Alfred Jarry, UbĂș y la patafĂ­sica

Excesivo, visionario y autodestructivo, Jarry aportĂł ideas esenciales para entender el siglo XX: la primera es la figura grotesca y profĂ©tica de UbĂș; la segunda, la patafĂ­sica o ciencia de las soluciones imaginarias.
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El pasado 8 de septiembre se cumplieron 150 años del nacimiento del dramaturgo simbolista Alfred Jarry. Es curioso que esta efemĂ©ride haya pasado un tanto desapercibida, pues la figura de Jarry es imprescindible para comprender el siglo XX. Hay dos aciertos en el pensamiento y obra del autor. Son los dos temas de su obra: por un lado el grotesco personaje de UbĂș, y por otro la “patafĂ­sica”. Ambas cuestiones son sĂ­ntomas de una adolescencia convulsa marcada por la ridĂ­cula figura del profesor de fĂ­sica del Liceo de Rennes, Monsieur FĂ©lix-FrĂ©dĂ©ric HĂ©bert. El entrañable maestro trataba de hacer experimentos fĂ­sicos que nunca salĂ­an bien y su obesidad mĂłrbida era motivo de mofa para los alumnos. Comenzaron a llamarlo “PĂšre HĂ©b” y lo describĂ­an con una sola oreja y tres dientes: uno metĂĄlico, otro de madera y otro de piedra.

Vinculado generacionalmente al simbolismo, Jarry tenĂ­a doce años cuando Jean MorĂ©as publicĂł su “Manifiesto simbolista” en 1885. Ese breve texto comienza diciendo que, “como todas las artes, la literatura evoluciona cĂ­clicamente”. Y continĂșa asegurando que se trata de una “evoluciĂłn cĂ­clica con las vueltas estrictamente delimitadas y que se complican por sus diversas modificaciones provocadas por la marcha del tiempo y los trastornos del entorno”. Esa evoluciĂłn cĂ­clica vendrĂ­a a suponer un retorno al origen, pero con una nueva mirada. QuizĂĄ lo mĂĄs interesante de la soflama viene a continuaciĂłn, cuando MorĂ©as explica que “serĂ­a superfluo hacer ver que cada nueva fase evolutiva del arte corresponderĂ­a exactamente a su decrepitud senil, al ineluctable fin de una escuela inmediatamente anterior”. Conviene recordar la tensiĂłn que se manifestĂł durante la segunda mitad del siglo xix entre las corrientes realistas y naturalistas por un lado, y las parnasianistas por otro. Y entonces apareciĂł el simbolismo, y casi a la vez el genio de Jarry. Con su inocencia adolescente, el autor nacido en Laval y criado en Rennes no tuvo miedo al signo de los tiempos. Se acabaron las gestas romĂĄnticas y las pasiones idealizadas. Se acabĂł la Ă©pica. LlegĂł la hora del “decadentismo”. Los detractores de este movimiento simbolista entendĂ­an que toda renovaciĂłn serĂ­a insana y nefasta.

Jarry investigĂł entonces sobre las sombras chinescas y los tĂ­teres, quiso explorar lenguajes en los que podĂ­a sentirse plenamente libre. Soñaba con un arte liberado de esos corsĂ©s que le parecĂ­an anacrĂłnicos. AsĂ­ pues, en ese mismo año 1885 es cuando los alumnos del Liceo de Rennes comienzan a caricaturizar la figura de su profesor HĂ©bert. Lo que comenzĂł siendo una serie de bromas de mal gusto culminarĂ­a en una serie de textos teatrales. UbĂș rey fue la creaciĂłn de Jarry con dos de sus compañeros del liceo (los hermanos Charles y Henri Morin). En 1888 Henri Morin le mostrĂł un texto teatral a Jarry que su hermano mayor Charles habĂ­a pergeñado. Se titulaba Les polonais. En este texto el personaje del PĂšre HĂ©bert decide matar al rey Venceslao y convertirse en el nuevo rey de Polonia. Este serĂ­a el origen del mito de UbĂș.

