Después del colapso del comunismo en la Unión Soviética y los países de Europa Oriental, han quedado en el mundo unos cinco sistemas económicos socialistas bajo el control del Partido Comunista, pero con dos modelos completamente distintos: Cuba y Corea del Norte continúan con el fallido paradigma soviético (con reformas menores en el primer caso), mientras que China, Vietnam y Laos han implementado un modelo híbrido. Hace más de cuatro años publiqué en Letras Libres un artículo contraponiendo las economías de China y Cuba.
{{“El galgo y la jicotea”, Letras Libres, abril de 2018.}}
Esa investigación me animó –y de paso me ayudó a sobrevivir la covid-19– a escribir un nuevo libro que compara los dos principales modelos económico-sociales socialistas en Cuba y en China-Vietnam.
{{Carmelo Mesa-Lago, Comparative socialist models and performance. Cuban planned economy and Sino-Vietnamese socialist market, propuesto a Oxford University Press, noviembre de 2023. Todas las fuentes y citas en este artículo provienen de dicho libro.}}
Este artículo es un breve avance de parte de dicho libro.
El modelo cubano se caracteriza por el plan central y grandes empresas estatales dominantes sobre el mercado y la propiedad privada, con reformas tímidas e incompletas que han resultado en dos severas crisis económicas, sociales y políticas.
{{Véase “La economía de Cuba en tiempos de crisis: 2020-2023”, La Joven Cuba, La Habana, enero de 2023.}}
El otro modelo, el sino-vietnamita, es el exitoso “socialismo de mercado” donde las pequeñas, medianas y algunas grandes empresas privadas y el mercado predominan bajo un plan descentralizado –más una guía para el desarrollo que una camisa de fuerza– y con el Estado regulando la economía y controlando las empresas más grandes. La participación del sector estatal en el Producto Interno Bruto (PIB) ha disminuido sustancialmente en las dos economías asiáticas: en 2019, las proporciones eran 27% en Vietnam y 31% en China, contrastadas con 91% en Cuba.
El libro comienza con la pregunta de si los tres países son realmente comparables. Al examinar una docena de indicadores, como el índice de desarrollo humano, el área y el tamaño de la población, etc., así como el papel del embargo de los Estados Unidos (en Cuba por un período más largo que en Vietnam), encontré que la mayoría de estos indicadores son similares y otros diferentes (la evaluación del embargo es especialmente importante y presento contraargumentos sólidos). Concluí que los indicadores divergentes no son un obstáculo y, por lo tanto, los modelos y los países pueden compararse.
A continuación, cotejé las cinco principales políticas económicas de los dos modelos: la propiedad de los medios de producción, así como el papel del mercado frente al plan; la reforma agraria; el proceso de industrialización; el empleo y el desempleo; y la unificación monetaria y cambiaria. Este análisis demostró las diferentes estrategias de dichos modelos.
La parte principal del libro evalúa el desempeño económico-social de los dos modelos y los tres países basado en los veinte indicadores más relevantes y comparables (diez económicos y diez sociales). Elaboré un ordenamiento promedio de todos los indicadores a fin de determinar cuál de los dos modelos ha logrado los mejores resultados. China se colocó a la cabeza, seguida de cerca por Vietnam, mientras que Cuba quedó a la zaga. Este resultado es todavía más relevante porque los dos países asiáticos comenzaron con un nivel de desarrollo económico-social mucho más bajo que el de Cuba y, por lo tanto, exigieron un mayor esfuerzo para igualar y superar a Cuba. Aunque sabía que el modelo sino-vietnamita había tenido un resultado económico muy superior al de Cuba, un descubrimiento importante –incluso sorprendente– es que China y Vietnam han logrado exceder ampliamente a Cuba en el plano social, particularmente en la seguridad social (pensiones, salud y asistencia social).
Las conclusiones del libro incluyen una interrogante clave: ¿por qué, a pesar de su éxito, Cuba no ha seguido el modelo socialista de mercado (con las necesarias adaptaciones a las características cubanas) que mantiene al Partido Comunista en el poder?
