Memorias de la contracultura

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En cierta ocasiรณn que me encontraba un poco perdido en la biblioteca de la Universidad de California en Berkeley, buscando datos sobre la contracultura y los grupos marginales โ€“un tema que siempre me ha apasionadoโ€“, cayรณ en mis manos un libro inquietante. Me sobresaltรณ en el mismo momento en que lo cogรญ, pues habรญa conocido a su autora hacรญa mรกs de treinta aรฑos. Ella era Bonnie Bremser, esposa de un poeta beat, prรณfugo de la justicia, que habรญa vivido en mi casa en aquella lejana รฉpoca en que me hallaba sumergido en las mismas corrientes contraculturales que ahora eran mi objeto de estudio. El tรญtulo del libro me extraรฑรณ: Troia: Mexican Memoirs. En realidad no lo entendรญ bien y tuve que hacer una pequeรฑa pesquisa en varios diccionarios hasta que lo encontrรฉ: troia es una palabra italiana que quiere decir puerca o marrana. Pero ademรกs quiere decir puta o ramera. Una imagen estallรณ en mi mente. Sรญ, ahora lo recordaba, Bonnie habรญa sobrevivido en Veracruz y en la ciudad de Mรฉxico prostituyรฉndose y su marido habรญa contribuido a padrotearla.

Bonnie no era especialmente hermosa, pero era una muchacha agradable, ligeramente morena y delgaducha, que cuando no salรญa a la calle andaba en unas fachas deplorables. Su marido tenรญa una pinta desagradable de facineroso, con un rostro agrio y unos lentes oscuros que ocultaban su mirada. Parecรญa escapado de un film noir americano.

Poco a poco, mientras hojeaba el libro, fui recordando. Fue en la primavera y el verano de 1961. Yo acababa de regresar de una estancia en Nueva York, donde habรญa conocido a varios integrantes del movimiento beat. Mi amigo el pintor Josep Bartolรญ pidiรณ a los propietarios de una galerรญa de arte en el Greenwich Village, los Baron, que me alojaran. Gracias a ellos conocรญ a muchos poetas y pintores, todos ellos intimidantes para el muchacho de apenas dieciocho aรฑos que yo era entonces. Recuerdo a Elaine, pintora y esposa del famoso artista Willem de Kooning; tambiรฉn me topรฉ con el gran poeta Paul Blackburn y con la joven escritora Margaret Randall, que poco despuรฉs se establecerรญa en Mรฉxico. Fiestas, cocteles, recitales de poesรญa, exposiciones de la nueva pintura, marihuana, jรณvenes beats

El hecho es que el 7 de abril de 1961 regresรฉ a Mรฉxico con la cabeza llena de ideas y sensaciones nuevas, donde vivirรญa solo en el departamento de mis padres โ€“que se habรญan quedado en Estados Unidosโ€“ en la Plaza Citlaltรฉpetl. Se iniciรณ allรญ un verdadero carrusel de visitantes extraรฑos que poblaron la casa durante meses. Algunos pasaban apenas algunos dรญas, otros se quedaban varias semanas. Mi direcciรณn habรญa circulado de mano en mano y casi todos los dรญas aterrizaban, procedentes del norte, pintores, militantes de izquierda radical, escritores desahuciados, agresivos poetas jรณvenes, fumadores empedernidos de marihuana, intelectuales drogadictos o lunรกticos y toda una fauna variopinta de individuos mรกs o menos revolucionarios.

Un buen dรญa llegaron a la casa Ray Bremser, Bonnie y su pequeรฑa bebรฉ Rachel. ร‰l habรญa pasado seis aรฑos preso, acusado de un asalto a mano armada, en un reformatorio de Nueva Jersey, y lo habรญan vuelto a recluir, estando libre bajo palabra, por casarse con Bonnie sin permiso de las autoridades. Habรญa despuรฉs salido libre de nuevo bajo palabra de la cรกrcel y se habรญa escapado a Mรฉxico. Ella salรญa a veces por las tardes a conseguir clientes y รฉl se quedaba con la niรฑa; cuando la bebรฉ lloraba y no se querรญa dormir, Ray le soplaba suavemente en la cara humo de marihuana. Al cabo de unos dรญas se fueron a Veracruz.

