El de los libros y manuscritos antiguos es un mundo pequeรฑo, lleno de intrigas, propenso a las traiciones y a los fraudes. Alberto Casares vive en ese mundo desde hace dรฉcadas. Presidente de la asociaciรณn de libreros antiguos de Buenos Aires, es uno de los mayores expertos del tema en la Argentina. Tiene el perfecto physique du rรดle: barba gris y desordenada, cuerpo blando, mirada intensa y desconfiada.
Hace unos meses le ofrecieron una ediciรณn original del siglo XVII de Don Quijote de la Mancha por un millรณn de euros. Estudiรณ lentamente la oferta, cauteloso pero sin poder reprimir una emociรณn de peregrino ante el Santo Sepulcro. Era una conocida falsificaciรณn del siglo XIX, segรบn comprobรณ; y aunque tenรญa un gran valor en sรญ misma no costaba mรกs de doscientos mil euros. El vendedor se la llevรณ, decidido a encontrar un cliente mรกs incauto, y Casares se quedรณ apenas con la melancolรญa de haber perdido ese objeto que nunca fue suyo.
Quรฉ no estarรญan dispuestos a hacer algunos por poseerlo. Hablando de un excliente, me dijo una vez: “De pronto la ambiciรณn lo llevรณ a hacer cosas ilegales. Pero es algo que ha pasado muchas veces. Bibliรณgrafos que cometen crรญmenes por la locura de tener ciertas cosas.” Ese excliente era Daniel Pastore, coleccionista de libros antiguos y primeras ediciones, heredero de una fortuna farmacรฉutica y dueรฑo de Imago Mundi, la mรกs elegante casa de libros y lรกminas antiguas de Buenos Aires, cerrada hace unos aรฑos a causa de una sucesiรณn de escรกndalos internacionales que lo involucraron.
Pastore le provocaba fastidio y fascinaciรณn. Tenรญa dieciocho aรฑos la primera vez que entrรณ en su librerรญa; desde entonces, volvรญa con regularidad. Era apuesto, rico, simpรกtico y erudito, lo que lo hacรญa un buen cliente, pero tambiรฉn era pedante y le gustaba hacer sentir a Casares que sabรญa mรกs que รฉl.
A veces sabรญa mรกs. Pero no sobre Jorge Luis Borges.
…
Una maรฑana de fines de 1999, Pastore le trajo un ejemplar de la primera ediciรณn de Fervor de Buenos Aires. Es el primer libro publicado por Borges (antes habรญa escrito otros dos, que permanecieron inรฉditos), pero, para hombres como Pastore y Casares, se trataba de otra cosa: de la primera ediciรณn mรกs valiosa de la mayor gloria literaria de la Argentina en el siglo XX.
Es un librito delgado, sin prรณlogo ni pie de imprenta. La ediciรณn fue pagada por el padre de Borges cuando este tenรญa veintitrรฉs aรฑos. “Escribรญ esos poemas entre 1921 y 1923, y el volumen apareciรณ a comienzos de 1923 –precisa Borges en “Autobiographical notes”, publicado originalmente en inglรฉs por The New Yorker en 1970 y traducido al espaรฑol como Un ensayo autobiogrรกfico–. El libro, de hecho, se imprimiรณ en cinco dรญas. Hubo que apresurar la impresiรณn, pues tuvimos que regresar a Europa, ya que mi padre querรญa consultar a su mรฉdico de Ginebra acerca de su vista. Yo habรญa previsto sesenta y cuatro pรกginas, pero el manuscrito resultรณ ser muy largo y en el รบltimo momento debieron dejarse fuera cinco poemas, afortunadamente. No puedo recordar nada sobre ellos. El libro se hizo con cierto espรญritu infantil. No hubo correcciรณn de pruebas, ni se hizo sumario, y las pรกginas iban sin numerar. Mi hermana [Norah] hizo un grabado en madera para la portada y se imprimieron trescientos ejemplares. En aquellos tiempos, publicar un libro era una suerte de empresa personal. Nunca se me ocurriรณ, por ejemplo, mandar ejemplares a los libreros o a los reseรฑistas. La mayor parte los regalรฉ.”
