Una semana antes de Navidad, Henry Louis Gates, Jr., despidió 2008, el año en que Estados Unidos eligió a su primer presidente afroamericano, enumerando sus propios logros ante un auditorio de intelectuales en la Universidad de Harvard.
También él, como Barack Obama, fue muchas veces “el primero”. Graduado summa cum laude en Yale en 1973 con un diploma en historia, fue el primer afroamericano en ganar la beca Andrew W. Mellon de la Universidad de Cambridge, donde completó una maestría y un doctorado en literatura inglesa. Acumula cincuenta diplomas honorarios, es asesor de algunas de las principales instituciones culturales de Estados Unidos, entre ellas la New York Public Library, el Aspen Institute y la Brookings Institution. Dictó cátedra en Yale, Cornell, Duke y Harvard, donde dirige el Instituto W.E.B. Du Bois de Estudios Africanos y Afroamericanos. La MacArthur Foundation le otorgó su genius grant y en 1997 la revista Time lo incluyó entre “los 25 hombres más influyentes de Estados Unidos”.
Es uno de los mayores intelectuales afroamericanos y una figura pública reconocible. Su libro de 1989 The Signifying Monkey, que le ganó el American Book Award, apuntó a definir una estética cultural afroamericana. Autor de varias enciclopedias (la más extensa, la Biografía Nacional Afroamericana, de ocho volúmenes, contiene más de cuatro mil entradas biográficas de afroamericanos), Gates ha denunciado el “racismo intelectual” que, sostiene, impide juzgar la obra de autores afroamericanos sin el prisma de la raza.
En los últimos años ha girado hacia los estudios genealógicos y genéticos con la idea de que la tecnología permite, por primera vez, recuperar un pasado perdido con la esclavitud. Cofundó AfricanDNA.com, un sitio de internet en el que asesora sobre estudios genéticos y cómo trazar el árbol genealógico. Condujo una serie de programas para los canales de televisión pública BBC y PBS en los que rastreó el origen de personalidades públicas como Oprah Winfrey. Pero, antes que nada, Gates se hizo a sí mismo una prueba de ADN; descubrió que desciende en un 50 por ciento de europeos blancos, en su otro 50 de un esclavo liberado que peleó en la Guerra Civil y, más atrás, del pueblo yoruba, en Nigeria.
Es cofundador de la revista online The Root, que pertenece al Washington Post, y colaborador de The New York Times y de la revista The New Yorker. Estrechamente conectado con el Partido Demócrata y con los líderes de la comunidad afroamericana, fue un comentador habitual de la campaña electoral de Obama.
En una de sus últimas columnas sostuvo que la elección de un presidente afroamericano daba sentido a la esclavitud y los doscientos años de sufrimiento de la comunidad negra en Estados Unidos. Ese fue el punto de partida de la entrevista con Letras Libres, que concedió mientras preparaba sus vacaciones (en un spa de Baja California) y un documental sobre la “herencia negra” de México.
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En su ensayo posterior al triunfo electoral de Obama el 4 de noviembre, usted se preguntó si haber sobrevivido a una historia de sufrimientos fue el precio que pagó la comunidad afroamericana por ver a un hombre negro convertido en presidente de Estados Unidos. Y su respuesta fue: “Sí, sí y otra vez sí.” ¿Cuál es la conexión entre aquel sufrimiento y esta victoria?
Los primeros esclavos llegaron al Nuevo Mundo en 1514, creo, y los primeros africanos llegaron a América en 1619; y hubo esclavos hasta 1865. Si uno pudiera volver atrás en una máquina del tiempo, se podría preguntar a los africanos: “Pueden ser libres y volver a África, o permanecer en esclavitud hasta 1865 y luego en otra forma de esclavitud, subesclavitud, por otros 50 o 75 años, pero con el tiempo su pueblo desarrollará una clase media y en 2008 un hombre negro será presidente. Esta es su opción: subirse a mi máquina del tiempo y volver a África o quedarse aquí y sufrir. Conociendo el futuro, ¿qué deciden?” Estoy convencido de que la enorme mayoría de los africanos hubiera elegido quedarse en el Nuevo Mundo. Eso es lo que intentaba decir. ¿Qué harías tú? Piénsalo. Sabiendo lo que sabemos sobre África.
