Diez mil aƱos de patriarcado

La posiciĆ³n de la mujer varĆ­a mucho en distintas geografĆ­as y culturas. Esta breve historia de sus diferencias y transformaciones muestra la importancia del crecimiento econĆ³mico y el activismo feminista.
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Nuestro mundo estĆ” marcado por la Gran Divergencia de GĆ©nero. En el sur de Asia y Oriente Medio, la mayorĆ­a de las mujeres permanecen recluidas. Las mujeres chinas trabajan pero estĆ”n excluidas de la polĆ­tica. En AmĆ©rica Latina se ha producido una transformaciĆ³n radical, casi se ha alcanzado la paridad de gĆ©nero en la representaciĆ³n polĆ­tica y se han producido concentraciones masivas contra la violencia machista. Escandinavia es lo que mĆ”s se acerca a una utopĆ­a feminista, pero durante la mayor parte de la historia Europa fue mucho mĆ”s patriarcal que el sudeste asiĆ”tico y el sur de Ɓfrica, que son matrilineales. ĀæQuĆ© explica la Gran Divergencia de GĆ©nero? OcurriĆ³ principalmente en el siglo XX, pero tiene raĆ­ces mucho mĆ”s profundas. Para responder a la pregunta, tenemos que retroceder diez mil aƱos.

Con la RevoluciĆ³n neolĆ­tica surgieron en el mundo tres tipos de sociedades agrĆ­colas: patrilineales, bilaterales y matrilineales. En Eurasia, las comunidades patrilineales transmitĆ­an la tierra y los rebaƱos a los hijos. La preocupaciĆ³n por la paternidad y la pureza del linaje motivĆ³ fuertes restricciones a la sexualidad y la movilidad de las mujeres. Por el contrario, las sociedades hortĆ­colas del sur de Ɓfrica y del sudeste asiĆ”tico tendĆ­an a ser matrilineales, y la descendencia y la propiedad se transmitĆ­an por lĆ­nea femenina. Con menos preocupaciĆ³n por la paternidad, las mujeres se movĆ­an libremente en sus comunidades. Los nativos americanos eran mayoritariamente bilaterales y reconocĆ­an la importancia de las contribuciones de las mujeres.

La propia Eurasia sufriĆ³ otra importante divisiĆ³n hace varios miles de aƱos. Oriente Medio y el sur de Asia se volvieron aĆŗn mĆ”s endogĆ”micos (mediante el matrimonio entre primos y las castas). Como los rumores de promiscuidad femenina deshonraban a todo el linaje, las mujeres se enclaustraron cada vez mĆ”s, sobre todo en los pueblos socialmente diversos. Mientras tanto, en la Europa medieval surgieron varias ventajas latentes: las familias nucleares y las asambleas participativas. Estas innovaciones resultarĆ­an importantes mĆ”s adelante, cuando el cambio tecnolĆ³gico, basado en la cualificaciĆ³n, aumentĆ³ los rendimientos econĆ³micos del empleo femenino.

La dominaciĆ³n patriarcal no estaba determinada geogrĆ”ficamente, sino que era tambiĆ©n un producto de la evoluciĆ³n cultural, como se refleja en el folclore, la religiĆ³n, los estereotipos de gĆ©nero y las instituciones. El folclore (que ofrece una visiĆ³n de las culturas tradicionales) de Oriente Medio, el sur de Asia, el MediterrĆ”neo y Escandinavia tiende a valorar el dominio masculino y la sumisiĆ³n femenina. El patriarcado se consolidĆ³ en Eurasia con la apariciĆ³n, hace mĆ”s de dos mil aƱos, de religiones con grandes dioses que imponĆ­an castigos sobrenaturales. Se santificĆ³ la estricta vigilancia de la sexualidad femenina. La desobediencia era castigada por Dios o el karma con hambrunas, inundaciones y tormentos despuĆ©s de la muerte.

La Gran Divergencia de GĆ©nero se produjo realmente en el siglo XX. El cambio tecnolĆ³gico liberĆ³ a las mujeres de las tareas domĆ©sticas y la industrializaciĆ³n aumentĆ³ la demanda de su trabajo. Las empresas prĆ³speras se quedaron sin hombres cualificados y contrataron en masa a mujeres. Las mujeres, a su vez, ganaron estatus, autonomĆ­a y solidaridad a travĆ©s de alianzas mĆ”s amplias. Pero este progreso hacia la igualdad de gĆ©nero estaba supeditado a un fuerte crecimiento, a la debilidad de los sistemas de parentesco y a la democratizaciĆ³n. Si los salarios vigentes son demasiado bajos para compensar la pĆ©rdida de honor, la reclusiĆ³n femenina persiste (como en gran parte de la India, IrĆ”n y Egipto). Estos efectos se ven agravados por las trayectorias polĆ­ticas. Solo en las democracias (excluyendo, por tanto, a Rusia y China) las mujeres pueden movilizarse colectivamente para obtener representaciĆ³n y protecciĆ³n frente a la violencia masculina.

La revoluciĆ³n patriarcal

La revoluciĆ³n neolĆ­tica se ha considerado un hito en la desigualdad social, pero la transiciĆ³n fue gradual y dependiĆ³ de una serie de innovaciones mĆ”s allĆ” de la domesticaciĆ³n de los cultivos. Antes del NeolĆ­tico nunca habĆ­a existido una utopĆ­a feminista. Si los estudios recientes sobre los recolectores sirven de guĆ­a, durante los cien mil aƱos que nuestros antepasados vivieron como cazadores-recolectores, las niƱas podĆ­an ser obligadas a casarse (a menudo de forma poligĆ­nica), golpeadas y violadas. Sin embargo, como el trabajo femenino era un elemento crucial de la economĆ­a de los cazadores-recolectores, las mujeres al menos no estaban recluidas.

Con la llegada de la agricultura temprana, las mujeres siguieron contribuyendo a sus hogares mediante el trabajo en el campo. Por ejemplo, el yacimiento de CatalhƶyĆ¼k (7000 a. C.) no muestra que hubiera una fuerte divisiĆ³n del trabajo en funciĆ³n del gĆ©nero. Las mujeres y los hombres realizaban el mismo trabajo, seguĆ­an la misma dieta y pasaban un tiempo similar al aire libre. Los huesos y los enterramientos sugieren que hay pocas diferencias en los roles de gĆ©nero (aunque sin duda la violencia masculina persistĆ­a).

Pero la dominaciĆ³n masculina se reforzĆ³ drĆ”sticamente con la domesticaciĆ³n de los animales, el cultivo de cereales, los animales de tiro, la estratificaciĆ³n de la riqueza y el surgimiento de los Estados.

1) La riqueza surgiĆ³ con una serie de innovaciones tecnolĆ³gicas. La domesticaciĆ³n de los animales dio lugar a rebaƱos de ganado. El cultivo de cereales produjo un excedente almacenable. El riego, entre otras cosas, aumentĆ³ el rendimiento de los cultivos, convirtiendo la tierra en un activo valioso.