Borges habรญa vivido en Europa entre 1914 y 1921, y los 46 poemas que reuniรณ en Fervor de Buenos Aires reflejan lo que encontrรณ al regresar a la Argentina. “La ciudad de su infancia habรญa cambiado, no solo porque habรญan pasado algunos aรฑos sino porque esos aรฑos fueron decisivos para la Argentina –explica Beatriz Sarlo, una de las mayores expertas en su obra–. Durante la segunda dรฉcada del siglo xx se consolidรณ aquello que estaba en efervescencia cuando la familia Borges partiรณ hacia Europa en 1914. Entonces, Buenos Aires se estaba construyendo como ciudad moderna; cuando Borges regresรณ a ella, aunque todavรญa era un espacio en transformaciรณn, ya casi habรญa perdido las marcas mรกs coloridas de su pasado aldeano y criollo […] Borges regresรณ, entonces, a un lugar que no conocรญa. El shock, que Simmel ha descrito como la relaciรณn intensa y sorpresiva que se establece con la ciudad moderna, se potencia en la situaciรณn de quien estรก llegando desde una Europa donde ha experimentado tambiรฉn el shock de las vanguardias. Esa combinaciรณn (la retรณrica vanguardista y el extraรฑamiento frente a un espacio urbano diferente del que conservaba como recuerdo de infancia) produce una alquimia que Borges convierte en su primera invenciรณn literaria.” Borges afirmรณ que “Fervor de Buenos Aires prefigura todo lo que harรญa despuรฉs”. Todo coleccionista de su obra que se precie cuenta con un ejemplar de esa primera ediciรณn. Como no quedan muchos –segรบn Casares, tal vez ciento cincuenta; segรบn Alejandro Vaccaro, coleccionista y biรณgrafo de Borges, no hay mรกs de quince en circulaciรณn–, no es un libro fรกcil de conseguir.
Pero Pastore tenรญa ese ejemplar en las manos. ¿Podรญa confirmar Casares que era una primera ediciรณn legรญtima? “Me lo ofrecen a un precio muy tentador”, deslizรณ, sin aclarar la cantidad.
Casares lo identificรณ de inmediato. Era el Fervor de Buenos Aires de la Colecciรณn Peรฑa, vendida a la Biblioteca Nacional un par de meses antes por Juan Manuel Peรฑa. Conocรญa bien el ejemplar porque seis aรฑos antes Peรฑa se lo habรญa prestado para hacer una ediciรณn facsimilar (trescientos ejemplares): no tenรญa cubierta, lucรญa una dedicatoria manuscrita del autor a la poeta Nydia Lamarque y en la quinta lรญnea del poema “Villa Urquiza” habรญa una correcciรณn, tambiรฉn a mano:
Atendido de amor y rica esperanza,
¡cuรกntas veces he visto morir sus calles agrestes
en el Juicio Final de cada tarde!
La frecuente asistencia de un encanto
acuรฑa en mi recuerdo una predilecta eficacia
ese arrabal cansado,
y es habitual evocaciรณn de mis horas
la vista de sus calles;
Borges habรญa tachado el artรญculo “una” y en el margen derecho lo habรญa cambiado por la preposiciรณn “con”. Asรญ, “acuรฑa en mi recuerdo una predilecta eficacia” se transformaba en “acuรฑa en mi recuerdo con predilecta eficacia”. Borges corregรญa sus versos al momento de regalarlos, en especial en esta ediciรณn que habรญa salido con errores atribuibles al apuro (varios de esos primeros ejemplares exhiben la misma correcciรณn manuscrita).
–La ediciรณn es buena –dijo Casares–. Es robada de la Biblioteca Nacional. ¿Quiรฉn se la dio?
