Flor de la alquimia
He de viajar al paraíso de ceniza
Entre sus árboles secretos
Ceniza de los anillos el diamante el vellocino de oro.
He de viajar en el hambre la rosa hacia las mieses
Que yo viaje, que me detenga
Bajo el arco de los labios huérfanos,
Sobre los labios huérfanos A su sombra herida
La flor antigua de la alquimia. –
Adonis
Sorpresa cautiva
Voy girando en los brotes y las hierbas, construyo una isla
Uno la rama a las riberas
Y cuando desaparecen los puertos cuando se oscurecen las líneas
Revisto la sorpresa cautiva
Con el ala de una mariposa
Al abrigo de las espigas y la luz en el país de la fragilidad. –
Adonis
Siempre en busca
Yo cruzo las calles y el espacio y la muchedumbre
Ciego a todos los fuegos
Yo levanto por todos lados el amor y el odio
Ah cuánto odio la indiferencia
Arriesgo la cabeza por decir una palabra
Por una risa liberadora
Por una única sonrisa
Me estremezco con la noche repentina
Sin esperanza de salvación
Voy bajo los rascacielos
A la sombra de los automóviles
Con un resto de confianza en el fondo del corazón
Y en la memoria un signo de belleza
Frotaría estos espectáculos erguidos
Hasta la usura en fin donde el abra profunda
Mi abra fresca de rayos resplandecientes
Y el pura sangre masticando su bocado relinchará
Rostro cerrado
Atravieso el espacio de las ciudades lejanas
Floto sobre sus noches azules canto sobre el camino
Todos los días doy mi corazón
A una muchacha
A un amigo
Pero me rehúso a lo inerte
Amiga cómo me tientas con el amor
Quién me asegurará una muerte sin arrepentimiento
Quién entonces
Me asegurará en esta ciudad… que renaceré –
Hegazi
Escogemos a Sófocles
Si este otoño debía ser el último, entonces perdón
para el flujo y el reflujo de los mares y de las memorias.
Perdón para lo que hemos hecho
con nuestros semejantes antes de la edad del cobre: cuántas criaturas hemos herido
con las armas talladas en los huesos de nuestros hermanos, para dejar
a sus únicos descendientes cerca de los veneros, perdón
para las gentes de la gacela por lo que hemos hecho los veneros, cuando
se extendió un hilillo púrpura sobre el agua
sin que notáramos que era nuestra sangre
que recitaba nuestra marcha entre las anémonas de estos lugares tan hermosos.
Tenemos para el otoño un poema de amor… un breve poema de amor.
El viento nos hace girar, oh amor, caemos presos cerca del lago.
Cuidamos el aire enfermo, agitamos las ramas para escucharlo palpitar.
Aligeramos el culto de la adoración, dejamos los dioses a los pueblos de las dos riberas.
Llevamos a los más jóvenes de ellos con las provisiones de camino, y luego tomamos esta ruta… y marchamos.
Cerca de los arroyos leemos nuestras huellas: ¿hemos pasado por aquí? ¿Fuimos nosotros
quienes han hecho este vaso coloreado, nosotros mismos?
Sabremos pronto lo que ha hecho la espada del Nombre.
Oh, amor, guárdanos de lo nuestro… del aire de los campos…
Un poema de amor para el otoño, el último.
No podemos acortar el camino, pero nuestra vida
nos pisa los talones para que apresuremos el paso hacia el alba del amor, oh amor, somos nosotros mismos
los zorros de este seto, manzanilla de la llanura. Percibimos lo que sentimos… –
Darwish
Los comensales
Si la muerte nos sorprende
Y nos confía al frío de la tierra
Gritaré: “Padre
¿No éramos comensales en busca de la embriaguez
En todos los santuarios
Amantes en busca de amantes?
¿Cómo has permitido que seamos esparcidos lejos de ti?
¿Cómo has aceptado quedarte
Solitario en tus reinos eternos…?” –
Ermita
Cuando los Amantes han elevado sus antorchas
Cuando se han sucedido en torno de Su morada los cortejos
Cuando los hombres han sido llamados por Sus nombres
Cuando se les ha encomendado Su tea luminosa
Vuelvo en medio de la muchedumbre hacia mi ermita
Y me quedo solo con el Único. –
Ghuzzi