Las fuentes utilizadas en el libro fueron, en primer lugar, los anuarios estadísticos de los tres países (la confiabilidad estadística en China y Vietnam es superior a la de Cuba) hasta 2021, último año disponible. Segundo: consulta con expertos en China y Vietnam; debido a que la pandemia impidió realizar investigación de campo en ambos países, contacté a académicos y funcionarios locales, les envié cuestionarios que fueron respondidos y luego tabulados por mí. Tercero: la literatura académica económica sobre los tres países; más de trescientas fuentes bibliográficas, así como treinta cuadros y gráficos respaldan mi investigación.
Este artículo resume la evaluación de los indicadores económico-sociales, ordena a los tres países con base a esos indicadores e indaga por qué las máximas autoridades cubanas han sido renuentes a implementar el socialismo de mercado. Para simplificar la evaluación y hacerla más asequible a los lectores, he prescindido de los cuadros estadísticos y reducido los indicadores a cinco económicos y cinco sociales, explicados a continuación.
Indicadores económicos
El PIB por habitante. El PIB mide el valor de todos los bienes y servicios en la economía en un año dado, pero, debido a que China tiene el segundo PIB más grande del mundo, lo calculé por habitante, para hacerlo comparable con Vietnam y especialmente con Cuba (que tiene un PIB menor). Medido en dólares estadounidenses al cambio oficial en 2019 (para eludir el efecto de la pandemia), China se colocó primera con $10,140; Vietnam segunda con $2,741 y Cuba tercera con $384: el PIB per cápita chino fue veintiséis veces el cubano, mientras que el vietnamita fue siete veces el cubano.
Tasa de crecimiento promedio anual del PIB. Dicho promedio en el período 2009-2020 fue de 7.5% en China, 5.0% en Vietnam y 0.96% en Cuba, así que China creció casi ocho y Vietnam cinco veces el promedio de Cuba. Si el análisis se concentra en los años 2016-2020 en que la pandemia desaceleró la economía, los promedios anuales fueron respectivamente 6%, 5.7% y -1.1%; nótese que el PIB cubano cayó casi 11% en 2020, mientras que los dos países asiáticos crecieron entre 2% y 3%.
Índices de producción industrial y agropecuaria. Dicho índice se basa en el año 1989 (al que se le asigna 100) y se compara con 2020: mientras que China creció 153 puntos y Vietnam 57 puntos, Cuba decreció 46 puntos. La medición de la producción agropecuaria en el mismo período da resultados muy similares.
Balance del comercio de mercancías. El balance calculado en 2000-2019 se obtiene de restar las importaciones al valor de las exportaciones de cada país (el resultado se estima como porcentaje del PIB); un signo positivo significa que se generó un excedente (el valor de las exportaciones excedió al de las importaciones), mientras que un signo negativo indica que ocurrió un déficit (lo opuesto): Vietnam +6.3, China +0.3% y Cuba -123%. A través de toda la Revolución, Cuba incurrió en déficit salvo en un año.
Avance promedio anual en el Índice de Desarrollo Humano. El referido índice, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para el período 1999-2019, ordena a los países basado en una combinación de dos indicadores sociales y uno económico. En el decenio, China creció 1.49%, Vietnam 1.31% y Cuba 0.49%, o sea, el avance de China y Vietnam sobre Cuba fue de unas tres veces.
((Otros indicadores económicos en el libro son: la inflación, la formación bruta de capital, el crecimiento agropecuario, el grado de apertura de la economía, la producción de petróleo y el número de turistas. En todos ellos China o Vietnam ocupan el primero o segundo lugares y Cuba el tercero.))
Indicadores sociales
Incidencia de pobreza. Se mide como porcentaje de la población en 2019-2021. China tuvo la menor con 0.6%, seguida de Vietnam con 4.8%; Cuba no ha publicado la incidencia de pobreza en 63 años de la Revolución, pero una conocida socióloga lo calcula entre 25% y 30%, por lo que la pobreza en Cuba fue entre cuarenta y cincuenta veces la de China y entre cinco y seis veces la de Vietnam.
Desigualdad del ingreso. Se mide con el llamado coeficiente de Gini (la desigualdad máxima sería 1 y la ausencia de desigualdad cero): Vietnam tuvo la más baja con 0.36, seguida de China con 0.38, y Cuba la mayor con 0.41.