Pastore nombrรณ a Guillermo Billinghurst, un “encuadernador mediocre”, segรบn Casares, que solรญa traerle primeros ejemplares de Borges de origen dudoso: un cliente se lo habรญa dejado para encuadernar, decรญa cada vez, y a veces no volvรญa a retirarlos.
–Yo voy a ir a hacer la denuncia por robo a la Biblioteca Nacional –advirtiรณ Casares a Pastore–. Usted haga lo que quiera.
Lo vio irse con el libro robado. Pero se quedรณ “con la รญntima convicciรณn de que no lo iba a comprar”.
Quince aรฑos mรกs tarde, Casares lamenta aquel arranque de responsabilidad cรญvica. Lo que ocurriรณ a continuaciรณn, me dijo, le enseรฑรณ que en la Argentina es mejor cerrar la boca.
…
Antes de hacer la denuncia, Casares llamรณ a Juan Manuel Peรฑa para advertirle que el libro de su colecciรณn habรญa sido robado de la Biblioteca. En lugar de agradecerle, Peรฑa le rogรณ que lo ocultara: la Biblioteca aรบn no le habรญa pagado por sus libros, ya entregados, y un escรกndalo podรญa arruinar el cobro. Casares, decidido a hacer lo correcto, hablรณ con Alejandro Vaccaro, el especialista en Borges, que entendiรณ la gravedad del asunto y se ofreciรณ a acompaรฑarlo cuando expusiera la situaciรณn ante el director de la Biblioteca Nacional, Francisco Delich.
Consiguieron audiencia, pero, como Peรฑa, el director pareciรณ no tomar a bien la noticia. Segรบn coincidieron en contarme Casares y Vaccaro, Delich y un par de funcionarios que participaban de la reuniรณn negaron que el ejemplar hubiera sido robado: estaba, dijeron, en una exposiciรณn itinerante sobre Borges anclada en Portugal y con “problemas” para volver al paรญs (una funcionaria de la Biblioteca me confirmรณ mucho despuรฉs que el gobierno argentino tardรณ tres aรฑos en repatriar esa muestra). La Biblioteca no tenรญa siquiera una descripciรณn completa del ejemplar, que habรญa comprado justo antes de enviarlo a esa exposiciรณn, por lo que era difรญcil certificar que se tratara del mismo.
Exasperado, Casares demandรณ que se diera aviso a la policรญa y que esta allanara el departamento de Billinghurst de inmediato y recuperara el libro. Los funcionarios se limitaron a iniciar un expediente interno.
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Pasaron los aรฑos. Billinghurst ya habรญa muerto de una enfermedad del hรญgado cuando la investigaciรณn interna confirmรณ que el ejemplar de Fervor de Buenos Aires habรญa, en efecto, desaparecido. Casares fue citado por la Secretarรญa de Cultura para ratificar su denuncia de robo. El nuevo burรณcrata que le tomรณ declaraciรณn le advirtiรณ: “Mire que, si ratifica, esto llega a la justicia federal.”
Y asรญ fue. Los oficiales del juzgado federal de Jorge Ballestero, acostumbrados a lidiar con casos de drogas ilegales o corrupciรณn gubernamental, no entendรญan muy bien la gravedad del asunto. No era un manuscrito de Borges ni un ejemplar รบnico –era un libro impreso, uno de tantos que andaban por allรญ–. Y aunque tuviera estampada la letra de Borges en su primera pรกgina y en un poema de en medio, ¿cuรกl era, realmente, su importancia? La misma Biblioteca tenรญa otro ejemplar del mismo libro, de la misma ediciรณn.
(Catorce aรฑos mรกs tarde, cuando llamรฉ al juez, ahora ascendido a miembro de la cรกmara de apelaciones, para preguntarle por ese expediente y saber en quรฉ habรญa terminado la causa judicial, me mandรณ decir que no podรญa recordarlo.)
