Hannah y sus tres hombres, (1906-1975)

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A pesar de su fama personal โ€“introspecciรณn, ocultamiento de la vida privadaโ€“, Hannah Arendt dejรณ una nutrida biografรญa dispersa en cartas donde la confidencia es ineludible. Su correspondencia con Heinrich Blรผcher, su segundo marido, a la que me referirรฉ en su lugar, constituye una hermosa y estructurada novela epistolar, la historia de un amor, de una amistad y de una colaboraciรณn intelectual incesantes. Agrรฉguese lo que Hannah dijo a sus maestros Jaspers y Heidegger, y lo que se escribiรณ con personajes tan variados como Mary McCarthy, W.H. Auden, Glenn Gray, Uwe Johnson, Johannes Zilkens y Hans Morgenthau.

La prehistoria de Arendt es tรญpica, casi prototรญpica. A los seis aรฑos quedรณ huรฉrfana de padre, quien falleciรณ de sรญfilis. El hecho no pareciรณ afectarla: son cosas de mamรก, les pasa a muchas mujeres. La madre volviรณ a casarse, aparecieron hermanastros y, al final de la historia, Hannah debiรณ cargar en su exilio americano con la madre, anciana ya y, como siempre, protectora y controladora, en un exiguo espacio donde tres vivรญan en dos cuartos.
     Pero no es la anรฉcdota lo que importa sino el sรญmbolo. El padre desaparecido reaparecerรก constantemente, encarnado en diversos hombres. Tal vez el primero sea un rabino del cual se enamorรณ de pequeรฑa, tanto que deseaba casarse con alguno de estos sacerdotes. El detalle es que aquรฉl la incitรณ a dirigirse hacia Cristo. La transferencia es curiosa porque Hannah habรญa sido criada en un ambiente de cierta cultura, por una pareja de padres socialistas, lejos de cualquier religiรณn. No obstante, asรญ como la madre la siguiรณ adonde fuere, desde la infancia detallada en un cuaderno biogrรกfico que anotaba cada dรญa, tambiรฉn la acompaรฑรณ su soterrada e ineludible condiciรณn judรญa.
     Hannah fue una niรฑa tรญmida pero desenvuelta, que detestaba la escuela donde la seรฑalaban por su orfandad, mas estudiaba y estudiรณ toda su vida. La lecciรณn del mencionado rabino la llevรณ al teรณlogo cristiano Romano Guardini y รฉste hacia Kierkegaard y รฉste a San Agustรญn, al cual dedicรณ una temprana monografรญa. Mientras echaba sus versos, a los 17 aรฑos, se quedรณ sin Dios, sin ser amado, sola con su judaรญsmo, a cuyo movimiento se afiliรณ sufriendo su primera disidencia: era judรญa, siempre lo fue, pero no sionista, nunca lo serรก. Menudo era el conflicto: ยฟser judรญa sin Dios y hebrea sin Israel?
     Fue entonces, en Marburgo y en 1924, cuando se encontrรณ con otro teรณlogo sin Dios, sacerdote de una nueva religiรณn, la del Ser carente de significado y pleno de sentido: Martin Heidegger. Como el resto de sus compaรฑeros universitarios, no entendรญa nada de sus lecciones, pero estaba hipnotizada por su discurso y por aquel aire de campesino reciรฉn llegado a la ciudad, que desentonaba en un claustro de catedrรกticos enfundados en lรบgubres levitas, acaso de luto por la muerte del Imperio alemรกn. Hannah se mirรณ en un espejo que databa de cien aรฑos: Rahel Levin, la judรญa que se hizo vestal del culto goetheano y se rebautizรณ Rahel Varnhagen von Ense. Sรณlo que, ademรกs, Hannah se lio con Heidegger.
     El filรณsofo era lo inverso de aquel rabino: un teรณlogo formado en el catolicismo, con su punto antisemita, cuyos principales discรญpulos, lo mismo que su maestro de fenomenologรญa, Edmund Husserl, fueron judรญos: Hannah, Herbert Marcuse, Hans Jonas, Karl Lรถwith. La mujer de su amigo y, por aรฑos, su compaรฑero intelectual, Karl Jaspers, tambiรฉn lo era. Frau Heidegger, en cambio, convertida a su tiempo en furibunda nazi, ni siquiera se hablaba con ella.
