Y la hija casada de Sam, llamada Kate, de veintiún años de edad, guapa muchacha, pero que sangraba (la hemofilia, lo mismo que la dilatación de la próstata, esa afección exclusivamente masculina, pero en la presente obra no ocurre así), y su joven primo y marido Sean, hijo del tío Jack, de veintiún años de edad, muchacho guapo, pero que también sangraba, y Bridie, la hija de Frank, de quince años de edad, columna y sostén de la familia, muchacha que tenía la costumbre de dormir de día, en tanto que por la noche recibía la caseta de los trastos viejos, para no molestar a la familia, a sus amistades, por la tarifa de dos peniques, o tres peniques, o cuatro peniques, y, a veces, incluso cinco peniques y otras por una botella de cerveza, y el otro hijo de Jack, llamado Tom, de catorce años de edad, de quien algunos decían que se parecía a su padre, debido a la pobreza de su espíritu, y otros decían que se parecía a su madre debido a la enfermedad del pecho, y algunos decían que se parecía a su abuelo paterno, Jim, debido a su afición a las bebidas espirituosas, y algunos decían que se parecía a su abuela materna, Kate, debido a que en la zona del hueso sacro tenía una placa de eczema supurante del tamaño de un plato sopero, y algunos decían que se parecía a su bisabuelo paterno, Tom, debido a los retortijones de estómago que padecía. Y por fin, pasando a la generación pujante, estaban las dos hijas de Sean, llamadas Rose y Cerise, de cinco y cuatro años de edad, respectivamente, y estas inocentes muchachitas también sangraban como su papá y su mamá, y es preciso hacer constar que Sean se portó muy mal, sabiendo la enfermedad que tenía, y sabiendo la enfermedad que Kate tenía, al hacer lo que hizo con Kate, de modo y manera tal que Kate concibió y parió a Rose, y Kate se portó muy mal al dejar hacer a Sean lo que Sean hizo con ella, y, desde luego, también Sean se portó muy mal, sabiendo la enfermedad que padecía, y sabiendo ahora, además, la enfermedad que Rose padecía, en volver a hacer con Kate lo que hizo, de modo y manera tal que Kate concibió y parió a Cerise, y después estaban los dos hijos de Simón, llamados Pat y Larry, de cuatro y tres años de edad, respectivamente, de los cuales el pequeño Pat era canijo, es decir, padecía raquitismo, y tenía los brazos y las piernas como palillos, una cabeza como un globo, y una barrigota como otro globo, y lo mismo le ocurría a su hermanito Larry y la única diferencia que mediaba entre Pat y Larry era, salvando las diferencias de nombre y la breve diferencia de edad, que las piernas del pequeño Larry eran más como palillos que las piernas del pequeño Pat, en tanto que los brazos del pequeño Pat eran más como palillos que los brazos del pequeño Larry, y que la barrigota del pequeño Larry era menos como un globo que la del pequeño Pat, en tanto que la cabeza del pequeño Pat era menos como un globo que la del pequeño Larry.
Cinco generaciones, veintiocho almas, novecientos ochenta años, este es el formidable récord de la familia Lynch (las cifras son erróneas. Por lo que los cálculos subsiguientes serán doblemente erróneos).
Hermoso texto, ¿verdad? Solo un irlandés, como Swift y su Modesta proposición, es capaz de hacer una cosa así. Procederemos, con la torpeza habitual, a intentar la comprensión de lo grotesco (“¿con cuántas mangas quiere su saco?”, pregunta un sastre de W. Fernández Flórez).
“Si en el mundo había dos cosas que desagradaban a Watt, estas cosas eran, una, la luna, y la otra, el sol.” (Samuel Beckett, Watt)
No cabe duda de que podemos identificar esta crónica familiar como “grotesca”, pero eso no pasa de afirmar que sabemos emplear la palabra. Tal vez un examen más o menos detenido del texto nos revele algo más sobre la entraña del procedimiento literario de que se valió Beckett. ~
(Ciudad de México, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y académico, autor de algunas de las páginas más luminosas de la literatura mexicana.