(Fold along the line en el Museo Carrillo Gil, hasta el 30 de agosto)
Guy Ben-Ner (Israel, 1969) naufragó en una isla de dos metros de diámetro, emplazada en la cocina de su casa. Mientras su voz en off sostiene una reflexión existencial, el artista busca a lontananza con un catalejo, hace una pequeñísima fogata, lee y da vueltas alrededor de una única palmera. Se queja de haber quedado atrapado en una isla desierta cuando Elia, su hija de cinco años, aparece en calzoncillos sosteniendo una cubeta y una pala de plástico con las que se sienta a jugar en la arena. Guy la reprende: “Elia, estás arruinando mi isla”. Ella se levanta molesta y, a modo de venganza, camina hacia la cámara y la mueve de lugar. Guy no puede cruzar el atlántico para alcanzarla, así que termina regañándola a la distancia (Berkeley’s island, 1999).
En 1719 aparece Robinson Crusoe, autobiografía ficticia de un náufrago inglés que sobrevivió 28 años en una isla desierta. Daniel Dafoe se inspiró en la historia real de un marinero escocés que en 1703, por razones desconocidas, sospechó de la seguridad del galeón en el que viajaba y pidió ser desembarcado. Nadie más dejó el Cinque Ports, la tripulación calificó de desacato la petición del navegante. El barco se hundió unos días después y Alexander Selkirk, el rebelde, esperó cuatro años para ser rescatado de la isla que ahora lleva su nombre.
Aunque con una estética distinta –parecida a los videos ilustrativos “ármelo usted mismo” de IKEA–, en Tree House Kit (2005) Guy vuelve a ser Crusoe, pero esta vez zozobra en la absoluta soledad de una sala de exposición. Despierta con una larguísima barba y en shorts sobre un colchón forrado con una tela que asemeja tablas de madera. Su embarcación queda bajo la sombra de un árbol –una evidente confección de pedazos de muebles. Con una llave Allen, el artista va desarmando las ramas al mismo tiempo que ensambla con ellas una escalera, una mecedora, una mesa, una sombrilla y, finalmente, una litera en la que acomoda su colchón-balsa y vuelve a acostarse a dormir. El proyecto infantil de la casita en el árbol sucede al revés, de-construye un árbol en inmobiliario básico de vivienda.
En su obra, Ben-Ner encarna los tres roles posibles en la escritura de un libro de aventuras basado en hechos reales. Es Daniel Dafoe al dibujar sus story boards y al apropiarse, como lo hace todo autor, de narrativas ajenas —sobre todo de la comedia muda (Buster Keaton, Charles Chaplin) y los clásicos de la literatura juvenil— para construir la propia. Es Robinson Crusoe en el momento en que introduce estrategias del Body Art y se expone como personaje y materia prima de su obra. Y es sujeto de una aventura real, como Alexander Selkirk, cuando la vida cotidiana interrumpe sus piezas, se fusiona con ellas o cuando es el pretexto que las detona.
Elia empieza a ir a la escuela y su esposa trabaja todo el día. Guy convierte su casa en estudio para poder, al mismo tiempo, producir su obra y cuidar a Amir, su hijo menor. Esa es razón suficiente para filmar Wild Boy (2004), la historia un niño salvaje abandonado en un enorme bosque, que el artista instaló en la cocina. Guy, en su papel de aristócrata, decide convertir al niño en un hombre de sociedad: le corta el cabello, lo baña, le indica cómo usar los cubiertos, le enseña a escribir en las paredes y convierte el refrigerador en un enorme libro de cuentos. Todas acciones comunes a la crianza, pero llevadas a dimensiones relativamente imaginarias. El filme es una versión invertida de Tarzán y una adaptación de El niño salvaje, de François Truffaut.
Fold Along the Line, acertada iniciativa de la curadora Ruth Estévez, reúne gran parte de la obra de Guy Ben-Ner y consiste en la proyección de seis videos, cada uno con una duración de entre 15 y 23 minutos que valen la pena de principio a fin: If Only It Was Easy to Banish Hunger Rubbing The Belly As It Is to Masturbate (2009), 2nd Nature (2008), Tree House Kit (2005) –pieza con la que representó a Israel en la 51ª Bienal de Venecia–, Wild Boy (2004), House Hold (2001) y Berkeley’s Island (1999).
Los videos de Ben-Ner se balancean entre la ficción y la intimidad. Están cuidadosamente planeados, pero no pierden la frescura de cualquier película en super 8. Y aunque son siempre una tentativa para escapar y dejar atrás a su familia, terminan inevitablemente en una conmovedora tragedia hogareña.
– Verónica Gerber
(ciudad de México, 1981). Artista visual que escribe.