Ilustraciรณn: Martรญn Kovensky

Un comunista tory

El intelectual liberal Ian Buruma escribiรณย un perfil de Eric Hobsbawm a propรณsito de la publicaciรณn de sus memorias, en el aรฑo 2002. Con permiso del autor, y en exclusiva en espaรฑol, lo reproducimos como homenaje al gran historiador britรกnico reciรฉn fallecido.
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ยฟMerecรญa la pena romper tantos huevos por esa tortilla? El nรบmero de muertos causados por las hambrunas, las masacres y otras catรกstrofes provocadas por el hombre bajo los regรญmenes comunistas se encuentra entre los ochenta y cinco y cien millones. En Camboya, se liquidรณ a la prรกctica totalidad de la poblaciรณn instruida. Mao Zedong fue responsable de unos treinta millones de muertes solo en el lunรกtico Gran Salto Adelante. Las fauces oscuras y heladas del gulag de Stalin se tragaron a millones de personas. Y los habitantes de Corea del Norte siguen muriendo de hambre en la actualidad.

Para permanecer en un partido comunista hasta finales de la dรฉcada de 1980, habรญa que conservar, en algรบn sitio, el residuo de la convicciรณn de que habรญa merecido la pena, o de que al menos habrรญa merecido la pena si los tiranos que gobernaron en nombre del comunismo no lo hubieran hecho tan mal. No muchos intelectuales britรกnicos se mantuvieron fieles tanto tiempo. Eric Hobsbawm, el eminente autor de Historia del siglo XX, entre otros libros cรฉlebres, lo hizo: no siempre como miembro activo, y durante mucho tiempo como un miembro escรฉptico, pero sรญ como un camarada. En Historia del siglo XX, escribe sobre la โ€œinhumanidad sin precedentesโ€ de la Rusia de Stalin, y dice que โ€œel proyecto comunista ha demostrado su fracaso y ahora sรฉ que estaba condenado al fracasoโ€. Pero eso hace que su tenacidad resulte mรกs desconcertante.

En su รบltimo libro, una autobiografรญa titulada Tiempos interesantes. Una vida en el siglo XX, Hobsbawm intenta explicar por quรฉ. Por quรฉ se mantuvo fiel a la lรญnea del partido en 1939, cuando la Alemania nazi firmรณ un pacto de no agresiรณn con la Uniรณn Soviรฉtica, o durante las farsas judiciales de finales de la dรฉcada de los cuarenta y comienzos de los cincuenta, e incluso despuรฉs de 1956, el aรฑo de la insurrecciรณn en Hungrรญa. Abundan palabras como โ€œorรญgenesโ€, โ€œgeneraciรณnโ€ y โ€œantifascismoโ€. Pero tambiรฉn โ€œorgulloโ€: el rechazo jurado a abandonar un rumbo emprendido con nobles intenciones.

Al margen de las opiniones que uno tenga del comunismo, la autobiografรญa de Hobsbawm es un fascinante relato personal sobre una idea que atrajo a mucha gente por las mejores razones y aportรณ una excusa para algunos de los crรญmenes mรกs horribles de la historia de la humanidad. Hobsbawm era, como dice en el prรณlogo del libro, โ€œun observador partรญcipeโ€, un historiador ademรกs de un activista polรญtico. Es un hombre decente que sirviรณ a una causa sangrienta. Leer su libro es una experiencia grata e interesante, pero โ€“al menos para mรญโ€“ tambiรฉn frustrante. Querรญa saber mรกs. Habรญa demasiadas preguntas que no tenรญan una respuesta completa. Asรญ que, con la esperanza de que me iluminara, decidรญ visitar al autor en su casa del norte de Londres.

Hobsbawm parece algo cansado de las preguntas sobre el comunismo. Se las han hecho demasiado a menudo. A la gente le gusta oรญr un mea culpa. Y ahรญ es donde entra su orgullo. Me preguntรณ si el comunismo era lo รบnico que me interesaba de su libro. Hay capรญtulos, despuรฉs de todo, sobre jazz, casas en Gales y viajes por Amรฉrica Latina, pero debรญa admitir que el comunismo era el aspecto mรกs fascinante para mรญ. Sรญ, suspirรณ, bueno, probablemente era lo mรกs difรญcil de entender. Fue un asunto generacional. Tenรญas โ€œque estar allรญโ€.