En la biblioteca de Berkeley, conforme avanzaba en la lectura de las memorias de Bonnie, los recuerdos me iban llegando. De pronto me surgiรณ una idea: ยฟno estarรญa explorando esos vasos comunicantes que unen la vida intelectual de un individuo con el espรญritu de la รฉpoca? Muchos escritores se preocupan por el hecho de que su obra, de alguna rara manera, refleja los tiempos que viven. Como ensayista siempre me ha inquietado una duda: ยฟsomos libres de expresar nuestras ideas o estamos prisioneros en la burbuja de nuestra รฉpoca, nuestra cultura y nuestra condiciรณn social? Es evidente que no somos completamente libres. ยฟCรณmo se filtra la influencia de nuestro entorno? Y si conociรฉramos los caminos de estos flujos, ยฟpodrรญamos manipularlos para ensanchar el espacio de nuestra libertad? Mientras iba pasando las hojas del libro de Bonnie Bremser, sentรญa que tres dรฉcadas antes se habรญa abierto una puerta en mi conciencia y por ella habรญa entrado el vendaval de la contracultura de los aรฑos sesenta. Ese aรฑo, 1961, yo habรญa quedado marcado para siempre. Me pareciรณ muy extraรฑo que nadie hubiera traducido y publicado en Mรฉxico este testimonio patรฉtico de una joven atrapada en las redes de la contracultura.

Al parecer la policรญa mexicana habรญa acosado a Bonnie y a Ray en Veracruz y รฉl se habรญa escapado a Laredo. Ella se habรญa quedado con la niรฑa. Despuรฉs de un tiempo Bonnie huyรณ de Veracruz, donde dejรณ a la bebรฉ encargada, y se dirigiรณ a la ciudad de Mรฉxico en un taxi, pues temรญa que la policรญa vigilase las estaciones de autobรบs. Seguรญa hojeando el libro, un poco distraรญdo por mis recuerdos, cuando me sobresaltรฉ al encontrarme mencionado en la pรกgina 90. ยฟEra posible? Sรญ, no cabรญa duda:

Una vez llegada a la ciudad de Mรฉxico, o mรกs bien a las afueras, mi chofer regresa a Veracruz despuรฉs de quedarse con 50 dรณlares y darme de cambio 50 centavos para que pueda continuar mi trayecto hacia la ciudad, a casa de Roger B[artra] donde creo que estarรฉ a salvo de la policรญa hasta que consiga arreglar mis documentos โ€“ Plaza Citlaltรฉpetl, sin casa y sin pasiรณn, no consigo los documentos expirados.

Al final del libro, las memorias de Bonnie terminan con una fecha: 11 de octubre de 1964. Lo que relata debiรณ de haber ocurrido durante la primavera y el verano de 1961. Una nota en el libro (publicado en Nueva York por la Croton Press en 1969) dice que la autora naciรณ en 1939 y que tiene planes de โ€œencontrar una jungla en Amรฉrica del Sur donde ella, su marido y su hija Georgia puedan vivirโ€. Esta historia me recordรณ que una dรฉcada antes otro escritor beat se habรญa escapado de un juicio en Nueva Orleรกns, acusado de trรกfico de drogas y robo, y habรญa llegado a la ciudad de Mรฉxico. William Burroughs se estableciรณ en el df en 1949 y desde aquรญ viajรณ a la selva amazรณnica en busca de una droga exรณtica (el yagรฉ). Viviรณ en Mรฉxico completamente drogado y alcoholizado. En 1951, durante una fiesta, matรณ de un disparo de pistola a su esposa Joan. Habรญa querido jugar al Guillermo Tell, pero le fallรณ la punterรญa. A Bonnie, la esposa de Ray Bremser, no le fue tan mal, aunque conducรญa su vida por una vรญa muy resbaladiza. En sus memorias cuenta cรณmo se siente despuรฉs de llegar a mi casa:

Estoy allรญ, en la bochornosa y calurosa tarde de Mexcity, mรกs determinada que antes a conseguir las cosas a mi manera, y la resistencia es lo que me mueve mรกs en este momento. Todavรญa estoy leyendo a [Fidel] Castro y sรฉ que siempre son ilegales los mรกs nimios virajes y resquicios que acaban a favor del gobierno. Asรญ pues, al caminar por la calle balanceando una leve rebeliรณn, mi cabeza se eleva todavรญa mรกs (p. 90).

