Cuando tenรญa diecisรฉis aรฑos de edad, en 1950, el joven David Tod Roy, misionero cristiano, se encontrรณ en Nanjing con un ejemplar de la inabarcable novela Chin P’ing Mei que escribiรณ Hsiao Hsiao Sheng a principios del XVI. Roy, que ahora es el sinรณlogo emรฉrito en la Universidad de Chicago, tradujo la novela a lo largo de cuarenta aรฑos: The Plum in the Golden Vase (Universidad de Princeton) gasta en cinco tomos unas cinco mil pรกginas, veinte por ciento de las cuales son notas eruditas.
La primera nota va en el sentido de que el tรญtulo –el nombre de las tres amantes del hรฉroe– significa en efecto “el ciruelo en el vaso dorado”, pero tambiรฉn, por homofonรญa, “los deleites de penetrar la vagina”. Ademรกs de estar bien nutrida de encuentros sexuales jocunda y delicadamente explรญcitos, la novela es relatorรญa de usos y costumbres mercantiles y legales, militares y religiosos, funerales y caseros durante la dinastรญa Qing.
Leรญ salteado y con bursitis –pues saquรฉ los cinco tomos/kilos de la biblioteca (son carรญsimos, hasta en Kindle)– el primero de los tomos, y partes del tercero y el cuarto, cuando se muere el “hรฉroe” de la novela: un poderoso e influyente polรญtico y mercader de nombre His-men Ch’ing, compulsivamente dado a los negocios, a mantener a su media docena de esposas y a practicar potentemente “la reuniรณn de las nubes y la lluvia” (que es como se decรญa coger en aquella ancestral China) y a que “le toquen la flauta de jade” (o sea: que le succionen la cosa).
El poderรญo de His-men Ch’ing se explica en el tercer tomo, cuando conoce a un monje indio con fama de sabio para cosas del ying y el yang y, mรกs especรญficamente, del lingam y la yoni. Es un monje con cabeza de leopardo, ojos morados y una cresta gallinรกcea, que tiene en su poder un afrodisiaco llamado “Las dulces voces de las bellezas enamoradas” (o sea: viagra) y un ungรผento particular que
Perfeccionรณ el mismo seรฑor Lao-tzu
y fue bendecido por la Reina Madre del Oeste.
Pero hay que emplear todo esto con cautela: “sรณlo una pastilla que debe tragarse con un vaso de licor”, le explica el monje; y sobre el ungรผento: “asegรบrese de no emplear sino dos milรฉsimas de onza cada vez. No se exceda nunca”. Cuando His-men Ch’ing le pregunta “¿y quรฉ eficacia tienen estas recetas?”, el monje contesta:
Con esta medicina en tu firme poder
tu cuerpo serรก lanzado a la cรกmara nupcial.
En esa cรกmara habrรก eterna primavera;
tu pinรกculo de jade nunca dejarรก de funcionar;
tu campo de cinabrio brillarรก en la noche.
Luego de la batalla, tu espรญritu seguirรก enhiesto;
mientras mรกs dure el duelo, mรกs vigor tendrรกs.
No importa que tan bellas y ardientes sean tus favoritas,
ni que se cuenten por una docena de hermosas,
tendrรกs la verga erecta como lanza toda la noche.
Serรก insaciable tu apetito mientras mรกs lo uses,
agitarรก tus huevos y endurecerรก tu miembro […]
Podrรกs con diez mujeres cada noche
y tu banco de esperma durarรก para siempre…
Y asรญ sucede: la primera vez que el libertino emplea los productos
…su รณrgano se hinchรณ de potencia, sus protuberancias se inflamaron y el casco rojo se lanzรณ hacia arriba; su ojo hundido se hizo redondo y las venas purpรบreas fueron muy notables. Su verga adquiriรณ color de hรญgado, alzรณ siete pulgadas y comenzรณ a crecer, mรกs ancho y mรกs grande cada vez.
Y His-men Ch’ing se sintiรณ feliz en su corazรณn.
A lo largo de las miles de pรกginas, cada tres o cuatro, Ch’ing practica esta felicidad hasta que en el tomo 4 (en el capรญtulo 79 de los 100 que tiene la novela), sucede la previsible sobredosis.
Una de las amantes, furiosa de celos porque Ch’ing no logra una erecciรณn (pues llevaba varias horas reuniendo las nubes y la lluvia con otras damas) decide arreglar la ofensa: le mete tres pastillas en la boca, le unta un buen de ungรผento y ademรกs le ata una cinta en la raรญz de la verga. Y, de inmediato, “el รณrgano brincรณ, lleno de vida” y, como dice el poema (la narrativa siempre se ilustra con poemas),
el ojo hundido se puso muy redondo
en la hinchada cabeza-de-melรณn.
Logrado eso, la seรฑora se sienta sobre la tal “cabeza-de-melรณn” y le dedica doscientas sentadillas enรฉrgicas. Y entonces la (tambiรฉn llamada) “cabeza de tortuga” de His-men Ch’ing se
puso ardiente como el fuego. Estaba cargado de sangre y aunque le dijo a la mujer que desatara la cinta, su verga continuรณ creciendo e hinchรกndose. Entonces le suplicรณ que la mamara, cosa que ella hizo con sus labios de rubรญ, procediendo a moverla adentro y afuera sin parar, durante tanto tiempo como el que toma cocinar una comida, hasta que por fin el jugo de volcรกn fue disparado en borbotones, como si se vaciara mercurio en una cubeta.
Ella procurรณ atraparlo todo con la boca, pero no fue suficientemente rรกpida y la eyaculaciรณn seguรญa y seguรญa. Y si primero fue semen no tardรณ en convertirse en sangre. Y era imposible detener su flujo. Y fue asรญ que Hsi-men Ch’ing se desmayรณ y sus miembros quedaron inertes. Pues como dice el poema
La vitalidad del individuo es finita,
pero la lascivia del mundo es infinita.
El depravado Hsi-men Ch’ing, que habรญa dedicado su vida a darse satisfacciรณn, no se percatรณ de que
Cuando el aceite se acaba, la lรกmpara se apaga;
y cuando la mรฉdula se vacรญa, el hombre muere.
Pobre His-men Ch’ing. Al dรญa siguiente, su “รณrgano agotado se hinchรณ horriblemente y los testรญculos se le inflamaron de tal forma que parecรญan dos brillantes berenjenas”. Y finalmente, en una curiosa metamorfosis –que el profesor Roy analiza con sagacidad encomiable–, el pobre culminรณ su vida convirtiรฉndose, todo รฉl, en una verga, aunque difunta…
Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.