2) La apariciĆ³n de la riqueza vino acompaƱada de la diferenciaciĆ³n de clases: algunos poseĆ­an la tierra, mientras que otros la trabajaban.

3) La riqueza y la clase social convirtieron la herencia en un elemento clave de la organizaciĆ³n social. Los terratenientes ricos y los pastores, preocupados por la transmisiĆ³n de los activos fijos a lo largo de las generaciones, querĆ­an garantizar la identidad del padre. El control de la sexualidad femenina pasĆ³ a ser primordial.

4) Los cereales y los animales de tiro tambiĆ©n permitieron obtener un excedente agrĆ­cola almacenable y gravable. Los ejĆ©rcitos podĆ­an ahora alimentarse y los Estados podĆ­an expandirse. La expansiĆ³n del Estado agravĆ³ las desigualdades de clase.

5) Los privilegios de clase heredados y la pureza del linaje se mantenĆ­an asegurando que las mujeres solo se reprodujeran con los miembros del grupo.

6) Cuanto mayor era la confianza en la cooperaciĆ³n de parentesco y la endogamia, asĆ­ como la preocupaciĆ³n por la pureza, mĆ”s estricta era la vigilancia, lo que inhibĆ­a las libertades y las amistades de las mujeres.

Eurasia precolonial en la longue durĆ©e

El sur de Mesopotamia, sede de algunas de las ciudades-Estado mĆ”s antiguas de la historia, no era inicialmente tan patriarcal. En el aƱo 4000 a. C., tanto las niƱas como los niƱos sumerios recibĆ­an formaciĆ³n para ser escribas. Los nombres de las mujeres aparecen en los tĆ­tulos de propiedad y en las listas de racionamiento como cabezas de familia. Las mujeres dirigĆ­an sus propios negocios, como las tabernas. Las deidades femeninas aportaban un elemento democrĆ”tico y se castigaba la violaciĆ³n.

Pero la sociedad parece haberse vuelto mĆ”s patriarcal con el tiempo. Las mujeres fueron excluidas de las ciudadelas del saber, asĆ­ como de los puestos religiosos y polĆ­ticos destacados. El conocimiento pasĆ³ a estar dominado por los hombres. Urukagina (rey de Lagash, 2400 a. C.) decretĆ³: ā€œA la mujer que haya pecado diciendo algo a un hombre que no deberĆ­a haber dicho se le deben triturar los dientes con ladrillos quemados.ā€ El CĆ³digo de Hammurabi (1750 a. C.) y las leyes asirias se preocupaban por el matrimonio y la sexualidad. El marido tenĆ­a total autoridad sobre su mujer y sus hijos, de los que podĆ­a divorciarse sin alegar motivo alguno. Las esposas con faltas graves eran ahogadas. El velo era obligatorio para las mujeres asirias de alto estatus, pero estaba prohibido para las esclavas o prostitutas (que serĆ­an debidamente azotadas). El zoroastrismo introdujo castigos sobrenaturales: mĆ”s de un tercio de los pecados religiosos se referĆ­an a la sexualidad femenina; la desobediencia femenina estaba penalizada. Esto es muy anterior al islam.

ĀæPor quĆ© el sur de Mesopotamia se hizo mĆ”s patriarcal con el tiempo? Consideremos sus rasgos distintivos. Dada la escasa pluviosidad, los pantanos y el riesgo de salinizaciĆ³n, la agricultura sumeria dependĆ­a del riego a gran escala. A medida que la innovaciĆ³n tecnolĆ³gica mejoraba, el rendimiento de las cosechas era extraordinariamente alto, mientras que las opciones de salida en el semidesierto eran escasas. Los plebeyos acudĆ­an a trabajar como aparceros para los terratenientes ricos, que controlaban los canales. Una clase sacerdotal gobernante gestionaba la distribuciĆ³n centralizada de los alimentos, tal y como se muestra en las representaciones de suplicantes. Las murallas de las ciudades se fortificaron para protegerlas de las incursiones de los nĆ³madas. Estos oasis eran enormemente desiguales, fuertemente militarizados, patrilineales y dirigidos por la autoridad divina.

Es posible que Europa fuera igualmente patriarcal, despuĆ©s de que los pastores esteparios patrilineales eliminaran a los hombres indĆ­genas. Las pruebas paleogenĆ³micas, los anĆ”lisis isotĆ³picos, la terminologĆ­a de parentesco y los cĆ³digos germĆ”nicos sugieren la existencia de fuertes clanes patrilineales. Noruega tiene la mayor proporciĆ³n de ascendencia yamnaya, y su folclore suele presentar a las mujeres como sumisas y a los hombres como dominantes: Ā”piensen en Thor y OdĆ­n!

La antigua Grecia ofrece mĆ”s pistas sobre el pasado de Europa. El parentesco patrilineal era imperativo: una mujer sin hermanos estaba obligada a casarse con su pariente paterno mĆ”s cercano. Dada la fuerte preocupaciĆ³n por la paternidad, la herencia y la ciudadanĆ­a, las familias ricas recluĆ­an a los familiares de sexo femenino. Los nombres de las mujeres no se pronunciaban en pĆŗblico; solo se las reconocĆ­a como apĆ©ndices de los maridos y padres. Como seƱalĆ³ AristĆ³teles, ā€œel hombre es naturalmente superior a la mujer, por lo que el hombre debe gobernar y la mujer debe ser gobernadaā€. Sin embargo, la antigua Grecia y Roma se diferenciaban de otros imperios patriarcales en un aspecto importante: prescribĆ­an la monogamia. Esta idea fue adoptada posteriormente por la Iglesia.

La India desarrollĆ³ las castas hace al menos dos mil aƱos. Unas pocas castas eran propietarias de fincas, mientras que otras se dedicaban al pastoreo, al trabajo agrĆ­cola, a la artesanĆ­a y al trabajo en rĆ©gimen de servidumbre. Las ocupaciones se heredaron y estratificaron. Para preservar la endogamia jati, las niƱas se casaban antes de la pubertad, para que no pudieran reproducirse para el linaje ā€œequivocadoā€. La reclusiĆ³n femenina puede haber sido mĆ”s marcada en el norte, ya que los suelos limosos permiten el cultivo con arado, lo que reduce la demanda de trabajo de campo de las mujeres, y el procesamiento del trigo requiere el trabajo domĆ©stico femenino.