En aquella รฉpoca โ€“pensรฉ al leer estas lรญneasโ€“ no era tan sorprendente ni extraรฑo como pareciera hoy la asociaciรณn entre la rebeldรญa de los grupos contraculturales y la revoluciรณn cubana. La marihuana se ligaba al marxismo, las formas no convencionales de erotismo iban por el mismo camino que los guerrilleros. En mi casa nos reunรญamos tanto los beats como los aspirantes a revolucionarios; los buscadores de paraรญsos artificiales como los que querรญan derribar sistemas opresivos. Varios de nosotros formรกbamos parte de un grupo polรญtico que trabajaba con Rubรฉn Jaramillo, el lรญder campesino de Morelos. Incluso tuvimos una experiencia guerrillera, afortunadamente frustrada. Viajamos en 1961 a Arcelia, en Guerrero, para organizar un grupo armado. Al recordarlo, en la biblioteca donde leรญa las memorias de Bonnie, me estremecรญa. Recordaba cรณmo, con mis compaรฑeros centroamericanos y mexicanos, habรญamos recorrido la empinadas calles de Arcelia anunciando con altavoces una reuniรณn. Cรณmo en dicha reuniรณn habรญamos hecho un llamado a la insurrecciรณn. Cรณmo los campesinos habรญan recibido con aprobaciรณn nuestras ideas. Suponรญamos que ellos se alzarรญan con sus propias armas, pues nosotros no tenรญamos y yo jamรกs habรญa disparado un tiro ni tocado mรกs fusil que uno inservible que me prestaron en el ejรฉrcito para marchar, cuando hice mi servicio militar un par de aรฑos antes. Recordaba que Guerrero era en esa รฉpoca una regiรณn inflamada por grandes tensiones: el gobernador (Raรบl Caballero Aburto) acababa de caer, despuรฉs de haber reprimido muy violentamente al movimiento cรญvico campesino encabezado por Genaro Vรกzquez Rojas. Recordaba cรณmo habรญan alertado al ejรฉrcito, avisando que unos guerrilleros (nosotros) estaban organizando un grupo subversivo. Salimos despavoridos de Arcelia y cuando llegamos a la maรฑana siguiente a Chilpancingo, la capital del estado, un diario anunciaba que el ejรฉrcito estaba buscando en Arcelia a unos peligrosos guerrilleros. Recordaba que en mayo del aรฑo siguiente Rubรฉn Jaramillo, el lรญder que nos habรญa motivado a luchar, su esposa embarazada y sus tres hijos, habรญan sido asesinados por militares.

Durante aquel verano de 1961, en las tardes de calor antes de la lluvia, nos reunรญamos a discutir sobre la revoluciรณn venidera, y por las noches se agregaban los amigos beats gringos, algunos adolescentes โ€œexistencialistasโ€ y compaรฑeros de estudios de la Escuela de Antropologรญa. Se bebรญa y se fumaba en grandes cantidades. Habรญan llegado a la casa Margaret Randall y un par de extraรฑos americanos, Diane Bakus y Howard Shulman, que se dirigรญan a Cuba. Ella acababa de salir de un hospital psiquiรกtrico y รฉl se inyectaba heroรญna todos los dรญas. Recuerdo que Diane me atraรญa mucho y no se resistรญa a mis caricias. Bonnie habรญa abandonado para siempre a su pequeรฑa Rachel, la habรญa dado en adopciรณn y estaba desesperada:

Estoy sudando todo el tiempo; mi llegada a Mexcity ha sido recibida por los elementos, que se han reunido en un estallido de calor; no busco ni deseo un clima agradable, no espero placeres y, asรญ, mi impulso anรญmico continรบa bajo el aplastante calor, pero no se aplasta. De regreso a casa de Roger envรญo, o mรกs bien empaco para mandar por correo, los manuscritos de Ray, y le saco a M una promesa de que los enviarรก a Laredo en seguida […] y frenรฉticamente trato de pensar en una escapatoria. ร‰sta es la situaciรณn: Ray estรก en Laredo, espero (sรณlo he recibido una carta fechada cinco dรญas atrรกs), la bebรฉ y el hogar han quedado atrรกs, no tengo dinero para retroceder o avanzar, ni siquiera para moverme por la ciudad, y sin dinero no tengo mรกs opciรณn que pedir ayuda (p. 91).

Bonnie cuenta que busca a amigos y conocidos, les narra sus desventuras, apela a su lรกstima cuando confiesa que ha tenido que prostituirse para sobrevivir, y les saca dinero. Recuerdo que en aquel entonces todos tenรญamos problemas y buscรกbamos una escapatoria, una alternativa, un cambio, una revoluciรณn… Y cuando no tenรญamos suficientes problemas, los buscรกbamos al vivir una existencia por senderos resbaladizos y azarosos.

