Cuando mi amigo, el poeta Alejandro Aura, fue nombrado director del todavรญa flamante Instituto de Cultura de la Ciudad de Mรฉxico (ICCM) me dio mucho gusto, pues valoro sus mรบltiples y probadas capacidades como animador cultural. Ahora bien, he notado que en Mรฉxico opera una arraigada moral que dicta que en determinadas circunstancias decir la verdad es de mal gusto y callar o mentir, muy elegante. Ostentarรฉ esta vez mi mal gusto.
ย ย ย ย ย Un hermoso dรญa de junio de 1998 me llamaron del ICCM para invitarme a leer mis poemas en el Mercado Mรบzquiz, en San รngel. Como ese mercado queda a dos cuadras de mi casa, como me pagaban 500 pesos por la lectura, como tengo un poema en prosa que se llama “Pollerรญa” y otro que se llama “Carnicerรญa”, como me daba mucha curiosidad ver los rostros de los carniceros y los polleros al leer mis cosas, como es la invitaciรณn literaria mรกs pintoresca que me han hecho y como me pareciรณ buena idea gastarme ahรญ mismo el cheque en cinco o seis mandados, aceptรฉ agradecido. Me pidieron que les enviara por fax mis poemas y mi curriculum vitae, que juzgo especialmente interesante para las marchantas. Un dรญa antes del acontecimiento, me llamaron para decirme que “por causas de fuerza mayor” se suspendรญa “la actividad”. Adiรณs aventura, adiรณs pago, adiรณs polleros, carniceros y marchantas escuchando “poesรญa”.
ย ย ย ย ย Un hermoso dรญa de agosto de 1998 me llamaron del ICCM para que leyera mis poemas en la Casa de la Cultura Josรฉ Martรญ, cerca de La Alameda, en el Centro Histรณrico, es decir, lejรญsimos del Mercado Mรบzquiz y de mi casa. Pago: 800 pesos, o sea, entre ocho y diez mandados. Aceptรฉ. Esta vez no me cancelaron, pero como la secretaria me dio mal la fecha de la lectura, al llegar me encontrรฉ con que “el evento” de la velada no era una lectura de poesรญa sino una exposiciรณn de cuadros abominables. Me llamรณ mucho la atenciรณn uno muy erรณtico en el que un dragรณn morado hacรญa el amor con una mujer de fuego que, supongo, รฉl mismo habรญa procreado. Incesto monstruoso: lรกstima de la tรฉcnica. Un cartel, mรกs eficiente que la secretaria, me informรณ que “el recital de poesรญa” serรญa al dรญa siguiente. Me fui al restaurante-bar El Hรณrreo, a tomar una copa a la salud del fantasma asiduo de Pedro Garfias y evocar ese poema suyo que me fascina y empieza asรญ: “Cuando me levanto viene/ lo bueno./ Me comienzan a sonar/ todas las cosas por dentro./ La sangre me duele mรกs/ que los huesos,/ los huesos me duelen mรกs/ que los sueรฑos…” A la noche siguiente volvรญ a la Casa Martรญ, escuchรฉ los poemas de varios poetas, leรญ los mรญos y entreguรฉ un recibo de honorarios fiscal a una persona que no era la encargada, porque la encargada no estaba por “causas de fuerza mayor”, y me fui a tomar una copa a El Hรณrreo y confirmar que se ha vuelto mรกs hรณrrido que, supongo, cuando lo frecuentaba Garfias.
ย ย ย ย ย Un hermoso dรญa de septiembre me llamaron para invitarme a participar en y coordinar una mesa redonda con el nombre de “Letras con pasaporte vigente”, sobre la literatura mexicana vista por la crรญtica extranjera โidea, en serio, muy interesanteโ, en el Centro Cultural San รngel, o sea, a pocas cuadras del Mercado Mรบzquiz, por ende, de mi casa. Pago: dos mil pesos para cada ponente, o sea, el equivalente de muchos mandados y algunas cenas mejores que las de El Hรณrreo. Se me ocurriรณ invitar a la mesa a Fabienne Bradu (literatura mexicana vista por Francia), Anthony Stanton (Octavio Paz visto por la crรญtica en lengua inglesa) y Adolfo Castaรฑรณn (literatura mexicana vista por el universo). Yo, a falta de especialidad, elegรญ la literatura mexicana vista por Espaรฑa. Castaรฑรณn no fue anunciado en la inserciรณn en prensa del dรญa del acto y, con toda dignidad y razรณn, no asistiรณ. Stanton llegรณ con puntualidad inglesa, Bradu con puntualidad franco-inglesa y yo con puntualidad no mexicana. Pero, salvo cinco excepciones, entre las que se contaba Luis Roberto Vera, el pรบblico no llegรณ ni con impuntualidad mexicana. Stanton nos confesรณ con temor que habรญa invitado a Marie-Jose Paz y que le habรญa dicho ella que quizรก podrรญa llegar. Habrรญa sido la sexta en el pรบblico. Fabienne propuso posponer el acto para otra fecha, pero yo, que tenรญa mucha flojera de volver a presentarme, la convencรญ de echar nuestros rollos con el piadoso argumento de que esas cinco personas no merecรญan la majaderรญa de no escucharnos, pues a eso iban, a pesar de una difusiรณn a todas luces insuficiente. Leรญmos pues nuestras ponencias โque, muy profesionalmente, el ICCM nos exigiรณ entregar en diskette, con curriculum, recibo de honorarios fiscal anexoโ ante un pรบblico que con el correr del tiempo fue multiplicรกndose por dos, o sea, de cinco a diez. Gracias al ICCM, Fabienne, Stanton, su esposa, Luis Roberto y yo pasamos luego una agradable velada en Petit Cluny, no pagada, ciertamente, por el ICCM.