En el siglo VII, los Ć”rabes conquistaron grandes extensiones de territorio en Oriente Medio y el norte de Ɓfrica. Esto provocĆ³ un deterioro de la autonomĆ­a de las mujeres, sobre todo en Egipto. Los conquistados obtenĆ­an derechos y exenciones fiscales si se convertĆ­an al islam, recitaban el CorĆ”n, conseguĆ­an un patrĆ³n Ć”rabe y adoptaban linajes tribales. El parentesco patrilineal se vio reforzado (por el reconocimiento de los agnados en la herencia y la propiedad patrilineal de los hijos por parte de la sharĆ­a) y amenazado (por los derechos de herencia de las mujeres musulmanas). El matrimonio entre primos ofrecĆ­a una soluciĆ³n: consolidar la riqueza, la fuerza y la confianza de la familia. Sigue siendo especialmente frecuente en los paĆ­ses musulmanes que estuvieron bajo el califato omeya. Cuando los egipcios pasaron de las tribus bilaterales a las patrilineales, restringieron los derechos y libertades de las mujeres.

Irak se convirtiĆ³ en la sede del imperio musulmĆ”n sunĆ­: Los teĆ³logos persas dirigieron las instituciones estatales de aprendizaje y desempeƱaron un papel crucial en el desarrollo de la Ć©tica islĆ”mica. Construyeron a los hombres como intelectualmente superiores, con una capacidad Ćŗnica de razonamiento y, por tanto, patriarcas legĆ­timos. Los hombres solo podĆ­an alcanzar la piedad evitando la fitna (corrupciĆ³n moral) y vigilando a las mujeres. Los clĆ©rigos prescribĆ­an repetidamente la segregaciĆ³n de gĆ©nero: prohibir a las mujeres las oraciones comunitarias en la mezquita. Las mujeres damascenas y cairotas del siglo xii desafiaron estas prescripciones (a veces incluso predicaron). Pero la disidencia abierta estaba cada vez mĆ”s inhibida por las tribus unidas, el miedo a la condenaciĆ³n eterna y el autoritarismo religioso.

La India estuvo gobernada por musulmanes turcos durante mĆ”s de seiscientos aƱos. El dominio mogol se concentraba en el norte de la India, en la llanura del Alto Ganges. Las mujeres eran capturadas en las incursiones y vendidas como esclavas sexuales. La sociedad del norte de la India se volviĆ³ mĆ”s segregada por sexos. Como la clase dirigente practicaba el purdah (la prĆ”ctica de reclusiĆ³n de las mujeres), este pasĆ³ a significar un estatus. Las familias que ascendĆ­an siguieron su ejemplo, para simbolizar respetabilidad. Con la islamizaciĆ³n y la adopciĆ³n del arado, las mujeres del este de Bengala (antes integradas en el cultivo del arroz hĆŗmedo) se dedicaron lentamente a aventar, remojar, sancochar y descascarar, dentro de los lĆ­mites del patio familiar.

La dinastĆ­a Song de China (siglos X-XIII) inaugurĆ³ la comercializaciĆ³n, la expansiĆ³n burocrĆ”tica, un examen meritocrĆ”tico de la administraciĆ³n pĆŗblica, la difusiĆ³n de la imprenta y la educaciĆ³n, el renacimiento de Confucio, asĆ­ como prĆ”cticas mĆ”s patriarcales: el vendado de los pies, la segregaciĆ³n sexual y el aumento de las dotes. A medida que los hombres educados aprovechaban las oportunidades lucrativas, la reclusiĆ³n femenina se idealizaba. Las pinturas de las bulliciosas calles de la ciudad de Kaifeng muestran a porteadores, posaderos, monjes y comerciantes, pero una llamativa ausencia de mujeres.

ĀæPor quĆ© las mujeres chinas se ataban cada vez mĆ”s los pies? Los mercados matrimoniales son una posibilidad: madres afectuosas pueden haber atado los pies de sus hijas para atraer a los novios con ambiciones de ascenso social que buscaban novias castas.

El vendaje de pies era especialmente comĆŗn en las regiones donde se cultivaba trigo y algodĆ³n, pero no en el sur, donde se cultivaba arroz. El arroz requiere mucha mano de obra. Las familias habrĆ­an necesitado a sus hijas en los campos. Sospecho que miles de aƱos de cultivo de arroz por parte de las mujeres pueden haber normalizado la movilidad femenina, de manera que los padres no podĆ­an contemplar la posibilidad de vendar los pies. Esta prĆ”ctica persistiĆ³ con fuerza en las regiones productoras de algodĆ³n, donde era rentable inmovilizar a las niƱas en el telar.

Las mujeres de Asia Oriental estaban ciertamente oprimidas y no eran libres, pero tenĆ­an una ventaja latente que resultarĆ­a importante con la industrializaciĆ³n mil aƱos despuĆ©s. Casarse con parientes patrilineales estaba severamente castigado por el CĆ³digo Song. La exogamia debilitaba a los clanes y ā€“en comparaciĆ³n con Oriente Medio y el sur de Asiaā€“ disminuĆ­a su preferencia por la reclusiĆ³n femenina.

En resumen, en las civilizaciones patrilineales se vigilaba estrechamente a las mujeres para mejorar sus perspectivas de matrimonio y mantener el honor de la familia. Aunque las familias podĆ­an tener la tentaciĆ³n de complementar sus escasos ingresos poniendo a su hija a trabajar, este incentivo debĆ­a sopesarse con la posible pĆ©rdida de honor y la severidad de las sanciones sociales. Como ninguna familia querĆ­a desviarse de esta norma de forma unilateral, todas estaban atrapadas en un bucle de retroalimentaciĆ³n negativa en el que las mujeres permanecĆ­an cerca del hogar. Las mujeres competĆ­an por los novios con garantĆ­as de identidad del padre: atadura de pies, reclusiĆ³n femenina, pruebas de virginidad nupcial e infibulaciĆ³n.

Sociedades precoloniales matrilineales y bilaterales

El sudeste asiĆ”tico, el sur de Ɓfrica y gran parte de AmĆ©rica eran mucho mĆ”s igualitarios en cuanto al gĆ©nero, gracias al parentesco matrilineal o bilateral. Con una menor preocupaciĆ³n por la identidad del padre, las mujeres se movĆ­an mĆ”s libremente en sus comunidades. El folclore no representaba a los hombres como agresores dominantes, y el lenguaje no tenĆ­a gĆ©nero.

En las Filipinas precoloniales, la tierra no se consideraba una fuente importante de riqueza. Los hombres pagaban una dote de oro, joyas o esclavos. Las hijas eran valiosas y el divorcio era habitual. Si una mujer querĆ­a volver a casarse, podĆ­a llevarse sus propiedades, la mitad de los hijos y la mitad de los esclavos compartidos. El parentesco y la interdependencia econĆ³mica aumentaban mucho el poder de negociaciĆ³n de las mujeres. Los hombres incluso llevaban piercings en el pene (que les resultaban dolorosos) para aumentar el placer sexual de las mujeres, porque estas insistĆ­an en ello. En el siglo XVI, la mayorĆ­a de los lĆ­deres espirituales eran mujeres. Los hombres que querĆ­an ser sacerdotes tenĆ­an que vestirse y actuar como mujeres: tenĆ­an que ser afeminados.

