I
En 1987 visitรฉ a Pablo Antonio Cuadra en las oficinas de su periรณdico La Prensa, en Managua. No era de ninguna manera el peor momento de la vida polรญtica de Cuadra โni tan malo como en 1937, cuando fue encarcelado por el primer dictador de la dinastรญa Somoza, ni como en 1954, cuando volviรณ a la cรกrcel, ni como en 1956, cuando estuvo encarcelado varios meses, ni como en 1979, cuando su primo fue asesinado y el รบltimo de los Somoza hizo que una muchedumbre atacara las oficinas de La Prensa e incluso enviรณ aviones para bombardear el edificio en que se hallaba. Y sin embargo, cuando lo visitรฉ, a don Pablo Antonio la vida difรญcilmente podรญa parecerle buena. El Frente Sandinista de Liberaciรณn Nacional estaba en el poder, y La Prensa trataba una vez mรกs de encarar a un gobierno opresivo. Los sandinistas ordenaron la clausura del periรณdico. Y tambiรฉn enviaron muchedumbres para atacar las oficinas. Los muros exteriores lucรญan las huellas de las balas.
Cuadra era uno de los codirectores del diario, y habรญa ocupado ese puesto durante mรกs de treinta aรฑos, al lado de uno u otro de los miembros de la familia Chamorro, sus primos, quienes eran los propietarios. Cuadra desempeรฑaba el papel de un viejo sabio, fundador del suplemento literario, columnista semanal, jefe de la pรกgina editorial, editor en jefe ocasional, y siempre el prosista principal. Tambiรฉn era un hombre terco. Los sandinistas se empeรฑaban en cerrar el periรณdico y, a pesar de ello, Cuadra insistรญa en acudir a las oficinas editoriales en la carretera Norte para recibir visitantes y decirles exactamente lo que pensaba, tal como lo habrรญa impreso si el gobierno se lo hubiera permitido. En ese entendido me recibiรณ โcomo otro reportero enviado de Nueva York.
Me ofreciรณ asiento en una oficina escasamente amueblada. Y, mirando hacia la pared a mi lado, hablรณ abundantemente sobre los sandinistas y el papel que representaban en Nicaragua. No era un hombre amable. Su cara era larga y parecรญa una “I” mayรบscula; sus lentes oscuros formaban la lรญnea transversal superior, y el cuidado bigote blanco formaba la lรญnea transversal inferior. En medio destacaba una nariz tan vertical y recta como una viga de acero. Una nariz que parecรญa decir “otros podrรกn doblegarse, pero yo no”.
Los sandinistas, me explicรณ, no eran realmente sandinistas. El verdadero Sandino fue un general guerrillero que encabezรณ una rebeliรณn en las montaรฑas nicaragรผenses contra los marines de Estados Unidos en los aรฑos veinte y treinta โque desde la perspectiva de Cuadra, apenas habรญan pasado ayer. En esos aรฑos, muy pocos periodistas e intelectuales nicaragรผenses habรญan apoyado al autรฉntico Sandino. Pero Cuadra, aunque no era mรกs que un adolescente, se contaba entre esos pocos. Pasรณ su primer periodo en la cรกrcel, en 1937, acusado de pegar carteles del general Sandino, lo que se consideraba como un acto subversivo. Y en verdad debe de haber sido culpable, dado que cincuenta aรฑos despuรฉs aรบn seguรญa pegando carteles del general Sandino. Un retrato del general guerrillero, enmarcado y protegido con un cristal, lo miraba desde la pared de su oficina mientras conversaba conmigo. Hoy me parece que ese retrato expresaba una actitud tan subversiva en 1987 como en 1937. Pues, ยฟquiรฉnes eran los sandinistas de los aรฑos ochenta, desde la perspectiva de Cuadra? ยฟQuรฉ sabรญan del pasado nicaragรผense? Eran impostores, no sabรญan nada.
Los sandinistas afirmaban ser cristianos; Cuadra los describรญa como enemigos del cristianismo. Afirmaban ser nacionalistas; los describรญa como enemigos de la cultura nicaragรผense. Afirmaban estar a favor de la libertad; los describรญa como enemigos de la dignidad del individuo. Estaban destruyendo una tradiciรณn de crianza ganadera de cuatrocientos aรฑos, que siempre habรญa sido el eje de la vida nicaragรผense. “La ganaderรญa es historia”, escribiรณ Cuadra una vez, citando a sus propios abuelos. Y los sandinistas estaban arruinando la poesรญa nicaragรผense.
