Hace aรฑos, cuando tuve una breve actuaciรณn al frente de un instituto cultural, tenรญa que asistir sin excusa ni pretexto a “eventos” rarรญsimos, informes presidenciales y cosas asรญ.
Una vez se me pidiรณ asistir a una comida en honor de Su Majestad la Reina Sofรญa de Espaรฑa en el alcรกzar del castillo de Chapultepec. Tenรญa que ir acompaรฑado, asรญ que le preguntรฉ a Tere, mi prima favorita, tan guapa e inteligente, si estarรญa dispuesta a ir conmigo.
Nos sentaron en una mesa con otras cuatro parejas: un caballero espaรฑol de Guanajuato dedicado a la salchichonerรญa y sus derivados, su seรฑora esposa, que era una dama vestida de lila que hablaba con la boca llena, y gente asรญ.
Consumida que fue la tragadera, nos pusieron en el corredor que conducรญa a la salida para ver salir a la Reina. Y ahรญ venรญa, rodeada de importantes y principales, muy seรฑora, saludando con discretos movimientos de cabeza.
Entonces ocurriรณ que Su Majestad me mirรณ, sonriรณ notablemente y saliรฉndose de la ruta, se dirigiรณ hacia mรญ. En milรฉsimas de segundo revisรฉ mi mรกs bien avara nociรณn de los modales con la realeza y optรฉ por una marcial y breve caravana. La Reina me miraba con alegrรญa y aรบn con afecto, como si se hubiera topado con un viejo amigo.
¿Quรฉ estaba pasando? ¡La Vasรญlissa Sophia tis Ispanias se me venรญa encima como si yo fuera un continente y acabara de descubrirme! ¡El DNA bellamente empacado de la dinastรญa Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glรผcksburg-Hanover-Hohenzollern optaba por rozar a un majadero con menos pedigrรญ que un cocker-spaniel de la Colonia del Valle!
La gente se hizo a un lado, los acompaรฑantes se detuvieron, las miradas de todos los comensales me sometieron a su escrutinio, mi prima me dio un empujoncito animoso. Con un gracioso movimiento de testa (los reyes no usan cabeza: usan testa), la Reina desmayรณ elegantemente su mano blanca en la rรบstica mรญa, y dijo “Pero… ¡Quรฉ sorpresa!”
Como ignoraba quรฉ pudiera haber en mรญ de sorprendente, me limitรฉ a decir con tono decidido “Majestad”, mientras hacรญa un, a fe mรญa, correcto besamanos. La Reina sonriรณ de nuevo, retomรณ el paso y se alejรณ.
Mi prima, azorada, me preguntรณ quรฉ habรญa sido eso y le contestรฉ con absoluta franqueza:
–No tengo ni puta idea.
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Algo casi idรฉntico sucediรณ poco despuรฉs. Transitaba por el servicio diplomรกtico en Parรญs de Francia y el que era presidente, Sr. Fox, hizo una visita de Estado que incluyรณ discurso ante la Asamblea Nacional.
Al terminar, hubo una recepciรณn en el gran salรณn adjunto. Y ahรญ estaba yo con otros funcionarios de la embajada atascรกndome de champaรฑa matutina y petite-fours cuando entrรณ al salรณn, abriendo plaza, el poderoso ministro de educaciรณn Jack Lang. Y de nuevo: saludos aquรญ y allรก, gran coreografรญa de barberos alrededor del plenipotenciario y todo eso.
De pronto, Jack Lang me vio y se dejรณ venir con una sonrisota y la mano extendida diciendo “mais quel surprise!” y yo dije, “monsieur le ministre”, y me dio una palmada en la espalda y dijo “tenemos que vernos” y yo dije, “hombre, claro, avec plaisir” etcรฉtera, y retomรณ el paso y se fue, y los funcionarios mexicanos me preguntaron “¿y quรฉ fue eso?” y yo no respondรญ “ni puta idea”, que hubiera sido la verdad, sino: “Bueno, somos cuates”, sรณlo para joder y atizar la intriga en la embajada.
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Tambiรฉn en Parรญs, una tarde, estaba platicando con mi amiga Tatiana en el Rostand, mi bistrot favorito. Estรกbamos en la terraza y, en una mesa vecina estaba la escritora Toni Morrison con un traductor y un par de editores. Un par de veces la pesquรฉ observรกndome: los intensos ojos negros como dos pajarazos entre una selva de lianas gordas.
Los editores se fueron y la seรฑora Morrison y su traductora terminaron su cafรฉ. Al levantarse, hice la cortesรญa esa de mover esas mesas chocacodos de los cafรฉs parisinos para que pudieran salir, sobre todo la escritora, poosedora de un par de portentosas posaderas. Morrison me agradeciรณ con una sonrisa luminosa y me enfrentรณ y dijo Excuse me… Do I know you? Le contestรฉ: Sรญ, por supuesto, usted me conoce. Y dijo Sรฉ que lo conozco, pero no recuerdo… Entonces le dije: Yo soy Mr. Bookreader y, seรฑalando a Tatiana, y ella es Miss Bookreader. Se veรญan muy graciosas juntas: la guapa, vasta negra y la diminuta duende pelirroja.
La Sra. Morrison se riรณ, dijo Of course! y me dio un beso. Luego dijo See you soon! Y se fue.
¿Quiรฉn demonios serรฉ?
Ni puta idea.
Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.