Durante siglos, las mujeres de Filipinas, Tailandia, Camboya y Laos disfrutaron de relaciones sexuales prematrimoniales, viajaron mucho como comerciantes, poseyeron tierras, se divorciaron libremente, trabajaron como guardaespaldas reales, ocuparon altos cargos y fueron adoradas como diosas.

La arqueologĆ­a antropolĆ³gica de las comunidades andinas de ayllu sugiere ideologĆ­as de complementariedad de gĆ©nero. Los maridos y las esposas eran representados como proveedores de trabajo proporcional para la supervivencia del hogar: se valoraba el trabajo de las mujeres como tejedoras y cultivadoras. La descendencia se trazaba tanto en la lĆ­nea masculina como en la femenina. La Luna era la diosa suprema de los incas, adorada como creadora de las mujeres, en un culto dirigido por ellas. TambiĆ©n permitĆ­an la sexualidad prematrimonial. Las comunidades ayllu eran tambiĆ©n relativamente igualitarias y se basaban en el trabajo recĆ­proco.

Los bemba matrilineales del sur de Ɓfrica practicaban la agricultura de tala y quema. No habĆ­a propiedades que heredar, las familias solo necesitaban mano de obra. Para demostrar su disposiciĆ³n al matrimonio, un joven prestaba varios aƱos de servicio laboral a su familia polĆ­tica. Si no le resultaba satisfactorio, podĆ­a divorciarse fĆ”cilmente y serĆ­a bien recibido por sus familiares. Las mujeres eran relativamente autĆ³nomas y dirigĆ­an sus propias esferas de conocimiento e influencia.

ĀæPor quĆ© estas sociedades eran hasta cierto punto igualitarias en cuanto al gĆ©nero? Uno de los puntos en comĆŗn es que, en ausencia de arado, animales de tiro, cultivo de cereales, migraciĆ³n desde la estepa patrilineal o mercados, habĆ­a poca estratificaciĆ³n social, impuestos o formaciĆ³n de Estados. El imperio inca se basaba en el servicio de la mano de obra (no en el tributo en bienes, a diferencia de los mayas y aztecas, que cultivaban maĆ­z). El antiguo Egipto tambiĆ©n tenĆ­a mercados dĆ©biles y poca estratificaciĆ³n. El trabajo recĆ­proco, el igualitarismo y la movilidad femenina parecen ir de la mano.

Sin embargo, aunque se necesite el trabajo de campo de las mujeres, estas pueden carecer de autonomĆ­a. Las vĆ­rgenes bellas (acllas) eran secuestradas por los incas para sacrificarlas, consagrarlas a los dioses o convertirlas en concubinas o esposas secundarias de los jefes provinciales. En el Ɓfrica subsahariana, los ashanti, los tiv, los chimbu y los igbo practicaban la mutilaciĆ³n genital femenina, la esclavitud femenina y la poligamia.

Pasemos ahora a la divergencia euroasiƔtica.

La divergencia euroasiƔtica

La Europa medieval era patriarcal, pero poseĆ­a varias ventajas latentes: familias nucleares (sin matrimonio entre primos), asambleas participativas e instituciones estatales. ĀæCĆ³mo surgieron? Estos son los hechos, desde mi punto de vista.

1) Los clanes patrilineales surgieron en Europa como resultado de la colonizaciĆ³n de pueblos esteparios que montaban a caballo.

2) Los imperios francos mezclaron las asambleas participativas de las tribus germƔnicas y las instituciones estatales romanas. Ambas estaban dirigidas por hombres.

3) Entre los aƱos 300 y 1300 de la era cristiana, la Iglesia catĆ³lica romana y el imperio carolingio intentaron acabar con el matrimonio entre primos y la poligamia. Las familias nobles aprovecharon las prohibiciones del incesto para evitar que sus rivales consolidaran su riqueza.

4) Las familias inglesas eran nucleares antes de la peste negra. Los campesinos hacĆ­an caso omiso del linaje y rara vez intercambiaban trabajo con sus parientes lejanos.

5) Se cumplĆ­an ampliamente innumerables restricciones eclesiĆ”sticas, que no pueden explicarse mĆ”s que por la religiĆ³n. En el siglo XIV, los matrimonios ingleses rara vez se producĆ­an durante la Cuaresma ni si los hombres tenĆ­an relaciĆ³n previa con una familiar de la mujer (como estaba proscrito por la Iglesia).

6) Los jĆ³venes, tanto hombres como mujeres, solĆ­an trabajar como sirvientes hasta que ahorraban lo suficiente para establecer sus propios hogares nucleares.

7) Por ello, la edad del matrimonio era inusualmente alta en el noroeste de Europa (mediados de la veintena), especialmente cuando los salarios eran bajos.

8) La profundidad de los mercados de trabajo asalariado y la urbanizaciĆ³n aceleraron la exogamia.

9) Se fomentĆ³ el matrimonio consensuado, pero muchos siguieron siendo concertados, incluso en el Londres de la Baja Edad Media.

La vulnerabilidad del hogar nuclear exigĆ­a que las mujeres casadas siguieran trabajando. Los maridos rara vez se oponĆ­an. Los hombres confiaban en la competencia de las mujeres y legaban tierras y asuntos familiares a su control. Las parejas cooperaban como una unidad conyugal.

Las mujeres del noroeste de Europa trabajaban como lecheras, hilanderas, costureras, vendedoras ambulantes, comadronas y dependientas. En ciudades como Londres, Leiden y ParĆ­s, donde las oportunidades econĆ³micas eran mayores, las mujeres de los mercados eran asertivas, autosuficientes y tenĆ­an experiencia en las calles. AllĆ­ donde los gremios eran dĆ©biles, las mujeres se enorgullecĆ­an de ser profesionales en oficios especializados (como las costureras en la Francia del Antiguo RĆ©gimen).

Pero el trabajo de las mujeres era en su mayorĆ­a poco cualificado, no organizado y a menudo a domicilio (como el hilado). Antes de los anticonceptivos, la leche de fĆ³rmula, la electricidad y las lavadoras, la vida de las madres se veĆ­a interrumpida sin cesar. El 60% de sus aƱos fĆ©rtiles los pasaban embarazadas o amamantando. Los gritos de los niƱos pequeƱos impedĆ­an la bĆŗsqueda de oficios cualificados, autonomĆ­a econĆ³mica y amplias redes sociales (mĆ”s allĆ” de otras parientes y vecinas igualmente marginadas).

