1.
Vine a Comala donde todos estaban muertos. También los perros descarnados estaban muertos aunque los oía ladrar. El reloj de la iglesia se había parado. Por la calle desierta pasaba gente platicando como si fuera visible. Se habían quedado allí porque no tenían donde ir. Era mediodía. Debajo de nosotros el suelo quemaba, encima de nosotros el sol ardía.
2.
Vine a Comala sin equipaje. Quizás el pueblo se llamaba de otro modo, pero no lo sé. Un nombre es viento que pasa. Estaba parado con las manos vacías debajo de un árbol seco que bien pudiera ser uno de los manzanos de mi infancia. Hacía frío. El rojo ya no existía.
3.
Vi a mi padre vestido de domingo como si fuera a un entierro. Me tendió algo que tenía en la mano: una manzana gris cubierta de sudor frío.
4.
Sólo en la muerte alcanzamos la verdadera igualdad. Todos los muertos están emparentados. Las cenizas son gente reunida en las esquinas de la calle para dilucidar lazos de familia. Por fin atados, oigo decir el que ama al que odia. Por fin, repite el que odia al que ama. En Comala hablamos para esconder nuestra invisiblidad.
5.
Hay una muerte después de la muerte. Ocurre cuando todos nos han olvidado.~