     Heidegger y Jaspers son los dos primeros hombres importantes a los cuales Hannah aceptรณ como padres sustitutos, de una manera singular, nada mecรกnica. Ella los eligiรณ e invistiรณ como tales y, por aรฑadidura โ€“lo que mรกs cuentaโ€“
se invistiรณ como padre de sรญ misma, volviรฉndolos algo รญntimo. Adquiriรณ ese singular perfil de mujer que, militando siempre a favor de la igualdad entre los sexos, nunca quiso ser madre pero sรญ esposa, y pensรณ โ€œcomo un varรณnโ€, o sea demostrando que el pensamiento no tiene gรฉnero y que si una mujer piensa como un varรณn es porque no hace falta ser varรณn para pensar.
     Jaspers y Heidegger, en aquella posguerra alemana, estaban insertos en un problema que, de cierta manera, era y es teolรณgico: la muerte de Dios descrita โ€“mejor dicho: formuladaโ€“ por Nietzsche. No es que Dios hubiera muerto, ya que su eternidad excluye la muerte, sino que habรญa sido de-
salojado del lugar inherente, dejando un hueco considerable. Heidegger proponรญa llenarlo con Ser, la plenitud de sentido que volvรญa a dotar de consistencia metafรญsica al mundo, pero desalojando al sujeto porque Ser no es un sujeto, no es el Dios barbado que tiene un hijo de carne y hueso, sino un escurridizo habitante de los entes que no se puede desgajar de ellos porque nos hemos alejado del origen, de la unidad, de la sacralidad primigenia que conocieron los presocrรกticos y que se viene degradando desde Platรณn. Desalojado el sujeto, sรณlo un horizonte limita al Ser: la muerte. Heidegger, pues, incitaba al nihilismo o a su contrapartida gnรณstica, la religiรณn de la nada como paradรณjica imagen de la perfecciรณn. Aรฑos mรกs tarde se fascinarรญa con Hitler por la secreta vocaciรณn del caudillo: aniquilar el mundo, devolverlo a su virginidad รณntica, regenerarlo.
     La guerra habรญa conmovido la herencia humanรญstica de Occidente en el momento que parecรญa propiciar la unificaciรณn occidentalizante del mundo. El gusano se comรญa la manzana, la de Eva, la que precipitรณ a Adรกn fuera del Paraรญso hacia la Tierra de la Historia. La ciencia habรญa progresado pero convertida en tรฉcnica gracias al dominio humano sobre los entes de la naturaleza. Pero la tรฉcnica, que consigue hacer funcionar cualquier cosa, no revela ninguna verdad, no diseรฑa paisajes de sentido, es informada pero ignorante. Occidente, tierra del ocaso, estaba cubierto de tinieblas porque tras el crepรบsculo viene la noche. Todo podรญa calcularse, nada podรญa entenderse. Desprovista de un sentido mรกs allรก de sรญ misma, la palabra de la medida y el cรกlculo, de la racionalizaciรณn y la contabilidad, acabรณ anulando la libertad y encerrando el lenguaje dentro de sรญ mismo, ajeno al mundo. Heidegger proponรญa filosofar por medio de la filologรญa, enredรกndose en la bรบsqueda de sentidos precisos dentro de la deslizante ambigรผedad del verbo, con una fe talmรบdica en la escritura de los maestros (ยฟera mรกs judaico de cuanto creรญa, un judeocristiano hurgador de la Palabra?).
     Nietzsche habรญa esbozado una clave de este cuadro crepuscular donde perecรญan los dioses a la vez que sus imitadores, los hombres. El sentido era una entidad histรณrica vinculada con el poder. Quien era capaz de imponerse y dominar, tambiรฉn llenaba de sentido al mundo. El truco del saber absoluto reside en la dominaciรณn.