Los hombres eran mucho mĆ”s capaces de aprovechar las nuevas oportunidades econĆ³micas. Cuando Europa pasĆ³ del feudalismo a la comercializaciĆ³n (con una producciĆ³n a mayor escala y mĆ”s intensiva en capital), los hombres perfeccionaron sus oficios y viajaron como comerciantes. Consolidaron su ventaja estableciendo gremios que monopolizaban las empresas lucrativas y excluĆ­an a las mujeres. El dominio masculino se afianzĆ³ con una plĆ©tora de Ć³rdenes fraternales: en el gobierno, la judicatura, la religiĆ³n, la medicina y las universidades. Las mujeres vulnerables, con un capital social mĆ”s dĆ©bil, luchaban por protegerse de la persecuciĆ³n. Cuando las iglesias catĆ³lica y protestante, que competĆ­an entre sĆ­, trataron de demostrar su poder superior para proteger a la gente de la brujerĆ­a, quemaron a miles de mujeres.

El 95% de los escritores eran hombres y propagaban los ideales patriarcales. Pero a partir de 1600 esto empezĆ³ a cambiar, comenzando por los protestantes. En lugar de someterse a las autoridades religiosas (como todavĆ­a ocurre en Oriente Medio y el norte de Ɓfrica), los protestantes defendieron la sola scriptura: cada hombre y mujer debĆ­a leer e interpretar la Biblia por sĆ­ mismo. Eso catalizĆ³ el aumento de la alfabetizaciĆ³n y la paridad de gĆ©nero; las mujeres publicaban cada vez mĆ”s.

La IlustraciĆ³n supuso una transformaciĆ³n aĆŗn mayor: Europa y NorteamĆ©rica se volvieron mĆ”s cientĆ­ficas, laicas y democrĆ”ticas. Inventores, empresarios y artesanos acudĆ­an para hablar de grandes descubrimientos. Unos elogiaban las innovaciones, y otros experimentaban con entusiasmo y ganaban prestigio. Las tabernas y los cafĆ©s se convirtieron en focos de creatividad colaborativa y debate polĆ­tico. Ā”Los salones eran sorprendentemente propicios para las patentes! Los asistentes obtenĆ­an enormes beneficios internos: los masones acumulaban conocimientos, respetabilidad y patrocinio de la Ć©lite. Los clubes tambiĆ©n acudĆ­an a los tribunales para proteger la reputaciĆ³n de sus miembros, lo que les permitĆ­a asumir riesgos mucho mayores en la esfera pĆŗblica.

Si se admite que esta rica esfera asociativa catalizĆ³ las innovaciones, seguramente se acepta que las mujeres se vieron perjudicadas por su exclusiĆ³n forzada. El 95% de las asociaciones de la IlustraciĆ³n en Inglaterra eran masculinas. Las excepciones son las tertulias londinenses de las bluestockings (como se llamaba despectivamente a las mujeres ā€œavanzadasā€) y las sociedades de debate femeninas, asĆ­ como las logias masĆ³nicas y las sociedades cientĆ­ficas de las mujeres holandesas. Pero por muy dotadas que estuvieran o decididas que fueran, sus contribuciones eran generalmente ridiculizadas. Las mujeres brillantes trabajaban en soledad, mientras que los avances de los hombres se amplificaban con megĆ”fonos.

El imperio otomano conservaba una mayor preferencia por la reclusiĆ³n femenina. El honor y el comercio dentro de las redes de parentesco estaban supeditados a la eliminaciĆ³n de los rumores de incorrecciĆ³n femenina. Los clĆ©rigos y la preocupada opiniĆ³n pĆŗblica pidieron en repetidas ocasiones al sultĆ”n que reprimiera las libertades de las mujeres.

Sin embargo, en algunos aspectos el imperio otomano era bastante similar a Europa y AmƩrica. Las mujeres corrientes trabajaban en el sector textil: hilando y tejiendo en casa. Las campesinas trabajaban invariablemente en los campos familiares. Sin embargo, las ciudades otomanas estaban mucho mƔs segregadas por sexos. Merodear por las concurridas calles de la ciudad significaba confraternizar con personas ajenas a la familia, alimentar las habladurƭas, poner en peligro el honor de la mujer y frustrar sus perspectivas de matrimonio. Solo las mujeres mƔs pobres y desesperadas vendƭan comida en El Cairo. Las mujeres divorciadas que mantenƭan a sus hijos comerciando en el mercado podƭan incluso perder el derecho de custodia. En el Lƭbano, los bautismos solo registraban los nombres de los varones, lo que refleja su primacƭa patrilineal. Las mujeres tambiƩn estaban ausentes de las mezquitas.

Aunque la vida pĆŗblica estaba segregada por sexos, las mujeres otomanas se valĆ­an de los tribunales islĆ”micos para promover su autonomĆ­a. En la TurquĆ­a del siglo XVI, poseĆ­an derechos de propiedad independientes sobre bienes inmuebles urbanos y rurales (casas, tiendas, molinos, huertos y viƱedos), asĆ­ como burros y cabras. TambiĆ©n participaban en redes de crĆ©dito. En Estambul, las mujeres ricas fundaban madrasas, bibliotecas y fundaciones religiosas. En Damasco, recurrieron a la ley islĆ”mica para asegurarse la manutenciĆ³n. Las campesinas y las egipcias urbanas de clase baja perseguĆ­an sus intereses en los tribunales islĆ”micos: comerciaban con propiedades y perseguĆ­an a los ladrones. Las mujeres de la Ć©lite egipcia del siglo XIX invertĆ­an en negocios y litigaban en los tribunales, pero los intermediarios operaban en su nombre mientras ellas permanecĆ­an recluidas. En IrĆ”n, las esposas y concubinas imperiales tramaban la promociĆ³n de sus hijos. No eran en absoluto pasivas.

Asimismo, en la India colonial, las mujeres trabajaban en las granjas familiares, pero se casaban pronto y rara vez se mezclaban con los forasteros. Las ciudades del norte de la India estaban especialmente segregadas por sexos. AsĆ­ se mantenĆ­a la endogamia jati, que era la base de la confianza, el comercio y las garantĆ­as mutuas.

En resumen, Eurasia experimentĆ³ una importante divergencia: la endogamia se estrechĆ³ en la India, Oriente Medio y el norte de Ɓfrica; Asia oriental siguiĆ³ siendo exĆ³gama; mientras que Europa se volviĆ³ mĆ”s nuclear, democrĆ”tica y cientĆ­fica.

La AmƩrica Latina colonial

Los conquistadores espaƱoles masacraron y esclavizaron a los nativos americanos. Les robaron sus tierras y los obligaron a instalarse en nuevas reservas. Las epidemias europeas acabaron con poblaciones enteras. Murieron 56 millones de personas. Las mujeres indƭgenas fueron torturadas, violadas y obligadas a tejer por los administradores coloniales, terratenientes, magistrados y clƩrigos. No se les pagaba, se las alimentaba mal y se las golpeaba. La violencia familiar puede haberse intensificado como consecuencia del estrƩs.

