A volar la gravedad
Basta pararse de cabeza y ver
cómo el reflejo
en la calle anegada
es mucho más veloz que los dos pies
que se desprenden de esta imagen desdeñada
rumbo a la prosa de la acera.
Y sin embargo cómo
los barrotes que guardan las ventanas
con cada cuadro iluminado
y las rendijas de las puertas tras la tromba
aún dan firme testimonio
desde el lugar donde se elevan todas
estas ambigüedades,
y cómo harían escarnio de ellas
frente a sus propios ojos.
Ahora que has mirado de cabeza
puedes nadar en la firmeza turbia
que a diario te rodea,
y luego regresar, también nadando,
en estado sólido,
pues sin polaridad
¿en dónde están la prosa, la poesía? –