El trรกfico ilegal de obras de arte, entre las que se incluye a libros y manuscritos antiguos, es considerado el tercero en volumen en el mundo, detrรกs de las armas y las drogas. Segรบn estimaciones repetidas en congresos internacionales sobre el tema, mueve cerca de seis mil millones de dรณlares por aรฑo. Interpol, que debiรณ crear hace dos dรฉcadas una oficina especรญfica para investigar este crimen, afirma que esta estimaciรณn es imposible de comprobar. Se sabe que Londres es el principal centro de trรกfico ilegal de libros y manuscritos raros, y que el principal destino es Estados Unidos, donde parece haber suficientes personas dispuestas a pagar cientos de miles de dรณlares, hasta millones, por un libro raro, que nadie mรกs tiene y que solo รฉl podrรก apreciar. Se sabe tambiรฉn que estos coleccionistas rara vez cometen el robo en persona: lo habitual es que compren al ladrรณn. Segรบn el profesor Travis McDade, experto de la facultad de Derecho de la Universidad de Illinois, muchos lo hacen porque poseer un sรญmbolo รบnico de la cultura universal hace que algunos individuos se sientan especiales, igualmente รบnicos: “Nunca subestimes la necesidad que tienen las personas de ser consideradas inteligentes.” Nadie sabe cuรกntos libros valiosos han sido robados y vendidos en el mercado negro, y cada tanto estalla un gran escรกndalo que lo prueba. En 2003, por ejemplo, se descubriรณ que un empleado de la Biblioteca Real de Dinamarca habรญa robado, en los treinta aรฑos anteriores, mรกs de tres mil libros รบnicos, entre ellos manuscritos de Immanuel Kant, atlas del siglo xv y primeras ediciones de Martรญn Lutero. El caso saliรณ a la luz รบnicamente porque, al morir el empleado, su viuda intentรณ vender la colecciรณn a la casa de subastas Christie’s. El valor de estos libros y manuscritos no reside solo en lo que un millonario estรฉ dispuesto a pagar por ellos, sino, como entienden tan bien los compradores y traficantes, en su valor para la cultura universal.
Casares, al ser llamado a declarar por primera vez sobre su denuncia cuatro aรฑos despuรฉs de haberla formulado, no pudo hacรฉrselo entender a los funcionarios del juzgado argentino.
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Tampoco habรญa quien se interesara, aparentemente, por el aspecto cรญvico del asunto.
La Biblioteca Nacional es tan antigua como la Argentina: fue creada en 1810, junto con el primer gobierno patrio, y su primer director fue Mariano Moreno, uno de los mayores prรณceres nacionales y el fundador del primer periรณdico de la naciรณn. Fue, alguna vez, motivo de orgullo. Pero hacia 1960 se hizo evidente que el edificio que la albergaba ya no tenรญa espacio ni estaba en condiciones. Los libros se arruinaban o perdรญan.
El asunto fue materia de debate pรบblico y, para atender la polรฉmica, el presidente Arturo Frondizi comprรณ por decreto tres hectรกreas en el barrio de Palermo y llamรณ a licitaciรณn para construir un nuevo edificio. Ganรณ el arquitecto Clorindo Testa con un proyecto brutalista, las estructuras de hormigรณn armado a la vista.
La construcciรณn, sin embargo, no comenzรณ hasta once aรฑos mรกs tarde. Luego se detuvo. Luego se retomรณ. Luego volviรณ a detenerse. Sucesivas partidas millonarias le fueron destinadas pero jamรกs se gastaban en ella. Terminรณ por convertirse en un sรญmbolo de la corrupciรณn y la falta de interรฉs por la cultura de las sucesivas dictaduras militares que gobernaron el paรญs. Reciรฉn a comienzos de la dรฉcada de los noventa, y gracias a un prรฉstamo millonario del gobierno espaรฑol que permitiรณ terminar una obra planeada treinta aรฑos antes, el presidente Carlos Menem ordenรณ la mudanza de libros y colecciones e inaugurรณ el edificio.
