Reyes y Borges se divertían escribiendo notas de erudición ficticia, para burlarse de la erudición: renovaron la ficción, y siguen haciendo resbalar a más de un erudito. Claude-Charles Pierquin de Gembloux, que investigó las voces de los animales, no es un autor inventado. Hay una página sobre él en la Wikipedia y una docena de sus libros de venta en Amazon, incluso una edición reciente de su Idiomologie des animaux, de donde se toma este vocabulario. Hijo de un general de la primera república francesa herido mortalmente en combate, Claude-Charles Pierquin de Gembloux (1798-1863), doctor en medicina por la Facultad de Montpellier, fue inspector de la academia en Grenoble y Bourges y miembro de numerosas sociedades científicas y literarias. “Polígrafo distinguido” según las Biographies vétérinaires, estuvo vinculado a Charles Nodier, autor del Dictionnaire des onomatopées françaises, con quien compartió la pasión por el patois y una peculiar concepción de los sueños. Escribió “160 obras sobre los temas más diversos, casi todas caídas en el olvido”, según la edición de 1874 de la Enciclopedia Larousse.
Claro ejemplo de los “heteróclitos” reacios a las categorizaciones, Pierquin de Gembloux es uno de los eruditos del siglo xix más originales e incalificables. “Su bibliografia forma por sí sola un magnífico poema en el que se mezclan, se encaran y se complementan la historia, la arqueología, la numismática, la filología, la pedagogía, la medicina, la higiene, la poesía…”, apuntó Noël Arnaud.
En su tratado Idiomología de los animales o Investigaciones históricas, anatómicas, fisiológicas, filológicas y glosológicas sobre la lengua de las bestias (1844) emprende un fascinante recorrido por la babel de los lenguajes humanos y los lenguajes animales, a caballo entre el creacionismo (lectura literal de la Biblia) y el cientificismo, entre la glosa de los clásicos griegos y la disección anatómica.
En la edad en que todos los animales hablaban, la serpiente pudo seducir con su elocuencia a Eva porque la lengua de todas las criaturas era idéntica; hasta que el “cataclismo filológico calamitoso” o “desastre fonético” de Babel supuso la disgregación de la comunidad lingüística originaria de hombres y animales, que “conversaban unos con otros y se comprendían perfectamente”.
El empeño, prolijamente documentado, por demostrar que “las lenguas zoológicas están sometidas a reglas sintácticas universales y constantes” desemboca finalmente en el curioso estudio glosológico de las “once palabras tomadas al azar” del “extremadamente rico” vocabulario tití.
– La redacción
Ghrîîî. Venir. Al dar una idea de la composición alfabética de este vocablo y de su valor real, no se recibe una idea del término tal y como el animal lo pronuncia, y esa es en cierto modo la vida de una palabra. Es tan cierto como que desconocemos lo que dirían Homero y Virgilio si, por desgracia para ellos y para nosotros, oyeran aplicar nuestra propia pronunciación a su magnífico idioma afeándolo así del modo más bárbaro. ¿Acaso se cree que Píndaro u Horacio no se indignarían al oír su admirable poesía declamada por nuestros eruditos alemanes, ingleses o franceses? Pese a que no pueda restablecer adecuadamente ni reproducir fielmente la articulación, la acentuación ni la prosodia patéticas de cada una de las palabras que he escogido como ejemplo, al menos estoy seguro de que su ortografía fonética es rigurosamente exacta, pues las escogí de entre las que he oído un número más considerable de veces. Para conseguir este resultado todavía es preciso añadir, en cuanto al sonido, que es supralaríngeo, tembloroso, agudo, gutural, débil, fuerte o prolongado, según que la petición exprese un deseo urgente, una orden imperiosa, una súplica tierna o una llamada desesperada, que no puede ser escuchada ni atendida.
Guenokiki. Pavor terrible: grito de alarma que equivale a huir, a tener mucho miedo, a temer. La pronunciación de la primera sílaba es marcadamente guturonasal. Si ahora quisiéramos aventurar algunas comparaciones filológicas entre la glosología de los animales y la glosología humana, ¿acaso no podríamos racionalmente suponer que esta expresión presenta la mayor analogía posible con el término N’gischiqui, mediante el que los shawanos, pueblo primitivo de América, designan, según Heckewelder, la acción de alumbrar a alguien en su posición, y, como en ciertas sociedades americanas el gran vigilante se llama Wiskinki, no sería también de la raíz de esta palabra, perteneciente a las dos idiomologías, de donde se habría tomado el nombre mismo del wistiti,1 que no equivale en Paraguay sino al nombre de Titi2?