     A partir de este cruce, Heidegger intentaba oรญr la genuina voz del Ser, sofocada por el griterรญo de los entes a lo largo de los siglos. A veces, desalentado, se echaba en plan nihilista al costado de un camino que no lleva a ninguna parte, esperando, tal vez, que el mundo se disolviera en la indistinciรณn nocturna. En sus momentos mรกs radicales, hubo de proponer un arrasamiento completo de la modernidad, una vuelta a los fundadores de Occidente โ€“Herรกclito, Anaximandro, Parmรฉnidesโ€“ y a la adoraciรณn de la Verdad como diosa Aletheia, que debรญa ser escuchada sin ser descifrada, sin tratar de apoderarse de sus dichos. Una empresa antihistรณrica de tamaรฑas dimensiones implicaba sus riesgos y el siglo xx conociรณ propuestas de higiene histรณrica bastante tremendas.
     Otra era la salida jaspersiana. Estudioso de las diversas visiones del mundo y de la estructura de la historia misma, Jaspers fue elaborando una categorรญa, lo omnicomprensivo, que no ponรญa limitaciones al Ser sino que le ofrecรญa todos los horizontes imaginados por el hombre, fronteras del mรกs allรก incesante de la historia, no del mรกs acรก de la nada. El Ser habรญa retrocedido ante la proliferaciรณn de los entes, pero su recuperaciรณn no estaba en un retroceso sino en un avance, allรญ donde Cristo, Buda, Mahoma, Descartes y Jaspers, entre tantos otros, se escuchan, tienen algo que decirse porque, si bien no dicen lo mismo, se ocupan de lo mismo, del
quehacer comรบn de la humanidad. Jaspers no se encaminaba hacia el silencio del origen para captar la autรฉntica voz del Ser, sino que diseรฑaba un diรกlogo. Las consecuencias polรญticas resultaron divergentes. Jaspers nunca se fascinรณ con el nazismo, aunque admitiรณ que habรญa puesto orden en el caos alemรกn de los aรฑos depresivos, y tampoco se entusiasmรณ con la pรฉrdida de la historia a favor de una originalidad pura y redentora. Al contrario, acaso hegelianamente, pensรณ que el hueco dejado por la defunciรณn de Dios no era tal, que la historia misma es un infinito alumbramiento de Dios entre los hombres.
     Hannah tenรญa, pues, para elegir. Jaspers la persuadรญa como amigo, Heidegger la hechizaba como amante. La opciรณn de Hannah fue a favor de la historia, en sus estudios sobre la condiciรณn humana y la sociedad totalitaria. Fue mรกs allรก de Jaspers, de sus esencialidades que solรญan pecar de abstractas, de programas idealistas en un mundo pavorosamente concreto. Pero estuvo a su lado sin mayores conflictos. Con Heidegger, en cambio, el vรญnculo fue revuelto y turbio, como suele serlo una pasiรณn.
     La sรญntesis llegรณ con el tercer hombre, Heinrich Blรผcher (1899-1970). Se conocieron en Parรญs, en 1936. Los dos estaban casados y exilados. Debieron deshacer sus matrimonios anteriores y compartir el exilio a vida y muerte. Ella pertenecรญa a una organizaciรณn judรญa; รฉl, al Partido Comunista. Ella era
una acadรฉmica de origen burguรฉs; รฉl, un autodidacta de origen obrero, ateo, en cualquier caso, pero no judรญo. Se pudieron casar en 1940. Creo que a Hannah le importรณ
el casamiento formal. No imaginaba la vida de una mujer fuera
del matrimonio. ยฟImaginaba la vida del varรณn fuera de รฉl? Heidegger habรญa sido su amante y era un hombre casado. Blรผcher, guapo, seductor y sabio, tuvo sus aventuras extraconyugales que no parecieron nunca embrollar la pareja. Dejemos de lado la minucia chismosa. Si nunca se plantearon tener hijos (los dos habรญan quedado huรฉrfanos de padre en la infancia), tuvieron discรญpulos y la apasionada amistad de Hannah con ciertas mujeres โ€“Anne Mendelssohn, Mary McCarthyโ€“ tiene mucho de maternal.