Pero los indĆ­genas mantuvieron ferozmente sus propias tradiciones. Conservaron su lengua, el trabajo recĆ­proco, las prĆ”cticas religiosas y las fiestas patrocinadas por la comunidad. Las mujeres indĆ­genas mexicanas siguieron tejiendo. La Ć©lite andina permitĆ­a las relaciones sexuales prematrimoniales y fomentaba el matrimonio de prueba, considerĆ”ndolo necesario para el matrimonio definitivo. Los sacerdotes catĆ³licos se horrorizaron y amenazaron con castigarles. Los espaƱoles denunciaron el matrimonio de prueba como ā€œdiabĆ³licoā€. Pero fueron ignorados. La adopciĆ³n del catolicismo puso fin a sus funciones religiosas, antes diversas. Pero las mujeres siguieron trabajando, poseyendo, heredando y legando bienes. TambiĆ©n participaron en la vida religiosa local y se destacaron en las protestas. En la rebeliĆ³n indĆ­gena de 1780, las mujeres fueron estrategas militares: dirigĆ­an ejĆ©rcitos, organizaban suministros y defendĆ­an el territorio. En la rebeliĆ³n de Tupac Amaru de 1783, el 43% de los lĆ­deres detenidos eran mujeres.

Tanto las poblaciones indĆ­genas anteriores a la conquista europea como los propios conquistadores europeos tenĆ­an tasas relativamente bajas de matrimonios entre primos, poligamia y convivencia de familias extensas. Sin embargo, habĆ­a variaciones segĆŗn la clase y la geografĆ­a. Los terratenientes ricos utilizaban la endogamia para consolidar su propiedad. Las niƱas blancas de la Ć©lite estaban enclaustradas y acompaƱadas. Los mayas eran patrilineales y patrilocales, lo que motivaba una vigilancia igualmente estrecha.

Para la gran mayorĆ­a de los latinoamericanos, el parentesco era dĆ©bil. En el MĆ©xico del siglo XVI, una cuarta parte de los hogares estaban encabezados por mujeres. En el Sao Paulo de principios del siglo XIX se registraban tasas aĆŗn mĆ”s altas. Las clases bajas solĆ­an optar por uniones informales, que se rompĆ­an cuando los hombres partĆ­an para explotar las oportunidades de exportaciĆ³n en la frontera agrĆ­cola. Las mujeres que se quedaban atrĆ”s se valĆ­an por sĆ­ mismas en el sector textil domĆ©stico y en pequeƱas tiendas. El honor de los hombres seguĆ­a dependiendo de la castidad femenina. Pero las mujeres solteras y las viudas operaban de forma independiente, especialmente en las ciudades, donde comerciaban en los mercados. En 1788, las hilanderas de seda de Ciudad de MĆ©xico organizaron su propio gremio. Al igual que en Europa, los hombres decidĆ­an las leyes del paĆ­s, pero el parentesco era relativamente dĆ©bil.

La muerte del matrilinaje

Ɓfrica tardĆ³ en pasar a la agricultura intensiva y al pastoreo, debido a la pobreza de los suelos y a la mosca tsetsĆ©. Cuando los bantĆŗes adquirieron tardĆ­amente el ganado, dejaron de ser matrilineales. La transiciĆ³n al patrilinaje fue a menudo violenta. Deseosas de hacerse con el control de tierras valiosas, las comunidades de la India, el sudeste asiĆ”tico y Ɓfrica cazaban y mataban a las viudas, que se consideraban brujas.

La mercantilizaciĆ³n socava la matrilocalidad (donde un joven es un extraƱo en la aldea de su esposa, trabajando en campos ajenos bajo autoridad ajena). Una vez que los hombres obtienen un salario y autonomĆ­a econĆ³mica, establecen sus propios hogares independientes. Pero si el crecimiento es escaso y las colas de trabajo son largas, los hombres pueden monopolizar las nuevas oportunidades. Eso es precisamente lo que ocurriĆ³ en Rodesia del Norte. Los hombres abandonaron sus aldeas matrilineales para conseguir empleo en el CinturĆ³n de Cobre, y vivieron en hogares nucleares. Dada la escasez de buenos empleos, las mujeres pasaron a depender de los hombres como sostĆ©n de la familia. Ninguna sociedad se ha enriquecido y ha seguido siendo matrilocal.

Sin embargo, la pobreza no es ninguna utopĆ­a feminista. La fecundidad sigue siendo alta en lugares con bajos rendimientos de la escolarizaciĆ³n y bajos costes de oportunidad de la maternidad. Las familias empobrecidas no pueden invertir mucho en todos sus hijos. Las niƱas se casan pronto, tienen muchos hijos, se ven agobiadas por los cuidados y luchan por acumular el capital, los conocimientos y las redes que les permitan desafiar a los hombres dominantes. Las menores casadas tienen mĆ”s probabilidades de sufrir abuso. La desesperaciĆ³n econĆ³mica exacerba el estrĆ©s y las disputas matrimoniales.

El Ɓfrica subsahariana tiene una baja densidad de poblaciĆ³n y una escasa penetraciĆ³n del Estado. Si las vĆ­ctimas no pueden obtener ayuda, la violencia continĆŗa con impunidad. Al vivir en comunidades rurales aisladas, al crecer en hogares violentos, al no escuchar nunca perspectivas alternativas, las mujeres pueden tratar de soportar lo que perciben como inevitable.

Otros culpan de la muerte del matrilinaje a las leyes y actitudes de los colonizadores. Pero eso parece pasar por alto la dĆ©bil penetraciĆ³n del Estado y la resistencia de los nativos. Es mĆ”s probable que el impacto mĆ”s fuerte del imperialismo sobre el gĆ©nero haya sido indirecto. Hay que culpar al imperialismo occidental en la medida en que debilitĆ³ la capacidad del Estado y catalizĆ³ la violencia, la corrupciĆ³n y el autoritarismo.

IndustrializaciĆ³n

Gran BretaƱa liderĆ³ la RevoluciĆ³n industrial, y con ella llegĆ³ el modelo de hombre proveedor. DespuĆ©s de 1750, las diferencias salariales entre hombres y mujeres aumentaron. La mecanizaciĆ³n desplazĆ³ el hilado manual de las mujeres.

Las colas de trabajo eran largas y los hombres estaban al frente. Las empresas preferĆ­an contratar, formar y promocionar a los hombres. Las mujeres solĆ­an abandonar la empresa cuando daban a luz y se marchaban antes para cuidar de los hijos. Los empresarios perdĆ­an entonces su inversiĆ³n. En la Inglaterra victoriana, muchas adolescentes deseaban desesperadamente trabajar, tener un poco de autonomĆ­a econĆ³mica e incorporarse a la esfera pĆŗblica. El trabajo en las fĆ”bricas era horrible, pero las chicas seguĆ­an viĆ©ndolo como algo preferible a la implacable monotonĆ­a del trabajo de cuidados, que las confinaba al hogar y no les proporcionaba ninguna recompensa. Sin embargo, sus ingresos eran tan bajos y el volumen de trabajo domĆ©stico tan grande que sus padres no consideraban que mereciera la pena. AsĆ­ que en las zonas con poca demanda de trabajo, las niƱas solĆ­an cargar con el cuidado de los niƱos y la limpieza, mientras sus hermanos estaban fuera, donde podĆ­an ganar su propio dinero y ser valorados como contribuyentes financieros.