Interpolรฉ una pregunta: ยฟAcaso los propios sandinistas no eran poetas o, por lo menos, algunos de ellos? Eran famosos en todo el mundo por haber hecho “la revoluciรณn de los poetas”. Cuadra se encrespรณ ante la pregunta. Dijo que los mejores poetas de Nicaragua, los jรณvenes, los que de verdad tenรญan talento, habรญan marchado al exilio. A Texas. Mencionรฉ a Sergio Ramรญrez, el novelista, quien fue vicepresidente en el gobierno sandinista. Cuadra se encolerizรณ. Culpaba a Ramรญrez de orquestar el engaรฑo que habรญa puesto a Nicaragua en manos de los sandinistas.
Musitรฉ unas cuantas observaciones para seรฑalar que Estados Unidos tambiรฉn era responsable de los sufrimientos de Nicaragua. Cuadra no estaba de humor para hablar de los crรญmenes de Estados Unidos. Se burlรณ de los norteamericanos que temblaban llenos de culpa por la historia de Estados Unidos en Amรฉrica Latina. La culpa de los norteamericanos era un complejo psicolรณgico que รฉl no podรญa entender โno porque estuviera de parte de Estados Unidos en la Guerra Frรญa. Sobre todo despreciaba a Fidel Castro. Aborrecรญa la uniformidad cultural del bloque comunista.
Le preocupaba lo que los sandinistas le pudieran hacer. Los lรญderes revolucionarios habรญan explicado con franqueza que acabar con La Prensa, y, por extensiรณn implรญcita, con sus editores, le costarรญa a los sandinistas menos que permitir que el periรณdico prosiguiera con sus insultos. No obstante, รฉl permaneciรณ impertรฉrrito. Acaso gozaba de una ventaja psicolรณgica sobre los sandinistas. Varios de los principales sandinistas, por lo menos los intelectuales y los relacionados con la literatura, habรญan sido protegidos suyos en La Prensa durante la dictadura somocista. Publicaba sus escritos. Apoyaba sus actividades clandestinas. Aceptaba la idea de introducir reformas socialistas en la vida nicaragรผense โaunque el socialismo, en su concepciรณn, era un sistema estrictamente democrรกtico. Pero una vez que tomaron el poder y demostraron estar comprometidos con un concepto de socialismo muy diferente, de corte cubano, no pudo mรกs que mirarlos con el furioso desdรฉn de un maestro que cree que sus propios alumnos han traicionado sus enseรฑanzas. ยฟRendirse ante esos ignorantes y desagradecidos dogmรกticos? ยฟCeder ante sus caprichos autoritarios? No.
Por su parte, los sandinistas trataban a Cuadra de una manera realmente extraรฑa, o por lo menos asรญ me lo parecรญa. Algunos de los lรญderes eran, en efecto, poetas, y sus escritos ocupaban un sitio prominente en los estantes de los escasos y miserables comercios de Nicaragua donde podรญan comprarse libros. En cambio, casi era imposible encontrar la poesรญa de Cuadra โaunque, cruzando la frontera con Costa Rica, todavรญa se conseguรญa muy fรกcilmente una buena ediciรณn, barata, publicada en varios volรบmenes por otro de sus primos. Ese tipo de cosas โel promover sus propias obras, el suprimir las de Cuadraโ debe de haber llenado de incomodidad a los sandinistas.
Lo vilipendiaban en pรบblico. Y sin embargo, en privado, y a veces no tan en privado, lo veneraban. Era el enemigo, pero tambiรฉn el maestro del verso nicaragรผense, en un paรญs donde el verso era el rey. Era el agente del imperialismo, y una joya de la cultura nacional. El opresor, y la รบnica persona cuya buena opiniรณn era apreciada por todo nicaragรผense bien instruido. La situaciรณn entera era sin duda digna del Dr. Freud. Aun Tomรกs Borge, director de la policรญa secreta, hacรญa gala de ambivalencia. Borge llamaba a Cuadra “el intelectual orgรกnico de los terratenientes ricos”, una frase gramsciana que confinaba a Cuadra al basural de la historia; y sin embargo el Ministerio del Interior publicรณ uno de los poemas de Cuadra. Borge solรญa bromear, con cierto dejo ominoso, que posiblemente habrรญa que quitarle a Cuadra el dominio sobre su obra y nacionalizarla para bien del pueblo, como seguรญa sucediendo con un buen nรบmero de plantaciones cafetaleras y ranchos ganaderos.