El nombre de Borges estรก inextricablemente unido a la historia de la Biblioteca. Fue su director durante dieciocho aรฑos, entre 1955 y 1973. Ya en su รฉpoca desaparecรญan los libros. Cuando le preguntaron si era cierto, contestรณ, tรญpicamente: “No puedo saber si se roban los libros porque soy ciego.” Fue bajo su mandato que se decidiรณ la mudanza.
Dรฉbora Yรกnover, dueรฑa de la Librerรญa Norte de Buenos Aires, me contรณ que su padre, el fallecido Hรฉctor Yรกnover, fundador de la librerรญa y director de la Biblioteca entre 1994 y 1996, recibรญa frecuentemente en su negocio a distintos personajes que le ofrecรญan primeras ediciones y manuscritos… robados de la Biblioteca que dirigรญa. Segรบn Horacio Salas, otro exdirector, la Biblioteca perdiรณ unos doscientos mil libros en las รบltimas dรฉcadas.
¿Sobre quรฉ total? Nadie lo sabe. Asรญ es: nadie sabe cuรกntos libros hay, o deberรญa haber, en la Biblioteca Nacional de la Argentina. Horacio Gonzรกlez, su actual director, me confesรณ que, “con cifras solo aproximadas, [la Biblioteca] tiene mรกs de un millรณn de libros y otros cuatro millones de piezas diversas (hemeroteca, partituras, discos, fotografรญas, etc.). No tengo cifras exactas y a este nivel es muy difรญcil tenerlas”.
Un reporte periodรญstico reciente observรณ que, “luego de que el usuario devuelve el libro, este baja por el montacargas y es reacomodado en el lugar que corresponde. Sin embargo, si por alguna razรณn es ubicado en un lugar incorrecto, se corre el riesgo de perder el libro durante aรฑos, dรฉcadas o tal vez para siempre”.
No es este un problema exclusivo de la Biblioteca. Los archivos estatales se hunden en el abandono; un marino abriรณ para mรญ hace unos aรฑos la puerta de un sรณtano de la Armada en que se guardaban documentos oficiales de la primera mitad del siglo xx; lo encontrรณ convertido en un lago de aguas residuales en el que flotaban cajas, papeles y ratas. En 2001, un subsecretario del Ministerio del Interior encontrรณ por casualidad, al mudarse de oficina, un valioso archivo de documentos clasificados de la รบltima dictadura (1976-1983). Lo primero que hizo con el archivo fue… llamarme: tal vez algo me servรญa para un libro que yo estaba escribiendo. Podรญa tomar lo que quisiera. Reciรฉn despuรฉs de que publicara en el diario en que trabajaba la historia del hallazgo, el funcionario se vio obligado a entregar el archivo a una dependencia oficial encargada de clasificarlo. Hace apenas unos meses, en noviembre de 2013, otro fenomenal archivo con mil quinientas actas secretas de la รบltima dictadura apareciรณ en el Ministerio de Defensa cuando un empleado de limpieza decidiรณ… limpiar. En la hemeroteca de la Biblioteca del Congreso de la Naciรณn es comรบn encontrar pรกginas arrancadas y artรญculos y fotografรญas recortadas en las colecciones de revistas y diarios. O pedir un libro que uno consultรณ anteriormente y recibir como respuesta que este libro jamรกs estuvo en poder de la Biblioteca. Es decir, que ya no estรก.
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A mediados de 2003, mientras la investigaciรณn languidecรญa en los tribunales, Pastore volviรณ a llamar a Casares, esta vez no para mostrarle, sino para pedirle un ejemplar de la primera ediciรณn de Fervor de Buenos Aires. Preparaba una colecciรณn de primeras ediciones y otros tesoros de Borges por la que pensaba conseguir un precio rรฉcord: cuatro millones de dรณlares. Serรญa rematada en la casa de subastas Bloomsbury Auctions, de Londres.