En 1891 se produce un hecho crucial; Jarry abandona Rennes para instalarse en ParĂ­s. AllĂ­ se moverĂĄ por cĂ­rculos de poetas simbolistas agrupados alrededor de la revista simbolista Mercure de France, fundada por el matrimonio formado por Alfred Vallete y la escritora Rachilde. Los simbolistas apodaron a Jarry “el indiano”, le admiraron y contribuyeron a propagar su leyenda. En el Instituto Henri IV asiste a las clases del filĂłsofo Henri Bergson, junto al poeta LĂ©on-Paul Fargue. En ese mismo año 1891 el equipo del laboratorio contratado por Thomas Alva Edison en su estudio Black Maria logra diseñar el kinetĂłgrafo (una cĂĄmara de cine con movimiento interninente de pelĂ­cula). Un mundo nuevo emerge. Naturalismo y simbolismo irrumpen en los escenarios. Poco despuĂ©s, el cine aparece provocando curiosidad, estupefacciĂłn y –como se verĂĄ inmediatamente gracias a MĂ©liĂšs– innumerables posibilidades narrativas. Ya lo dijo Hemingway: ParĂ­s era una fiesta en la que cualquier cosa podrĂ­a surgir, incluso el Absurdo. AsĂ­ expresaba Jarry sus reflexiones sobre la burguesĂ­a parisina, reticente a las nuevas tendencias: “Eso que se llama escepticismo es la credulidad burguesa.” Y continuaba, con cuestiones mĂĄs trascendentes: “Creo en el amor absoluto porque es absurdo, del mismo modo que no creo en Dios. Siendo el Ăłrgano de los sentidos una causa de error, el instrumento cientĂ­fico amplifica el sentido en la direcciĂłn del error, la supersticiĂłn, entonces, vale lo mismo que la ciencia.”

Jarry no tuvo problemas econĂłmicos. Cuando sus padres murieron (su madre en 1893 y su padre en 1895), heredĂł una cuantiosa herencia que se gastĂł en la bohemia. Un sĂ­ntoma relevante que no debemos pasar por alto es que Jarry no acudiĂł al funeral de su propio padre. Estaba demasiado ocupado en otros quehaceres. Quienes le conocieron aseguraban que dedicaba gran parte de su tiempo a beber absenta. Disfrazado con capa y sombrero (y casi siempre alcoholizado), Jarry circulaba por las calles de ParĂ­s con su bicicleta, disparando a la gente con una pistola de agua. TambiĂ©n llevaba un revĂłlver de verdad. Cuando algĂșn transeĂșnte le pedĂ­a fuego en la calle, sacaba el revĂłlver y disparaba al cielo.

El personaje se apropia de su autor

Como otros escritores, Jarry acabĂł perdiendo parte de su propia identidad y terminĂł fundiĂ©ndose con su personaje. UbĂș acabĂł poseyendo a Jarry. Jarry hablaba con entonaciones robĂłticas y vivĂ­a en un pequeño cuarto junto al Boulevard Pont Royal. Las paredes de su portal estaban decoradas con su propia sangre. El cuartucho en que vivĂ­a estaba forrado de terciopelo negro y repleto de lechuzas y crucifijos. Pudo eludir el servicio militar al ingerir veneno. Su amiga Rachilde lo definĂ­a como un alcohĂłlico:

Jarry comenzaba el día con dos litros de vino blanco entre las diez de la mañana y el mediodía. Luego acompañaba el almuerzo con ajenjo. A la tarde, café con brandy. En la cena, cualquier bebida, buena o mala. Jamås lo vi realmente borracho excepto en una ocasión en que lo amenacé con su propio revólver, lo que le hizo recuperar la sobriedad instantåneamente.

En el campo Jarry cazaba grillos a tiros con su revĂłlver. Su amigo Pablo Picasso solĂ­a comprarle el revĂłlver para que no volviera a disparar. Cuando Jarry se calmaba, lo recompraba. Y asĂ­ una y otra vez. Esta idea cĂ­clica anticipa tambiĂ©n lo que serĂĄ el Teatro del Absurdo. Siguiendo esta ilĂłgica, Jarry odiaba el agua. DecĂ­a que allĂ­, en algĂșn momento, habĂ­an fornicado los peces. Estaba convencido de que el agua era un veneno corrosivo y que los hombres no deberĂ­an beber allĂ­ donde se lavan.