Creo que la ambivalencia de los sandinistas finalmente contribuyรณ a su ruina. De una u otra manera, querรญan librar a Nicaragua de La Prensa para siempre. Pero nunca se atrevieron a ofender o a desafiar a los partidarios extranjeros de La Prensa โaunque a los sandinistas no les importรณ ofender o desafiar a la opiniรณn extranjera tratรกndose de otros asuntos. Secretamente, debe de haberles preocupado la suerte de su propia cultura nacional si La Prensa โy, en especial, su suplemento literarioโ eran eliminados.
Una de las cosas raras de la รฉpoca en que los sandinistas estuvieron en el poder era que, en los periรณdicos sandinistas, los suplementos culturales hebdomadarios publicaban artรญculos para adular a estrellas de Hollywood, cantantes folclรณricos y otras criaturas de la cultura norteamericana de masas, pero el suplemento de Cuadra, durante los periodos en que los censores le permitรญan publicar cualquier cosa, se apegaba resueltamente a los mรกs eruditos temas hispรกnicos. Un lector casi podrรญa haber afirmado que, desde un punto de vista cultural, los sandinistas eran los proestadounidenses y Cuadra el antiestadounidense. Finalmente los sandinistas cedieron y permitieron que el periรณdico volviera a imprimirse. Y, por supuesto, fue La Prensa โy sus editores, y su principal propietaria, Violeta Barrios de Chamorroโ la que derribรณ a los sandinistas en la elecciรณn de 1990.
Creo que, en la รฉpoca moderna, nunca ha habido un poeta, un verdadero poeta, que haya influido con tanta fuerza en los acontecimientos como lo hizo Pablo Antonio Cuadra desde su escritorio en Managua. Sin duda ejerciรณ su influencia, en parte como editor de periรณdicos y en parte como consejero polรญtico, primero en el derrocamiento de la dictadura somocista, y luego, once aรฑos despuรฉs, en el derrocamiento de los sandinistas.
Estrictamente como periodista, deberรญa figurar como uno de los mรกs grandes defensores de la libertad de prensa en el continente americano. Pero sobre todo ha ejercido su influencia en tanto que poeta โalguien que enseรฑa a sus lectores, no sรณlo en Nicaragua, cรณmo pensar y cรณmo hablar, con quรฉ ideas, expresadas en quรฉ tono y con quรฉ ritmo. Fue Cuadra, antes que cualquier otro escritor, quien sembrรณ y cultivรณ la idea moderna de “nicaraguanidad” โsembrรณ esa idea a principios de los aรฑos treinta y vigilรณ su crecimiento desde entonces, hasta que habรญa retoรฑado en nudos tan frondosos y enredados que apenas podรญan creerse. Casi como la propia Nicaragua.
II
La poesรญa de Cuadra pasรณ por varias etapas โuna fase de rusticidad, derivada de Hesรญodo, y una fase de contemplaciรณn catรณlica. Pero el aspecto mรกs notable de su poesรญa (y de sus ensayos, y tambiรฉn de sus cuentos folclรณricos, por no mencionar sus grabados en madera) proviene de su constante indagaciรณn en el pasado indรญgena y la antropologรญa nicaragรผense, de sus estudios sobre el carรกcter nacional nicaragรผense. Nunca trabajรณ esos apuntes de manera sistemรกtica, por lo menos no en una medida que pudiera compararse con El laberinto de la soledad de Octavio Paz. Sin embargo, sรญ definiรณ unos cuantos rasgos nacionales. Seรฑalรณ las viejas formalidades hispรกnicas de la arquitectura de Managua, el trazo de cuyas calles se origina a partir de la iglesia y de la plaza de armas, y advirtiรณ cuรกn estrictamente se apegaban a esas formas los viejos pueblos nicaragรผenses. Seรฑalรณ tambiรฉn la austeridad con que los nicaragรผenses se visten, y de ello dedujo una cualidad a la que denominรณ sobriedad โun rasgo que distingue claramente a Nicaragua del colorido y la achispada exuberancia de una cultura como la mexicana.