Una vez estaba haciendo un documental para BBC y PBS llamado Las maravillas del mundo africano. En las pirámides de Egipto encontré a unos turistas afroamericanos de clase media alta. Les hice la pregunta de la máquina del tiempo. Les dije: imaginen que su ancestro fue capturado por los europeos para ser vendido como esclavo y está en la fila para subirse al barco que lo llevará a Estados Unidos; y yo aparezco en mi máquina del tiempo desde el futuro y le digo: “Puedes elegir: o te quedas en esta fila y tus descendientes serán americanos en el siglo XXI –y le muestro el futuro, puede verlo– o te salvo de esto, no irás a la travesía intermedia [middle passage, como se llama a la zona del Atlántico en la que se realizó el tráfico de esclavos entre Europa, África y América] y serás libre en África y tus descendientes serán siempre africanos. ¿Qué eliges?” Y todas las personas a las que pregunté respondieron: “¡Llévame al Nuevo Mundo!” Quedé estupefacto porque pensé que iban a contestar que no. Les dije: “Tienen que ir a la travesía intermedia, las mujeres van a ser violadas”, toda la historia, y todos me dijeron: “No me importa. ¡Súbeme a ese barco!”
Sabes, la gente pobre se abraza a la segunda venida de Jesús y a la redención del Señor, a la idea de que todo el sufrimiento debe tener un sentido. De otro modo, sólo te quedas mirando al abismo. Y creo que abrazar el mito del progreso ha sido fundamental para los afroamericanos desde la esclavitud. Primero a través de la introducción del cristianismo, pero después a través de una versión secular del mito del progreso. La palabra “ascender” ha sido clave para la comunidad negra. Un sentido de elevación, de progreso. Todos ellos ascendiendo en la escala social, económica, espiritual. Y la única cosa que los hizo seguir fue la creencia en que había un progreso. Conociendo esa tradición, sé que si pudiéramos volver en el tiempo y decirle a nuestro pueblo: quédate en este país y sufre hasta 1960, que finalmente un hombre negro será presidente, dirían: sí, sí y otra vez sí.
¿Es por eso que apoyó la candidatura de Obama?
Primero apoyé a Hillary Clinton. Déjame explicarte por qué. Hillary Clinton es una vieja amiga mía y también el presidente Clinton. Fui a la Casa Blanca muchas veces y él me dio la Medalla Nacional de las Humanidades, el mayor premio que un humanista puede recibir en Estados Unidos. Voy siempre a su fiesta de cumpleaños en Martha’s Vineyard. Somos amigos. Acordé apoyar a Hillary mucho antes de haber escuchado hablar de Barack Obama, y soy un hombre de palabra. Dicho esto, me dije a mí mismo que, si Obama ganaba después de una pelea justa, entonces lo apoyaría a él. Ofrecí una fiesta en su honor en 2004 cuando competía por el puesto de senador en mi casa de Martha’s Vineyard. Tengo una gran casa blanca allí, que alquilo, e hicimos una gran fiesta, vinieron cuatrocientas personas; vino todo el mundo, porque fue justo después de su discurso en la Convención Demócrata. Escribí un discurso para presentarlo; dije: “Bueno, senador Obama, me gustaría ser el primero en darle la bienvenida a la Casa Blanca.” Y todo el mundo se rió. Me gustó Obama, su discurso me pareció grandioso. Lo vi por televisión cuando ganó las primarias, en Iowa. Me desperté a las 5:30. Estaba en Palo Alto, California, y literalmente salté de la cama. Era la primera vez que veía a un político así, desde Bobby Kennedy en 1964, cuando yo tenía catorce años. Supe que tenía el fuego, el carisma, y se me puso la piel de gallina. Me gustó. Soy un nacionalista de la cultura negra y quería que un hermano ganara. Pero estaba atado a mi palabra y me quedé con Hillary hasta el final.
Después del discurso de Obama en Filadelfia, en el que habló sobre la raza y las relaciones interraciales en Estados Unidos, usted opinó que había sido un gran discurso pero se preguntó cómo sería recibido por los blancos. Tenía muchas dudas sobre cuál sería su efecto concreto. A la distancia, ¿cuál cree que es la importancia histórica de ese discurso?
