Señor director:
En el carteo entre Luis González de Alba y Marcelino Perelló, del último número de Letras Libres, quienes vivimos no como dirigentes, sino como dirigidos los avatares y estragos del movimiento del 68 tenemos para reconocernos y para experimentar un extrañamiento. Nadie niega no yo, por lo menos los méritos de González de Alba durante el movimiento y después de él: su sinceridad, su valentía, sus sufrimientos, el testimonio revelador que ha elaborado. Pero insistir en ellos ante Perelló, otro dirigente que cargó con lo suyo (él y sus familiares, como era costumbre de la represión), y ante los lectores, puede ser un poco excesivo. También me lo parece el negar lo que Perelló afirma como quien señala simplemente el sol: la gente que salimos a la calle íbamos por amor a la libertad y la justicia, y no éramos unos estúpidos, no tanto como dice porque sí lo dice, lo dice en el contexto en que habla de nosotros, claro que sí el respetado y admirable González de Alba. Un poco de crédito hemos de merecer los cientos y miles que desafiamos a Díaz Ordaz y Echeverría y su máquina represora, sin otras armas que la joven rebeldía que nos empujaba a imaginar un país mejor y, como dice Perelló, a exigir las peticiones de nuestro Pliego, todas ellas concretas y bien planteadas.
Por otro lado y aquí va un extrañamiento mío ante su revista, es muy notable en esta publicación la escasez de mujeres: ¿no hay escritoras y poetas y analistas en México y Latinoamérica que puedan alternar con esa aplastante mayoría de varones que integran el equipo de colaboradores de Letras Libres? No puede ser cuestión de calidad: Isabel Turrent, Tedi López Mills e Ida Vitale le dan tres y las malas al más pintado. ¿Qué pasa? ~
Teresa Baldomero