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Durante la segunda quincena de noviembre de 2011, el periรณdico La Jornada dedicรณ un espacio inusitado a la demanda judicial que mantuvo, a lo largo de siete aรฑos, con Letras Libres y que finalmente perdiรณ por sentencia de la Suprema Corte de Justicia a favor de esta revista. Lo extraรฑo no fue, por supuesto, la cobertura del hecho sino el nรบmero, el sentido y el tono de los comentarios. Por unos dรญas, segรบn La Jornada, lo destacable de la realidad no fue la crisis europea o la violencia mexicana sino la “guerra” contra Letras Libres.

Aquello fue un verdadero tsunami editorial y tambiรฉn una descortesรญa hacia los lectores: dos largos editoriales, docenas de artรญculos de opiniรณn, una carta firmada (con honrosas excepciones) por todas las personas que trabajan en La Jornada o simplemente colaboran, varias cartas de adhesiรณn y numerosas menciones abiertas o veladas, todo con el objeto de alertar al mundo sobre la conspiraciรณn fraguada en los mรกs ominosos centros del poder imperial para “acabar” con ese diario. Algunos textos se centraron en descalificar al ministro Arturo Zaldรญvar (autor de la sentencia), otros en denigrar a Letras Libres y muchos mรกs en calumniarme e insultarme. El tono, sin excepciรณn, fue agresivo e intolerante.

El origen del conflicto, como ya es de dominio pรบblico, fue un artรญculo de opiniรณn escrito por Fernando Garcรญa Ramรญrez en la secciรณn “En la mira” de Letras Libres  (marzo de 2004) titulado “Cรณmplices del terror”. Estas fueron las circunstancias. El 30 de enero de aquel aรฑo, el juez Baltasar Garzรณn se habรญa presentado en el Reclusorio Norte de la ciudad de Mรฉxico para asistir a la ampliaciรณn de la declaraciรณn en el proceso extraditorio de seis detenidos vascos, acusados de pertenecer a ETA. Ante la sesgada cobertura de esos hechos por parte de La Jornada, Garzรณn acusรณ al diario de “manipulaciรณn informativa” y comentรณ:

Me preocupa que presenten como paladรญn de la libertad y de la dignidad restaurada a una organizaciรณn terrorista que tantas muertes ha causado y que tanto dolor ha llevado y lleva a muchos hogares espaรฑoles y de otras nacionalidades (La Jornada, 31 de enero de 2004).

Siete aรฑos atrรกs, el filรณsofo Fernando Savater se habรญa quejado en tรฉrminos similares de un reportaje sobre ETA publicado en La Jornada: “Es difรญcil encontrar una celebraciรณn mรกs partidista y mendaz de un Paรญs Vasco afortunadamente imaginario y de un terrorismo desgraciadamente real que la realizada en estas pรกginas.” Savater encontraba que en ese reportaje “se vierten impunemente absurdas vilezas contra al menos dos de los asesinados por ETA, repitiendo los criterios de quienes instigaron tales crรญmenes como si tuvieran la mรญnima verosimilitud o legitimidad moral” (La Jornada Semanal, 13 de junio de 1997).

Ante estos hechos y juicios, a Garcรญa Ramรญrez le llamรณ la atenciรณn la noticia aparecida en el diario La Insignia (5 noviembre de 2002), en el sentido de que el diario Gara –afรญn a Batasuna– habรญa firmado un acuerdo de colaboraciรณn con La Jornada. Se preguntรณ por quรฉ, si La Jornada habรญa dado a conocer los acuerdos firmados con The Independent y Le Monde, optรณ en cambio por no hacer pรบblico su convenio con Gara. Esos y otros elementos le parecieron suficientes para escribir, al calor del momento, su artรญculo de opiniรณn. Su uso de la palabra “cรณmplice” es el primero que da el Diccionario de la Real Academia Espaรฑola: “Que manifiesta o siente solidaridad o camaraderรญa.” Es un uso comรบn y corriente en la prensa mexicana. Es el mismo que emplea con frecuencia La Jornada para seรฑalar a quienes crรญtica o denuncia. El texto de marras puede verse directamente en www.letraslibres.com/blogs/blog-de-la-redaccion/complices-del-terror.

