Un reto importante que enfrentan los arqueรณlogos es cรณmo explicar la desigualdad social. Sabemos que la desigualdad no era la condiciรณn original de la humanidad, porque toda la evidencia disponible nos indica que durante el Pleistoceno nuestros antepasados nacรญan iguales. La mayor parte de los intentos de los arqueรณlogos latinoamericanos por explicar la desigualdad se ha sustentado en la obra de Marx. El problema de un enfoque marxista es que estรก basado en el funcionamiento de los Estados capitalistas con mercados y aristocracias hereditarias del siglo XIX. Hoy dรญa sabemos que los primeros pasos hacia la desigualdad se dieron a finales del Pleistoceno y que para el aรฑo 2500 a. C. –mucho antes del nacimiento del capitalismo occidental– ya habรญan sido creadas en algรบn lugar del mundo prรกcticamente todas las formas de desigualdad.
En The creation of inequality1 sostenemos que la manera idรณnea de analizar la desigualdad es utilizando una combinaciรณn de antropologรญa social y arqueologรญa. La antropologรญa social aporta una observaciรณn minuciosa de la forma en que las sociedades anteriores a la apariciรณn del Estado creaban aristocracias y la arqueologรญa proporciona informaciรณn empรญrica sobre los lugares y los momentos en el pasado en que se perdiรณ la igualdad. Las transiciones clave se entienden con mayor claridad cuando nos concentramos en la lรณgica social que subyace al comportamiento humano.
Los datos etnogrรกficos sobre sociedades itinerantes y de pequeรฑa escala de cazadores y recolectores tales como los hadzas de Tanzania, los !kung de Botsuana, los esquimales netsilik de Canadรก y los paiutes y shoshones del occidente de los Estados Unidos nos permiten ver algunos principios compartidos de lรณgica social. Los cazadores que entraron en el Nuevo Mundo hace entre 20,000 y 15,000 aรฑos seguramente creรญan que todos los humanos nacรญan iguales y que contenรญan en sรญ mismos una fuerza vital invisible. (En Mรฉxico, esta fuerza vital sobreviviรณ en sociedades posteriores como el tonalli azteca, el pรฉe zapoteca y el yni mixteco.) Sin embargo, los cazadores-recolectores como individuos diferรญan en virtud, siendo la generosidad una de las primordiales. Compartir los alimentos y dar regalos eran dos formas de fortalecer antiguos lazos sociales y crear otros nuevos. Ademรกs, se suponรญa que toda comparticiรณn y dรกdiva habrรญan de ser recรญprocas; no corresponder significaba ser egoรญsta, y no virtuoso.
Algunos de los obsequios que circulaban entre los primeros cazadores-recolectores mexicanos eran las saetas para รกtlatl (o propulsor) con punta de piedra. A un cazador de mamuts en Santa Isabel Ixtapan, en la cuenca de Mรฉxico (segรบn investigaciones de Luis Aveleyra Arroyo de Anda),2 le habรญa sido obsequiada por lo menos una punta de saeta de piedra volcรกnica roja de Guanajuato o San Luis Potosรญ. Una punta de Coxcatlรกn, del Valle de Tehuacรกn, le habรญa sido obsequiada a un cazador de venados en Cueva Blanca, Oaxaca (como explicamos en La civilizaciรณn zapoteca. Cรณmo evolucionรณ la sociedad urbana en el valle de Oaxaca).3
La generosidad de los cazadores-recolectores se atribuye a menudo a la necesidad de establecer amplias redes de cooperaciรณn y comparticiรณn en un entorno de recursos silvestres impredecibles. No obstante, el contraste entre individuos generosos y egoรญstas podรญa crear lo que Raymond Kelly llamรณ “una jerarquรญa de la virtud”.4
Incluso en sociedades que consideramos igualitarias podรญa existir una jerarquรญa de la virtud, lo que abriรณ el paso a una mayor desigualdad. Si la Familia A le hacรญa a la Familia B un gran obsequio, y la Familia B no podรญa corresponder con un regalo de igual valor, se creaba una deuda y se acentuaba la jerarquรญa de la virtud. La Familia B podรญa a la larga ser forzada a liquidar su deuda mediante servidumbre, o incluso la “esclavitud por deuda”. Las excavaciones de Anna Marie Prentiss, Guy Cross, Thomas A. Foor, Mathew Hogan, Dirk Markle y David S. Clarke realizadas en la Columbia Britรกnica, al oeste de Canadรก, sugieren enfรกticamente que la desigualdad social entre los cazadores-recolectores del noroeste del Pacรญfico se creรณ de esta forma. Al parecer hace mil aรฑos, en la Meseta del Fraser de Columbia Britรกnica, familias pequeรฑas y financieramente vulnerables fueron absorbidas de manera gradual por familias mรกs grandes y exitosas, quizรก en calidad de sirvientes. Para cuando testigos europeos llegaron a esa zona se encontraron con familias indรญgenas viviendo en grandes casas de madera con espacios separados para los nobles hereditarios, los plebeyos y los esclavos.
