Foto: Creative Commons/Mirrormundo

Jan de Vos en el umbral de su Ășltima vida

AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

 

Basta con ver la magnĂ­fica entrevista que JosĂ© Luis Escalona le hizo a Jan de Vos en el verano de 2007 –y que se encuentra colgada en YouTube– para darse cuenta de que el gran historiador belga tuvo varias vidas muy disĂ­miles unas de otras antes de convertirse en el connotado investigador que muchos conocimos. Su niñez transcurriĂł en BĂ©lgica en el seno de una familia muy catĂłlica de lengua flamenca en tiempos de la ocupaciĂłn nazi. Incluso unos oficiales alemanes se instalaron en el segundo piso de la casa de sus padres, aunque su corta edad le impedĂ­a comprender la magnitud del horror que vivĂ­a su paĂ­s en ese momento. Su adolescencia durante la posguerra tuvo que ser muy distinta, pero curiosamente esta era una etapa a la que Jan no solĂ­a hacer referencia. Durante sus estudios universitarios de derecho e historia descubriĂł su vocaciĂłn religiosa y siguiĂł los estudios necesarios para ingresar a la Compañía de JesĂșs, sin por ello abandonar la carrera de historia. Luego fue profesor de historia en colegios jesuitas destinados a la formaciĂłn de las futuras Ă©lites polĂ­ticas y econĂłmicas de BĂ©lgica. Aunque Jan calificaba de gris y monĂłtona esa etapa de su vida y nunca dio pista alguna sobre los enfoques historiogrĂĄficos en los que se inspiraba para impartir sus cursos –cuando se le preguntaba por los autores que lo habĂ­an inspirado, siempre citaba a acadĂ©micos e intelectuales mexicanos: Luis GonzĂĄlez y Daniel CosĂ­o Villegas, en primer lugar–, es de suponerse que ese tono didĂĄctico tan peculiar que desarrollĂł en sus libros tiene su origen en aquellos años. Aburrido de esas tareas rutinarias, en 1972 logrĂł que lo enviaran un año como misionero a Colombia, primero a la ciudad de MedellĂ­n, y luego al ChocĂł, lugar de encuentro del AtlĂĄntico con la selva tropical y de hombres y mujeres de colores muy diversos. Fue el principio de otra vida, que irĂ­a acompañada de su inmersiĂłn total en una nueva lengua, el español, en la que va a escribir toda su obra. Fascinado y estimulado por esa experiencia tan novedosa, Jan se hizo invitar a Chiapas por la misiĂłn jesuita de BachajĂłn para asĂ­ no tener que regresar a BĂ©lgica.

Sin embargo, al cabo de unos pocos años, sus superiores en Chiapas, con muy buen tino, se dieron cuenta de que Jan de Vos podía aportar mucho mås a las tareas pastorales reconstruyendo la historia de los indígenas que trabajando como misionero. Fue así que, como resultado de esa encomienda, dio principio su carrera de historiador de Chiapas.

ConocĂ­ a Jan en 1986, cuando se encontraba en el umbral de su Ășltima vida, la de historiador profesional. Su carrera de investigador ya era muy sĂłlida y digna de admiraciĂłn. Trabajando para el Centro de Investigaciones EcolĂłgicas del Sureste (el actual Colegio de la Frontera Sur), habĂ­a recorrido archivos y bibliotecas, principalmente en España, Guatemala y Estados Unidos, en busca de documentos histĂłricos sobre Chiapas, cuyos microfilmes distribuyĂł entre varias instituciones acadĂ©micas para que otros investigadores pudieran aprovecharlos tambiĂ©n. Durante esas pesquisas habĂ­a delimitado los principales temas de investigaciĂłn histĂłrica que habrĂ­an de ocuparle el resto de sus años –la Selva Lacandona, la conquista española y las rebeliones indias. HabĂ­a publicado los que a mi juicio son sus dos mejores obras –La paz de Dios y del rey, y el pequeño y bello libro al que le tenĂ­a un particular afecto, Fray Pedro Lorenzo de la Nada– y estaba terminando Oro verde, libro que lo lanzarĂ­a a la fama.