Escribiรณ sobre las migraciones de los indรญgenas chorotegas y nahuas que originalmente habitaban el territorio. Notรณ que, desde entonces, ese espรญritu migratorio nunca habรญa desaparecido, como lo muestran los ritos procesionales sagrados de los chorotegas y los de la Iglesia nicaragรผense desde el periodo posterior a la llegada de los espaรฑoles. E infiriรณ una cualidad a la que bautizรณ transitoriedad. A la calidad transitoria de la vida nicaragรผense, escribiรณ Cuadra, se debe que a veces los nicaragรผenses han sido llamados “los chinos de Amรฉrica Central” o incluso “los judรญos del istmo”.
Apuntรณ que la transitoriedad es, por naturaleza, una cualidad trรกgica โcomo lo son, en su opiniรณn, todos los rasgos de los nicaragรผenses. La procesiรณn, el viaje, la migraciรณn โen Nicaragua, lo mรกs probable es que tales cosas conduzcan a cualquier puerto, menos a uno feliz. A su juicio, la verdadera รฉpica nacional era Robinson Crusoe, un relato alarmante. Se dice que Daniel Defoe se inspirรณ en la historia de un marinero escocรฉs que, luego de naufragar, llegรณ a una isla desierta en 1705; pero Cuadra insistรญa, por el contrario (citando una entrada de la Encyclopedie Larousse), que el relato de Defoe provenรญa de un marinero nicaragรผense, un indรญgena misquito, que naufragรณ en una isla caribeรฑa en 1680. “Todo nicaragรผense โescribiรณ Cuadraโ, si consulta su corazรณn, lo sabe: Robinson Crusoe era nicaragรผense. El robinsonismo es nuestra tentaciรณn y nuestro peligro.”
Seรฑalรณ una realidad de la geografรญa nicaragรผense. Nicaragua ocupa el sitio exacto donde, a travรฉs del Rรญo San Juan y el Lago Nicaragua, los ocรฉanos Atlรกntico y Pacรญfico casi se tocan. Nicaragua es el punto donde la geografรญa de Amรฉrica del Norte choca con la de Amรฉrica del Sur, y donde la vegetaciรณn del norte se encuentra con la vegetaciรณn del sur. Debido a que se halla dominada por volcanes y lagos, Nicaragua es el punto de encuentro del fuego y el agua. Y segรบn la interpretaciรณn de Cuadra, estos hechos de la geografรญa y la vegetaciรณn reflejaban una cualidad metafรญsica. Era una dualidad. Era la cualidad que los antiguos chorotegas evocaban en sus esculturas, los hombres bestias, los cuerpos humanos con cabezas animales. Luego llegaron los espaรฑoles, y la dualidad se convirtiรณ en un hecho social tambiรฉn. Nicaragua naciรณ del encuentro de dos pueblos, indรญgenas y espaรฑoles. Se convirtiรณ en un paรญs mestizo, es decir, en un paรญs doble.
Esta idea de la dualidad condujo a la entrada mรกs asombrosa en su catรกlogo de caracterรญsticas nacionales โuna caracterรญstica que sรณlo podรญa ser descrita histรณricamente, empezando con Colรณn. Fue el propio Colรณn, como lo seรฑalรณ Cuadra, quien descubriรณ Nicaragua. El explorador buscaba el Dudoso Estrecho de leyenda, que lo llevara al Gran Khan. Es decir, buscaba la unidad global. Pero, al topar con Nicaragua, finalmente intuyรณ que, en vez de ello, habรญa descubierto un Nuevo Mundo, no sรณlo una serie de islas. Fue Nicaragua, creรญa Cuadra, la que le dio el nombre de “Amรฉrica” al Hemisferio Occidental. Colรณn preguntรณ a los indรญgenas cรณmo se llamaba su tierra, y ellos le respondieron “Amerric”, y el nombre fue adoptado por Vespucio, el cartรณgrafo, quien bautizรณ al Nuevo Mundo.