El caso del noroeste del Pacรญfico es inusual porque implicaba a gente que vivรญa por entero de los recursos silvestres. En Mesoamรฉrica y los Andes no encontramos evidencias de desigualdad hasta la introducciรณn de la agricultura. Resulta claro que una agricultura exitosa crea sociedades mรกs grandes y mรกs sedentarias, con muchas mรกs rutas posibles hacia la desigualdad. Los primeros pueblos agrรญcolas del Nuevo Mundo eran demasiado grandes para organizarse como las sociedades mรกs pequeรฑas y mรณviles de cazadores-recolectores. Al mismo tiempo, aรบn carecรญan de la estratificaciรณn social y los fuertes gobiernos centralizados del Estado posterior.
El registro etnogrรกfico nos dice que las sociedades de este tipo, en ocasiones llamadas “formativas” o “neolรญticas”, tienden a estar organizadas en grandes grupos de descendencia a cuyos antepasados (reales o ficticios) se les atribuye el establecimiento de las reglas de la sociedad. La entrega recรญproca de regalos en los tiempos antiguos aumenta hasta convertirse en una red de intercambio a larga distancia de productos artesanales y materia prima. Dichas redes incluyen la parafernalia ceremonial, siempre en gran demanda dado que el ritual juega un papel tan importante en la integraciรณn de las sociedades “neolรญticas”.
El registro etnogrรกfico nos muestra diversas formas en que los miembros de dichas sociedades pueden convertirse en una aristocracia hereditaria. Algunos grupos de descendencia del sudeste de Asia convencรญan a sus vecinos de que sus ancestros procedรญan directamente de espรญritus sobrenaturales. La pericia en el intercambio a larga distancia mostrada por algunos empresarios melanesios se atribuรญa a que habรญan adquirido mรกs de lo que les correspondรญa de fuerza vital sobrenatural. Como han demostrado las investigaciones de John Hutton y James Mills, en algunas sociedades asamesas los guerreros aumentaban su proporciรณn de fuerza vital (y llevaban buena suerte a su pueblo) al regresar de la batalla con cabezas-trofeo.
Sin embargo, los registros etnogrรกficos tambiรฉn nos dicen que sus vecinos podรญan oponerse a los intentos de dichas personas de convertirse en una aristocracia. Sociedades como la kachin de Myanmar y la konyak naga de Assam oscilaron durante aรฑos entre la igualdad y la desigualdad, derrocando periรณdicamente a sus aspirantes a lรญderes. Pese a dicha resistencia, algunas sociedades desarrollaron a la larga un rango hereditario permanente. No obstante, a juzgar por el registro arqueolรณgico, se tratรณ de un proceso lento mรกs que de un cambio veloz.
