México, D.F., a 29 de septiembre de 1999
Señor Enrique Krauze:
Anoche leí su artículo titulado "Los últimos nihilistas" en la revista que usted dirige, en su número 8, correspondiente al mes de agosto de 1999. En la euforia de encontrarme con un texto tan explicativo acerca de lo que acontece en la Universidad Nacional me dirijo a usted para compartirle el punto de vista de un joven de la "quinta generación".
Yo, junto con muchos miles de compañeros nacidos en 1980, tenía la esperanza de este año comenzar mis estudios en la "Máxima casa de estudios" de nuestro país. Ahora me encuentro y, me atrevo a decir, nos encontramos, con muchos de nuestros proyectos frustrados. Nosotros no perdemos tanto, académicamente, como nuestros compañeros que tuvieron que recomenzar sus estudios después de varios años invertidos en la Universidad. Aun así, perdemos la motivación de pertenecer a una institución que ha sido tan importante, como usted lo remarca, en el desarrollo sociopolítico y cultural de nuestro país. Nos vemos forzados, si es factible económicamente para nuestras familias, a diluirnos en otras universidades. No podemos luchar en contra de lo que nos afecta porque no hemos comenzado realmente a ser parte de ello.
Lo preocupante para aquellos que queremos desempeñarnos en este país, y realmente buscamos prepararnos para competir eficientemente con las potencias mundiales, es tener que cargar con personas tan absurdas y arbitrarias como lo han demostrado ser muchas de las corrientes de seudoestudiantes (es completamente aberrante el pensar que tengan parada su propia universidad). Aún más preocupante, a corto plazo, es que a los delincuentes se les escuche en mesas de diálogo, frente a todo el país, sin que sus actos tengan consecuencias.
Como usted declara al final de su artículo, yo pertenezco a la generación que criticará el tinglado revolucionario e institucional que han creado. Pero mi crítica, y espero no estar solo en esto, no terminará en este único aspecto. Desde que tengo memoria de mi realidad, no he vivido en otro momento que el de la crisis mexicana en todos sentidos, económica, política, social y cultural. He visto a la izquierda y la derecha desempeñarse en un teatro del cual ninguno parece desprenderse. No me es fácil creer que los "líderes políticos" (estas palabras incluso me suenan contradictorias) sean servidores públicos (¿o será mejor escribir servidos por el público?) y busquen el bienestar y el desarrollo personal e integral de la sociedad. Ninguno pareciera tener la intención de solucionar los problemas de fondo, ya que existe el miedo de que un pueblo educado descubra la farsa.
Según plantea usted, seremos una generación que estudiará en un sistema diferente al que México está acostumbrado. Habrá un vacío que espero compensemos sin nihilismos y con ideas concretas, a largo plazo, de maestros abstractos, que no hemos tenido. –