Los espaรฑoles eligieron Nicaragua como el centro de su imperio en el Nuevo Mundo. De Nicaragua partiรณ el ejรฉrcito de Pizarro para suprimir la revuelta de los incas. En Nicaragua tuvo lugar, en 1550, el primer intento de crear una Amรฉrica independiente con la revuelta en Leรณn de los hermanos Contreras y su “Ejรฉrcito de la Libertad”. Fue en Nicaragua, siglos mรกs tarde, donde el imperialismo estadounidense, “el รกguila del mercado accionario”, hincรณ sus garras de la manera mรกs violenta en Amรฉrica Latina. Y fue en las montaรฑas segovianas de Nicaragua donde Cรฉsar Augusto Sandino โsu nombre mismo evocaba la grandeza universal de Romaโ enarbolรณ el estandarte de la libertad para toda la Amรฉrica hispรกnica. Fue Nicaragua, en la persona de Rubรฉn Darรญo, la que rescatรณ el mundo de las letras en castellano del sueรฑo de los siglos.
ยฟPero quรฉ era Nicaragua, finalmente? No era una naciรณn insignificante, como algunas otras. El destino de Nicaragua โun “destino fatal, a veces grandioso, a veces tan cruel y obsesivo como una tragedia griega”โ era enorme. Nicaragua era el umbilicus mundi de Occidente. Era el ojo de la aguja americana. Era la aguja de la balanza hemisfรฉrica. Era la garganta entre las Amรฉricas. Era un imperio. Pues hay naciones de lo particular, y naciones de lo universal. El Imperio Romano era una naciรณn universal, como Estados Unidos y Francia, debido a sus culturas y a sus revoluciones. Y entre las naciones universales destacaba la diminuta Nicaragua. La universalidad โel รบltimo y el mรกs trรกgico de los rasgos de Nicaragua, el ebrio punto muerto de una naciรณn sobria condenada a la errancia ambivalente.
Y, pensando en esos rasgos nacionales, Cuadra se puso a escribir una mitologรญa nicaragรผense de su invenciรณn, una mitologรญa inventada, que incluรญa a Sandino y, antes aรบn, las novelas espaรฑolas medievales, y todavรญa antes a los dioses aztecas y el comienzo del tiempo. (Los pueblos de lengua nรกhuatl en Nicaragua eran primos distantes de los aztecas mexicanos.) Escribiรณ sobre sinuosos y asesinos jaguares sin ojos. Sus imรกgenes eran la noche, la salida de la luna, halcones, verdes selvas tropicales, pisadas indรญgenas, volcanes vomitando fuego, tiburones de agua dulce, sangre en el Lago Nicaragua, junto con insinuaciones etimolรณgicas de las lenguas nรกhuatl, mangue y chorotega, todo ello enhebrado segรบn la ilรณgica surrealista (aunque Cuadra no se consideraba a sรญ mismo surrealista). Un vรญvido ejemplo de ello es su poema sobre la historia nicaragรผense, “Septiembre: el tiburรณn”. Lo cito porque, al tรฉrmino de mi entrevista con รฉl, Cuadra volviรณ a su escritorio para buscar un ejemplar de una de las revistas literarias que habรญa hecho, El Pez y la Serpiente (que tambiรฉn habรญa sido cerrada por el gobierno), y la puso en mis manos con la recomendaciรณn de que estudiara su “Septiembre: el tiburรณn”. El poema comienza con una descripciรณn de Nicaragua, en letra cursiva, al comienzo del tiempo:
Creyeron los de la lengua mangue
que la Noche,
todavรญa doncella, tropezรณ cuando transportaba
el รกnfora de la luna. Y derramรณ
estas aguas pรกlidas,
dulces, donde el niรฑo que yo fui
se asoma por mis ojos
y lee sin cansancio el arcaico
himno
de las olas โen el Principio
fue el verso โolas: estrofas
para idiomas inรฉditos, ritmos
que modelaron, como un caracol
el laberinto del oรญdo.
Un niรฑo vuelve al vientre. Vuelve
infante
al aire llorado de los peces: aves hรบmedas
sin canto
y pluma endurecida por una
crueldad purรญsima.
Aquรญ
ova la muerte desde el principio
su silencio incesante. Aquรญ
la siniestra aleta โel filo de la luna
rasga la tersa superficie del gรฉnesis.