Me encantó el discurso de Iowa, el de la Convención Demócrata. ¡Qué gran discurso! El discurso sobre la raza me pareció bueno, cumplía su objetivo, pero por entonces no creía que Obama hubiera desarrollado una agenda política que hablara a los blancos de la clase trabajadora. Creo que con el tiempo comenzó a hacerlo. Nunca le importaron realmente los blancos de clase trabajadora, creo yo. Me preocupaba que estuviera predicando a los conversos, a los intelectuales de clase media alta pero no a una base más amplia del electorado americano. Pero resultó que, bueno, ¡ganó! Pero en aquel momento tenía que convencer a los demócratas de que no era un nacionalista negro enmascarado. Ese era el sentido del discurso de la raza. En Estados Unidos si eres demócrata giras a la izquierda en las primarias y hacia el centro en la elección general. Si eres republicano es al revés: giras a la derecha y luego a la izquierda. A Obama le salió bien: es un genio de la organización, es muy carismático y tiene una inteligencia de primer nivel. Creo que Obama simplemente estaba destinado a ser presidente de Estados Unidos. Es el favorito del destino. Como diría mi gente, está bendito. También creo que Obama es enormemente talentoso. Va a ser uno de los presidentes verdaderamente grandes de Estados Unidos.
¿Podría compararlo con algún otro personaje histórico o literario?
Bueno, lo compararía con John Kennedy. Es la comparación lógica. Pero él está ocupado en envolverse en el manto de Abraham Lincoln. Todos los presidentes eligen un modelo y luego lo imitan. Obama siempre será visto como el sucesor lógico de Abraham Lincoln. No sé qué diría sobre eso Lincoln. Lincoln, obviamente, estaba en contra de la institución de la esclavitud, pero no estaba enamorado de los negros. Al final, cuando murió, había cambiado bastante, pero cuando competía para presidente en 1858 y hasta en 1860 todavía usaba la palabra nigger en lugar de “negro”. Hay un mito Abraham Lincoln, pero él era mucho más complicado que el mito, como lo somos todos.
Tiene usted una pintura de Lincoln colgando de la pared de su casa.
Oh, no, no es una pintura de Lincoln. Es una pintura de Booker T. Washington, con dos figuras casi angelicales sobre él: un ángel es Frederick Douglass y el otro es Abraham Lincoln. Washington dice: “Ellos me dieron vida.” En la tradición negra, Frederick Douglass, y en la tradición americana, Abraham Lincoln. Washington, más que nadie, fue responsable de que los negros adoptaran al asesinado Abraham Lincoln como su santo patrón. Frederick Douglass se encontró con Lincoln tres veces. Lincoln nunca pasó más tiempo con ninguna persona negra “inteligente” –estoy citando las palabras de Lincoln– que con Frederick Douglass, pero cuando Douglass inauguró el primer monumento a Abraham Lincoln, construido con donaciones de los ex esclavos –el Freedmen’s Memorial, en el Lincoln Park de Washington DC, construido en 1876–, era la persona negra viva más importante. El presidente Grant estaba presente, con su gabinete y la Suprema Corte entera. Y, en su discurso, Douglass escandalizó a todos al decir que Abraham Lincoln no había sido el presidente de los negros sino de los blancos, y que si iba a ser recordado no iba a serlo por los negros sino por los blancos. Implícitamente Douglass estaba diciendo que Lincoln se había opuesto a la esclavitud pero que también era, básicamente, racista. Irónicamente, veinte años más tarde, Booker T. Washington, quien se consideraba el sucesor de Douglass, tenía a Lincoln por modelo. Booker T. Washington tenía un padre blanco, pero nunca supo quién era. Metafóricamente, convirtió a Abraham Lincoln en su padre, en términos de legado, en la cadena de sucesión. De modo que los americanos negros se convirtieron en los principales defensores de Abraham Lincoln. Lincoln como el hombre que liberó a los esclavos.