Por un tiempo, Jarry hacĂ­a puestas en escena privadas en casas de amigos, como la de UbĂș rey en casa de Alfred Vallete y Rachilde en 1894. Mientras tanto, Francia era testigo de los avances tĂ©cnicos que permitirĂ­an la apariciĂłn de lo que el poeta italiano Riccioto Canudo llamarĂ­a “sĂ©ptimo arte”. En una noche de insomnio, en Lyon, el ingeniero Louis LumiĂšre intuyĂł cuĂĄl podrĂ­a ser la manera de hacer pasar el fotograma a travĂ©s del objetivo. El 13 de febrero de 1895, los hermanos LumiĂšre patentaron su nuevo invento con el nombre de “cinematĂłgrafo”. Este aparato tenĂ­a la capacidad de ser a la vez cĂĄmara y proyector. Con dicho invento los hermanos LumiĂšre rodaron su primera grabaciĂłn, titulada La salida de los obreros de la fĂĄbrica. El 22 de marzo de 1895 sus filmaciones fueron exhibidas en ParĂ­s, en una sesiĂłn de la SociĂ©tĂ© d’Encouragement pour l’Industrie Nationale. A esa proyecciĂłn asistiĂł Georges MĂ©liĂšs, el “mago de Montreuil”. Meses despuĂ©s MĂ©liĂšs filmarĂ­a su primera pelĂ­cula, Partida de naipes, una sola escena de menos de un minuto en la que Ă©l mismo aparecĂ­a junto a unos amigos simulando que juegan a las cartas. En esa misma ciudad que asombraba al mundo entero, ajeno a estos descubrimientos, Jarry continuĂł trabajando en UbĂș, su inabarcable personaje.

La versiĂłn definitiva de UbĂș rey se publicĂł en junio de 1896 en la revista Mercure de France. La escritura del texto no sigue las pautas de la lĂłgica y de la normalidad burguesa. Hay una bĂșsqueda de lo irracional (“mierdra”, los palotines, la panza, la candela verde, Polonia, la mĂĄquina de descerebrar). La obra se considera hoy precursora del Teatro del Absurdo. Estructuralmente, sin embargo, UbĂș rey no es una obra de situaciĂłn (como plantearĂĄn los absurdistas posteriormente). Por el contrario, es una obra de acciĂłn y una parodia grotesca de Macbeth. La analogĂ­a con la “tragedia escocesa” es muy evidente, pues UbĂș serĂ­a un trasunto de Macbeth, Madre UbĂș lo serĂ­a de lady Macbeth y Venceslao, a su vez, serĂ­a el ingenuo rey Duncan. En el personaje de UbĂș encontramos un carĂĄcter enajenado por su grotesca sed de poder, su facilidad para banalizar el mal convirtiendo sus propios actos en una farsa, como el personaje de Ricardo III o el BarrabĂĄs de El judĂ­o de Malta, de Marlowe.

En cierto modo Jarry fue un visionario, ya que es en el siglo XX cuando la figura de los grandes dictadores provoca las mayores masacres de la Historia. Hitler, Stalin, Mao, Mussolini, Pol Pot
 ÂżPor quĂ© todos siguen a un demente como UbĂș?, me preguntaba en clase un alumno despuĂ©s de leer la obra. Étienne de la BoĂ©tie se preguntaba sobre este asunto a principios del siglo xvi en La servidumbre voluntaria.

Al fin llegĂł el gran dĂ­a. En diciembre de 1896 UbĂș rey se representĂł ante el pĂșblico. Solamente hubo dos funciones; el dĂ­a del estreno y al dĂ­a siguiente. La obra fue abucheada sin piedad. Aun asĂ­, tanto los partidarios como los detractores parecĂ­an estar de acuerdo en que la obra era “insĂłlita”. El poeta irlandĂ©s W. B. Yeats, que en ese momento estaba en ParĂ­s y pudo acudir al estreno, escribiĂł lo siguiente en su diario:

Hemos gritado a favor de la obra, pero esta noche, en el hotel Corneille, me siento muy triste
 Me digo: DespuĂ©s de S. MallarmĂ©, despuĂ©s de Verlaine, despuĂ©s de G. Moreau, despuĂ©s de Puvis de Chavennes, despuĂ©s de nuestros propios versos, despuĂ©s de los tenues colores mezclados de Conder, ÂżquĂ© mĂĄs es posible? DespuĂ©s de nosotros, el Dios salvaje (citado por Roger Shattuck en La Ă©poca de los banquetes).