     Blรผcher llegรณ a ser, al fin, para Hannah, la conciliaciรณn entre la inteligencia y el sentimiento. Su relaciรณn fue pasional en el sentido estricto de la palabra pasiรณn: no lo que se padece intensamente un momento, sino lo que tensa toda una vida, si se quiere frรญamente, pero sin desmayo. Ademรกs, consiguiรณ en Heinrich el afecto protector que le permitiรณ salir de un retraimiento igualmente protector pero que la aislaba del mundo. Y ella necesitaba estar en el mundo y โ€“digรกmoslo con una de esas espantosas palabras heideggerianasโ€“ desocultarse. Sola no era capaz y sometiรฉndose a un conductor magistral diabรณlico como Heidegger o angรฉlico como Jaspers, tampoco.
     La circunstancia histรณrica, por su parte, exigรญa desocultarse sin desprotegerse. Ambos habรญan perdido su paรญs de origen, quizรก para siempre, estaban en un medio muy distinto, los Estados Unidos โ€“un lugar mestizo, de fresca data, sin memorias de antigรผedad ni de Antiguo Rรฉgimen, el รบltimo pueblo creyente en la bondad del futuroโ€“, el uno apรกtrida por alemรกn y la otra, por judรญa. El corporativo orbe acadรฉmico les resultaba difรญcil. Blรผcher, carente de diplomas, no podรญa enseรฑar ni investigar en las universidades. Sรณlo recibiรณ un doctorado honorario en 1968. Debiรณ arreglarse en instituciones intermedias como la Nueva Escuela de Investigaciรณn Social, heredera de la Escuela de Frankfurt, gracias a la ayuda de Alfred Kazin (1950) y en el Bar College de Nueva York (1952). Sus cursos eran muy libres de formas, comprendรญan temas de filosofรญa y estรฉtica, y Blรผcher exponรญa de modo peculiar, sin valerse de apuntes, sin leer parrafadas, filosofando con los filรณsofos, como รฉl decรญa, con un atractivo arte de la improvisaciรณn que daba frescura a sus clases, gracias a una impresiรณn de estar mostrando algo en estado naciente. Hannah se ganรณ la vida colaborando con editoriales (Schocken) y revistas (Aufbau, Partisan Review, Review of Politics), enseรฑรณ en el Brooklin College y dirigiรณ la Reconstrucciรณn Cultural Judรญa. Polรญticamente, se los puede situar a la izquierda, lo que en Estados Unidos se llaman liberales, aunque exentos de compromisos partidarios. La experiencia soviรฉtica no los sedujo y sus intereses estaban concentrados en la restauraciรณn democrรกtica europea, con un horizonte de integraciรณn continental. Desde luego, disintieron de la polรญtica americana en Corea y Vietnam. Hannah, sin dejar de ser una perpleja judรญa โ€“consideraba esta calidad tan fatalmente natural como ser mujerโ€“ criticรณ aspectos de la polรญtica israelรญ y su actitud durante el juicio a Eichmann en Jerusalรฉn le valiรณ rupturas con viejos amigos como Jonas y Blumenfeld.
     Hannah y Heinrich formaron un pensamiento comรบn. Lo hicieron partir de la filosofรญa entendida como la historia de los filรณsofos que da cuenta de sรญ misma, en la lรญnea de Hegel y Jaspers. Se trata de una historia dialรฉctica, en la cual se tensionan dos fuerzas. Una es la construcciรณn de ilusiones, la bรบsqueda de verdades perennes, la estabilizaciรณn metafรญsica de los sistemas; la otra, el filosofar libre y crรญtico que destruye lo ilusorio. La primera deriva de la teologรญa, a la cual somete al filรณsofo como un sirviente, y deriva en el moderno cientificismo y el pensamiento totalitario. La segunda, la socrรกtica que recae en autores como Kant y Nietzsche, no tiene continuidad contemporรกnea en las teorรญas del Estado y la sociedad.
     Ambos elaboraron la idea de las idol-logรญas, los sistemas cerrados de verdades absolutas, ajenas a la historia, que redundaron en el pensamiento totalitario, al cual Hannah dedica un libro canรณnico: la sociedad totalitaria como gobernada por una policรญa secreta que administra una verdad definitiva pero oculta. Los dos titanes de apoyo a la lรญnea optativa son Kant (que conmueve y sacude el cielo exterior del sentido en la filosofรญa de la ciencia) y Nietzsche (que conmueve el condigno cielo del sentido). Entre la Ilustraciรณn clรกsica kantiana y la nueva Ilustraciรณn nietzscheana, se cuestiona fuertemente la รฉpoca mรญtica y celestial del pensamiento en Occidente. Las figuras resultan claras: Kant el servidor, Nietzsche el seรฑor, Marx el dรฉspota, Kierkegaard el esclavo.