Volviendo a Obama, usted dice que estaba destinado a ser presidente, pero ¿por qué cree, en concreto, que ganó la presidencia y qué papel cree que jugó su etnicidad en la elección?
Creo que Hillary perdió esta elección. Eso es lo primero. Obama no fue un competidor serio de Hillary durante un largo tiempo. La campaña de Hillary falló y Barack lo entendió y fue ganando velocidad paulatinamente, día tras día. Hillary, simplemente, no tenía una buena organización. Sólo Hillary podía perder esta elección, y la perdió.
Obama usó internet más brillantemente que ninguna otra persona que haya competido para presidente en cualquier lugar. Reunió enormes multitudes y las usó para conseguir direcciones de correo electrónico y números de celulares y de ese modo pudo alcanzar a millones en segundos, nanosegundos, a través de internet. Anunció la candidatura de Biden en el medio de la noche, por internet. Eso fue brillante. Construyó una inmensa red para recaudar enormes cantidades de dinero por internet. E hizo algo más: dejó que organizadores políticos organizaran a otros organizadores. Creó un modelo viral: en lugar de recibir órdenes de Obama, tú eras el jefe y la gente a la que reclutabas eran jefes. Eso fue increíblemente brillante. Fue la campaña más rica en la historia de Estados Unidos: rica en términos de dinero. David Axelrod es un genio, y Obama es un genio por elegir a David Axelrod. Después, Obama tiene carisma. Nunca deberíamos subestimar el poder de la oratoria: puede leer un discurso mejor que ningún otro presidente, excepto por Ronald Reagan. Reagan podía leer la guía telefónica brillantemente. Pero era un actor. El discurso de Iowa me recordó a Bobby Kennedy, que era un orador nato. John Kennedy era también un orador nato. Barack, como dije, tiene un don, y además tiene cerebro. De modo que está bien organizado, es articulado, es sexy y es carismático. Déjame que lo diga de nuevo: está bien organizado. Con el tiempo, la gente blanca se dio cuenta de que Obama se sentía cómodo con su negritud pero que no iba a golpearlos con ella, que no iba a mostrarse resentido, que no tiene rencores, que no es un “hombre negro enojado”. Esto es muy positivo: apela a lo mejor de la experiencia humana y eso es lo que la gente esperaba después de ocho años de George Bush –quien, personalmente, por cierto, es un hombre muy agradable; es sólo que se volvió… quién sabe qué se volvió.
Obama fue capaz de lucir su negritud, no escapó de ella, la vistió cómodamente como un traje hecho a medida. Era una parte suya pero no era todo. Cada obra de arte tiene la capacidad de explorar lo particular de un modo tan detallado que trasciende lo particular y se convierte en la materia del universo. ¿De qué trata el Ulises? ¿Veinticuatro horas en la vida de un hombre en Dublín? Sí, pero no sólo trata sobre eso: trata sobre la condición humana. Obama tiene esa capacidad del artista. Tiene sus particularidades, complejas en su caso: padre musulmán, madre cristiana, padre africano, madre blanca, padrastro indonesio… Es el primer político verdaderamente cosmopolita en Estados Unidos. Puedes preguntarme: ¿y John Kennedy? Para Kennedy los negros eran extraños. No creció con gente negra alrededor y en Harvard no tuvo ningún amigo negro.
Esto nos lleva a la otra diferencia de Obama: la suerte. El necesario aspecto de la oportunidad en la candidatura presidencial de Obama: sólo podía ganar cuando lo negro se diera por sentado como un aspecto fundamental de la cultura americana. Sabes, la cultura americana ha sido negra por mucho tiempo. Carl Jung escribió un ensayo en 1929 en el que dijo que lo más sorprendente de Estados Unidos era cuán negros eran los blancos. Y esto fue en 1929. Estoy seguro de que ninguna persona blanca quería escuchar esto en 1929. Pero Jung dijo que el negro era de tal modo parte del paisaje en Estados Unidos que los blancos de ascendencia europea se habían vuelto negros, sólo que no lo sabían. En 2008 ¡todo el mundo lo sabe! El jazz no tenía ni diez años cuando Jung escribió ese ensayo. Hoy la lengua franca de la cultura americana es el hip hop. En los sesenta eran el rhythm y el blues. El mundo ha visto a Estados Unidos volverse negro en aspectos cruciales, de modo que los niños de hoy, a menos que vivan en un agujero en los Apalaches, conocen la cultura negra y dan a la gente negra por sentada. Eso no significa que no pueda haber aún un individuo racista, pero da lo negro por sentado y puede sentirse cómodo con ello de un modo en que sus padres y abuelos no podían. De manera que ha habido una naturalización de la cultura negra y Obama no resulta un ser extraño del modo en que Jesse Jackson lo era para los miembros de su generación. Jackson peleaba por el derecho a comer una hamburguesa en un restaurante o a usar papel higiénico o a beber agua de una fuente o a casarse con la persona de otra raza de la que estaba enamorado, pero Obama puede dar todo eso por sentado. Tenía que ser alguien de esta generación, un hombre del post-hip hop, post-derechos civiles, post-raza.