La sensaciรณn de un comienzo, de un mundo en su etapa mรกs temprana, de una civilizaciรณn que apenas empieza a surgir, es quizรก la nota mรกs extraรฑa y temperamental, una nota de algo salvaje e inconsciente. Al tocar esa nota, Cuadra volvรญa a una idea muy antigua en la historia de la poesรญa moderna. Era la inspiraciรณn que habรญa hecho arder a Rubรฉn Darรญo de joven โla inspiraciรณn que antes habรญa tocado a Victor Hugo: componer una historia del mundo en verso y leyenda, comenzar por el comienzo. Tambiรฉn Neruda adoptรณ la idea de escribir una historia del mundo, sรณlo que รฉl se redujo a Amรฉrica Latina. Y Cuadra se redujo aรบn mรกs โse redujo, primero, al escribir casi toda su grandiosa mitologรญa en versiones fragmentarias, y, en seguida, a confinarla a Nicaragua, cuya poblaciรณn entera, aun hoy, comprende sรณlo a unos cuatro millones de personas. En vez de un Canto general, un Canto particular, minuciosamente concentrado.
No obstante, esa minuciosa concentraciรณn de Cuadra apuntaba a lo grandioso, incluso a algo de proporciones bรญblicas โen ella habรญa una insinuaciรณn, jamรกs declarada abiertamente, de que estaba escribiendo un nuevo libro sagrado, la Biblia mรญtica de su entraรฑable y diminuto paรญs.
III
Cuadra se iniciรณ en la ciudad nicaragรผense de Granada, como miembro de un grupo de jรณvenes poetas en extremo talentosos que se reunรญan en el campanario de una iglesia. Aquellos inquietos granadinos discutรญan sobre literatura y se leรญan mutuamente sus obras. Soรฑaban guiar “la estirpe latina a la gran alba futura”, como habรญa escrito Darรญo. Y emprendieron dos campaรฑas ideolรณgicas en Nicaragua. La primera de ellas en favor del general Sandino. ยฟPues quiรฉn habrรญa de conducir a la estirpe latina? Tendrรญa que ser el hรฉroe guerrillero de las montaรฑas segovianas. Desafortunadamente, en 1934, cuando los marines abandonaron Nicaragua, se le tendiรณ una trampa a Sandino para que asistiera a unas negociaciones de paz en Managua, donde lo asesinaron a traiciรณn por รณrdenes del jefe de la Guardia Nacional, Anastasio Somoza Garcรญa. Los poetas granadinos sintieron un gran pesar por ello. Pero luego, recobrรกndose con una velocidad notable, reconocieron que, por lo menos, la muerte de Sandino habรญa demostrado que sin duda habrรญa de encontrarse en alguna parte de Nicaragua un lรญder fuerte y decisivo. Ese lรญder era Somoza. Y asรญ, en una espectacular pirueta polรญtica, los poetas pasaron, de admirar a Sandino en sus remotas montaรฑas, a admirar a Somoza en sus barracas en Managua. Entonces los poetas lanzaron su segunda campaรฑa, que buscaba agitar los รกnimos para producir una nueva y mussoliniana marcha a Roma en versiรณn nicaragรผense โes decir, un golpe de Estado, encabezado por Anastasio Somoza, para derrocar al gobierno electo de Nicaragua. Los poetas ayudaron a organizar un movimiento llamado los Camisas Azules, y los Camisas Azules pelearon en las calles. En 1937, Somoza hizo su jugada, depuso al presidente constitucional, y tomรณ el gobierno de Nicaragua en sus manos.
Los poetas en el campanario se convirtieron en poetas en el poder, y algunos de ellos sirvieron a la dinastรญa de los Somoza durante dรฉcadas. Josรฉ Coronel Urtecho, el amigo de Cuadra, el lรญder intelectual del grupo, insistรญa todavรญa en 1976 en que no habรญa nada incompatible en apoyar al general Sandino y luego apoyar a Somoza. Y sin embargo Cuadra respondiรณ al golpe de Somoza de una manera muy diferente. En cuestiรณn de meses advirtiรณ que Somoza no era mรกs que un gรกngster. Por ello Cuadra, lleno de ira, se dedicรณ a pegar carteles de Sandino y se hizo encarcelar. Dos aรฑos despuรฉs del golpe, fue a Espaรฑa y, segรบn el estudioso francรฉs Jean-Louis Felz (en la tesis que presentรณ en la Sorbona, L’Oeuvre de Pablo Antonio Cuadra), se las arreglรณ de alguna manera para entrevistarse con el propio Francisco Franco y le pidiรณ armas para derrocar al gรกngster-dictador.
