El eclipse lunar sanguĆneo del domingo pasado quedĆ³ en el olvido con la llegada de noticias del planeta rojo. Un correo bien coordinado por la NASA (seguro esperaron el paso del eclipse para que llegara la misiva) trajo las nuevas del descubrimiento de rastros actuales de actividad acuĆfera. Marte ya no es solo ese Ć”rido planeta rocoso que –a pesar de tener rasgos de que alguna vez fluyĆ³ agua y los polos congelados– parecĆa inerte. La NASA mostrĆ³ el lunes un timelapse de Marte sudando: en verano, agua cargada de minerales chorrea por las pendientes de las montaƱas y caƱones y se seca en invierno. Esta pequeƱa animaciĆ³n echa con ojo de lince por el satĆ©lite Mars Reconnaissance Orbiteres suficiente para reanimar el debate sobre la posibilidad de vida en el planeta rojo.
Formo parte de la primera generaciĆ³n que vio a Marte de cerca asĆ como el nacimiento de la astrobiologĆa, el estudio de seres vivos fuera de nuestra Tierra. En julio de 1976, la misiĆ³n Viking 1 mandĆ³ la primera foto desde la superficie y realizĆ³ los primeros experimentos buscando vida. En 1996 un meteorito marciano caĆdo en la AntĆ”rtida levantĆ³ grandes olas pues al parecer albergaba restos de nanobacterias nunca antes vistas; siguen sin haberse visto y el meteorito terminĆ³ en el continente del olvido. En 1997 llegĆ³ a Marte el primer robot explorador Sojourner, que expirĆ³ 3 meses despuĆ©s, sin completar ni una prueba de 100 metros planos marcianos. En 2004 llegaron Spirit y el aĆŗn activo Opportunity, primer maratonista del planeta rojo. A pesar de tener noticias de cada roca y cada valle de Marte, debo decir que hasta hoy, y a raĆz del fiasco del meteorito noventero, soy bastante escĆ©ptico ante las noticias espectaculares marcianas. En particular de la NASA, pues siempre en busca de mayor impacto mediĆ”tico ergo mayor impacto econĆ³mico; siempre llorando por los recortes de presupuesto, aunque sus bolsas sean muy pero muy profundas.
La primera vez que oĆ la palabra astrobiologĆa fue en los noventa, en una charla con una compaƱera en una cafeterĆa en las universidades de los suburbios de Paris. El neologismo era brutal, parecĆa un chiste. ¿En serio hay gente que busca vida en el espacio y que no es seguidora de Jaime Maussan? Durante mi doctorado, mis amigos se peleaban por analizar paquetes de datos provenientes de radiotelescopios del proyecto SETI (Search for ExtraTerrestial Intelligence), sin resultado alguno. Pero se nos olvida que de tres experimentos que hizo Viking en la superficie de Marte, uno dio positivo al probar que potencialmente habrĆa vida. A pesar de ello, parece que el anĆ”lisis tanto en Marte como en Tierra de las rocas marcianas no ha sido capaz de zanjar la pregunta de si hay o hubo vida en el planeta rojo. Las observaciones de la familia de satĆ©lites marcianos aĆŗn activos, Mars Express, 2001 Mars Odyssey y Mars Reconnaissance Orbiter, han dado mejores resultados, al encontrar rastros de ocĆ©anos, geologĆa acuĆfera, polos marcianos helados y ahora sales hidratadas que forman lĆneas recurrentes en pendientes montaƱosas.
Entonces, ¿para que mandar robots exploradores? ¿Para que ir a Marte? ¿Para que saber si hay o hubo vida? Cada generaciĆ³n tiene una respuesta a estas preguntas. La era espacial naciĆ³ como competencia durante la Guerra FrĆa, para luego volverse impulsora de nuevas tecnologĆas. Ćltimamente al Ć”rido Marte se le ve como el destino inevitable de la Tierra, a consecuencia del calentamiento global, la ciencia redescubre una vieja idea esotĆ©rica en la que el rayo de vida se propaga de planeta en planeta; Venus es su siguiente paso. Tal vez estos sudores estacionarios de Marte sean el primer paso para aliviar a todo astrobiĆ³logo del sentimiento de ser, ante la ausencia de vida exterior, como “un antropĆ³logo en Marte” –en memoria del extraƱado Oliver Sacks. O tal vez, como los esotĆ©ricos con Gaia, la idea de vida que tenemos es demasiado restringida o ADN-cĆ©ntrica y deberĆamos ampliar nuestro horizonte como lo hace el fĆsico Freeman Dyson. Ćl dice que si las caracterĆsticas de un ser vivo son crecer, dividirse y evolucionar, entonces una nube galĆ”ctica, al tener estas propiedades, estĆ” viva.
Es casi una certeza que esta generaciĆ³n marciana no verĆ” nuestra llegada al planeta rojo, menos aĆŗn su colonizaciĆ³n, ni tampoco la transformaciĆ³n de la tierra en el Ć”rido Marte. Me conformo con ver a la luna sanguĆnea como metĆ”fora viva de marte.
Vive en Nueva York con el corazĆ³n en MĆ©xico, estudiĆ³ fĆsica en la UNAM y es Doctor en BiologĆa por la Universidad Rockefeller.