Recuerdo a Stephen Colbert, en su show humorístico televisivo, la noche de la victoria de Obama, preguntando a su audiencia: “¿Esto significa el fin del racismo?” Por supuesto que no; las tensiones raciales persisten. ¿Cómo cree usted que esas tensiones serán afectadas por la presidencia de Obama?
Ese es un tema inmenso. Por un lado, cuando uno llega a conocer bien a una persona, o la ve con frecuencia, la persona, de algún modo, se vuelve invisible. Uno se olvida de su aspecto. Y uno está preocupado porque la economía se cae a pedazos. De modo que la novedad de su negritud ya casi ha desaparecido. La gente quiere saber cómo va a arreglar este lío en el que estamos todos metidos. Obama va a resolver la economía de un modo efectivo. Va a ser efectivo en política internacional. Va a lidiar con el terrorismo. Así que creo que su negritud se va a autodestruir. Es como un mensaje de Misión Imposible: una vez que lo has leído, se autodestruye. Eso es lo que va a ocurrir con su negritud. La mayoría de la gente cree, consciente o inconscientemente, que los negros son intelectualmente inferiores. Nadie cree que los negros no puedan jugar al básquet, o que no puedan bailar; nadie cree que los negros no puedan cantar, o que Quincy Jones no sea el mayor empresario musical en la historia de la música. Pero nadie cree que habrá un premio Nobel negro en física o medicina, o que el presidente de Estados Unidos vaya a ser negro. Del mismo modo que creo que la negritud está destinada a desaparecer a través de la familiaridad, también creo que va a tener un efecto en otro nivel: el de mostrarle a todos que un hombre negro puede hacerlo. Siempre hay un primero, y este es el primer presidente negro. Pero el simbolismo de un presidente negro sólo puede lograr eso. El racismo tiene raíces más profundas y estructurales. No se va a resolver mediante formas simbólicas. Todos estos adolescentes no dejarán de tener hijos, el porcentaje capaz de leer el periódico no aumentará, la deserción escolar no va a mejorar mágicamente. Ninguna de estas cosas va a cambiar por el hecho de que Obama sea presidente de Estados Unidos. A menos que haya una revolución en la comunidad afroamericana, pero no creo que la elección de Obama vaya a impactar en ese sentido. Tal vez es que soy viejo y cínico. Desearía que fuera diferente, pero la comunidad afroamericana tiene problemas muy profundos.
Usted ha sido el primer afroamericano en ganar posiciones significativas. ¿Cuáles son los peligros, los problemas, y también las ventajas de ser “el primero”?
Nunca antes me habían hecho esta pregunta. Ser el primero, si algo, muestra que puedes hacerlo. Cada vez que he sido el primero, otras personas negras me han seguido. Muchas veces no es sólo a los blancos a quienes debes probarles que puedes hacer algo sino también a los negros. Si tú puedes, otros van a decir: “Yo puedo hacer eso. Si ese idiota puede, yo también puedo.” Y eso está bien. Pero pensar que, cada vez que una persona negra es la primera en hacer esto o aquello, se cruza una barrera social, no es cierto. Porque los cambios sociales requieren cambios de las estructuras socioeconómicas, o una combinación de la estructura y el sistema económico, como también el impacto sobre el deseo individual, las elecciones individuales. Cambiar todo eso es enormemente complicado. Pero tiene que cambiar.