Ciertamente, una de las cosas que mรกs me inquietaban de las memorias de Bonnie era la dramรกtica contradicciรณn entre el espรญritu liberador de los beats y la lamentable condiciรณn que ella vivรญa, atada a tareas domรฉsticas y maternales de las que se escapaba en cierto modo cuando se prostituรญa. Pero al hacerlo, para mantener al poeta de su marido, aceptaba una condiciรณn degradante. Sin embargo, en su libro explica que tambiรฉn buscaba placer sexual. Le incomodaba trabajar en un burdel de la ciudad de Mรฉxico, pero cuenta lo que le ocurriรณ un dรญa: โ€œEs una tarde calurosa, sรณlo pienso que, dentro de lo razonable, tengo que conseguir dinero, pero hay un placer natural y este tipo estรก OKโ€ (p. 137). Pero queda desencantada cuando se la cogen en grupo, pues ademรกs de que no le pagan lo acordado encuentra que esos hombres carecen de imaginaciรณn al penetrarla uno tras otro en forma tรญmida. Las descripciones de sus encuentros sexuales son crudas, casi frรญas, pero impactantes. Todo un complicado cuadro difรญcil de descifrar y contra el que las feministas que han abordado el libro se han estrellado. Bonnie cuenta con un dejo de amargura la forma en que la veรญan los demรกs:

Mi error despuรฉs fue darme un pasรณn en casa de Roger B[artra] (ยฟerror ser yo misma? ยฟacaso soy una estatua?) y soltar la sopa de cรณmo nos habรญamos mantenido estos meses en Veracruz. Tal vez atormento un poco a M, pues ella ya se habรญa escandalizado en casa de R, y me sorprende su desaprobaciรณn, pero continรบo imponiรฉndole toda la historia, jactรกndome amargamente sin estar para nada reconciliada con las cosas, sorprendiรฉndome yo misma de las necesidades pasadas, cuando la necesidad presente es tanto mayor. De cualquier manera, suelto una confesiรณn que les quema los oรญdos y oculta mis rasgos humanos. He comenzado a erigir una reputaciรณn que recluirรก mi personalidad y mi amor, aunque ambos estรกn allรญ para ser contemplados.

Bonnie Bremser, sumergida como estaba en sus problemas y angustias, no tenรญa ni idea de lo que sucedรญa en Mรฉxico, y seguramente no le importaba. Los intelectuales de la contracultura de los Estados Unidos veรญan a Mรฉxico sรณlo como un espacio salvaje y atrasado, y jamรกs se interesaron por sus manifestaciones intelectuales o polรญticas. Ni Ray Bremser, ni Allen Ginsberg o Jack Kerouac se acercaron a los medios artรญsticos e intelectuales mexicanos. Tampoco Burroughs habรญa tenido el menor contacto con la cultura mexicana. Al recordar aquella รฉpoca, compruebo que en mi memoria hay muy pocas huellas del interรฉs por Mรฉxico de los beats que pasaban por el paรญs. La excepciรณn, claro estรก, fue la poeta Margaret Randall, que se quedรณ a vivir en Mรฉxico y aquรญ fundรณ, con Sergio Mondragรณn, una revista interesante e injustamente olvidada, El Corno Emplumado.

Aquella tarde en Berkeley, mientras iba leyendo el libro de Bonnie, recordรฉ que durante el verano de 1961 habรญa entrado en comunicaciรณn con dos mundos a los cuales despuรฉs, como antropรณlogo, dedicarรญa mucha atenciรณn: el mundo rural y el de la contracultura. Los campesinos de la Costa Grande de Guerrero y el espรญritu rebelde de los beats dejaron en mรญ una huella subterrรกnea. Recordรฉ que aquellas noches de verano nos reunรญamos a conspirar y, al mismo tiempo, a practicar un ritual de rechazo a todo lo establecido. Con los campesinos y los indรญgenas querรญamos hacer la revoluciรณn; con ritos y drogas aspirรกbamos a conocer una nueva realidad. En el refrigerador de mi casa habรญa tanto cocteles Molotov como paquetes de marihuana. Lo mismo nos alistรกbamos para combatir en Cuba contra una invasiรณn de Estados Unidos (acababan de desembarcar en Bahรญa de Cochinos los contrarrevolucionarios) que leรญamos en voz alta la poesรญa de Lawrence Ferlinghetti. Recordรฉ que meses mรกs tarde le contรฉ a un amigo, el cineasta Paul Leduc, de mis furores revolucionarios. Se alarmรณ por mi radicalismo y me convenciรณ de que, en lugar de continuar alborotando en los medios estudiantiles y โ€œpequeรฑoburguesesโ€, debรญa ingresar a una organizaciรณn seria de izquierda, el Partido Comunista. Ello me salvรณ de una rebeldรญa estรฉril, peligrosa e infantil, pero me introdujo a un mundo en el que infructuosamente buscamos durante demasiados aรฑos a la clase proletaria que debรญa abrirnos las puertas de una nueva sociedad. Pero รฉsta es otra historia…