Cambio en el salario “real”. Este indicador mide el porcentaje de incremento o caída en el salario promedio ajustado anualmente a la inflación en un período de aproximadamente diez años. En Vietnam aumentó 289% y en China 217%, mientras que en Cuba decreció 53%. La inflación en Cuba se disparó a tres dígitos en 2021, una de las mayores en el mundo, por lo que afectó aún más al salario.
Mortalidad infantil y materna. Existe una impresión generalizada que la salud en Cuba es de las mejores en América Latina; esto era cierto en 1989, pero la severa crisis de los años noventa deterioró los indicadores sanitarios y dicho declive se ha agravado bajo la crisis actual. Aun así la mortalidad infantil (por 1,000 nacidos vivos) en 2019 era la más baja en los tres países: 5.0, seguida de China con 5.6 y Vietnam con 13.9; sin embargo, mientras Cuba mostraba una tasa creciente (aumentó a 7.6 en 2021), China y Vietnam exhibían tasas decrecientes. Por el contrario, la tasa de mortalidad materna en Cuba era 176.6 (por 100,000 nacimientos), mientras que en China era solo 17.8 y en Vietnam 46; como la mortalidad infantil, las tasas de mortalidad materna en los dos países asiáticos mostraban una tendencia decreciente, lo opuesto a Cuba.
Inequidad de género. Esta la calcula el PNUD en su Índice de Desarrollo Humano, basado en varios indicadores (la máxima inequidad sería 1 y su ausencia cero): China tenía la menor con 0.168, seguida por Vietnam con 0.296 y Cuba la mayor con 0.304 (casi el doble que China).
((Otros indicadores sociales en el libro son: el índice de miseria, el desempleo declarado, el subempleo y los años de escolaridad; salvo el desempleo y la escolaridad en que Cuba se coloca primera (pero con muy poca diferencia respecto a los otros dos países), China y Vietnam están a la cabeza.))
Ordenamiento de los tres países
Los tres países fueron ordenados (primero, segundo y tercero) en cada uno de los veinte indicadores y luego se obtuvo un promedio del ordenamiento de todos los indicadores (a menor número promedio mejor la situación, el mejor promedio sería 1 y el peor 3). El referido promedio colocó a China primera con 1.50, a Vietnam segunda con 1.80 y a Cuba tercera con 2.70. La diferencia entre China y Cuba fue de 1.20 puntos y la diferencia con Vietnam fue de 0.90 puntos. En todos los indicadores económicos Cuba se ordenó tercera, igual que en los indicadores sociales, excepto tres: desempleo declarado, años de escolaridad y mortalidad infantil.
El análisis anterior apoya la principal hipótesis del libro: que el modelo socialista de mercado de China y Vietnam ha tenido un mejor desempeño económico y social que el modelo cubano de plan central predominante y modestas reformas económicas estructurales, a pesar de que los dos países asiáticos comenzaron con un nivel de desarrollo mucho más bajo que el cubano y, por lo tanto, requirieron un mayor esfuerzo para igualar y superar a Cuba.
¿Por qué Cuba no ha seguido el modelo sino-vietnamita?
