โLa hermana de Odiseoโ, mis cejas se elevan y curvan, intrigadas, ยฟuna hermana de Ulises, de dรณnde saliรณ?, โla hermana de Odiseo llรกmase Ctimenaโ, estoy leyendo de pie en la librerรญa Blackwell, en Londres, โsรณlo estรก mencionada en el libro 15, versos 17-18, de la Odiseaโ. Averiguar algo asรญ es delicioso. No sรฉ si James Joyce hace aparecer alguna hermana del seรฑor Bloom; no me acuerdo, pero no me late y creo que no.
Adquiero, desde luego, el comentario al poema de Homero; es minucioso, erudito, pesa poco en la maleta y, sรญ, es barato. Hay otro libro, no tan barato: la Cronologรญa de Samuel Beckett, los hechos de su vida, mes por mes, incluidas desde las trivialidades, como que el 20 de diciembre de 1931 le confesรณ a su amigo MacGreevy que estรก releyendo El Rojo y el Negro, en su ejemplar, comprado originalmente en noviembre de 1926.
Dios, quรฉ hacer con tanta erudiciรณn, exclamaba socarrรณn mi amigo fray Alberto Ezcurdia. Sea lo que sea, el hermรฉtico Beckett sigue obsesionando.
Como siempre, hay mucho que ver en Londres. Sin mรกs รกnimo que acreditar unas ojeadas aquรญ y allรก, dirรฉ que en la National Gallery podรญa verse Rebeldes y Mรกrtires / Imagen del artista en el siglo xix, breve y nutritiva muestra de esa edad cuando, cosa rarรญsima, los artistas eran importantes, cuando polรญtica y estรฉtica, estรฉtica y moral, estaban inseparablemente entrelazadas, y la pintura era temida. No como en este capitalismo desencantado en el que los artistas no le importan mรกs de medio comino a nadie y la pintura es ya por completo, desde el punto de vista polรญtico y moral, una nada vacรญa.
En la exposiciรณn figura el luminoso Buenos dรญas, seรฑor Courbet, justamente cรฉlebre, que presenta al artista como peregrino en libertad, manumitido de las combatidas y aborrecidas โpor bohemios y dandisโ maneras burguesas. El cuadro es un milagro que se hace perdonar la reiterada observaciรณn de los reaccionarios que no quieren al gran artista revolucionario, Courbet, el amigo de Proudhon, que denuncia que el รบnico que tiene sombra en la tela es el propio artista.
La exposiciรณn mรกs frecuentada, sin embargo, estรก en la Tate Britain, y en ella cuelgan todos los cuadros de gran formato del mรกs britรกnico de los pintores, el paisajista John Constable. A mรญ, debo confesarlo, me daba la amenaza de algo de tedio visitar la muestra de esa archisabida โpintura de comedor burguรฉsโ. Cometรญa un craso error. La muestra me enseรฑรณ cosas, algunas de las cuales refiero a continuaciรณn.
Un buen paisaje es una especie de drama, una disputa relativamente estable y silenciosa, pero ยฟcuรกl es el protagonista del drama de todo paisaje, acusadamente de los de Constable? El protagonista del pausado teatro del paisaje es uno solo: la luz. El paisaje es como una escultura que se va tallando con luz. Y otra lecciรณn, mรกs obvia: ยฟcuรกnta parte del cuadro debe ocupar el cielo? Constable aprendiรณ muy pronto que buena parte, la mitad de menos, aunque a menudo mรกs que eso. Y el cielo no conviene plรกcido: en las nubes rizadas hay contienda, altercado titรกnico que presta vida al discurrir en tierra.
Ademรกs, todo paisaje es instantรกneo, tiempo detenido, en un fluir que viene de algo y va hacia algo. Todo paisaje, por quieto que parezca, es heraclitiano y refiere al pasar, al constante mudar, de cuanto es. Sin embargo, y paradรณjicamente, debe trasmitir convicciรณn de estabilidad y permanencia.
Ciertamente, los paisajes de Constable tienen un mรฉrito y es el trasmitir la mรกs sรณlida placidez, nirvana sensible y reposado. Y esto lo lograba el artista con la mรกs severa artesanรญa; el proceso de cada enorme cuadro era รฉste: primero un rรกpido boceto, brioso, impresionista, de pequeรฑas dimensiones. Luego otro boceto, pero enorme, del tamaรฑo de la tela definitiva (seis pies de largo, 1.82 metros), y ya entonces se emprendรญa el ataque al cuadro definitivo destinado a ser juzgado por la Royal Academy, rigurosa hasta el delirio.
Constable, al igual, supongo, que nuestro gran Velasco, dejaba, pues, poco espacio a la inspiraciรณn sรบbita, porque, en efecto, sostenรญa que la pintura era nada menos que una ciencia precisa, en la que habรญa que saber cรณmo trasladar a la tela cada cosa, nube, camino, fronda, rรญo, estanque, animal, piedra…
Y aquรญ el radio deja oรญr la canciรณn cubana โyo no escondo a mi abuelita, no seรฑorโ, y eso me recuerda que es hora de irme. โRoma โdecรญa Joyce con agresividad irlandesaโ es un hombre que vive exhibiendo a los turistas el cadรกver de su abuela.โ ~
(Ciudad de Mรฉxico, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y acadรฉmico, autor de algunas de las pรกginas mรกs luminosas de la literatura mexicana.