Las imรกgenes que evocaba Bonnie en sus memorias me golpearon y, aunque las leรญa protegido por los muros atiborrados de libros de la biblioteca de Berkeley, sentรญ vรฉrtigo al asomarme a esa รฉpoca. Ella cuenta:

Finalmente fui admitida en casa de Roger B[artra] e invitada a quedarme; de hecho M[argaret] ya se estaba quedando allรญ. La casa de Roger estaba llena de gente y de chinches. A todos les soltรฉ mi historia y reaccionaron de forma diferente. Roger fue muy comprensivo, Roger, el Rubio Espaรฑol: ya nos habรญamos quedado con รฉl Ray y yo durante un viaje anterior a Mexcity, un viaje relajiento de exploraciรณn para iniciarme allรญ en la prostituciรณn, pero estuve enferma todo el tiempo y tuve que ir a una clรญnica local para curarme una infecciรณn del hรญgado, en una calle donde habรญa otros consultorios mรฉdicos, uno en el que tuve mi aborto al no querer un niรฑo que pertenecรญa tan obviamente a las calles, y con nuestras promesas matrimoniales ya tan maltrechas (pp. 92-3).

Me acordaba de mi departamento atiborrado de gente. Las chinches y lo comprensivo que yo era no lo recordaba tan bien. Convivir unas semanas con Bonnie y el resto de los personajes del mundo beat debiรณ de ser una potente inyecciรณn de tolerancia. Sentรญa una gran simpatรญa por ellos, en parte porque me hacรญan recordar mi infancia, cuando durante un par de aรฑos me convertรญ en un niรฑo gringo libre y feliz que deambulaba con su banda de amiguitos por los bosques, los lagos y las largas playas de Newton y Bayville, en Nueva Jersey. Era mi paraรญso originario, donde vivรญan mitos como el de Huckleberry Finn. Con Bonnie volvรญ a hablar mi inglรฉs rudimentario de niรฑo, y aunque me asustaba su audacia, intuรญa que ella estaba explorando nuevas formas de vida, atractivas pero peligrosas. No recuerdo que me hablara de su aborto y de lo mucho que la angustiaba. En su libro lo explica:

Todavรญa me es muy duro enfrentar este espectro del asesinato, y cuรกnto mejor habrรญa sido entonces si hubiera aceptado los frutos de mi trabajo, buenos y malos, ya que ahora no soy buena juez para decidir quรฉ es quรฉ. Pero Roger fue tan amable como para entender mi estado frenรฉtico, y esa noche fui invitada a probar por primera vez una cosa llamada Acapulco Gold, pero no fue la verdadera; no caรญ sobre la autรฉntica hasta tres aรฑos despuรฉs en Nueva York, y es algo parecido a unos granos de trigo, una hermosa y saludable pasada. Pero esos chavos en casa de Roger estaban fumando algo bueno, y los ayudรฉ, y me quedรฉ toda la noche escribiendo una enorme y lenta carta a Ray, poniendo en ella tanto aliento y amor por รฉl como pude (p. 93).

Al leer esto recordรฉ cรณmo las lejanas y largas bocanadas de humo me habรญan conectado para siempre con un mundo alternativo fascinante. Lo mรกs curioso es que en aquellas reuniones de 1961 yo creรญa firme e ingenuamente que me estaba montando en las nuevas olas del siglo, que me estaba elevando a una historia que algรบn dรญa nos abrirรญa un camino mรกs fรฉrtil. Pero ocurriรณ otra cosa: el oleaje de ese ocรฉano contracultural se instalรณ en mi memoria y desde entonces, desde algรบn rincรณn oscuro de mi conciencia, sigue meciรฉndome. ~

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Es doctor en sociologรญa por La Sorbona y se formรณ en Mรฉxico como etnรณlogo en la Escuela Nacional de Antropologรญa e Historia.


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