โ€œAllรญโ€, en el caso de Hobsbawm, fue Berlรญn en 1932. Nacido en Alejandrรญa, hijo de una madre austriaca y un padre britรกnico, los dos judรญos no practicantes, pasรณ sus primeros aรฑos en Viena, antes de ir a un gymnasium  en Berlรญn. No era un buen momento para ser judรญo en Alemania, aunque estuvieras protegido por un pasaporte britรกnico. La repรบblica de Weimar estaba hecha jirones. Hitler llegarรญa al poder un aรฑo mรกs tarde. Los hombres de las sturmabteilungen  acorralaban a la gente con impunidad y la llevaban a sus cรกmaras de tortura. Hobsbawm no recibiรณ sus violentas atenciones, en parte porque era mรกs โ€œel inglรฉsโ€ que โ€œel judรญoโ€. Sin embargo, como escribe en este libro, sentรญa que estaba viviendo en โ€œel Titanic, y todo el mundo sabรญa que iba a chocar contra el icebergโ€. El nacionalismo alemรกn no tenรญa ningรบn atractivo para un colegial inglรฉs. Tampoco el sionismo. La socialdemocracia estaba muerta. El comunismo, pensaba, era la รบnica opciรณn para alguien como รฉl.

A Hobsbawm le gusta ver las cosas en tรฉrminos de tiempo y espacio. En otra รฉpoca u otro lugar, probablemente no se habrรญa hecho comunista. Pero, en ese momento, rodeado de nazis en Berlรญn, le subyugรณ la promesa del comunismo mundial. Por eso, a pesar de todo, puede escribir que siente โ€œternuraโ€ por la memoria y la tradiciรณn de la URSS. Para algunas personas de su edad, hubo un momento en el que representรณ las esperanzas, no solo de Rusia, sino de toda la humanidad.

Le preguntรฉ si su origen judรญo tenรญa algo que ver con su apoyo al internacionalismo. Despuรฉs de todo, Karl Marx pensaba que su sueรฑo comunista resolverรญa el problema judรญo. Las diferencias nacionales y raciales desaparecerรญan en el paraรญso de los trabajadores.

โ€œNoโ€, contestรณ, no fue asรญ, porque โ€œnunca tuvo ningรบn conflicto personal con el problema judรญo. Uno era consciente de que era judรญo. ยฟCรณmo podรญa no serlo, en esas circunstancias?โ€ Su madre le habรญa enseรฑado que nunca debรญa avergonzarse por ello. โ€œPor supuesto, creรญamos que lo que Marx habรญa dicho ocurrirรญa. Pero no me hice comunista por eso. No podรญa simpatizar con el nacionalismo, porque reservaba para pequeรฑos grupos lo que debรญa ser para toda la humanidad. Yo tenรญa una fe en la humanidad propia del siglo XVIII.โ€

La humanidad se compone de grupos y los grupos estรกn constituidos por individuos. Una frase del libro de Hobsbawm me pareciรณ especialmente reveladora. Cuando escribe sobre sรญ mismo en la รฉpoca de su iniciaciรณn en el comunismo en Berlรญn, Hobsbawm observa: โ€œParece que los seres humanos no le interesaron demasiado, ni individual ni colectivamente; desde luego le interesaban mucho menos que los pรกjaros.โ€ ยฟSigue siendo asรญ? โ€œBueno โ€“contestรณโ€“ me gustan mรกs unos grupos que otros: los escoceses, los italianos, los brasileรฑos… ยฟcรณmo podrรญan no gustarte?โ€ Sรญ, pero ยฟquรฉ hay de los individuos? โ€œNo sรฉ quรฉ significa: que te gusten los individuos. ยฟSignifica cotillear sobre ellos? A veces lo hago, supongo.โ€

Hizo una pausa, luego dijo: โ€œEn realidad, no me gusta leer biografรญas.โ€ Parece que le costรณ decidir si merecรญa la pena escribir la suya. Me preguntรณ si pensaba que tenรญa algรบn sentido. Le dije que por supuesto. Pero hay algo impersonal en el estilo de Hobsbawm, incluso como autor de memorias. Siente afecto por algunos individuos. Su mujer aparece muchas veces. Pero no se describe a nadie detenidamente, mรกs allรก de su apariencia fรญsica. La personalidad no cuenta. Las ideas sรญ. Me dijo que, aunque le encantaba Francia, por la Revoluciรณn, los franceses no le gustaban mucho. Eso parece bastante tรญpico.