Casares no tenรญa uno y tampoco lo consiguiรณ entre los coleccionistas a los que llamรณ: los que lo tenรญan no querรญan vender. En cambio, vendiรณ a Pastore por poco dinero una de las copias facsimilares que habรญa hecho diez aรฑos antes del robado libro de la Colecciรณn Peรฑa y, por diez mil dรณlares, un ejemplar de una primera ediciรณn de otro libro de Borges, Luna de enfrente (poemas, 1925). Pastore le pidiรณ, ademรกs, que escribiera el prรณlogo para el catรกlogo de la muestra.
El 28 de octubre de 2003, casi un mes antes de la fecha fijada para la subasta, el catรกlogo llegรณ a manos de Alejandro Vaccaro, el coleccionista que habรญa acompaรฑado a Casares a denunciar el robo ante las autoridades de la Biblioteca Nacional. Revisando las pรกginas en busca de algo que comprar, Vaccaro se encontrรณ con la descripciรณn del ejemplar de Fervor de Buenos Aires que se incluรญa en la oferta: correspondรญa exactamente al ejemplar robado de la Biblioteca. Allรญ estaban la dedicatoria a Nydia Lamarque (su nombre habรญa sido borrado, pero perduraba la conclusiรณn: “Cordialmente, Jorge Luis Borges”) y la correcciรณn en “Villa Urquiza”. Ademรกs, un epรญgrafe consignaba que el ejemplar habรญa pertenecido a la Colecciรณn Peรฑa. ¿Quรฉ duda habรญa? ¡Era el ejemplar robado!
Lo que Vaccaro no entendรญa era por quรฉ Casares, que habรญa denunciado el crimen apenas ocurrido, se habรญa vuelto ahora su cรณmplice.
Llamรณ a un periodista del diario La Naciรณn y al dรญa siguiente el mundo entero supo que un valioso ejemplar robado de la Biblioteca Nacional argentina saldrรญa a la venta en Londres por veintidรณs mil libras esterlinas. Era un escรกndalo internacional y un bochorno para el paรญs.
Pastore, y quien figuraba como el organizador del remate, un italiano llamado Massimo de Caro, aseguraron que se trataba de un error del catรกlogo. Casares explicรณ que el redactor del catรกlogo, un boliviano de apellido Molina, habรญa tenido frente a sรญ, al momento de redactarlo, la copia facsimilar. De ahรญ el error. Pero que el ofrecido en la subasta no era el libro de la Colecciรณn Peรฑa.
Pero nadie les creyรณ. Tuvieron que retirar el libro del remate, que terminรณ en un fracaso. Pastore y De Caro se ofrecieron a llevar el libro a la Biblioteca para que su nuevo director, Horacio Salas, comprobara que no era el robado. Salas aceptรณ, pero antes de recibirlos llamรณ al juez Ballestero, quien llevaba la causa hasta ese momento dormida, y este avisรณ a la Interpol. Cuando Pastore y De Caro entraron al despacho del director, se encontraron con los policรญas, que les quitaron el libro y lo pusieron bajo custodia del juzgado.
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Casares, ahora sospechoso del crimen en la investigaciรณn que รฉl mismo habรญa iniciado, declarรณ ante el juez que el libro no era el mismo que habรญa sido robado de la Biblioteca ni tampoco la copia facsimilar que habรญa vendido a Pastore. Era, explicรณ, un tercer libro que se parecรญa a los otros dos: tenรญa la correcciรณn en la quinta lรญnea del poema “Villa Urquiza”, la dedicatoria con el nombre borrado y el saludo: “cordialmente, Jorge Luis Borges”. Pero Casares seรฑalaba que el trazo de la lรญnea de la correcciรณn en el poema era diferente y que este ejemplar estaba encuadernado y tenรญa la cubierta original, a diferencia del que habรญa sido robado.
