DespuĆ©s de la Segunda Guerra Mundial se extendiĆ³ por el mundo una oscura nubosidad de humores negros que fue envolviendo a muchos escritores y pensadores. Tras las horrendas matanzas, el Holocausto y los bombardeos que dejaron en ruinas a una gran parte de Europa, se difundiĆ³ un amargo pesimismo que permeĆ³ los espĆritus de muchos. Se pensaba que, para poder escrutar la oscuridad reinante, era necesaria una especie de conversiĆ³n a nuevas maneras de mirar el mundo, a nuevas formas de pensamiento y de expresiĆ³n. PodrĆamos decir que Nietzsche y Heidegger habĆan fermentado el terreno intelectual para ello. El existencialismo se agregĆ³ a un caldo de cultivo que impulsĆ³ directa o indirectamente la llamada literatura del absurdo, la eliminaciĆ³n de los relatos y la aboliciĆ³n del principio de representaciĆ³n en las artes plĆ”sticas. Las conversiones que zambulleron a muchos escritores en esta marea negra que siguiĆ³ a la guerra fueron muy diversas. El mismo Jean-Paul Sartre, que hablaba de la soledad de los individuos en un mundo absurdo, no obstante buscĆ³ un nuevo sentido para la sociedad en tiempos de oscuridad. TambiĆ©n Albert Camus encontrĆ³ que el prototipo del hĆ©roe absurdo –SĆsifo– debĆa ser pensado como un hombre dichoso.
Pero hubo un escritor que llevĆ³ a su extremo mĆ”s radical la ausencia de sentido en que vivĆa la gente en medio de las ruinas. El salto al vacĆo lo dio Samuel Beckett gracias a una revelaciĆ³n fulgurante –tal como la mitologĆa quiere que ocurran las conversiones– que habrĆa sucedido en una noche tormentosa frente al mar, en la costa de Irlanda. Esta revelaciĆ³n aparentemente es descrita en La Ćŗltima cinta de Krapp. En la cinta cortada y fragmentada de esta obra se escucha: “Lo que de sĆŗbito vi entonces es esto: que la creencia que habĆa guiado toda mi vida, es decir… Grandes rocas de granito, la espuma saltando a la luz del faro y el anemĆ³metro dando vueltas como una hĆ©lice; veĆa claro, en fin, que la oscuridad que yo siempre habĆa luchado por contener, era en realidad mi mejor…” Esta revelaciĆ³n se cree que ocurriĆ³ en DĆŗn Laoghaire, cerca de DublĆn. Otros afirman que ocurriĆ³ un poco mĆ”s al sur, en el puerto de Killiney.
Hasta ese momento Beckett habĆa intentado conocer el mundo exterior, pero la revelaciĆ³n lo hizo cambiar y ahora creĆa que debĆa escribir sobre el mundo interior, un mundo lleno de incertidumbre y de oscuridad. AllĆ no podĆan crearse tramas ficticias novelescas, pues todo estaba dominado por la confusiĆ³n. En realidad, segĆŗn Beckett le confesĆ³ a su biĆ³grafo James Knowlson, la revelaciĆ³n no ocurriĆ³ en la costa, frente al mar, sino en casa de su madre. Lo que decĆa la cinta de Krapp era un invento. Pero la conversiĆ³n ciertamente implicĆ³ un abandono de sus intentos por conocer mĆ”s, que asociaba a la influencia de James Joyce: ahora ya no querĆa en sus escritos sumar sino restar, hasta llegar a la impotencia y a la ignorancia.
La revelaciĆ³n, hay que agregar, tambiĆ©n fue una consecuencia de haber trabajado en un hospital en Saint-LĆ“, un pueblo francĆ©s horriblemente destrozado por los bombardeos de los aliados. Beckett estuvo allĆ en 1945 y 1946, justo antes de su viaje a Irlanda, donde tuvo la famosa revelaciĆ³n. Para completar el cuadro, habrĆa que agregar que Beckett habĆa sufrido una intensa depresiĆ³n, que lo llevĆ³ a aceptar durante dos aƱos un tratamiento psicoterapĆ©utico, y que en ParĆs habĆa estado cerca de la muerte por una puƱalada que recibiĆ³ en la calle, durante una discusiĆ³n. Es en esa Ć©poca que toma la decisiĆ³n de comenzar a escribir en francĆ©s y no en inglĆ©s.
AsĆ, con una explosiĆ³n de negrura en el Ć”nimo, Beckett inicia el periodo mĆ”s creativo de su vida, cuando escribe la trilogĆa (Molloy, Malone muere y El innombrable) y, sobre todo, su famosa pieza teatral Esperando a Godot. Al leer su obra hoy nos parece evidente que los textos de Beckett son un signo o una metĆ”fora de esa Ć©poca oscura que fue la posguerra. Pero Ć©l siempre se negĆ³ a aceptar que su obra “significase” algo, y especialmente se resistiĆ³ a la idea de que fuese un ejemplo de la vida cotidiana absurda de su Ć©poca. Beckett rechazaba el sentido y el significado: Ć©l se dirigĆa hacia el silencio y hacia la destrucciĆ³n de los actos coherentes. En su universo no hay escapatoria. La Ćŗnica manera de transitar en un mundo caĆ³tico y carente de lĆ³gica es, segĆŗn Beckett, con la ayuda de la confusiĆ³n y el enredo, lo que a Ć©l le gustaba llamar gĆ¢chis.
Con el paso del tiempo el mundo que rodeaba a Beckett fue adquiriendo lĆ³gica y coherencia; ciertamente, la lĆ³gica repugnante de la Guerra FrĆa y la dura coherencia de un acelerado crecimiento econĆ³mico capitalista. Fue tan lĆ³gica la conversiĆ³n del mundo hacia nuevas realidades que, en 1969, a Beckett le otorgaron el premio Nobel de literatura. “¡QuĆ© catĆ”strofe!”, exclamĆ³ su esposa Suzanne al enterarse. Y en la marcha hacia la globalizaciĆ³n, con su sentido y su significaciĆ³n implacables, el mundo contemplĆ³ en 1989 la caĆda del muro de BerlĆn. Seis semanas despuĆ©s Beckett muriĆ³ en ParĆs, en un mundo que sufrĆa el terrible peso de un exceso de sentido y que comenzĆ³ a esperar la llegada de nuevos conversos, iluminados por una revelaciĆ³n que descifrase los nuevos signos de la Ć©poca. …
Es doctor en sociologĆa por La Sorbona y se formĆ³ en MĆ©xico como etnĆ³logo en la Escuela Nacional de AntropologĆa e Historia.