El lenguaje de la enfermedad

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El lenguaje de la enfermedad nace cuando nace el ser humano. La enfermedad y la muerte son compaรฑeros aรฑejos, perpetuos e imprescindibles. Junto a la invenciรณn del lenguaje fue necesario crear tรฉrminos que explicaran lo que las personas sentรญan cuando padecรญan o enfermaban. No siempre es fรกcil explicar lo que se siente cuando claudica la vida o duele el estรณmago. Los enfermos crean metรกforas e inventan un lenguaje, su lenguaje. Quienes dicen que existe una poรฉtica de la enfermedad tienen razรณn. โ€œMi piel es como un vestido que se encogeโ€, comentรณ una enferma con esclerodermia generalizada. โ€œMe rechinan mis zapatosโ€, expresรณ un campesino con diabetes. Una enferma con lupus eritematoso generalizado que tenรญa afectaciรณn neurolรณgica en una extremidad anotรณ: โ€œMi pie se divorciรณ de mรญ.โ€ Interpretar esas sensaciones es un arte. Leer lo que escriben algunos autores acerca de sus padeceres y entremezclarlo con lo que dicen los enfermos deviene lenguaje de la enfermedad.

En En la tierra del dolor Alphonse Daudet (1840-1897) expone sus vivencias sobre la sรญfilis, enfermedad que contrajo cuando tenรญa diecisiete aรฑos. Daudet notรณ los primeros sรญntomas hacia 1884. A partir de entonces empezรณ a escribir en un cuaderno algunas notas, no hiladas, con un โ€œorden desordenadoโ€. En sus escasas pรกginas โ€“55 en la versiรณn en espaรฑolโ€“ contagia desasosiego, temor y dolor. Contagiar dolor por medio de las letras no es sencillo. Se requiere primero vivirlo โ€“que circule por la sangreโ€“ y despuรฉs respirarlo hasta transformar la exhalaciรณn dolorosa en lenguaje. El libro fue publicado por su viuda hasta 1930. Aunque se desconocen las razones del โ€œretrasoโ€ supongo que lo hizo para evitar la estigmatizaciรณn tanto para su difunto esposo como para ella misma.

Algunas patologรญas, sobre todo las contagiosas, estigmatizan a las personas y a sus seres cercanos. La sรญfilis, la tuberculosis y la lepra eran, en el pasado, algo mรกs que enfermedades. Eran una especie de tatuaje que laceraba y marcaba a los afectados. En ocasiones el rumor puede daรฑar tanto o mรกs que la enfermedad. La estigmatizaciรณn plantea un problema sociolรณgico complejo. El sรญndrome de inmunodeficiencia adquirida es un brete actual similar al de la sรญfilis, que afectรณ a algunos de los escritores franceses mรกs famosos del siglo XIX, entre ellos Baudelaire, Flaubert y Maupassant. Muchos infectados eran, y son, seรฑalados y maltratados. Incluso hoy en algunos paรญses del primer mundo se denuesta en las escuelas a los hijos de personas enfermas de sida.

A pesar de que En la tierra del dolor estรก repleto de citas memorables, Daudet afirma que el dolor es enemigo del lenguaje: โ€œY ademรกs, ยฟde quรฉ sirven las palabras para todo aquello que se siente a fondo en el dolor (y tambiรฉn en la pasiรณn)? Aparecen cuando todo ha acabado ya, se ha calmado ya. Nombran recuerdos estรฉriles o mendaces.โ€ Daudet vivรญa preso de una angustia desgarradora. Su cuerpo se fragmentaba mientras su alma se desmoronaba. En la รฉpoca cuando contrajo la sรญfilis no habรญa cura para la enfermedad ni remedios adecuados para mitigar el dolor.

Como parte de la aristocracia cultural a la que pertenecรญa consiguiรณ que lo atendiera J.M. Charcot (1825-1893), celebรฉrrimo neurรณlogo francรฉs, profesor de anatomรญa patolรณgica, fundador de la neurologรญa moderna, experto en hipnosis e histeria. Su sabidurรญa y su รฉxito fueron enormes. Durante algรบn tiempo la literatura mรฉdica acuรฑรณ hasta quince epรณnimos relacionados con sus descubrimientos. En 1885, un aรฑo despuรฉs de que la enfermedad empezara a demoler a Daudet, Charcot le informรณ que era imposible curarlo (la sรญfilis se convirtiรณ en una infecciรณn potencialmente curable a mediados de la dรฉcada de los cuarenta del siglo XX, รฉpoca en que se empezรณ a utilizar la penicilina).