Es imposible proporcionar una respuesta satisfactoria a tal pregunta, solo queda especular sobre las posibles razones. En primer lugar, resumo la posición de los máximos líderes cubanos con respecto al modelo sino-vietnamita. Fidel Castro rechazó dicho modelo con el argumento que China (no se refirió a Vietnam) poseía varias características clave ausentes en Cuba: un territorio considerable y una importancia económica mundial, una gran distancia física de Estados Unidos, el embargo (bloqueo) de este país, y un mercado interno lo suficientemente grande como para atraer cantidades sustanciales de inversión extranjera, particularmente de Estados Unidos. Estos argumentos son debatidos y refutados en el libro
{{ Por ejemplo, países pequeños en territorio y población, como Dinamarca, Estonia, Holanda y Suiza, se ordenan entre los países con mayor desarrollo económico-social a pesar de tener un área que es menor a la mitad de Cuba. Respecto al embargo de Estados Unidos, Vietnam sufrió uno similar, aunque por un período menor que Cuba, pero esto no le impidió llevar a cabo su exitosa reforma agraria que lo hizo autosuficiente y un exportador neto de alimentos}}
y, sin descartar su importancia, la conclusión fue que no eran barreras infranqueables para aplicar el modelo, adaptado a las peculiaridades cubanas. Además, existe un consenso razonable entre los economistas académicos cubanos a favor de un cambio hacia el modelo sino-vietnamita con los ajustes adecuados. Pero un motivo de preocupación entre algunos de esos académicos ha sido la alegada desigualdad generada por el socialismo de mercado, la cual ha sido retóricamente abordada por la dirigencia cubana con su oposición a la concentración de la propiedad, la riqueza y el ingreso, entronizada en los Lineamientos del Partido de 2011 y en la Constitución de 2019. Sin embargo, he demostrado, en contra de dicho argumento, que la desigualdad del ingreso en Cuba es mayor que en China y Vietnam. Durante una visita a Cuba en 2003, Xu Shicheng, miembro de la Academia China de Ciencias Sociales, afirmó que “Cuba debe profundizar sus reformas […], establecer los mecanismos de la economía socialista de mercado y […] erradicar el igualitarismo.”
Más pragmático que su hermano Fidel, Raúl Castro, en su visita a China en 1997, conversó largas horas con el entonces vicepremier Zhu Rongji y su principal asesor, al cual Raúl invitó a visitar Cuba y, cuando lo hizo, dictó conferencias a cientos de ejecutivos y líderes cubanos sobre la reforma económica china, pero Fidel se negó a reunirse con él. En otro viaje a China, en 2005, Raúl declaró: “Es realmente alentador ver todo lo que ustedes han logrado. […] Hay personas que están preocupadas por la evolución de China, pero a mí no me preocupa.” No obstante, una vez que fue presidente, dijo más cauteloso en 2010: “No estamos contemplando copiar de nuevo lo que hicimos en otra ocasión [una referencia al fallido modelo económico soviético de planificación central]. Hacerlo nos trajo muchos problemas y, además, copiamos mal. Sin embargo, no ignoramos las experiencias de otros países y aprendemos de ellas.”
En 2012, tras una discusión nacional masiva sobre la “actualización” del modelo económico de Cuba, el papa Benedicto XVI visitó la isla y en su discurso principal señaló que la ideología marxista, tal como fue concebida, no se ajustaba a la realidad de Cuba, por lo que exhortó a los cubanos a buscar nuevos modelos. El entonces vicepresidente Marino Murillo respondió: “La actualización del modelo económico cubano busca encontrar un desarrollo económico sostenible y preservar los logros de la Revolución y del socialismo. […] Abordaremos los problemas económicos dentro de un marco socialista.” Agregó que Cuba había estudiado experiencias económicas de otros países, como China y Vietnam, para “entender metodológicamente lo que estos países habían hecho”, pero “esto no significa que estemos planeando copiar automáticamente lo que otros han hecho”.
Tras la visita de Obama a Cuba en marzo de 2016, donde se reunió con un grupo de propietarios de pequeñas empresas, Fidel Castro publicó inmediatamente una “reflexión” criticando el discurso del presidente de Estados Unidos, en donde dijo que había visitado Cuba para dejar atrás los últimos vestigios de la Guerra Fría, pidió perdonar el pasado y mirar hacia un futuro en el que Estados Unidos cooperaría con Cuba. Fidel replicó que esas palabras “almibaradas” le habían provocado el riesgo de un ataque al corazón porque era imposible olvidar el bloqueo de sesenta años, por lo que Obama debería abstenerse de elaborar teorías sobre el futuro de Cuba. Fidel concluyó: “Nadie se haga ilusión de que este pueblo renunciará a la gloria y a los derechos que ha ganado. Somos capaces de producir los alimentos y las riquezas materiales que necesitamos. No necesitamos que el imperio nos regale nada.”