La representaciĂłn fue un Ă©xito. Jarry se hizo famoso pero las crĂ­ticas fueron atroces. Le Journal de Paris contaba: “a pesar de una acciĂłn imbĂ©cil y de una estructura mediocre, ha nacido un nuevo gĂ©nero creado por una extravagante y brutal imaginaciĂłn, mĂĄs propia de un niño que de un hombre”.

Como vemos en el discurso de Jarry, antes de la representaciĂłn, el personaje de UbĂș encarnarĂĄ todo lo grotesco que existe en el mundo. Jarry aseguraba que la obra se habĂ­a montado rĂĄpidamente, pero con buena voluntad. TambiĂ©n explicaba que el espectĂĄculo solamente se verĂ­a ese dĂ­a y al dĂ­a siguiente, pues para encarnar a UbĂș habĂ­an logrado contar con el gran actor GĂ©mier, que solamente estaba libre esos dos dĂ­as, ya que justo despuĂ©s debĂ­a reincorporarse de nuevo a un espectĂĄculo dirigido por Ginisty sobre un texto de Villiers de l’Isle-Adam. Se excusaba Jarry de la precariedad de los decorados y la mĂșsica, con una “orquesta inexistente”, y terminaba explicando a quien buscara una lĂłgica o referencia a la realidad que, “en cuanto a la acciĂłn que va a comenzar, señalar que tiene lugar en Polonia, es decir, en Ninguna Parte”. En este sentido, en el folleto-programa titulado Otra representaciĂłn de UbĂș, editado por la revista La critique para el Teatro de L’OEuvre (y distribuido para los espectadores) se recogĂ­a otra reflexiĂłn sobre esta cuestiĂłn. Jarry explicaba irĂłnicamente que “Ninguna Parte estĂĄ por todas partes, y en primer lugar en el paĂ­s en el que nos encontramos”. En este mismo documento, a continuaciĂłn, en el imparable proceso de identificaciĂłn con su personaje, Jarry decĂ­a asĂ­: “El señor UbĂș es un ser innoble, y por ello se parece (por abajo) a todos nosotros.” Debido al Ă©xito de UbĂș rey, el dramaturgo simbolista se da cuenta de que debe seguir dando vida a su personaje.

DespuĂ©s de UbĂș rey

En 1900 Jarry escribe UbĂș encadenado, obra en la que aparecen “los hombres libres” que realizan estrictas prĂĄcticas de desobediencia y pertenecen a un disciplinado ejĂ©rcito anarquista. Siguiendo la trama absurda y las motivaciones ilĂłgicas de los personajes, UbĂș decide aquĂ­ convertirse en esclavo y luego en preso. DespuĂ©s de su derrota en Polonia, cambia sus preferencias: ya no quiere ser rey, ahora quiere ser esclavo y servirĂĄ al tĂ­o Meapilas y a su sobrina Eleutheria. Madre UbĂș acompañarĂĄ nuevamente a su marido: “¡Padre UbĂș! ÂĄMuchas veces he compartido tu mala suerte, ahora quiero seguirte tambiĂ©n en la prosperidad!” Tras innumerables peripecias, Padre UbĂș es condenado a las galeras de SolimĂĄn, aunque antes pasa un tiempo en prisiĂłn, donde quedarĂĄ atado a dos bolas de hierro. AquĂ­ tendrĂĄ el reconocimiento de sus congĂ©neres condenados y se levantarĂĄ rey de la prisiĂłn gracias a los diversos malentendidos que se suceden. En la cĂĄrcel, los tres hombres libres deciden desobedecer escrupulosamente todas las Ăłrdenes. “¡La esclavitud es la verdadera libertad!”, exclama Meafino –el prometido de Eleutheria– en el quinto y Ășltimo acto de la obra.