Considerรกndose agraviada por el seรฑalamiento de complicidad con ETA, la seรฑora Carmen Lira, directora del diario, ejerciรณ de inmediato su derecho de rรฉplica en nuestras pรกginas, pero no contenta con ello, en agosto de 2004, La Jornadapresentรณ una demanda penal por calumnia en contra de Fernando Garcรญa Ramรญrez, y otra demanda civil por daรฑo moral en contra de Letras Libres. A partir de entonces, un grueso expediente se fue integrando con las sucesivas sentencias y amparos en cada una de las instancias hasta que, en enero de 2011, la Suprema Corte de Justicia decidiรณ atraer el caso. Al hacerlo, buscรณ sentar jurisprudencia sobre los lรญmites a la libertad de expresiรณn entre medios de comunicaciรณn.

El proyecto de sentencia, precedido de una sรญntesis del litigio, es un documento de 145 pรกginas que ha estado a disposiciรณn de los lectores en la pรกgina web de la Suprema Corte y en la de la propia revista. Tras recoger la larga historia legal del conflicto, el ministro Zaldรญvar hizo una exposiciรณn sobre el sentido de la libertad de expresiรณn en las sociedades democrรกticas en la que fundamentรณ “la posiciรณn preferencial” que esa libertad debe gozar en ellas. El criterio “para juzgar la constitucionalidad de las opiniones emitidas en ejercicio de la libertad de expresiรณn es el de relevancia polรญtica”, que a su vez depende “del interรฉs general por la materia y por las personas que en ella intervienen”. “El valor constitucional de una opiniรณn –agregaba– no depende de la conciencia de jueces y tribunales” sino de su “competencia con otras ideas”. Esa competencia, y el consecuente “debate de ideas” que ella genera, es lo que “conduce a la verdad y a la plenitud de la vida democrรกtica”. El razonamiento concluรญa asรญ:

El debate en temas de interรฉs pรบblico debe ser desinhibido, robusto y abierto, pudiendo incluir ataques vehementes, cรกusticos y desagradablemente mordaces sobre personajes pรบblicos o, en general, ideas que puedan ser recibidas desfavorablemente por sus destinatarios y la opiniรณn pรบblica en general… Estas son las demandas de una sociedad plural, tolerante y abierta, sin la cual no existe una verdadera democracia.

A partir de estas premisas, la sentencia analizรณ lรญnea por lรญnea el comentario editorial de Garcรญa Ramรญrez, y lo inscribiรณ precisamente dentro de un debate de ideas y posiciones ideolรณgicas, no como una imputaciรณn de terrorismo.

Meses antes de que saliera a la luz la sentencia, escribรญ en el diario Reforma un llamado a la conciliaciรณn:

Cualquiera que sea el desenlace de este largo y penoso conflicto, sobra decir que la revista Letras Libres se allanarรก a la sentencia. Si gana, tenderรก la mano a La Jornada para convivir en el espacio pรบblico en un marco de pluralidad y respeto. Si pierde, espera que La Jornadaactuรฉ en el mismo sentido.

Al conocer el sentido de la sentencia, cinco dรญas antes de la sesiรณn en la Corte, La Jornadarechazรณ el ofrecimiento, escupiรณ la mano y abriรณ fuego. Para ella, el combate de ideas y posiciones ideolรณgicas equivalรญa a instaurar la “ley de la selva”, como titulรณ la primera de sus editoriales. Y en la selva, como se sabe, el leรณn cree que todos son de su condiciรณn. Cualquier lector joven de La Jornada, cualquier lector histรณrico de La Jornada, conoce (y probablemente comparte) las simpatรญas del periรณdico no solo por el nacionalismo radical vasco sino por Fidel Castro, Hugo Chรกvez, las FARC, etcรฉtera. Criticar esas posturas polรญticas e ideolรณgicas, como hizo Garcรญa Ramรญrez, fue un acto legรญtimo, no un acto “salvaje”. Contestar con una andanada sin precedente de insultos, como hizo La Jornada, eso sรญ fue imponer “la ley de la selva”.