Debido a la discriminaciĆ³n por razĆ³n de sexo en el mercado laboral, las mujeres de la Inglaterra victoriana necesitaban casarse para sobrevivir y seguĆ­an dependiendo de la gracia de los hombres, pero estos eran claramente poco de fiar. El aumento de los salarios de los hombres no ayudĆ³ a todos por igual. AdemĆ”s, ampliĆ³ el patriarcado, dotando a los hombres de orgullo, estatus y autoridad.

El crecimiento econĆ³mico del siglo XX erosionĆ³ las desigualdades de gĆ©nero. Cuando las empresas se quedaron sin hombres cualificados, contrataron con entusiasmo a las mujeres. Al ver los crecientes beneficios del trabajo cualificado, se redujo la fertilidad y se invirtiĆ³ en educaciĆ³n. Los anticonceptivos, la leche de fĆ³rmula, la electricidad y las lavadoras fueron motores de liberaciĆ³n que ahorraban tiempo. Como los divorcios se dispararon en los aƱos setenta, el matrimonio proporcionaba un seguro poco fiable, por lo que muchas mujeres dejaron de depender de un sostĆ©n econĆ³mico masculino. Las chicas con carrera profesional se lanzaron a la medicina, los negocios, la administraciĆ³n pĆŗblica y el derecho.

A medida que las mujeres prosperaban en Ɣmbitos tradicionalmente masculinos, los demƔs dejaron de presumir que eran menos inteligentes. Las amistades femeninas sentaron las bases del activismo y la conciencia feminista. Al alzar la voz, envalentonarse mutuamente, adquirir un sentido de resistencia legƭtimo y conseguir un amplio apoyo para el cambio social, las mujeres llegaron a esperar y exigir algo mejor.

Estos cambios se producen si aumenta el empleo femenino. La proclividad de las mujeres a desplazarse hacia nuevas oportunidades econĆ³micas es mucho menor en las sociedades patrilineales, con fuertes preferencias por la castidad femenina. El rendimiento econĆ³mico del empleo femenino debe ser entonces lo suficientemente alto como para compensar la pĆ©rdida de honor.

Eso es precisamente lo que ocurriĆ³ en Asia Oriental. El rĆ”pido crecimiento tambiĆ©n permitiĆ³ a las mujeres liberarse del control paterno. Las hijas emigraron a las ciudades, donde hicieron amigos, se quejaron de las prĆ”cticas injustas y descubrieron alternativas mĆ”s igualitarias. Ganaron respeto y posiciĆ³n social enviando remesas, manteniendo a sus familias y mostrando piedad filial al igual que los hijos. Las diferencias salariales se han reducido en TaiwĆ”n y China, como en Estados Unidos y Suecia. Aprovechando el crecimiento econĆ³mico y la democratizaciĆ³n, las mujeres taiwanesas redujeron las diferencias salariales entre hombres y mujeres, se hicieron polĆ­ticamente competitivas y ahora lideran el paĆ­s.

TambiĆ©n en tierras musulmanas (como TurquĆ­a, Kuwait y Qatar), el empleo femenino ha aumentado con una demanda cada vez mayor. El crecimiento econĆ³mico es un motor de la igualdad de gĆ©nero muy infravalorado.

La confianza en los Estados, los mercados y el Estado de derecho tambiĆ©n es importante: permite una cooperaciĆ³n mĆ”s amplia (mĆ”s allĆ” del parentesco) y disminuye la arrogancia masculina.

Comunismo

El comunismo quizĆ” sea la mayor intervenciĆ³n vertical del mundo en aras del ā€œempoderamiento econĆ³micoā€ femenino. El empleo femenino es elevado en las sociedades poscomunistas, asĆ­ como la paridad de gĆ©nero en la alta direcciĆ³n. MĆ”s del 40% de los economistas y empresarios rusos establecidos son mujeres. Casi la mitad de las multimillonarias hechas a sĆ­ mismas de todo el mundo son chinas. En Asia Oriental, las mujeres que crecieron bajo el comunismo son especialmente competitivas (como sugieren los experimentos naturales y de laboratorio). Vietnam, Georgia, China y Mongolia tienen las menores diferencias de gĆ©nero incluso en el ajedrez de competiciĆ³n, que en el resto del mundo es un coto privado de los hombres.

Los planificadores centrales socialistas necesitaban a las mujeres porque los planes quinquenales solĆ­an establecer altos objetivos de producciĆ³n. Para complementar sus bajos salarios, se tentaba a las mujeres con generosos permisos de maternidad y cuidado de niƱos. La libreta de trabajo, trudovaia knizhka, era su pasaporte a apartamentos, vacaciones e incluso atenciĆ³n mĆ©dica. Los empleos disminuĆ­an la dependencia de los maridos, no solo desde el punto de vista econĆ³mico, sino tambiĆ©n de las prestaciones estatales.

Pero si el comunismo es tan igualitario en materia de empleo, ĀæcĆ³mo es que la gente de esos paĆ­ses sigue siendo tan machista? En las Encuestas de Valores Mundiales, los hombres de las sociedades poscomunistas dan respuestas mucho mĆ”s patriarcales que los de las sociedades que nunca han sido comunistas cuando se les pregunta si los hombres son mejores lĆ­deres polĆ­ticos, si los niƱos tienen mĆ”s derecho a la educaciĆ³n universitaria y si los puestos de trabajo en caso de escasez deberĆ­an estar reservados a los hombres.

Aunque los paĆ­ses poscomunistas son, en general, mĆ”s patriarcales que otros comparables, existe una curiosa heterogeneidad. Dentro de Asia Central, los antiguos paĆ­ses comunistas son ahora los mĆ”s igualitarios entre los paĆ­ses de mayorĆ­a musulmana. ĀæPor quĆ© la misma intervenciĆ³n puede mejorar la situaciĆ³n de las mujeres en algunos lugares y retrasarla en otros?

1) Al asfixiar a la sociedad civil, el comunismo ahogĆ³ los movimientos femeninos independientes, que son vitales para el poder polĆ­tico y la protecciĆ³n de las mujeres.

2) Pero Asia Central tenĆ­a poco potencial para el activismo feminista, ya que los clanes patrilineales restringĆ­an la movilidad de las mujeres. Al decapitar la resistencia religiosa, ejecutar a los disidentes, demoler las mezquitas e impulsar a las mujeres a la fuerza de trabajo, el comunismo acabĆ³ con siglos de reclusiĆ³n.