Esta fue la luz verde para lanzar una campaña contra Obama, promovida por los intransigentes que se oponían al cambio. En el séptimo congreso del Partido Comunista, celebrado unas semanas después, la mayoría de los observadores esperaban cambios sustanciales, pero no pasó nada y algunos creen que en ese congreso Fidel (medio año antes de su muerte) derrotó definitivamente las reformas de Raúl. Este comparó las reformas en China y Vietnam con las de Cuba, pero advirtió que estas últimas se llamaban “actualización” porque no “cambiarían los objetivos fundamentales de la Revolución”.
Es probable que Raúl quisiera implementar reformas económicas que gradualmente llevarían a un tipo de modelo sino-vietnamita, pero, a diferencia de Fidel, carecía de control total del liderazgo y tuvo que compartirlo con otros dirigentes que se oponían rotundamente a ese modelo. Esto explicaría el lento camino de las reformas raulistas, sus vaivenes, el retroceso de 2016 y el eventual fracaso de su estrategia. Su sucesor, Miguel Díaz-Canel, carece de poder propio, porque depende del poder de Raúl, del partido y de las fuerzas armadas, así que el lema de su presidencia ha sido “continuidad” y él no se ha pronunciado sobre el modelo sino-vietnamita.
Un leitmotiv en todo lo anterior es que Cuba no copiará modelos extranjeros, sino que desarrollará los suyos propios y preservará los logros revolucionarios. Ha transcurrido más de una década desde que el congreso del partido de 2011 propuso la “actualización” del modelo económico cubano y, después de mucha discusión y pruebas, no solo ese modelo sigue careciendo de definición, sino que, hasta ahora, todas las reformas implementadas han sido infructuosas. Además, la mayor parte de los logros anteriores de la Revolución se ha erosionado por la resistencia de la planificación, la falta de un modelo económico claro y las crisis económicas recurrentes.
Por lo tanto, es esencial buscar otras causas ocultas del rechazo del modelo de socialismo de mercado. La mayoría parecen ser políticas más que económicas: procurar la supervivencia del régimen a cualquier costo, la lógica política sobre la lógica económica. Los líderes cubanos en el partido, las fuerzas armadas y el ejecutivo han estudiado minuciosamente el colapso de la URSS y llegado a la conclusión de que cualquier liberalización del régimen (glásnost, perestroika) debilitaría su poder y provocaría su desaparición. Los líderes perciben que una delegación de la toma de decisiones económicas como hicieron China y Vietnam –legalizar y garantizar plenamente a la empresa privada, autorizarla a expandir y absorber el excedente laboral del sector estatal, permitir que los agricultores privados y las cooperativas sean verdaderamente autónomos, liberar a los productores agrícolas de la venta obligatoria al Estado de sus cosechas, autorizar la inversión extranjera de la diáspora cubana, permitir que las empresas tomen decisiones clave sobre inversión e importar y exportar directamente– disminuiría su poder político y se convertiría en la proverbial bola de nieve que rueda cuesta abajo y es imparable. Las fuerzas armadas (a través de la poderosa corporación GAESA) son las administradoras y propietarias de facto de la principal fuente de ingresos en divisas de la nación (turismo), así como de muchas empresas estatales, y son reacias a cualquier cambio que pueda amenazar el statu quo. Los burócratas de nivel medio enfrentan un conflicto de intereses con los pequeños empresarios privados: un restaurante (“paladar”) que ofrece buena comida y servicio compite con restaurantes estatales cuyo servicio es horrible y la comida peor, por lo tanto, dichos burócratas harán cualquier cosa para obstruir el éxito de los competidores.
La única posibilidad de evitar la paralización actual sería la desaparición biológica de Raúl y los restantes líderes octogenarios intransigentes, lo que podría provocar una lucha por la sucesión. La pregunta pendiente es si las poderosas fuerzas armadas y sus oligarcas en alianza con el partido lograrán mantener la situación actual o abrirán la puerta a un movimiento hacia el modelo sino-vietnamita. ~
es catedrático distinguido emérito de economía y estudios latinoamericanos en la Universidad de Pittsburgh y especialista en seguridad social. En 2007 recibió el Premio de la OIT al Trabajo Decente (compartido con Nelson Mandela) por su labor en pro de la protección social en el mundo.