En 1901 Jarry escribe un breve texto titulado Confesiones de un siglo en el que aparece UbĂș junto a su Conciencia para hablar de cuestiones de actualidad como la reforma de la ortografĂ­a de ese mismo año. UbĂș afirma aquĂ­ que “los idiotas que quieren cambiar la ortografĂ­a no son sabios y yo sĂ­ lo soy”. UbĂș tambiĂ©n critica la paridad para ir a luchar al frente en la guerra, las costumbres de los indĂ­genas de Marsella o la figura de Paul Kruger (lĂ­der de la resistencia bĂłer contra el Reino Unido y presidente de la RepĂșblica Sudafricana). El texto combina un ejercicio autorreferencial con esas anĂ©cdotas relacionadas con la actualidad mĂĄs inmediata. Me interesa especialmente la opiniĂłn de UbĂș sobre la ExposiciĂłn Universal de ParĂ­s, ocurrida meses antes (en 1900). Cuando la Conciencia pregunta a UbĂș si ha visitado dicha exposiciĂłn, en la que pudieron verse numerosas filmaciones de cineastas como MĂ©liĂšs o Alice Guy, UbĂș responde enĂ©rgico:

ÂĄPero quĂ© indiscreto se ha vuelto, señor! DĂ©jeme que piense
 ah, sĂ­: solo una vez, con mucho; entrĂ© por una puerta y salĂ­ por otra, algo que no tuvieron valor de hacer las legiones de mirones encerrados en ese recinto como una ratonera. Si hubiese querido observar a los paseantes, les habrĂ­a podido observar mucho mejor en la libertad de su bulevar natal. En cuanto a las casetas cerradas y otros establos, no he puesto el pie en ellos: no he sentido la necesidad de ver ninguna de las curiosidades que afirmaban contener, ya que yo entiendo por “curiosidad” un objeto que descubro por mĂ­ mismo, en mis exploraciones individuales en las tribus salvajes. ÂĄExijo que se me deje descubrir por mĂ­ mismo! Hasta el mĂĄs bello objeto se banaliza cuando es puesto al alcance de la multitud. ÂĄNo he visitado la exposiciĂłn por la misma razĂłn por la que no tengo costumbre de leer manuales de vulgarizaciĂłn, siempre aderezo mi panza con trajes a medida y no cojo nunca el Ăłmnibus!

Posteriormente, en UbĂș en la colina Jarry hace una versiĂłn reducida de UbĂș rey con el propĂłsito de adaptar la obra original a un espectĂĄculo de marionetas de guiñol clĂĄsico.

En UbĂș cornudo (publicada en 1944) el Padre UbĂș habla de nuevo con su Conciencia y la encierra dentro de la maleta. UbĂș descubre que la Madre UbĂș le pone los cuernos con Memmon (llamado asĂ­, como un personaje de la guerra de Troya). Los “palotinos”, los sirvientes, el Zapatero, el Cocodrilo y un perro con calcetines de lana desfilarĂĄn por el escenario, pero sin duda lo mĂĄs interesante serĂĄ la definiciĂłn de la “patafĂ­sica” que harĂĄ el propio UbĂș al comienzo de la obra: “la PatafĂ­sica es una ciencia que hemos inventado y cuya necesidad se hacĂ­a sentir de forma general”.

La “patafĂ­sica” es un movimiento cultural francĂ©s inventado por Jarry, que tuvo su auge durante la segunda mitad del siglo XX, vinculado al surrealismo pero tambiĂ©n a otros movimientos de vanguardia. La expresiĂłn “patafĂ­sica” aparece en UbĂș cornudo, pero tambiĂ©n en su novela pĂłstuma titulada Gestas y opiniones del Dr. Faustroll, PatafĂ­sico (una sĂĄtira sobre el doctor Fausto publicada en 1911). La “patafĂ­sica” surge pues como la revelaciĂłn de la fĂ­sica y por ello se antepone tanto a ella como a la metafĂ­sica. En cierto modo, la “patafĂ­sica” puede interpretarse tambiĂ©n como una sĂĄtira del cientificismo. Esa burla del cientificismo ya aparece en el Woyzeck de Georg BĂŒchner (escrito en 1836 pero publicado en 1879).