Los soviĆ©ticos triplicaron la inversiĆ³n de capital en Asia Central, con objetivos de productividad y de mujeres empleadas. Las niƱas fueron educadas en escuelas laicas y compitieron en deportes de equipo. Los paƱuelos musulmanes fueron prohibidos. Las mujeres se graduaron como doctoras, abogadas y cientĆ­ficas.

El empleo femenino sigue siendo elevado en el Asia Central postsoviƩtica. Las desigualdades persisten, pero la contrapartida es IrƔn, AfganistƔn y PakistƔn, donde la mayorƭa de las mujeres siguen recluidas.

Activismo feminista

El alto nivel de empleo femenino no protege de la violencia masculina ni de la misoginia. Una mujer puede seguir siendo maltratada en casa, acosada en las calles de la ciudad y excluida de la polĆ­tica. Si los hombres monopolizan los puestos de prestigio, los demĆ”s pueden venerarlos como lĆ­deres naturales. Las mujeres pueden dudar de sus capacidades, ser reacias a presentarse o votar a otros. Al no ver alternativas igualitarias o una resistencia exitosa, los aliados potenciales permanecen invisibles y las mujeres se conforman a regaƱadientes con un statu quo aparentemente inmutable. Agachan la cabeza, cuidan de los niƱos y soportan la dominaciĆ³n patriarcal.

El activismo feminista es fundamental para romper esta ignorancia pluralista. En las democracias laicas puede extenderse como un reguero de pĆ³lvora, encendiendo la disidencia y la desviaciĆ³n. La urbanizaciĆ³n y los medios de comunicaciĆ³n sin trabas son como yesca para la llama. Paseando por las calles de Buenos Aires, uno se da cuenta de la contestaciĆ³n generalizada. Las pintadas polĆ­ticas y los hashtags virales denuncian la violencia machista: #NiUnaMenos. JĆ³venes activistas argentinas se adornan las muƱecas, cuellos y mochilas con el paƱuelo verde (que simboliza la justa resistencia de las mujeres). Miles de mujeres se manifiestan por la paridad de gĆ©nero en la polĆ­tica y fomentan la conciencia feminista. Sus compaƱeros llegan a ver las desigualdades como algo injusto y problemĆ”tico. Cuando las organizaciones consiguen reformas, los ciudadanos aprenden que pueden anular leyes y prĆ”cticas injustas mediante una movilizaciĆ³n incesante. Saltan chispas. La disidencia pĆŗblica permite que las ideas se extiendan entre los grupos de iguales. Inspirados por los defensores en los medios de comunicaciĆ³n, los adolescentes envĆ­an mensajes a sus amigos. Al conocer alternativas mĆ”s igualitarias, otras llegan a esperar y exigir algo mejor.

En AmĆ©rica Latina, gracias a una incesante movilizaciĆ³n, las mujeres han conseguido cuotas de gĆ©nero y derechos reproductivos, y han roto el silencio en torno a la violencia sexista.

Sus Ć©xitos reflejan tres caracterĆ­sticas clave del continente: la debilidad de las restricciones a la movilidad femenina (que permite el aumento del empleo femenino, los hogares encabezados por mujeres y las redes sĆ³lidas), asĆ­ como la democratizaciĆ³n (multitud de movimientos sociales) y el desarrollo econĆ³mico (con la urbanizaciĆ³n, la penetraciĆ³n de internet, el laicismo y la institucionalizaciĆ³n de los partidos).

Esto contrasta fuertemente con el Ɓfrica subsahariana (atascada por el subdesarrollo), el sur de Asia (donde la escasez de buenos empleos ha exacerbado la dependencia de los parientes, lo que a su vez perpetĆŗa la endogamia jati, la vigilancia social y el purdah), Oriente Medio (donde los inseguros autoritarios han reforzado su legitimidad invitando a los clĆ©rigos a influir en el plan de estudios, inhibiendo la IlustraciĆ³n laica) y la autoritaria China (donde se silencia la disidencia).

Diez milenios

El patriarcado ha persistido durante al menos diez milenios. El cultivo de cereales, el arado y la irrigaciĆ³n aumentaron los rendimientos agrĆ­colas, permitiendo un excedente fiscal, la formaciĆ³n del Estado y la estratificaciĆ³n social en gran parte de Eurasia. La tierra y los rebaƱos eran heredados por los hombres, que mantenĆ­an la pureza del linaje vigilando a las mujeres.

A continuaciĆ³n, Eurasia experimentĆ³ una importante divergencia. En el sur de Asia y en Oriente Medio se intensificĆ³ la endogamia (casta y matrimonio entre primos), junto con el autoritarismo religioso. Cuanto mĆ”s visible era la mujer, mayor era la sospecha y la ambigĆ¼edad moral. Al evitar el rumor, los hombres preservaron la piedad, el honor y la inclusiĆ³n en las redes vitales de parentesco. Asia Oriental siguiĆ³ siendo exĆ³gama, mientras que Europa se volviĆ³ cada vez mĆ”s nuclear, democrĆ”tica y cientĆ­fica. Pero mientras las mujeres trabajaron en las granjas familiares (careciendo tanto de independencia econĆ³mica como de organizaciones sociales propias), esta variaciĆ³n global en el parentesco, las instituciones y la religiĆ³n puede no haber supuesto una enorme diferencia.

La Gran Divergencia de GĆ©nero se produjo realmente en el siglo XX. Mientras que la reclusiĆ³n femenina persiste en los paĆ­ses pobres y patrilineales, las revoluciones de gĆ©nero se han producido en los paĆ­ses que experimentan un rĆ”pido crecimiento econĆ³mico, democratizaciĆ³n, IlustraciĆ³n laica y activismo feminista. Por primera vez en la historia de la humanidad, las mujeres se incorporaron masivamente al mercado laboral, se organizaron polĆ­ticamente y erosionaron colectivamente el dominio patriarcal.

Y, sin embargo, en todos los paĆ­ses y salas de juntas de las empresas, los hombres siguen estando en la cima. Su ventaja de haber llegado antes se ha afianzado a travĆ©s de las prĆ”cticas organizativas del siglo XXI(largas jornadas lucrativas y guarderĆ­as inasequibles), la camaraderĆ­a homosocial (entre jefes varones y sus subordinados) y la casi impunidad del acoso sexual. Dado que los hombres estĆ”n mĆ”s capacitados para sacar provecho de los puestos de trabajo (bien remunerados) con horarios mĆ”s largos, dan un salto en la escala empresarial, y luego favorecen a los camaradas masculinos.

La lucha por la igualdad de gĆ©nero continĆŗa. La lecciĆ³n de los Ćŗltimos diez mil aƱos de patriarcado es que el progreso global depende del crecimiento econĆ³mico y del activismo feminista. ~

TraducciĆ³n del inglĆ©s de Ricardo Dudda y Daniel GascĆ³n.

Publicado originalmente en draliceevans.com

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Es profesora de ciencias sociales en el King's College London.


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