Ante la asimetrรญa de nuestros medios (un diario y una revista mensual) y la obvia imposibilidad de responder a la avalancha de La Jornadahaciendo uso del derecho de rรฉplica en sus propias pรกginas, hemos compilado un dossiercon el que damos por cerrado este caso. Nuestro propรณsito es dejar testimonio para el lector de hoy y el de maรฑana sobre este episodio en la historia de la libertad de expresiรณn en Mรฉxico. Lo integran un ensayo de Ricardo Cayuela Gally sobre la cobertura histรณrica que La Jornada ha dado a ETA y otro de Christopher Domรญnguez Michael sobre los reflejos estalinistas que exhibiรณ el periรณdico al atacarnos. Ademรกs, Fernando Garcรญa Ramรญrez hace un balance final del conflicto con La Jornada. Incluimos tambiรฉn un recuento puntual del litigio (por Josรฉ Manuel Valverde Garcรฉs, abogado de Letras Libres) y varios extractos del proyecto de sentencia de la Corte que consideramos significativos.

Asรญ como el proyecto de sentencia de la Corte es un triunfo histรณrico de la libertad de expresiรณn (hasta para La Jornada), el alud descalificatorio es indicativo del nivel que el odio ideolรณgico ha alcanzado en Mรฉxico. A lo largo de muchos aรฑos, en artรญculos, ensayos y libros he seรฑalado que la herencia mas nefasta del siglo XIX fue la intolerancia teolรณgica transformada en intolerancia ideolรณgica. En vez de discutir sus ideas y posiciones, conservadores y jacobinos se mataron por ellas, y esa propensiรณn a la violencia se reprodujo en el seno mismo de la Revoluciรณn. Aunque por algunas dรฉcadas la intolerancia ideolรณgica permaneciรณ latente, reapareciรณ con particular saรฑa en los aรฑos setenta y ochenta del siglo XX. Pero entonces los protagonistas eran otros: por un lado la corriente social democrรกtica y liberal (representada por Octavio Paz y los escritores de Vuelta), por otro, la vasta y hegemรณnica izquierda intelectual, aliada a la Cuba de Castro y partidaria de la Revoluciรณn.

Dos textos de Gabriel Zaid (“Colegas enemigos: una lectura de la tragedia salvadoreรฑa”, Vuelta 56, julio de 1981 y “Nicaragua: el enigma de las elecciones”, Vuelta 99, febrero de 1985, consultables en nuestra pรกgina web) provocaron la ira ideolรณgica. Por documentar que la guerrilla no era campesina sino universitaria, los artรญculos de Zaid recibieron una andanada descalificatoria, cuando no insultante, aunque finalmente los hechos y un centenar de artรญculos y libros le dieron la razรณn. Cuando Octavio Paz defendiรณ las vรญas democrรกticas en su famoso discurso de Frankfurt y criticรณ a los sandinistas, la furia ideolรณgica llegรณ a extremos peores. Hoy casi toda la izquierda estรก de acuerdo en que el รบnico camino para llegar al poder deben ser las elecciones, pero por defender esas mismas ideas Zaid fue tachado de agente de la CIA y la efigie de Octavio Paz fue quemada en el Paseo de la Reforma.

Han pasado casi treinta aรฑos desde esos hechos, y tal parece que un sector de la izquierda mexicana no ha cambiado. Sigue fija en su intolerancia y sus odios. Ahora me ha tocado a mรญ ser el blanco de sus ataques y no es menor consuelo, en este trance, estar en la compaรฑรญa de Paz y de Zaid, mis maestros y amigos. En lo personal, me ha alegrado nuestro triunfo, que no solo es nuestro –lo repito firmemente– sino de la libertad de expresiรณn. Las mentiras y calumnias que se han vertido sobre mรญ caen por su propio peso, pero me ha ofendido mucho ver en algรบn texto mi apellido ligado a los nazis que exterminaron a mi bisabuelo Itzhak Meyer Krauze, junto con sus hijas e hijo. Y me ha extraรฑado, lo confieso, ver la firma de unas cuantas personas que he querido y respetado entre los adherentes a estas infamias.

Con todo, estoy convencido de que el camino para Mรฉxico e Iberoamรฉrica es el de la democracia, que es competencia libre, abierta y leal de posiciones ideolรณgicas, no tiranรญa de una sola. No pasarรกn muchos aรฑos para que se vuelva habitual entre nosotros la prรกctica cotidiana del debate de ideas, debate fuerte y รกspero pero inteligente y respetuoso. Llegarรก, en suma, el momento de la tolerancia, y entonces causarรก asombro y vergรผenza este linchamiento. ~

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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