en habitaciones bien ventiladas con vistas a algún jardín, acaso no tan señorial como el de Isak Dinesen en Rungstedlund ni tan versallesco como el de Edith Wharton, pero jardín al cabo. El Olimpo del cuento, la modalidad que Cortázar asimilaba a la fotografía –al ser la novela prima hermana del cine–, empieza a ser un espacio compartido y construido en masculino y en femenino.
Lydia Davis (Massachusetts, 1947), hija de un crítico literario y una escritora, casada en primeras nupcias con el escritor Paul Auster y en la actualidad con el pintor abstracto Alan Cote, se ha convertido en una de esas madres literarias. Profesora de escritura creativa en la Universidad de Albany y traductora del francés –de Proust y Flaubert, de Blanchot y Leiris–, ha recibido este año uno de los galardones más relevantes, el Man Booker International Prize, por su trayectoria literaria: siete libros de relatos –entre los que podemos destacar Desglose (1986), Samuel Johnson está indignado (2001) y Variedades de perturbación (2007)– y una novela aún inédita en español, The end of the story (1995). Un premio que ha tenido entre sus ganadores a Kadaré, Philip Roth, la misma Alice Munro y que ahora Davis obtiene después de casi cuarenta años de escritura.
Seix Barral publicó sus Cuentos completos en 2011 en una impecable traducción del escritor Justo Navarro. Una estimulante aventura, por lo que tiene de singular, que para los lectores en español ya había comenzado en 2004 de la mano de Emecé, que publicó Samuel Johnson está indignado, cronológicamente su quinto libro de relatos, del que cabe recordar la única frase de que consta el cuento que da título al volumen: “porque en Escocia hay pocos árboles”.
Davis es una fina lectora que confiesa haber leído a Beckett cuando apenas tenía trece años y que adora el latín. Es una escritora que cree en el poder de la frase exacta y que, como buena diletante de la música, considera que la lengua es ante todo ritmo. Una virtuosa que hace malabarismos con la elipsis en sus composiciones más breves y que lleva a cabo verdaderos tours de force en las más extensas. La artífice de una colección ya notable de bonsáis narrativos en los que la perspicacia psicológica alcanza cotas más altas que un baobab. Una cuentista personalísima que abre nuevas sendas en la corriente del minimalismo cultivada por algunos de sus mayores.
Poesía, filosofía, humor. Sírvanse estos elementos bien agitados y he aquí la literatura de Davis. Joyce Carol Oates ha dicho de ella que es “ágil, hábil, irónica y sorprendente”; y en The Guardian la escritora y crítica Ali Smith describió sus relatos como una “celebración del pensamiento”. Las suyas son historias que dan una nueva vuelta de tuerca a la narrativa breve, en tanto que consiguen sorprendernos en cada recodo del camino. En sus cuentos hay mujeres que salen de casa gritando sin motivo alguno y que aun así cuentan con la comprensión de sus vecinos, que piensan que todos hemos tenido alguna vez el impulso de hacerlo. Hay motociclistas pacientes que compiten en carreras en las que gana el más lento. E individuos que disparan cámaras de fotos sin carrete.
Lo que está claro es que Lydia Davis es una escritora que va por libre. Y es que, como las grandes, Davis solo se parece a sí misma. Claro que si Cheever es el Chéjov de los barrios residenciales, ¿quién es Lydia Davis? La Carver de los pies alados, ¿quizás? ~
(Barcelona, 1968) es escritora y crítica literaria. Recientemente ha publicado la novela El silencio (Caballo de Troya, 2008) y el libro de poemas Gran amor (Egales, 2011).