Hay dos clases que se autoperpetúan dentro de la comunidad afroamericana. Con la affirmative action creada por Lyndon Johnson y luego defendida por Richard Nixon creamos una clase media negra, pero también una clase marginal negra que se autoperpetúa. El porcentaje de niños negros bajo la línea de pobreza cuando Martin Luther King fue asesinado era del 38 por ciento. La última vez que me fijé, en septiembre, el número era 34 por ciento. ¡Por Dios, luego de todo el progreso que hemos hecho! ¿Cómo es posible que la clase media haya incrementado dramáticamente pero que el porcentaje de niños viviendo bajo la línea de pobreza se mantenga esencialmente igual? Eso no fue previsto en ningún modelo. De modo que, en efecto, tenemos dos clases dentro de la comunidad negra: los que tienen y los que no tienen. Esto no es aquello por lo que luchó Martin Luther King. Lo que necesitamos es una clase media mucho más amplia. Necesitamos que el porcentaje de gente negra que es pobre y el porcentaje de gente blanca que es pobre sea el mismo. Que el porcentaje de gente negra de clase trabajadora y el de gente blanca de clase trabajadora sea el mismo. Que el porcentaje de clase media… Eso necesitamos. ¿Cómo sería Estados Unidos si la gente hubiera logrado una equidad verdadera?
¿Cree que Obama será juzgado con estándares diferentes a sus predecesores? No sólo por el pueblo de Estados Unidos en su conjunto sino también, y específicamente, por los afroamericanos.
No. Creo que va a ser juzgado igual.
¿Y si su presidencia resultara una decepción?
Bueno, la de George Bush resultó una decepción y no creo que nadie esté generalizando sobre los hombres blancos. No creo que vaya a ser un problema. Podría haberlo sido para otra persona negra, pero no para Obama. La gente va a juzgarlo como fuerte o débil, como exitoso o no, más que como a un hombre negro débil…
¿Y cree que su victoria y su presidencia afectarán el modo tradicional de hacer política dentro de la comunidad afroamericana?
Escuché a Al Sharpton hablar sobre eso en un panel en Martha’s Vineyard en julio pasado. Él dijo que no porque Nancy Pelosi sea la líder de la Cámara de los Representantes, NOW [National Organization for Women], la organización por los derechos de las mujeres, se va a desbandar. Son dos discursos diferentes. Barack no es un candidato de los derechos civiles: es un candidato de todo el pueblo. El movimiento de los derechos civiles, como quieras llamarlo, va a continuar. Y gente como Jesse Jackson y Al Sharpton van a continuar actuando con tanta energía como antes. Lo que admiro de Obama es que no fue a los líderes negros tradicionales a pedirles permiso para competir. ¡Porque le hubieran dicho que no! Estaban todos en el campo de Hillary Clinton. Así que Obama los esquivó y les mostró que hay nuevas maneras de organizarse y nuevos paradigmas y modelos. Eso me gusta mucho de él.
Usted lo comparó con John Kennedy, pero ¿podría compararlo con algún líder de la comunidad afroamericana del pasado? ¿O es realmente un producto de la política del mainstream de Estados Unidos?
Creo que es más bien como Frederick Douglass. Los dos eran mulatos: el padre de Douglass era blanco y él subió como una figura de la lucha contra la esclavitud pero, pese a ello, fue llevado al poder por los blancos y no por los negros. Era un hombre alto, fuerte, guapo, articulado, que se había educado a sí mismo, pero era un genio, considerado el mayor orador de Estados Unidos. Y su base de poder real era blanca. Los negros lo admiraban, pero su base de poder eran los blancos de izquierda, los antiesclavistas. Es curioso, no lo había pensado, pero la base de Obama… Sabes, Obama no fue llevado al partido por los negros, fue llevado al partido por los blancos. Los negros se alinearon detrás suyo después de Carolina del Sur. ¡Dios, sé que yo lo hice! Ahí empezaron a moverse. Los negros no podían creer que un hombre negro pudiera ser presidente. Y una vez que se dieron cuenta de que los blancos lo apoyarían, entonces votaron por él y para muchos de los 35 millones y algo más de gente negra esta elección fue el momento más importante de sus vidas. Hay una enorme cantidad de orgullo racial. Barack fue apoyado por la comunidad negra, pero también lo fue Jesse Jackson. Eso no es suficiente para ser elegido. Él tiene la capacidad de ser negro y no negro, la capacidad de ser negro y trascenderlo de un modo en que ningún otro candidato negro en nuestro tiempo en la escena nacional ha logrado.