El estilo de Hobsbawm tiene la ventaja de la falta de sentimentalismo, aunque puede ser sentimental con respecto a entidades colectivas, meras abstracciones: los vietnamitas โ€œhabรญan luchado por nosotrosโ€ contra Estados Unidos. ยฟLo hicieron? Pero su enfoque tambiรฉn contiene una implacabilidad intelectual un tanto escalofriante. Hablamos de Pol Pot โ€“apenas mencionado en el libroโ€“ y la carnicerรญa de Mao en China. Hobsbawm nunca fue maoรญsta. Describiรณ el asesinato de decenas de millones de personas como algo โ€œfuera de toda rentabilidadโ€. Mรกs tarde, cuando le mostrรฉ el texto, me dijo que habรญa usado esa expresiรณn โ€œirรณnicamenteโ€. La carnicerรญa asiรกtica, en todo caso, no entraba en la lรณgica del comunismo. Pero el intento soviรฉtico de โ€œliquidar clases enteras probablemente sรญ, de una manera un tanto primitiva… Sabรญamos que la Uniรณn Soviรฉtica era brutal. Habรญamos leรญdo a Babel. Nunca creรญmos que fuera un paraรญso de los trabajadores. Pero creรญamos que era mejor y sabรญamos que los costes eran enormes. En el siglo XX no hubo soluciones que no implicaran catรกstrofes o sufrimientoโ€.

Hobsbawm pasรณ a describir varios movimientos populares de la historia, como la extremadamente violenta reforma holandesa del siglo XVI, sin la que el siglo de oro neerlandรฉs del XVII no habrรญa sido lo que fue. โ€œCuando hay un movimiento popular de masas, se produce cierta barbarie, es inevitable.โ€ Los movimientos populares permiten a la gente llevar las cosas al extremo. Porque estรกn compuestos por gente comรบn, no intelectuales. Respondรญ que Pol Pot y su grupo eran intelectuales. A menudo, los intelectuales apoyan y alientan la violencia. Repitiรณ que no entendรญa a Pol Pot.

Hobsbawm esperaba que las cosas se liberalizaran en la Uniรณn Soviรฉtica tras la era fรฉrrea de Stalin. โ€œPodrรญa haber sucedido, pero no fue asรญ.โ€ ยฟCuรกndo se dio cuenta? Parece que la gota que derramรณ el vaso llegรณ en 1968, con el final de la primavera de Praga. โ€œPerdimos la esperanza despuรฉs de 1968. Praga supuso una conmociรณn terrible. No querรญamos creer que fuesen a hacer algo asรญ.โ€

Pero habรญa habido conmociones anteriores que hicieron que Hobsbawm pasara de ser un creyente y un activista revolucionario a una especie de comunista no practicante. En su libro, Hobsbawm usa una expresiรณn peculiar para describir el discurso de Jrushchov sobre los crรญmenes de Stalin en 1956. Lo llama โ€œuna denuncia dura e implacableโ€: un lenguaje fuerte para un historiador poco sentimental, capaz de describir el asesinato de masas como algo que carece de rentabilidad, aunque sea de broma. Pero la desestalinizaciรณn desgarrรณ la iglesia comunista. Y despuรฉs de 1956, cuando los tanques soviรฉticos entraron en Budapest, Hobsbawm โ€œdejรณ de ser un comunista que dedicaba su vida a la revoluciรณn mundialโ€.

Entonces, ยฟpor quรฉ siguiรณ en el partido? En parte fue por una cuestiรณn de orgullo. No querรญa ser como โ€œuno de esos franceses que se golpean el pecho. Habรญa formado parte de mi vidaโ€. Detesta la forma en que antiguos creyentes se convierten en feroces anticomunistas. Siente que debe una lealtad a su propio pasado. Esa idea atrae a su sentido britรกnico de la tradiciรณn. Se define como un โ€œcomunista toryโ€. Le duele la pรฉrdida de las tradiciones. Es una de las razones de su odio a Margaret Thatcher: el ataque populista de la ex primera ministra a las instituciones tradicionales. Hablando de sus lealtades nacionales, Hobsbawm dice que โ€œha llegado a asimilar emocionalmente su estado civilโ€ como ciudadano britรกnico, pero aรฑade: โ€œno me gustaba renunciar a mis diferentes identidades. He permanecido leal a mi identidad cultural alemana y a mi identidad austriaca, sin tomarlas muy en serioโ€. La parte inglesa reside en esas cinco รบltimas palabras.

