A Christopher Domínguez

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Estimado Sr. Director:
Desde hace mucho, leo con asiduidad y fruición la prosa de Christopher Domínguez. Tengo en muy alta estima su talento crítico y la perspicacia con que emprende sus lecturas. Cuando me dispuse a leer su artículo "Hermann Hesse: la desaparición de los oráculos" (Letras Libres, número 6), sabía que iba a ser la fiesta de erudición e inteligencia a la que tiene acostumbrados a sus lectores. No me equivoqué, a pesar de que la tesis central de la primera parte del escrito resulta fallida, porque se sustenta en una premisa errónea.
     Me detendré sólo en la premisa. El error de Domínguez es triple: primero, supone indebidamente una afinidad semántica entre el verbo "adolecer" y el sustantivo "adolescencia"; luego, confiere a "adolecer" el significado de "carecer" (falta sorprendente en un prosista de la talla de Ch. D.); por último, convierte a la adolescencia en una etapa del desarrollo humano especialmente signada por la carencia.
     En la primera de las notas que acompañan al artículo, Ch. D. advierte que su "juego entre adolescencia y adolecer es metafórico, no etimológico". No estoy seguro de inteligir lo que el autor quiere decir con esa frase. Lo que sí puedo aseverar es que una revisión etimológica de los dos vocablos le habría permitido reparar en las raíces de una clara distinción semántica entre ellos. La similitud morfológica que ostentan esconde la gran diferencia de sus significados. Ambas palabras vienen de sendos infinitivos latinos de grafía coincidente: adolescere. Sin embargo, el adolescere de donde procede "adolecer" resulta de juntar la preposición ad y dolescere, forma incoativa de dolere. De ahí que "adolecer" se relacione con el dolor o la enfermedad y signifique, entre otras acepciones, "tener" o "estar sujeto" a pasiones, vicios, malas cualidades, defectos. De modo que "adolecer" nunca puede significar "carecer", por lo que resultan inconsistentes expresiones como "Jesús […] fue un ser incompleto adolescente por designio divino". Por su parte, el adolescere de donde proviene "adolescencia" es el infinitivo de adolesco y significa "crecer". De ese mismo verbo deriva el participio de pretérito adultus-a-um, "adulto", es decir, el que ya ha crecido.
     Reciba Ud. mi más cordial saludo.— Josu Landa(Carta resumida por la Redacción.)

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