En palabras del propio Jarry, “la patafĂ­sica es la ciencia de las soluciones imaginarias, la ciencia de lo particular que estudia las leyes que rigen las excepciones; aquel universo suplementario al nuestro”. En el universo de Jarry todo es anormalidad, la regla es la excepciĂłn de la excepciĂłn. La regla es lo extraordinario, y eso explica y justifica la existencia de la anormalidad. La habitual no es la norma, sino la excepciĂłn. Lo extraño es lo que va marcando la existencia. Lo normativo, lo regulado, lo normal es la excepciĂłn. Jarry añade: “la patafĂ­sica es la ciencia de las soluciones imaginarias, que otorga simbĂłlicamente a los lineamientos, las propiedades de los objetos descritas por sus virtualidades” (libro II de las Gestas y Opiniones del Dr. Faustroll, PatafĂ­sico). Frente a la arbitrariedad de las ciencias exactas que reducĂ­an el ingenio del hombre a una dependencia psicotĂ©cnica, Jarry inventa por boca del doctor Faustroll la patafĂ­sica, que es “la ciencia por antonomasia con una remisiĂłn y una acentuaciĂłn inmediata vueltos hacia la imaginaciĂłn frente a la lĂłgica de la imposiciĂłn Ășnica”. La palabra “patafĂ­sica” es una contracciĂłn de áŒÏ€áœ¶ τᜰ ΌΔτᜰ τᜰ φυσÎčÎșÎŹ (epĂ­ ta metĂĄ ta physikĂĄ), que se refiere a “aquello que se encuentra ‘alrededor’ de lo que estĂĄ ‘mĂĄs allá’ de la fĂ­sica”. La patafĂ­sica se podrĂ­a entender como el principio de la unidad de los opuestos, y se vuelve un medio de descripciĂłn de un universo complementario, constituido por excepciones.

Cuatro años despuĂ©s de la publicaciĂłn de UbĂș cornudo, el 11 de mayo de 1948 (el 22 de Palotin 75, segĂșn el Calendario PatafĂ­sico) se fundĂł el delirante Colegio de PatafĂ­sica. Se dice que fue creado como contrapunto al Colegio de Francia y como homenaje al propio Jarry. A partir del doctor Faustroll, el Colegio de PatafĂ­sica se define como una “sociedad docta e inĂștil dedicada al estudio de las soluciones imaginarias”. El Calendario PatafĂ­sico comienza pues con el nacimiento del propio Jarry (8 de septiembre de 1873). El supuesto “colegio” se rige por un organigrama con tĂ­tulos basados en la nobleza de Polonia (el director es el Vice-Curador Inamovible). Para los patafĂ­sicos, el sĂ­mbolo que representa el saber (por el que Fausto fue capaz de vender su alma a SatĂĄn) es una espiral ilimitada conocida como Gidouille. Este emblema serĂ­a una derivaciĂłn de la barriga espiral insaciable del propio UbĂș y serĂĄ conocido tambiĂ©n como la “espiral maravillosa” (spira mirabilis).

Influyente y precursor

Mucho se ha discutido sobre la influencia de Jarry en la revoluciĂłn de las artes plĂĄsticas del siglo XX, especialmente de las vanguardias histĂłricas. La estĂ©tica de su obra estĂĄ muy definida por el dramaturgo con sus propios dibujos grotescos. Esta reivindicaciĂłn de la influencia de Jarry en las artes ha sido explicada por autores como Antonin Artaud (quien dedicĂł a Jarry una monografĂ­a y fundĂł el Teatro Alfred Jarry en ParĂ­s en 1927), Jean Baudrillard o Boris Vian, que fue miembro del Colegio de PatafĂ­sica, como demuestra su tĂ­tulo de “SĂĄtrapa trascendente” expedido, segĂșn el Calendario PatafĂ­sico, el 22 de Palotin de 80 (11 de mayo de 1953).

Jarry pudo influir en los pintores “nabis” –un grupo de artistas franceses de finales del siglo xix obsesionados por el color–, como Pierre Bonnard, que colaborĂł con Ă©l en sus espectĂĄculos. Pablo Picasso tambiĂ©n mostrĂł gran admiraciĂłn por Jarry, a quien al parecer conociĂł por mediaciĂłn del escultor simbolista oriundo de Valladolid Paco Durrio, que vivĂ­a por aquel entonces en ParĂ­s y era amigo de Paul Gauguin, que a su vez era lĂ­der de los “nabis”. Rachilde explicaba de este modo la influencia de Jarry en el cubismo:

Ha sido, queramos o no, el animador del cubismo en Francia. No hay mĂĄs que comparar sus maderas grabadas por Ă©l mismo con las mĂĄs recientes creaciones de ese gĂ©nero hermĂ©tico (digo hermĂ©tico por pura cortesĂ­a). Jarry fue verdaderamente el primer fundador de la Escuela que llamarĂ­amos, a falta de un tĂ©rmino mĂĄs tĂ©cnico: la escuela de los demonios del absurdo [
] Pero es todavĂ­a, es siempre la mĂĄscara del Padre UbĂș devorando el verdadero rostro de su creador, de su vĂ­ctima mĂĄs bien” (Rachilde, Alfred Jarry. Le SurmĂąle des lettres, 1928).