Laura Rosato, encargada de la Colecciรณn Borges en la Biblioteca, declarรณ en el juzgado que no podรญa decir si era o no el ejemplar robado porque apenas lo habรญa visto durante unos minutos en el momento en que abriรณ las cajas de la Colecciรณn Peรฑa. El libro, recordรณ, ni siquiera habรญa sido sellado o fichado correctamente como propiedad de la Biblioteca.
Vaccaro denunciรณ en los periรณdicos que Casares mentรญa y se presentรณ en la puerta de la muestra anual del libro antiguo a repartir folletos en contra de los “ladrones de libros”. La cuestiรณn se zanjรณ cuando Juan Manuel Peรฑa asegurรณ que ese era el libro que habรญa pertenecido a su colecciรณn y que habรญa vendido a la Biblioteca.
A mediados de septiembre de 2007, ocho aรฑos despuรฉs de su desapariciรณn, el juez dictaminรณ que el libro era en efecto el robado y, sin designar culpables ni imponer castigos, ordenรณ que fuera devuelto a la Biblioteca. Y con eso, la investigaciรณn quedรณ cerrada.
“Borges vuelve a la Biblioteca Nacional”, festejรณ La Naciรณn.
“Se comprobรณ que el libro era de la Biblioteca Nacional –anunciรณ Horacio Gonzรกlez, nuevo director de la Biblioteca (quinto desde el momento del robo)–. El juez Ballestero actuรณ con una actitud precisa y fervorosa, para hacer un juego de palabras con el tรญtulo de la obra de Borges, y lo pondremos a disposiciรณn del pรบblico en breve.”
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Tres semanas antes del fallo judicial, un uruguayo llamado Cรฉsar Gรณmez Rivero, coleccionista de libros y mapas antiguos con sede en Buenos Aires, consultaba en la Biblioteca Nacional de Espaรฑa, en Madrid, unos libros del siglo xv. Sin que nadie lo advirtiera, cortรณ con una gillete diecinueve lรกminas รบnicas, entre ellas dos mapamundis de la Cosmografรญa de Claudio Ptolomeo impresos en 1482 y considerados como unos de los grabados xilogrรกficos de los primeros mapas del mundo mรกs bellos que existen; el Reconocimiento estrecho de Magallanes, mapa trazado por dos marinos espaรฑoles, los hermanos Garcรญa Nodal, luego de una expediciรณn de 1618, impreso en 1621; el mapa esquemรกtico Teperata antipodum nobis incรณgnita, del geรณgrafo medieval Macrobio, impreso en 1485; el grabado Media Nox, ilustraciรณn de un instrumento creado para resolver problemas astrolรณgicos y astronรณmicos que forma parte de la Cosmographia del cartรณgrafo, matemรกtico y astrรณnomo Petrus Apianus, impreso en 1529; y escenas de cacerรญa del Libro de ballesterรญa y monterรญa, de Alonso Martรญnez de Espinar, de 1644, muy apreciado por los coleccionistas de obras de caza. Las enrollรณ cuidadosamente y las sacรณ escondidas en su ropa. Esa misma noche tomรณ un aviรณn a Buenos Aires. Fue el mayor golpe contra la Biblioteca Nacional de Espaรฑa, y su directora, la escritora Rosa Regร s, se vio obligada a renunciar al puesto cuando, dรญas mรกs tarde, el robo se hizo pรบblico.
Interpol siguiรณ el rastro de las lรกminas robadas –solo el mapa de Ptolomeo estaba valuado en 110,000 euros– y llegรณ hasta… Pastore. Imago Mundi, su librerรญa anticuaria, ofrecรญa las lรกminas robadas en su catรกlogo. Ya habรญa vendido algunas, por internet, a clientes de Australia y Estados Unidos. Pastore fue condenado a una pena leve –el servicio comunitario–, pero el escรกndalo internacional fue tal que, antes de que la asociaciรณn de libreros anticuarios de la Argentina pudiera sancionarlo con la expulsiรณn, Pastore cerrรณ Imago Mundi.