Cuando comparamos la creaciรณn de la desigualdad en Mรฉxico y en Perรบ (2000-500 a. C.), observamos una serie de similitudes. Algunos de los primeros edificios pรบblicos del Perรบ eran estructuras pequeรฑas de una habitaciรณn con enlucido blanco que se asemejan a las casas rituales para varones de Polinesia, Melanesia y el sudeste de Asia. Dichos edificios rituales, caracterรญsticos de las sociedades de pueblos igualitarios, estaban presentes en sitios como La Galgada, Huaricoto y Kotosh. A medida que fue emergiendo el rango hereditario, estas primeras casas rituales fueron reemplazadas por templos genuinos, a menudo construidos en forma de U y acompaรฑados de patios hundidos circulares. Este cambio arquitectรณnico refleja el hecho de que los rituales de la sociedad igualitaria –en la que los ancestros de todos eran importantes– habรญan cedido el paso a la veneraciรณn de deidades con las que solo la รฉlite tenรญa lazos genealรณgicos.
Algo similar sucediรณ en Mรฉxico. Los primeros edificios pรบblicos de San Josรฉ Mogote, en Oaxaca, eran pequeรฑas casas rituales para varones de una habitaciรณn con enlucido blanco y, al igual que en Perรบ, estos edificios fueron finalmente reemplazados por templos propiamente dichos, erigidos por sobre el nivel del pueblo y provistos de escaleras.
Un segundo cambio durante el periodo de 2000 a 500 a. C. fue el incremento de la violencia, que en la era de la caza-recolecciรณn se habรญa visto limitada a homicidios individuales. Casi desde el momento de su fundaciรณn, el pueblo de San Josรฉ Mogote exhibรญa una empalizada defensiva de postes de madera, y algunas residencias mostraban huellas de quema deliberada. Dicha evidencia de violencia grupal coincide con las teorรญas de Kelly, cuyos estudios interculturales5 demuestran que las sociedades con clanes o grupos de descendencia a partir de un antepasado tienden a cobrar venganza contra grupos rivales enteros en respuesta a ofensas reales o imaginadas.
En los primeros pueblos andinos se encuentra evidencia similar de una escalada de violencia. En Caral, en el valle del rรญo Supe de Perรบ, fue enterrado en un tรบmulo de tierra un prisionero con las manos atadas tras la espalda. En Asia, hacia el sur de Lima, los excavadores encontraron cuatro cabezas-trofeo, a una de las cuales se le habรญa arrancado la piel de la cara. La decapitaciรณn de los enemigos, un acto que transfiere la fuerza vital de la vรญctima al vencedor, se volviรณ comรบn tanto en Mesoamรฉrica como en los Andes.
Finalmente, en los entierros tanto en los Andes como en Mesoamรฉrica empezaron a aparecer individuos que por su alto rango tenรญan derecho a bienes suntuarios, normalmente obtenidos mediante intercambios a larga distancia. En Tomaltepec, en el Valle de Oaxaca, Michael E. Whalen encontrรณ un cementerio de ochenta individuos. Si bien la mayorรญa de la gente estaba enterrada completamente extendida y boca abajo, un grupo de seis hombres adultos estaban enterrados firmemente envueltos en posiciรณn sedente. Aunque estos hombres representaban solo el 12.7% del cementerio, habรญan sido enterrados con el 88% de los ornamentos de jade y el 50% de las vasijas de cerรกmica talladas con motivos que representaban al Relรกmpago, un poderoso ser sobrenatural. Algunos de estos hombres tenรญan ademรกs entierros secundarios aรฑadidos a sus tumbas, posiblemente los restos de mรบltiples esposas que habrรญan muerto antes. Se han encontrado entierros de rango igualmente elevado en Tlatilco, en la cuenca de Mรฉxico.
En Mรฉxico, los bienes suntuarios utilizados para indicar un alto rango incluรญan la madreperla, las conchas spondylus, el jade y espejos de mena de hierro. En los Andes no habรญa jade, pero se hacรญa gala del trabajo temprano del oro, la plata y el cobre. En Kuntur Wasi, en Perรบ, los arqueรณlogos encontraron a tres individuos de alto rango enterrados en tumbas. Iban acompaรฑados de vinchas, ornamentos para las orejas y pectorales de oro, algunos de los cuales tenรญan imรกgenes en relieve de cabezas-trofeo, jaguares o pumas.