Joan MirĂł realizĂł una escultura de bronce oscuro que titulĂł Madre UbĂș. Se trata de una figura inquietante, que podrĂ­a interpretarse como una madre castradora. El artista catalĂĄn donĂł esta obra al Museo de Escultura al Aire Libre situado en el Paseo de la Castellana de Madrid. El crĂ­tico alemĂĄn Riewert Ehrich escribiĂł precisamente sobre la influencia de los dibujos y escenografĂ­as de Jarry en las obras de MirĂł. Como explica Josep Massot en El PaĂ­s, el primer retrato que MirĂł hace de la Madre UbĂșdata de 1937, y pudo verse en el PabellĂłn Español de la ExposiciĂłn Universal de ParĂ­s de ese año, “cuando dibujĂł su caricatura en el programa de mano de la representaciĂłn de UbĂș encadenado dentro de los actos de la ExposiciĂłn Universal de ParĂ­s, en la que Picasso expuso el Guernica y MirĂł pintĂł el mural Le faucheur y diseñó el sello antifascista Aidez l’Espagne”.

La influencia de Jarry en los movimientos de vanguardias no acaba aquĂ­. El futurismo tambiĂ©n estarĂ­a en deuda con Ă©l. El poeta Filippo Tommaso Marinetti –que mĂĄs tarde serĂ­a un ideĂłlogo del fascismo– colaborĂł con Jarry en la redacciĂłn de la revista simbolista La Plume cuando vivĂ­a en ParĂ­s (entre 1893 y 1896). Durante ese tiempo mantuvieron una correspondencia relevante. Marinetti conociĂł el simbolismo pictĂłrico a travĂ©s de esta revista, pero “tambiĂ©n el divisionismo o impresionismo cientĂ­fico que sirviĂł de base para la pintura futurista desarrollada a partir de 1909 por Balla, CarrĂ , Severini, Russolo, Boccioni, Depero, etc.”, afirma Manuel SĂĄnchez Oms en el artĂ­culo “El arte del conocimiento o el conocimiento del arte”. SĂĄnchez Oms explica tambiĂ©n que El Supermacho (Le SurmĂąle, 1902) de Jarry, “subtitulada ‘novela moderna’, fue sin duda el impulso necesario para que Marinetti fundase el movimiento futurista”. Por Ășltimo, recuerda que la primera traducciĂłn al italiano del PĂšre Ubu la hizo en 1926 otro futurista italiano, Anton-Giulio Bragaglia.

El surrealismo fue el movimiento en que Jarry influyĂł de manera mĂĄs evidente. Algunos pintores surrealistas como DalĂ­ formaron parte del Colegio de PatafĂ­sica. AndrĂ© Breton, creador del Manifiesto Surrealista, se apropiĂł del mito: “nosotros mantenemos que, desde Jarry, como desde Wilde, la diferencia entre arte y vida ha sido aniquilada como principio”.

