Soñé anoche que Filis, de regreso,
bella como lo fue en la luz del día,
quiso que yo gozase su fantasma,
nuevo Ixión abrazado a una nube.Se deslizó en mi lecho murmurando,
ya desnuda su sombra: “Al fin he vuelto,
Damón, y más hermosa: el reino triste
Donde me guarda el hado, me embellece.Vengo para gozarte, bello amante,
Vengo por remorir entre tus brazos”.
Después, cuando mi llama se extinguía:“Adiós dijo, regreso entre los muertos.
De joder con mi cuerpo te jactabas,
Jáctate hoy de haber jodido mi alma”. ~
Baudelaire cita en Mon coeur mise à nu este soneto de Théophile de Viau pero lo atribuye a Mayard o a Rancan. El error no disminuye la penetración crítica de Baudelaire: la punzante sensualidad de ese poema es la de los fuegos fatuos. Como señala Jean-Pierre Chauveau en el prefacio a su antología de la poesía francesa del siglo XVII (Gallimard, 1992), Théophile de Viau (o Théophile a secas, como era conocido por sus contemporáneos) es uno de los grandes poetas del llamado “Gran Siglo”, una época esterilizada por Richelieu, Luis XIV y la academia y que anuncia la gran sequía poética del siglo XVIIi. Gracias a Théophile y a dos o tres poetas más, la gran tradición del siglo xvi se perpetúa por unos años, antes de extinguirse hasta su resurrección en el periodo romántico. Heredero de Ronsard, el joven poeta fue muy leído en los comienzos del siglo XVII. Fue el caudillo del clan de los “libertinos”, un grupo de poetas y escritores que fascinó y escandalizó a la corte del joven Luis XIII por sus escritos, sus ideas y sus actitudes. Entre otros textos curiosos de Théophile está una oda en homenaje a Georges Villiers, duque de Buckingham, un nombre que evoca, para mí y para cientos de miles de lectores, el libro de Dumas: Los tres mosqueteros. Viau también escribió parte del ballet Les Princes de Chipre, representado ante Luis XIII y su joven esposa, Ana de Austria, en 1617. Su favor en la corte duró poco. Atacado por el “partido devoto”, acusado de ateísmo y perseguido por dos jesuitas, sufrió encierro en una mazmorra y fue condenado a muerte. Sólo pudo salvarse por la protección de un poderoso señor, el duque de Montmorency, que logró cambiar la sentencia por la de destierro. Quebrantado por los dos años de cárcel, murió al poco tiempo en la residencia de los Montmorency, el castillo y el parque de Chantilly, que él había cantado en uno de sus poemas más alabados, La Maison de Sylvie. ¿Cómo no pensar en Nerval y en su Sylvie, ese relato al que es perfectamente aplicable una frase del mismo Nerval: “tu imaginación está en tus recuerdos”? también para Théophile los recuerdos nutrieron a su imaginación: escribió La Maison de Sylvie en la cárcel, rememorando los días felices pasados en Chantilly y sus boscajes. El soneto que he traducido se inscribe en la tradición del “fantasma” y del regreso que ilustran, entre otros, Propercio, Quevedo y el mismo Baudelaire. He tocado el tema en la parte final del capítulo “Óyeme con los ojos” de mi libro sobre sor Juana de la Cruz y en La llama doble, en el capítulo “Prehistoria del amor”. ~ Versión y nota de Octavio Paz
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Publicamos este soneto como pequeño festejo a los noventa años que Octavio Paz cumpliría este mes. El poema y la nota forman parte del tomo XII (Obra poética II) de las Obras Completas de Octavio Paz, de inminente aparición en el Fondo de Cultura Económica. Con ese tomo finaliza la publicación de las obras completas del poeta, comenzada hace diez años. Agradecemos a esa casa editorial su ayuda y generosidad.