     Proyectado en lo polรญtico, este dualismo genera otro similar. Por una parte, en lo mรกs daรฑoso de la historia occidental, los totalitarismos que han utilizado como instrumentos de dominio y represiรณn los sistemas metafรญsicos y teolรณgicos. Por otra, la concepciรณn de la polรญtica como posibilidad y desafรญo, partiendo de la tradiciรณn que hace del hombre, por definiciรณn, un ser libre de todo poder.
     En la posguerra, cuando ambos pudieron volver a Europa, la tensiรณn volviรณ a ponerse en escena. Los viejos maestros habรญan sobrevivido. Heidegger seguรญa diciendo lo mismo de siempre: que el olvido del Ser habรญa conducido a Occidente al desierto del sentido y a la destrucciรณn de Europa a manos de sus dos grandes enemigos, el capitalismo anglosajรณn y el bolchevismo. Jaspers, en cambio, en su Lรณgica filosรณfica y en De la verdad (1947) recuperรณ la tradiciรณn socrรกtica, el oculto y hondo venero de la Ilustraciรณn, incluso la alemana de Kant y Lessing. Hannah y Heinrich vieron en esta posiciรณn de Jaspers toda una clave de lectura que les permitiรณ resituar a Platรณn y al platรณnico Agustรญn, al cardenal de Cusa como antepasado kantiano y la explosiรณn de Nietzsche no a favor del superhombre rubio y ario, sino de una suerte de saber de la desilusiรณn que tornara histรณricas las grandes ideas y diera, al revรฉs, a la historia el lugar de mundo real de la razรณn.
     ยฟY Heidegger? El reencuentro con Hannah debiรณ de tener algo de fogoso. Las palabras del โ€œsolitario de la Selva Negraโ€ en la puerta del cuarto de hotel donde Hannah se hospedaba, fueron tajantes: โ€œVengo a entregarmeโ€. Pero hubo tambiรฉn algo de sucia picazรณn en un par de manos que no acababan de lavarse, como cuando Lady Macbeth intenta despegarse la sangre seca sobre su piel. Heidegger ronroneaba que el sufrimiento de la guerra habรญa sido terrible pero se habรญa olvidado de su pasado nazi o lo recordaba demasiado y preferรญa mantenerlo intacto. En rigor, siempre creyรณ que los nazis habรญan tergiversado al nacional-socialismo, pero que รฉste seguรญa siendo la รบnica alternativa vรกlida al pensamiento planetario del olvido del Ser, a lo que hoy llamamos globalizaciรณn, mรกs la destrucciรณn del medio natural por la tรฉcnica que amenazaba la existencia misma del planeta. Moralmente, la modestia filosรณfica de Jaspers acabรณ imponiรฉndose, pero el encanto hechiceril del hipรณcrita Heidegger seguรญa manteniendo su poderรญo.
     Blรผcher muriรณ antes que Hannah. En su funeral despidiรณ el duelo el profesor Shรคfer, citando unas lรญneas de la Apologรญa de Sรณcrates de Jenofonte: โ€œDebemos partir. Yo, hacia la muerte. Vosotros, hacia la vida. Sรณlo Dios sabe lo que es mejorโ€. ยฟDios, Jehovรก, el Ser, el tao, brahma, el รšnico de Plotino, el Espรญritu hegeliano, la esfera de Pascal que fue del cardenal de Cusa que decidiรณ llamarla Dios? Blรผcher no podรญa contestar. Jaspers dirรญa que da lo mismo y se encogerรญa de hombros. Heidegger sonreirรญa en silencio, con los labios crispados, sin decir palabra, porque es materia inefable. ~

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(Buenos Aires, 1942) es escritor. En 2010 Pรกginas de Espuma publicรณ su ensayo Novela familiar: el universo privado del escritor.


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