AdemĂĄs de todos estos movimientos de vanguardias, a Jarry se le considerarĂĄ con el tiempo precursor del Teatro del Absurdo, que mostrarĂĄ la futilidad de la existencia humana en un mundo impredecible con una mirada escĂ©ptica. Ionesco serĂĄ ajeno a los grandes ideales del siglo XX que provocarĂĄn millones de cadĂĄveres. Algunas de sus obras mostrarĂĄn la crueldad y estupidez de los fanatismos. RinocĂšroce es el ejemplo mĂĄs claro. No es casual que este Nouveau ThĂ©Ăątre o Teatro del Absurdo surja una vez acabada la Segunda Guerra Mundial, despuĂ©s de Auschwitz, cuando el mito del progreso se trunca para siempre. Ya nunca mĂĄs habrĂĄ certezas. No habrĂĄ mĂĄs esperanzas. Como Jarry, Ionesco entenderĂĄ que la comunicaciĂłn humana es imposible, que toda relaciĂłn interpersonal se basa en malentendidos. Sin duda este Nouveau ThĂ©Ăątre estuvo en deuda con el pobre Jarry, un genio que tuvo la coherencia de vivir como su propia creaciĂłn hasta hacerse indistinguible. Martin Esslin aseguraba en 1961 en el prefacio de El teatro del absurdo que este tipo de teatro acogĂ­a tendencias que ya se habĂ­an manifestado “en la literatura mĂĄs esotĂ©rica de finales del siglo pasado y principios del presente (Joyce, el surrealismo, Kafka), o en la pintura de la primera dĂ©cada de este siglo (cubismo, pintura abstracta)”. Esslin añadĂ­a que el teatro solamente pudo acoger esas tendencias absurdas y ponerlas ante un pĂșblico numeroso cuando habĂ­an tenido tiempo de “incorporarse a una tendencia mĂĄs amplia”.

UbĂș es un mito que supera al propio Jarry y se convierte en un ejemplo de hipertextualidad, como dirĂ­a GĂ©rard Genette. UbĂș se transforma pues en un texto que derivarĂĄ en nuevos textos que se transformarĂĄn ampliĂĄndose o modificĂĄndose. Un buen ejemplo es la versiĂłn de Els Joglars. El dramaturgo y director de escena Albert Boadella cometiĂł la osadĂ­a de caricaturizar al president de la Generalitat Jordi Pujol basĂĄndose en el UbĂș rey. En efecto, el espectĂĄculo titulado UbĂș president se convirtiĂł en un hito. En este caso, la realidad acabĂł superando a la ficciĂłn. Boadella explicaba años despuĂ©s que, aun sabiendo que Pujol era un corrupto, nunca pudo imaginar la magnitud de su corrupciĂłn. Jarry tampoco pudo imaginar el auge de los dictadores y el horror que acontecerĂ­a en ese siglo XX que vio nacer.

El novelista y acadĂ©mico francĂ©s Michel ArrivĂ© advirtiĂł de la excesiva reiteraciĂłn y repeticiĂłn hasta el mito de distintas anĂ©cdotas de la vida de Jarry. El propio AndrĂ© Breton fue uno de los primeros en reconocer en su AntologĂ­a del humor negro (1940) que Jarry eliminĂł las fronteras entre la obra literaria y la vida real. Como explicaba Josep Pla en Vida de Manolo, un dĂ­a en el jardĂ­n de la casa de Valette y Rachilde, el enajenado Jarry empezĂł a disparar hacia donde estaban los hijos de la escritora. “Rachilde saliĂł asustada, blanca como la pared.” SegĂșn parece, Jarry contestĂł elocuente: “No os asustĂ©is, señora –dijo Jarry con la mayor seriedad–. Si los mato, os harĂ© unos cuantos mĂĄs.” Cuando se quedĂł sin dinero, Jarry se fue a vivir a casa de su hermana, quien lo atendiĂł hasta su muerte. Antes de morir su Ășltimo deseo fue que le pusieran un palillo de dientes en la boca. MuriĂł a causa de una meningitis con apenas 34 años, el 1 de noviembre de 1907, en el Hospital de la Caridad. Su suicidio fue lento pero firme. ~

BibliografĂ­a

Esslin, Martin, El Teatro del Absurdo, Barcelona, Seix Barral, 1964.

Jarry, Alfred, Todo UbĂș, La Rioja, Pepitas de Calabaza, 2018.

Jarry, Alfred, Gestes et opinions du Dr. Faustroll, Pataphysicien,editado por la BibliothĂšque numĂ©rique romande, 1911.

Massot, Josep, “El simbolismo de la ‘MĂšre Ubu’ de Miró”, El PaĂ­s, 19 de agosto de 2023.

MorĂ©as, Jean, “Manifeste du Symbolisme”, Le Figaro, 18 de septiembre de 1886.

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Jon Viar es doctor en estudios lingĂŒĂ­sticos, literarios y teatrales por la UAH y director del documental "Traidores".


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