Consideremos ahora cรณmo tuvo que cambiar la lรณgica social para crear la desigualdad hereditaria. Segรบn la lรณgica de la sociedad igualitaria, todos nacรญan con una modesta cantidad de fuerza vital, y las reglas de comportamiento eran un legado de los ancestros. El compartir, la generosidad y la modestia eran virtudes, y los individuos que se pretendรญan superiores eran ignorados, ridiculizados o repelidos. Hacer obsequios era un medio para construir redes sociales, y se esperaba que quienes los recibรญan correspondieran con un obsequio de igual valor.
Los registros etnogrรกficos y arqueolรณgicos nos dicen que a la desigualdad temprana se llegรณ por mรบltiples rutas. Todas estas rutas alteraban la lรณgica igualitaria de manera que algunas familias o grupos de descendencia pudieran acumular cantidades extraordinarias de fuerza vital sin la obligaciรณn de compartir con otros.
La fuerza vital podรญa aumentarse a travรฉs del emprendimiento, la acumulaciรณn de bienes suntuarios prestigiosos, la valentรญa y el รฉxito en el combate, y la monopolizaciรณn del conocimiento sagrado. La clave para no compartir era convencer a tus vecinos de que tu รฉxito tenรญa su origen en seres sobrenaturales que te amaban y apoyaban. Semejante apoyo sobrenatural justificaba tu vida de privilegios, y te permitรญa acumular poder y objetos de valor en una escala que en otros tiempos se habrรญa considerado egoรญsta.
Tanto en Mesoamรฉrica como en los Andes, los plebeyos a la larga llegaron a creer que, mientras que ellos descendรญan simplemente de humanos anteriores, sus lรญderes hereditarios descendรญan de seres sobrenaturales. Para el aรฑo 100 d. de C., las sociedades tanto en Mรฉxico como en Perรบ estaban divididas en familias reales, nobles, plebeyos terratenientes, siervos sin tierras y esclavos.
Pese a algunas similitudes obvias en la forma en que se creรณ la desigualdad, no era un proceso inevitable. Muchos intentos de crear una รฉlite fueron recibidos con resistencia social, lo que dio como resultado una larga historia de vacilaciones entre una sociedad igualitaria y una no igualitaria, como lo ha detallado David G. Anderson.6 Incluso en aquellas regiones del mundo en que surgieron Estados arcaicos, las diferencias en el รญndice de cambio social eran significativas. En Oriente Prรณximo, ya desde el aรฑo 7000 a. C. existรญan pueblos igualitarios con edificios rituales; los primeros Estados se formaron en Mesopotamia entre 3500 y 3000 a. C., unos cuatro mil o tres mil quinientos aรฑos mรกs tarde. En Mรฉxico, los pueblos igualitarios con edificios rituales no aparecieron sino hasta 1500 a. C.; por otro lado, en Oaxaca y en la cuenca de Mรฉxico los primeros Estados se formaron entre 100 a. C. y 100 d. C., solo mil quinientos aรฑos mรกs tarde. ¿Por quรฉ la transiciรณn del primer pueblo al primer Estado le llevรณ a Mรฉxico menos de la mitad de tiempo que al Oriente Prรณximo? Mientras no podamos responder a preguntas como esta, no podremos decir que entendemos plenamente la creaciรณn de la desigualdad. ~
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Traducciรณn de Adriana Dรญaz Enciso.
2 “The second mammoth and associated artifacts at Santa Isabel Iztapan, Mรฉxico”, American Antiquity 22, 1956, p. 12-28.
3 Mรฉxico, fce, 2001, 234 pp.
4 Constructing inequality: The fabrication of a hierarchy of virtue among the Etoro, Ann Arbor, University of Michigan Press, 1994, 624 pp.
5 Raymond Kelly, Warless societies and the origin of war, Ann Arbor, The University of Michigan Press, 2000, 208 pp.
6 The Savannah river chiefdoms: Political change in the late prehistoric southeast, Tuscaloosa, University of Alabama Press, 1994, 480 pp.
es un arqueรณlogo con un extenso trabajo sobre las culturas precolombinas en Mesoamรฉrica. Es curador del Museum of Anthropological Archaeology de la Universidad de Michigan.