Una cuestión ardiente

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El gobernante del pequeño pero “espiritualmente” poderoso Estado del Vaticano, el Papa don Benedicto XVI, ha emprendido una cruzada contra los matrimonios de homosexuales y los cambios de sexo porque, dice, niegan “las leyes de la naturaleza” y de Dios, porque “el orden de la Creación está siendo cuestionado”, porque “es Dios, y no el hombre, el que decide quién es hombre y quién es mujer”, porque hay que “escuchar el lenguaje de la creación, cuyo desprecio significaría la autodestrucción humana”, etcétera.

El generoso mensaje, difundido urbi et orbi por los mass media, ha escandalizado a una considerable cantidad de heterosexuales, homosexuales, bisexuales y aun asexuales, sean creyentes, agnósticos o ateos, que han respondido a esa fulminación clamando todas las especies de argumentos racionales, sentimentales, biológicos, morales y hasta políticos (cherchez la politique!), pero hasta donde sé nadie le ha lanzado al sumo pontífice la siguiente pregunta, acaso porque cuestionaría la legitimidad de la Iglesia Católica:

¿No cree usted, don Benedicto (¡XVI!) que el acatamiento, por los hombres y mujeres de la Iglesia, de los requisitos sine qua non de la soltería, la castidad, la virginidad, es decir, a final de cuentas, la abstención de la sexualidad y del acto progenitivo en los susodichos, cuestionan el orden de la creación, contribuyendo así en no pequeña medida a la inhumana autodestrucción humana?

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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