Es una forma de vida, el hábito maniqueo de seccionar al mundo en dos campos antagónicos. La frase hecha que prologa estos pensamientos la conocen todos –“el mundo se divide en”– y uno la concluye con categorías arbitrarias. En este caso, me parece conveniente trazar una línea: el mundo se divide en quienes gustan de los episodios de audio largos y los que los prefieren breves.
Me cuento, casi siempre, entre los primeros. Esta confesión innecesaria viene a cuento por el episodio destacado de esta quincena. Volví a uno antiguo pero bien conocido: a pocos sorprenderá la mención de 99 Percent Invisible. El programa que capitanea Roman Mars desde 2010 –autor intelectual también de Radiotopia, una red de podcasts de alto calibre– produjo a final de 2013 un alegato a favor de los de mi bando. Puede entenderse así, pues, el episodio titulado “Broadcast Clock”.
Mirar detrás de la cortina es atractivo por morboso: qué emoción da ver los preparativos previos, los mecanismos ocultos que en verdad rigen la puesta en escena. El detrás de cámaras deportivo, la columna de chisme político o estos dieciséis minutos de audio satisfacen esa misma fascinación. La cortina que descorre es la de la cabina de producción de radio y el reloj al que alude el título es el que rige las emisiones en vivo. Esto que parece una obviedad –las programaciones radiofónicos tienen que tener cuidado con sus tiempos– resulta en una cautivante exploración del valor positivo de los límites. 99 Percent Invisible se dedica a hallar ángulos deslumbrantes de la intersección entre diseño y vida cotidiana y este caso es emblemático: toda la atención está puesta en el reloj, en sus secciones y la ansiedad extrema que provoca. En la pugna entre la contención o la libertad. En Estados Unidos, región de enfoque del programa y sus ejemplos, hay dos posturas encontradas, la que Bill Siemering, el productor del emblemático All Things Considered, enarboló en los setentas –un programa prácticamente sin reloj, es decir, sin restricciones; y la de otros productores que aunque le temen, no refunfuñan contra los radiales que seccionan sus cronómetros.
El diseño de audio es encantador: las costuras están por momentos la vista –los apuntes del productor desde la cabina mientras el programa avanza, por ejemplo, o esa precisa colocación de dos segundos de silencio cuando dice: “el temido aire muerto”. No necesitan mucho más. Los entrevistados, personas de radio todas, saben ofrecer frases sucintas, subrayables. Es, en un sentido, ejemplo de esa misma contención de la que Y es paradójico: el podcast permite la vaguedad que se distiende en hora y media de comentarios. Es decir que no solo no es exigencia sino que la brevedad es casi una de las cadenas que rompió el formato. Y en su precisión, “Broadcast Clock” es testamento del buen uso de la restricción, la contención y la tijera editora. “Las restricciones artificiales nos hacen crear cosas mejores”, dice Julia Barton, la reportera que visita el bunker central de la radio pública de Estados Unidos (NPR). “Si no tenemos restricciones es posible que hagamos cosas aburridas y confusas”.
No será la última vez que se mencione 99 Percent Invisible, ni duda cabe. La habilidad que tienen para traer a cuento y hacer relevante en un programa de audio asuntos que parecen requerir ser vistos es asombrosa. Podríamos decir, qué remedio, que el mundo se divide en dos tipos de personas, quienes gustan de este podcast y los que no.
"Broadcast clock"
99 percent invisible
septiembre de 2013
16 minutos.
http://99percentinvisible.org/episode/the-broadcast-clock/
(ciudad de México, 1980) es ensayista y traductor.