Cuando mi mujer y yo llegamos a vivir y trabajar a San CristĂłbal de Las Casas, todos nos decĂ­an que tenĂ­amos que leer La paz de Dios y del rey. TenĂ­an razĂłn. Devoramos en un par de dĂ­as el libro, arrancĂĄndonoslo de las manos el uno al otro. La lograda mezcla de un tema fascinante –la tenaz resistencia de los lacandones histĂłricos ante los repetidos intentos de los españoles por conquistar su territorio selvĂĄtico–, la amplitud de la documentaciĂłn histĂłrica que el autor habĂ­a recogido y analizado, y el estilo de exposiciĂłn tan propio de Jan, que le permitĂ­a hilar la narraciĂłn de los hechos con el anĂĄlisis crĂ­tico de los documentos que daban cuenta de estos sin que el interĂ©s menguara en momento alguno, convertirĂ­an con el paso de los años La paz de Dios y del rey en un clĂĄsico de la historiografĂ­a mexicana.

En cuanto tuvimos la oportunidad, invitamos a Jan a comer a nuestra casa, y esa visita se repitiĂł varias veces gracias al Ă©xito que tuvieron las papas fritas que preparĂł mi mujer a la usanza belga –doble fritura. AsĂ­ descubrimos poco a poco que, a pesar de su semblante tranquilo y bromista, Jan atravesaba un momento muy difĂ­cil de su vida. Sus diferencias con la pastoral impulsada por la diĂłcesis habĂ­an crecido, y Jan se hallaba resentido por el poco apoyo que le habĂ­a brindado cuando el gobierno del estado de Chiapas habĂ­a lanzado una orden de aprehensiĂłn en su contra, no porque Jan se distinguiera por su activismo polĂ­tico o su radicalismo, sino porque siendo extranjero era mĂĄs vulnerable y su expulsiĂłn pretendĂ­a enviar una clara señal de advertencia a los promotores de la teologĂ­a de la liberaciĂłn. En esa ocasiĂłn fueron las gestiones de Eraclio Zepeda las que le permitieron regresar a Chiapas sano y salvo. Pero a partir de ese momento empezĂł a considerar seriamente abandonar la Compañía de JesĂșs.

Para colmo, la investigación sobre la Selva Lacandona entre 1822 y 1949 había empezado como un trabajo conjunto, pero las diferencias entre Jan y su colaborador terminaron por estallar y al final cada quien escribió y publicó su propia versión de esa historia. Siempre sospeché que la abrumadora cantidad de información que Jan expone en Oro verde era una manera de probar que quien había llevado la batuta de la investigación y quien había encontrado y revisado la mayor parte de la documentación histórica había sido él. El hecho es que Jan perdió a un amigo y colaborador, y nunca mås estuvo interesado en volver a participar en una investigación colectiva. Para él, el trabajo de historiador era una tarea que se llevaba a cabo de manera individual y solitaria.

A pesar de la importancia de su obra publicada y por publicar, Jan no lograba encontrar acomodo en alguna instituciĂłn acadĂ©mica. El CIES estaba desmantelando su pequeña ĂĄrea de estudios sociales, y Jan se habĂ­a visto obligado a renunciar a su puesto de investigador para cumplir con uno de los requisitos que la Compañía de JesĂșs impone a quienes desean separarse de ella: hacer un retiro de silencio durante un mes. Enrique Florescano le habĂ­a conseguido un contrato por honorarios en el INAH, pero el sindicato se opuso ferozmente a que se le otorgara una plaza. Para Jan, que como miembro de la Compañía de JesĂșs nunca habĂ­a tenido que preocuparse por su subsistencia econĂłmica, la situaciĂłn se volviĂł angustiante.