Sin embargo, habรญa otra razรณn para su lealtad a los comunistas. Sigue convencido de que, por reprensible que fuera, la Uniรณn Soviรฉtica era un โ€œcontrapeso necesario a Estados Unidosโ€. Hobsbawm no es el รบnico que tiene esa opiniรณn. Una profunda desconfianza hacia Estados Unidos es a menudo todo lo que queda de la izquierda. A Hobsbawm le gustan muchas cosas de Amรฉrica, especialmente Nueva York y el jazz, y ha dado clase durante muchos aรฑos en varias universidades norteamericanas, pero Estados Unidos sigue siendo el enemigo de todo lo que esperรณ en el pasado, el enemigo de su fe. Por eso todavรญa puede decir, como hace en este libro, que contempla la perspectiva de โ€œun imperio mundial estadounidense […] con mรกs temor y menos entusiasmo que si reviso la historia del antiguo Imperio britรกnicoโ€.

Aunque uno pueda conceder fรกcilmente que la actual administraciรณn estadounidense no inspira confianza, la teorรญa del contrapeso polรญtico tiene un problema. Hobsbawm seรฑala con acierto que muchos regรญmenes que estaban del lado de Estados Unidos durante la Guerra Frรญa eran inmundas dictaduras militares. Pero el apoyo estadounidense a esos regรญmenes empezรณ a disminuir a medida que la Guerra Frรญa se acercaba a su fin. Hobsbawm citรณ la liberalizaciรณn de Corea del Sur como un ejemplo de lo que esperaba que hubiera sucedido con el bloque soviรฉtico. Pero la democracia llegรณ a Corea del Sur (y a Taiwรกn, Filipinas, Tailandia y otros โ€œEstados clientesโ€) con apoyo estadounidense, precisamente porque los viejos contrapesos comunistas ya no se veรญan como una amenaza.

Le trasladรฉ esta observaciรณn a Hobsbawm. Comentรณ que Corea del Sur demostraba la superioridad de una economรญa planificada, que habรญa producido una clase media liberal. Cuando nombrรฉ otras nuevas democracias que habรญan surgido en el campo estadounidense, hizo una pausa y dijo: โ€œQuiere decir que Estados Unidos apoya las elecciones. ยฟEso es necesariamente bueno?โ€ Quizรก forma parte de su tradicionalismo, pero, aunque asegura estar โ€œprofundamente comprometido con un mundo gobernado para servir a los intereses de la gente corriente y no de las รฉlitesโ€, Hobsbawm no es un demรณcrata natural. Parece tener una confianza limitada en lo que hace la gente cuando decide su destino a travรฉs de las urnas. Menciona varios paรญses donde la democracia no ha funcionado. โ€œFรญjese en Turquรญa โ€“diceโ€“. Si los valores civilizados sobreviven allรญ, es porque el ejรฉrcito los protege contra la democracia, que votarรญa por el fundamentalismo islรกmico.โ€

Esto encaja con su insinuaciรณn de que el salvajismo de los movimientos populares viene de las masas y no de los intelectuales que las guรญan. Es como si tuviera un miedo casi religioso de la llegada del apocalipsis, sin la protecciรณn de una iglesia disciplinada y capaz de salvar a la humanidad del desastre. La revoluciรณn de octubre representaba un sueรฑo de igualdad y justicia universales. Pero el problema de Estados Unidos, en palabras de Hobsbawm, es que โ€œno tiene mรกs proyectos que la hegemonรญa global y la elecciรณn de sus presidentesโ€. Los terroristas islรกmicos, aunque representen otras cosas, tienen un proyecto. Hobsbawm aborrece ese proyecto, pero no piensa que โ€œninguna persona racional crea en eso de combatir el terrorismo. Iraq no supone ningรบn peligro graveโ€.

Considerar a Estados Unidos, con todos sus defectos y su arrogancia, un peligro mayor que las organizaciones terroristas revolucionarias, que creen que el asesinato de masas es un medio legรญtimo para alcanzar sus fines religiosos, es permanecer cautivo de una visiรณn del mundo que me resulta incomprensible. Pero pertenezco a otra generaciรณn. He vivido en tiempos menos interesantes. Nunca he visto a los camisas pardas por las calles de Berlรญn. En una รฉpoca, el comunismo pareciรณ el รบnico contrapeso. Puedo entender que un hombre se uniera a รฉl por esa razรณn. Pero solo un comunista tory  tremendamente conservador se habrรญa mantenido fiel a la fe para siempre. ~

Publicado en Prospect el 20 de octubre de 2002 ยฉ en espaรฑol, Letras Libres

Traducciรณn de Daniel Gascรณn

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(La Haya, 1951), ensayista y colaborador habitual de The New York Review of Books. Es autor de Asesinato en รmsterdam (Debate, 2007), entre otros libros.


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