Iruahhi. Dolor violento y moral que va hasta la desesperación. Pronunciación gutoronasal.
Iruah-gno. Tengo un dolor moral horrible, libradme de él, sacádmelo. Pronunciación guturonasal muy marcada.
Krrrreoeoeo. Ser feliz, disfrutar de una felicidad inmensa, realizada; pronunciación supralaríngea, aguda aunque débil, temblorosa, y gutural. Esta exclamación, o este sustantivo verbal, es asimismo repetida varias veces seguidas y tanto más fuertemente cuanto más intensa y grande es la alegría que la provoca.
Keh. Estar un poco mejor, padecer menos. Pronun- ciación gutural.
Kuic. Estar enojado, mosqueado, molesto. Acentuación tanto más breve, larga o prosodiada cuanta más o menos intensidad tenga el patetismo, como de costumbre.
Ococo. Terror intenso. Pronunciación nasal chasqueante.
Qüéee. Padecer con una desesperación de la que no se puede escapar un dolor físico o moral. Pronunciación guturonasal.
Quih. Carezco de algo que deseo fuertemente, que requiero. Pronunciación aspirada y nasal.
Uik. Protección, auxilio, débil y melodiosamente. Este término se parece también, en cuanto a su fisonomía, a una expresión del idioma de los shawanos, el que más se asemeja a la lengua del tití de todas las tribus salvajes de América, si es que el idioma casi monosilábico y sin formas gramaticales de los otomíes, tan semejante por consiguiente al chino, no se le parece aún más si cabe.
Silbido. Agudo, taladrante, largo, uniforme, repetido dos e incluso tres veces. Aburrirse, desear el beber, el comer, el sol, el placer, etc. Articulación supralaríngea. ~
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Traducción de Ana Carrión Nos
Bibliografía de Claude-Charles Pierquin de Gembloux
Reflexiones sobre un caso de hermafroditismo y de hipospadias (1823)
Reflexiones teóricas, prácticas y médico-legales sobre la inflamación espontánea del gas en los tres reinos, o Investigaciones sobre la combustibilidad humana patológica (1829)
Reflexiones filosoficas y médico-legales sobre las enfermedades intelectuales del sueño (1829)
De la pena de muerte y de su influencia sobre la salud pública (1830)
De la aritmética política de la locura, o Consideraciones generales sobre la locura examinada en sus relaciones con la ignorancia, los crímenes y la población de las diversas regiones del globo (1831)
Carta sobre un monumento de Teología aritmética (1837)
Londres y Grenoble, Enrique VIII y los cartujos, Mignard y los suplicios (1838)
Tratado de la locura de los animales y sus relaciones con la del hombre y las legislaciones actuales, precedido de un discurso sobre la enciclopedia de la locura, y seguido de un ensayo sobre el arte de producir la locura a voluntad (1839)
Carta al Sr. Bottée de Toulmon sobre la historia de la gimbarda.
Historia literaria, filológica y bibliográfica del patois (1840)
Reflexiones fisiológicas sobre el sueño de las plantas (1840)
Investigaciones sobre la Y (1841)
Carta al general Bory de St. Vincent sobre la unidad de la especie humana (1841)
El gorro frigio de la Libertad y el gallo francés, frutos de la ignorancia (1840)
Idiomología de las Islas Marquesas (1843)
En defensa de Atila contra los iconoclastas Roulez y De Reiflënberg (1843)
Reflexiones médico-políticas sobre el sistema penitenciario (1844)
Cristo y las lenguas (1844)
Flurétas, por Moussu de Gibloux (1844)
Insenescencia intelectual de los adanidas y los animales (1852)
Historia natural de Berry y reflexiones filosóficas sobre un adanida alado (1876)
1 n. del e. Ouistiti. Pierquin de Gembloux lo transcribe a veces como vvistiti –es el nombre con que se denomina en francés a los monos tití, pequeños primates calitrícidos que habitan las selvas de América Central y Sudamérica.
2 n. del a. Quizá Uis o Wik, o bien Uik, también es un mimologismo que se ha tomado prestado del idioma de este galeopiteco.
(Bruselas, 1978-Bourges, 1863) fue doctor en medicina y un apasionado polígrafo. Publicó más de ciento sesenta obras y numerosos artículos científicos sobre temas tan diversos como la historia, etc.