Vladimir Arsenijevic, de 34 años, es uno de los escritores serbios más prometedores. Ahora vive en México. Llegó con su esposa y sus dos hijos el pasado mes de mayo, gracias a un convenio entre el Parlamento Internacional de Escritores y el Gobierno de la Ciudad, mediante el cual el Distrito Federal se convierte en un refugio para recibir escritores que en sus países de origen se encuentren bajo algún peligro.
Arsenijevic, quien es el primero en beneficiarse de este convenio, salió de Yugoslavia pocos días después de que la OTAN iniciara el bombardeo sobre Belgrado. El gobierno de Slobodan Milosevic había prohibido la salida de todos los hombres entre los 16 y los 65 años, porque podían ser útiles para el servicio militar. Arsenijevic se coló por la frontera pagando a dos coyotes, quienes a su vez sobornaron a la policía militar y a la patrulla fronteriza. Pasó algunos días en Sarajevo, Bosnia; luego se fue a Eslovenia, para visitar a su familia. De allí voló a Frankfurt y luego a la Ciudad de México.
Arsenijevic no se considera como un disidente centroeuropeo típico, que vivió en los márgenes de la sociedad, sino todo lo contrario: se opuso activamente al régimen de Milosevic. Apoyó públicamente las protestas estudiantiles de 1996, y fue vetado por la prensa controlada por el Estado.
El libro que lo llevó a la fama, la novela In the Hold (por su título en inglés), cuenta la historia de una pareja en el momento más álgido de la guerra de principios de los noventa. El conflicto es el telón de fondo, frente al cual se desarrolla la vida de los protagonistas. El libro vendió 15 mil ejemplares en Yugoslavia (un best seller) y ganó el premio NIN, el galardón literario yugoslavo de mayor prestigio, que sólo había sido otorgado a escritores al final de sus carreras. La novela ha sido traducida a 17 idiomas, y forma parte de una tetralogía. Ángela, la segunda de la serie, salió a la luz en 1997.
Sentado en un café en Coyoacán, pocos días después de su llegada, Arsenijevic habla en inglés de un país en transición, que a veces se parece a México; discute también la condición de los escritores en Yugoslavia y da sus primeras impresiones de la ciudad.
Como escritor, ¿te sentías en peligro en Serbia?
Generalmente hablo como pienso. Me cuesta mucho trabajo quedarme callado, y eso es exactamente lo que hacía en Serbia. Nunca llegué a tener realmente un conflicto con las autoridades serbias. Nunca. Tampoco tenía problemas cuando quería salir del país. No me negaban el pasaporte. Los problemas para los escritores en Yugoslavia son diferentes.
¿Cuáles son?
El principal problema es que no le importas a nadie. Te mueres y a nadie le importa. El gobierno pretende que no existes, cree que si deja que la gente exprese sus opiniones y grite tanto como sea posible, de todos modos nadie la va a escuchar. Los medios de comunicación están controlados por el Estado. Son más fuertes que cualquier cosa que puedas decir. Y a la mayoría de la gente no le gustan las oraciones muy complejas. El pueblo sólo entiende mensajes simples. El gobierno confiaba en que esto no iba a cambiar.
El Estado de Milosevic es un Estado caótico, en donde todo es posible. Él no es un hombre al que le guste el control riguroso de las cosas. Pienso que la idea detrás de este estado de ánimo político es provocar tanto caos como sea posible y ponerse a flotar encima del desorden. Mientras no seas muy peligroso para el Estado (y como escritor, al final del siglo XX, no hay forma de que seas peligroso para Estado alguno), se te permite que hables de lo que quieras.
¿Por qué crees que al Estado no le interesan los escritores?
Porque por mucho tiempo ha habido una especie de selección natural negativa en los círculos políticos. Si tuvieras que escoger entre diez candidatos, siempre ganará el peor en cuanto a cualidades personales. Lo mismo pasa en el Parlamento ruso. Uno mira a las personas en la calle. Las caras son lindas, cálidas, rubias. Uno mira a los políticos y encuentra tipos cejijuntos, con las orejas peludas. Las expresiones faciales también son diferentes. Lo mismo pasa en Yugoslavia, gobernada por una élite política que ha estado en el poder por mucho tiempo. Ellos escogen gente que se les parece. No es la élite intelectual la que lleva las riendas del país, sino los ex directores de las grandes compañías del Estado, quienes se hicieron enormemente ricos durante el periodo de privatizaciones. Ellos se aprovecharon de la llamada democratización de la sociedad, y no tienen interés por los escritores.
En tiempos de Tito, la cosa era diferente. Los escritores desempeñaban un extraño papel en la sociedad. Eran tratados como bardos y se les daba demasiada importancia. Los escritores eran propiedad del Estado y vivían en las mismas calles donde vivían los políticos, en esas enormes mansiones. Pero ahora a los escritores se les ha despojado de su importancia política. Es como en los Estados Unidos. ¿Quiénes son los escritores? Son como cualquier otra persona. Yo prefiero así. Como escritor no quiero involucrarme políticamente. Me considero una persona más bien privada.
¿Por qué dices que los escritores no son peligrosos para ningún Estado?
Creo que esto se debe a la revolución en los medios electrónicos de información. La obra de los escritores está más bien limitada a los lectores. ¿Quién quiere comprar un libro para enterarse de lo que está sucediendo, cuando puede prender la televisión?
¿Cuál es tu primera impresión de la Ciudad de México?
Es como una cruza entre un pueblo y una ciudad enorme. Es el pueblito más grande del mundo. México te sobrecoge desde el aire, pero una vez que te sientas en algún sitio, la ciudad tiene sabor, especialmente Coyoacán, pero también el centro. Tiene el sabor de un lugar pequeño.
¿Cómo crees que México te afectará en términos literarios?
Estoy escribiendo esta tetralogía. Voy en el tercer libro. La pareja, los personajes principales, se está yendo a Grecia. Es 1992. La guerra en Bosnia comenzó, todo es espantoso. Ella está embarazada. Hay guerra en Croacia. El hermano de ella va a la guerra y muere. En el segundo libro, la pareja está totalmente confundida. Están tratando de vivir normalmente, tener un bebé, conseguir un trabajo. Pero la situación se los impide y tratan de encontrar la manera de escapar a Grecia. Encuentro grandes analogías (tal vez esté equivocado) entre Atenas y la Ciudad de México. Ambas son ciudades locas, caóticas. Tienen una gran cantidad de inmigrantes del campo a la ciudad y muchos problemas de infraestructura. Creo que puedo tomar la atmósfera de esta ciudad y transportarla a Atenas. Podría funcionar. En 1992, al pasar de Belgrado, una ciudad que está completamente muerta, a Atenas, padecí un choque cultural. Es el tipo de choque que uno experimenta cuando entra a la Ciudad de México. – Traducción de Guillermo Osorno