ย ย ย ย ย Un hermoso dรญa de noviembre me llamรณ una secretaria del ICCM para invitarme a comer mole en la grata compaรฑรญa de intelectuales un sรกbado en Milpa Alta. Le dije que cerca de mi casa hay un restaurante poblano excelente donde suelo ir a comer mole sin intelectuales y que lo que querรญa era que me pagaran ya lo que me debรญan hacรญa meses. Pero como era una secretaria muy eficiente, todavรญa dejรณ tres recados en mi contestadora pidiรฉndome que por favor confirmara mi asistencia a la comida de Milpa Alta.
ย ย ย ย ย Un hermoso dรญa de diciembre, ya muy cerca de Navidad, me llamรณ una empleada bella, eficiente y amable para decirme que ya estaba listo uno de mis dos pagos. Me desplacรฉ al ICCM, en San Cosme, lejos, muy lejos del Mercado Mรบzquiz, y me encontrรฉ con un espectรกculo parecido al de los guadalupanos aglomerados esperando pasar al Papa en su papamรณvil: bolas de gente buscando su nombre en una lista de pagos de tipografรญa punto pulga. Despuรฉs de una hora pude averiguar, gracias a mi mediana sagacidad, que el contrarrecibo para recoger mi cheque se habรญa quedado atrapado bajo llave en el escritorio de un empleado muy eficiente que “por causas de fuerza mayor” no habรญa podido ir a trabajar. “No se queje, seรฑor โme dijo una secretaria gorda y de seguro fritanguera, cuando empecรฉ a enchilarmeโ, que nosotros llevamos mรกs de medio aรฑo sin cobrar”. Tenรญa razรณn. Me dio tristeza su Navidad con fritangas escasas y al escapar de ahรญ pensรฉ que, con todo y Mascarones y la Academia de San Carlos y el Museo del Chopo, tambiรฉn San Cosme se ha vuelto hรณrrido.
ย ย ย ย ย Un hermoso dรญa de febrero de 1999 me llamรณ la empleada bella, eficiente y amable para decirme que, por fin, ya estaban mis dos pagos. Fui corriendo, en metro, hasta San Cosme. El de la caja me dijo que para que pudiera recoger mis contrarrecibos me hacรญa falta โlo juro por mi madre y por mi hijaโ recoger antes unos contracontrarrecibos en otra oficina del edificio. A la secretaria, que comรญa una torta de queso de puerco con aguacate como toda secretaria que se respete, y que me entregรณ de mala gana, entre bocados, los contracontrarrecibos, le dije que si no me harรญa falta recoger antes contracontracontrarrecibos para recoger los contracontrarrecibos para recoger los contrarrecibos para recoger mis cheques. Por toda celebraciรณn a mi chiste, dio otra mordida agria a su torta. El de la caja, en cambio, me dio por fin los contrarrecibos y dijo: “Cรณrrale, joven, a Tesorerรญa, junto a Televisa Chapultepec, Metro Balderas, para que le cambien los contrarrecibos por sus cheques, porque es la una y cuarto y cierran a la una y media”. Le hice todo el caso del mundo, volรฉ en metro, pero lleguรฉ a la una y treinta y dos a Tesorerรญa. “Acabamos de cerrar, seรฑor โme dijo otra cajera gordaโ, nos vamos a comer. Regrese maรฑana”. Vanas fueron mis sรบplicas ante su voraz, adivinable apetito de dos o tres tortas de queso de puerco con mucho aguacate. Pero le hice caso y volvรญ al dรญa siguiente. Cuando, despuรฉs de cursar una cola de media hora, me atendiรณ, en lugar de la gorda tortera, un cagatintas โojo, tan pelado no soy: “cagatintas: oficinista, burรณcrata”, segรบn el Diccionario de la Real Academia Espaรฑolaโ, un cagatintas japonรฉs, me sentรญ de plano personaje anodino de una narraciรณn de Kafka. El cagatintas japonรฉs me excretรณ mi cรฉdula profesional en pleno pecho: “Sรกquele fotostรกtica, asรญ no silve”. Las papelerรญas del rumbo me recordaron tambiรฉn la adoraciรณn guadalupana al Papa. Por si las moscas, saquรฉ fotostรกticas dobles de mi cรฉdula profesional, mi pasaporte y mi acta de nacimiento. Media hora despuรฉs me enfrentรฉ de nuevo al cagatintas nipรณn: “Acรก estรก uno cheque, el otlo anulado. Taldรณ mucho en venil”. Vano fue explicarle en mexicano, ya muy picante para un japonรฉs, que tardรฉ mucho en llegar no por culpa mรญa sino del ICCM, gracias al cual he explorado algunos de los rincones mรกs espantosos de una ciudad cada vez mรกs espantosa.
ย ย ย ย ย Llamรฉ al ICCM y el contador me tranquilizรณ muchรญsimo: “No se preocupe: usted me trae el contrarrecibo e iniciamos otra vez todo el trรกmite. Lento, pero seguro”.
ย ย ย ย ย Pensรฉ entonces en Jorge Ibargรผengoitia, cuando decรญa que la mejor conferencia posible era cuando uno iba a darla y el รบnico asistente era el que entregaba el cheque: la conferencia se anulaba โcomo ciertos pagosโ y uno podรญa irse tranquilamente a cenar. No necesariamente a El Hรณrreo. –
fue un poeta, narrador, ensayista, crรญtico musical y ajedrecista mexicano.