Usted cofundó AfricanDNA.com para estudios genéticos de ADN para la comunidad afroamericana y alienta a los afroamericanos a reconstruir su árbol genealógico. ¿Cuál es el propósito social de esos estudios?
Uno de los legados más terribles de la esclavitud fue la ignorancia de nuestro árbol genealógico. No sabíamos de dónde veníamos. No sólo no sabíamos que éramos de África, sino que la mayoría de nosotros no conocía nada anterior a nuestros abuelos o bisabuelos. Vimos los efectos del libro y de la serie televisiva Roots, de Alex Haley, que fue un fenómeno mundial… Y ahora, de pronto, es como si el disco duro que se había perdido en tu computadora se pudiera recuperar. Es una metáfora inadecuada. Bueno, para la perplejidad mía y de todos los demás, muchos de esos archivos todavía existen. Y existen en mayor medida de lo que creíamos posible hasta el momento de la esclavitud porque los archivos están en nuestra saliva, en nuestro ADN. ¿Cuál es tu tema favorito? Tú misma. Y eso es así de cierto para todos. Explorar el árbol genealógico, el propio ADN, es un modo complicado de explorarse a uno mismo, de llegar a comprender tal vez por qué uno es como es, de dónde viene. ¿Por qué hacemos arqueología? Para saber de dónde venimos. Esto es arqueología genética y genealógica. Cuando yo estaba creciendo, parecía que nunca íbamos a contestar estas preguntas. Pero con la digitalización de los archivos podemos empezar a contestar algunas. No sólo creo en esto sino que estoy desarrollando nuevos planes de estudio para enseñar a estudiantes de secundaria negros de clases marginales urbanas quiénes son, empezando por su árbol genealógico. Enseñarles ciencia mostrándoles quiénes son. Va a convertir el tema en algo tan excitante que nunca van a olvidar qué es el ADN, nunca van a olvidar de qué tribu africana salieron sus ancestros. Cuando yo crecía, mi pueblo era también el pueblo del libro. También nosotros íbamos a ser médicos y abogados, y no jugadores de básquetbol. Íbamos a acabar con el racismo con educación, educación y educación. Todas las personas a las que yo conocía decían que había que ser “diez veces más inteligente que el niño blanco; de otro modo, te vencerá”. No decíamos: “Oh, la esclavitud fue terrible…” Decíamos: “Le voy a patear el trasero al blanquito.” ¡Y lo hicimos! Por eso estoy aquí. Demasiados de nuestros niños han perdido esa pasión por aprender, esa decisión de triunfar contra todos los pronósticos. Quiero recuperar eso. No va a ocurrir mágicamente porque un hombre negro esté en la Casa Blanca. Aunque eso no va a causar daño. Pero tiene que volver a través de una reforma educativa. Simultáneamente, necesitamos una revolución moral dentro de la comunidad afroamericana. ¡Me gustaría escuchar a Al Sharpton reprender a los niños negros por tener niños negros ellos mismos! Reprenderlos por no quedarse en la escuela y aprender a leer y a escribir. No es el racismo blanco el que te hace hacer eso. De hecho, al no triunfar estamos satisfaciendo las fantasías de los racistas. Las causas estructurales sólo pueden ser enfrentadas a partir de modificaciones de conducta. Necesitamos un movimiento de derechos civiles para el siglo XXI que nos haga trascender nuestro entorno del modo en que lo hicieron nuestros ancestros. De algún modo la comunidad negra ha perdido su rumbo. Creo que la elección de Obama proporciona un poderoso símbolo alrededor del cual construir un programa de varios niveles dentro de la comunidad negra. No va a ser una transformación mágica pero puede ser el catalizador de una transformación más grande. ~