Jan de Vos logró salir de ese difícil trance gracias al cariño que encontró en Emma Cosío, y a que Leonel Durån y Andrés Fåbregas le consiguieron una plaza de investigador en el CIESAS-Sureste. Sin embargo, la herida de esos años tardó mucho en cicatrizar por completo. En la entrevista mencionada de 2007, todavía regresa a ese momento y dice que no se atrevería a recomendar a alguien darle un giro radical a su vida a los cincuenta años de edad como él lo había hecho.

Pienso que la incertidumbre de esos años cruciales de 1986-1987 lo llevĂł a buscar con ahĂ­nco los reconocimientos acadĂ©micos que tanto se merecĂ­a. No le fue fĂĄcil adaptarse a la vida seglar y al feroz igualitarismo de la academia, acostumbrado como estaba al trato especial que recibĂ­a por parte de sus alumnos en BĂ©lgica y luego de sus feligreses. De ahĂ­ esa mezcla tan curiosa de una cierta soberbia –que casaba muy bien con su porte de galĂĄn bien parecido– con una inocencia casi infantil que lo hacĂ­a vĂ­ctima de bromas de los colegas, pero que al mismo tiempo le fue ganando el cariño de casi todos, dado que a la gente se le quiere, no a pesar de sus defectos, sino tambiĂ©n por sus defectos.

Lo mås meritorio es que sus éxitos académicos no le fueron encerrando en su pedestal, sino que se fue convirtiendo en una mejor persona, atenta y preocupada por los otros. Mås allå del bien y del mal académico, empezó a llegar a los coloquios con su guitarra para alegrar su exposición con canciones de su tierra o latinoamericanas. Sin dejar de ser un admirado historiador, se fue convirtiendo también para muchos en un gran amigo, con el que siempre era un placer conversar en torno a una copa de vino o una taza de café.

Unos meses antes de su fallecimiento –cuando todavĂ­a se le veĂ­a saludable y animado– se le hizo un homenaje muy emotivo en San CristĂłbal de Las Casas, su ciudad de adopciĂłn, para festejar sus 75 años de vida y sus treinta de publicar. La sala en que se llevĂł a cabo, una de las mĂĄs grandes de la ciudad, estaba atiborrada de gente; muchas personas estaban de pie, incluso al exterior de la sala. El pĂșblico no podĂ­a ser mĂĄs variado: investigadores, estudiantes, oenegerosy sancristobalenses de muy diversa condiciĂłn. Jan irradiaba felicidad. Estoy convencido de que en ese momento dejĂł atrĂĄs el dejo de tristeza que manifestĂł en la entrevista de 2007 cuando se refiriĂł “al fracaso de su vida como jesuita” y en su fuero interno confirmĂł que sus esfuerzos por rescatar y divulgar la historia de Chiapas no habĂ­an sido en vano. De lo que no me cabe ninguna duda es de que los que estĂĄbamos ahĂ­ reunidos estĂĄbamos sumamente agradecidos de que a los cincuenta años se hubiera atrevido a cruzar aquel umbral para convertirse en el historiador profesional que tanto admirĂĄbamos. A pesar de la carga que suponĂ­an sus vidas anteriores y de la ardua tarea que enfrentaba cada dĂ­a para seguir escribiendo, con admirable disciplina, historias a la altura de las exigencias que se habĂ­a planteado, hay que imaginarse a Jan de Vos feliz. AsĂ­ es cĂłmo queremos recordarlo. ~

+ posts

(ciudad de MĂ©xico, 1954), historiador, es autor, entre otras obras, de Encrucijadas chiapanecas. EconomĂ­a, religiĂłn e identidades (Tusquets/El Colegio de MĂ©xico, 2002).


    × Â 

    Selecciona el paĂ­s o regiĂłn donde quieres recibir tu revista:

        Â