Franco era demasiado astuto para hacer algo asรญ. Y Cuadra, despuรฉs de un breve retorno a Nicaragua, huyรณ a Mรฉxico, donde tenรญa aliados. En Mรฉxico, no obstante, comenzรณ a arrepentirse de su proyecto polรญtico. No se sabe con precisiรณn quรฉ fue lo que provocรณ su cambio de parecer. En 1993 publicรณ un poema autobiogrรกfico llamado “Memorias / La Tribu” en Vuelta (revista en la que Cuadra formaba parte del cuerpo de colaboradores โuna importante distinciรณn para un poeta centroamericano). El poema recordaba cรณmo, en Mรฉxico, se vio influido por Josรฉ Vasconcelos, cuyo fascismo quizรก era aun mรกs extremado que el de Cuadra. Sin embargo, Vasconcelos se replanteรณ sus lealtades y, desde una nueva perspectiva intelectual, le preguntรณ a su amigo nicaragรผense โsegรบn dice Cuadra en su poemaโ “ยฟCรณmo pusiste tus esperanzas en un Generalรญsimo?” Y Cuadra abandonรณ las ideas fascistas.
Seguรญa considerรกndose un humanista cristiano, ahora en una versiรณn que era genuinamente democrรกtica. Todo lo que hizo despuรฉs de que volviรณ a Nicaragua, y tomรณ un empleo en La Prensa โtodas las posiciones polรญticas que adoptรณ, todos los riesgos que aceptรณโ, reflejaba su nueva actitud democrรกtica y antidictatorial. Tal vez, al abandonar el fascismo, simplemente habรญa vuelto a la lรญnea polรญtica de su padre, quien era catรณlico, conservador (pues pertenecรญa al Partido Conservador de Granada) y legalista. No obstante, Pablo Antonio nunca explicรณ cabalmente su giro democrรกtico โpor lo menos, hasta donde sรฉ, no en ninguna de las versiones que se conocen de sus escritos. Por el contrario, en sus รบltimos aรฑos su principal tentaciรณn era admitir que, de joven, habรญa cometido unos cuantos errores graves… y luego minimizar el episodio entero.
A veces simplemente afirmaba haberse visto influido durante una รฉpoca por el fascismo โaunque, en realidad, habรญa pronunciado una arenga demagรณgica en la radio, en 1938, donde declamรณ francamente “Somos fascistas”. A veces culpaba de sus errores a Coronel Urtecho, una especie de flautista de Hamelin, y fingรญa ser un inocente que habรญa sido descarriado. (Coronel Urtecho hizo lo mismo. Aseguraba no haber estado presente cuando la manรญa por el fascismo se apoderรณ de los poetas granadinos.) Todas las anรฉcdotas de su periodo fascista pertenecen a un libro suyo titulado Breviario imperial, publicado por Acciรณn Espaรฑola en Madrid en 1940. Pero ese libro ha tendido a desaparecer en los รบltimos aรฑos, al punto de que, en las bibliografรญas de sus principales escritos, a veces se menciona el Breviario imperial y a veces no. Todavรญa en 1999, la Biblioteca Pรบblica de Nueva York conservaba en sus estantes uno de los pocos ejemplares del Breviario imperial, pero luego, por cuestiones de limpieza, se deshizo del volumen y lo sustituyรณ con un simple microfilme, formato en el cual leรญ el libro.
Es indudable que cualquiera respetarรญa el deseo de Cuadra de apartar esos escritos de la mirada del pรบblico. Estaba avergonzado. Sin embargo, habrรญa sido conveniente que analizara su fascismo en detalle, y que explicara por quรฉ se habรญa vuelto finalmente en contra de รฉl. Sus mรฉritos como autor de mitologรญas poรฉticas y nacionalistas eran, despuรฉs de todo, enormes. La nota mestiza en el nacionalismo nicaragรผense, el prestigio mรญtico de Sandino y de los guerrilleros en las montaรฑas, la grandiosidad de aspiraciones nacionales de Nicaragua (una grandiosidad que, segรบn creo, no comparte ningรบn otro paรญs de tamaรฑo equivalente), el toque de milenarismo en la concepciรณn revolucionaria nacionalista: todo ello era, en buena medida, obra suya. Todo ello se basรณ en sus tempranos compromisos polรญticos, como podrรก advertirlo cualquiera que le dรฉ un vistazo al Breviario imperial. Y todo este conjunto de ideas resultรณ ser inmensamente poderoso, lo suficiente como para capturar la imaginaciรณn del mundo entero en los aรฑos setenta y ochenta โdesde luego no en su versiรณn ultraderechista, sino en una versiรณn ultraizquierdista catรณlicomarxista confeccionada por uno mรกs de sus parientes, el poeta y sacerdote Ernesto Cardenal, y un puรฑado de escritores mรกs, los teรณricos del sandinismo.