Su socio en la subasta londinense, Massimo de Caro, cayรณ unos aรฑos mรกs tarde en Italia. En abril de 2012, se hizo pรบblico que al menos mil quinientos libros del siglo xv al xvii (y tal vez tantos como cuatro mil), de enorme valor, habรญan desaparecido de la Biblioteca Girolamini de Nรกpoles, una de las mรกs antiguas de Italia. De Caro era el director de la biblioteca desde hacรญa once meses, y en su casa la policรญa encontrรณ cajas con cientos de libros robados. Desde la prisiรณn, De Caro confesรณ su crimen y ha colaborado desde entonces con la policรญa en la recuperaciรณn de los ejemplares robados y vendidos por millones de dรณlares en el mercado internacional. El nombre de Pastore, como contacto argentino de De Caro, aparece tambiรฉn en esa investigaciรณn.
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Siete aรฑos despuรฉs de la devoluciรณn de Fervor de Buenos Aires a la Biblioteca, y casi quince desde el comienzo de esta historia, Casares aรบn se lamenta amargamente por el daรฑo, nunca reparado, a su reputaciรณn. Recordar la denuncia, me dijo, lo deprimรญa. Preferรญa no hacerlo.
A continuaciรณn me ofreciรณ infinitos detalles, la copia facsimilar y el catรกlogo de la subasta en Londres. Volviรณ a asegurarme que el libro devuelto a la Biblioteca no era el mismo que habรญa sido robado. Ante mi escepticismo, insistiรณ: en la correcciรณn del poema “Villa Urquiza”, la lรญnea que Borges trazรณ entre el artรญculo tachado y la preposiciรณn que lo reemplazรณ (de “una” a “con”) tenรญa un largo y una inclinaciรณn distintos en un ejemplar y en otro. No hacรญa falta tener el original para contrastarlo; bastaba con la copia facsimilar. Me dijo que la habรญa entregado al juzgado para que hicieran la comparaciรณn, pero que allรญ no la habรญan hecho, por ignorancia o desinterรฉs.
Muchos detalles parecรญan refutarlo. Si รฉl mismo habรญa visto el libro robado en manos de Pastore, resultaba evidente que Pastore se habรญa quedado con รฉl. Sus antecedentes y los de su socio De Caro parecรญan confirmarlo. Ademรกs, Peรฑa, el dueรฑo original, lo habรญa reconocido como propio. Por si faltara algo, Vaccaro, el otro denunciante, me habรญa asegurado que, unos aรฑos despuรฉs del escรกndalo por la fallida subasta, Pastore lo habรญa convocado a un almuerzo en el que le habรญa contado “la verdad”: el libro habรญa sido, en efecto, el robado de la Biblioteca, pero lo habรญan comprado de buena fe a John Wronosky, un vendedor de libros antiguos de Boston que ofrece manuscritos de Borges hasta por medio millรณn de dรณlares.
“La prรณxima vez que alguien me traiga un libro robado –sentenciรณ amargamente Casares en su librerรญa– me callo la boca.”
Como yo estaba fuera de Buenos Aires, pedรญ a un estudiante de letras que se presentara en la Biblioteca, solicitara el ejemplar recuperado y me enviara una copia de la pรกgina de “Villa Urquiza”.
Sorprendentemente, luego de idas y vueltas, no le permitieron verlo.
¿Lo escondรญan?
Escribรญ entonces al director, Horacio Gonzรกlez: me decรญan que el libro recuperado no era el robado. ¿Acaso era cierto?
Para mi sorpresa, Gonzรกlez contestรณ: “Es asรญ como decรญs. Fervor de Buenos Aires, primera ediciรณn, es un libro recuperado que no parece ser el mismo que fue robado.” Laura Rosato, encargada de la colecciรณn Borges, a quien copiaba en su correo, me lo confirmรณ: era, en efecto, otro libro.
¿De dรณnde habรญa salido este ejemplar?
¿Quรฉ habรญa sucedido con el robado?
Nadie lo sabรญa. ~