Me pregunto si unas cuantas reflexiones, bien ponderadas por parte de Cuadra, no habrรญan ayudado a ver con mayor claridad los peligros polรญticos que implica una mitologรญa poรฉtica como la suya. Tal vez podrรญa haber podido explicar a sus lectores en quรฉ clase de sociedad soรฑaba en esos poemas, y por quรฉ su sociedad soรฑada podrรญa ser menos deseable en la vida real. En uno de los poemas de Canto temporal escribiรณ: “Quise un orden como una columna gigante”, es decir, una sociedad apegada al orden, todo en su lugar adecuado, desde el rey hasta los obreros, todas las personas serenas y felices en un mundo catรณlico helenizado. Unos cuantos comentarios de corte democrรกtico al respecto podrรญan haber ayudado a sus herederos de izquierda de las generaciones siguientes a reconocer que tambiรฉn ellos soรฑaban con columnas gigantes, aunque en su versiรณn del sueรฑo el rey acabara llamรกndose “Directorio Nacional”. Podrรญan haber ayudado a que sus lectores reconocieran un puรฑado de rasgos significativos en los que la izquierda nicaragรผense โcuando por fin accediรณ al poder, en los dรญas de Ortega y Castroโ extraรฑamente se asemejaba a esa ultraderecha nicaragรผense que anhelaban los poetas granadinos en los dรญas de Mussolini y Franco.
Pero no me cuesta trabajo imaginar que, una vez que Cuadra abrazรณ la democracia, su primera reacciรณn fue resguardar su poesรญa de todo tinte polรญtico. ยฟQuรฉ habrรญa ocurrido con su poesรญa si hubiera hecho mucho ruido acerca de sus antiguas convicciones polรญticas y la manera en que cambiaron? Se habrรญa vuelto famoso y aun admirado por haber reformulado sus ideas polรญticas, pero esa notoriedad habrรญa lastrado su poesรญa, y desde un punto de vista literario eso habrรญa sido una lรกstima. Los poemas tienen una vida aparte de las doctrinas ideolรณgicas que contribuyeron a inspirarlos. Su poesรญa no empeorรณ cuando se convirtiรณ en un mejor pensador polรญtico. Tampoco hubo ninguna razรณn para que, al final de su vida, Cuadra revisara sus poemas tempranos para expurgar pรกrrafos escandalosos o detestables. Hasta donde sรฉ, su poesรญa no contenรญa nada que lo hiciera avergonzarse. Los Cantos de Pablo Antonio Cuadra no eran los Cantos de Ezra Pound.
Cuadra muriรณ, el 2 de enero de este aรฑo, a los 89 de edad. Es la hora de dolernos por รฉl, y de evaluarlo. En mi opiniรณn, era โesโ un gran poeta, aunque en una escala pequeรฑa, si es que cabe hacer tal diferenciaciรณn. Nunca tuvo la robusta energรญa de un Darรญo. Sus limitaciones se hallan en la naturaleza fragmentaria de algunos de sus escritos, en los traspiรฉs de sentimentalismo catรณlico. Pero su solemnidad, el indicio de algo indรณmito y salvaje, la afilada obsidiana que hay en sus imรกgenes, y su instinto para la violencia son cualidades poderosas. Dada la pequeรฑez geogrรกfica de Nicaragua, el haber convertido a su paรญs en tema de su poesรญa puede haber restringido su resonancia en otras partes del mundo. Pero sus grandes metas โconferirle al pasado un sentido mestizo, definir una era moderna que descanse sobre una olvidada civilizaciรณn indรญgena, inventar un sentido de lugar e identidad a partir de restos antiguos y por mero afรกn de su alma religiosaโ hablan precisamente de grandeza, no de pequeรฑez.-
Traducciรณn de Rafael Vargas