Entre el inicio clรญnico de la enfermedad โ€“permaneciรณ latente durante veintisiete aรฑosโ€“ y el dictamen mรฉdico (o la condena) de Charcot, transcurriรณ sรณlo un aรฑo. Daudet debiรณ aguardar doce largos aรฑos plagados de dolor e incomodidades antes de morir. Las mermas fรญsicas lo apabullaban. No encontraba consuelo. El dolor neuropรกtico y la pรฉrdida de la capacidad funcional, caracterรญsticos de la sรญfilis, son una combinaciรณn atroz que derruye y disminuye la libido incluso de personas bien atildadas. Daudet no sabรญa de dรณnde sacar fuerza para seguir luchando: โ€œTener que estar echรกndole siempre fuerza de voluntad a las cosas mรกs sencillas, mรกs naturales, caminar, levantarse, sentarse, estar de pie, quitarse o volverse a poner el sombrero. ยกEs que es espantoso! En lo รบnico en que no puede influir la voluntad es en el pensamiento y su movimiento perpetuo. Y serรญa, sin embargo, tan grato detenerse; pero quรฉ va, la araรฑa sigue y sigue, de dรญa y de noche, sin tregua, sรณlo unas pocas horas, a golpe de cloral. Porque hace aรฑos y aรฑos que Macbeth matรณ el sueรฑo.โ€

 

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Muchas personas enferman mรกs cuando el sueรฑo se convierte en pesadilla en vez de compaรฑero. Lo mismo sucede cuando la fatiga dilapida el รญmpetu vital. Retomo un diรกlogo con un enfermo: โ€œPoco queda de mรญ. La enfermedad me sepulta: un dรญa, un dedo; el siguiente, la mano; maรฑana, ยฟla vida? No logro pensar en โ€˜el futuroโ€™: suficiente asfixia me produce saber que tardarรก mucho en llegar el nuevo dรญa. Y despuรฉs de ese dรญa, las horas lentas de la tarde. Y despuรฉs, el reloj que no avanza, el tictac nocturno que se atasca. Y la noche, siempre la noche. Las horas que nunca acaban son el demonio personificado. De noche el tiempo transcurre mรกs lento. Ayer se detuvo. No siguiรณ. No se moviรณ. Y yo, aquรญ. Preso dentro de mรญ. Aguardando, siempre esperando: pastillas, la luz de la maรฑana, la visita del doctor, la llamada de la hija, la mano de alguien que me voltee, la mano de ese mismo alguien que me limpie, el dictamen del mรฉdico que afirme que todo acabarรก pronto, la enfermera que me rasure, la fuerza que falta, la voz que me autorice a despedirme, el soplo de vida que no llega. Entre nada y muy poco queda de mรญ.โ€

Cuando la sรญfilis no es tratada suele producir grandes problemas. La sรญfilis fue parteaguas en la vida de Daudet: sus vรญnculos hedรณnicos, consigo mismo y con las personas, se fracturaron cuando la espiroqueta empezรณ a trastocar su existencia. En el caso de Daudet la sรญfilis prosiguiรณ hasta el estado tardรญo o terciario caracterizado por gran deterioro fรญsico e invalidez. Como lo narra en su libro, fue vรญctima de dolores muy intensos e incapacitantes, sobre todo en huesos y articulaciones.

De acuerdo con varios testimonios, Daudet se sometiรณ a todos los tratamientos asequibles. Primero utilizรณ mercurio โ€“ignoro si tiene alguna eficacia sobre la espiroquetaโ€“; despuรฉs, a finales de la dรฉcada de 1880, cuando la enfermedad prosiguiรณ al estado terciario, fue vรญctima de tabes dorsalis, una forma de neurosรญfilis caracterizada, inter alia, por ataxia progresiva, destrucciรณn de las grandes articulaciones (llamadas articulaciones de Charcot), alteraciones visuales, incontinencia, impotencia y episodios marcados por dolores muy intensos en cualquier parte del cuerpo. Como consecuencia de la infecciรณn, parรกlisis de los miembros inferiores.

Cuando apareciรณ la neurosรญfilis acudiรณ, aconsejado por expertos, a diversos balnearios donde la cura consistรญa en baรฑarse en lodo. Tiempo despuรฉs utilizรณ la suspensiรณn de Seyre, procedimiento recomendado por mรฉdicos de gran prestigio y que consistรญa en colgar al paciente durante varios minutos. Siguiendo las modas y los avances terapรฉuticos se sometiรณ al tratamiento Brown-Sรฉquard, basado en la aplicaciรณn de inyecciones intramusculares elaboradas de cobayas, las cuales producรญan grandes dolores, seguramente por el contenido aceitoso del producto. Tiempo despuรฉs intentรณ la cura por medio de diversas dietas cuyos efectos negativos eran terribles. Daudet comentรณ que era preferible la muerte que los suplicios y las diarreas que producรญa la ingesta de las semillas o de los vegetales de las dietas.

Vรญctima de grandes dolores ingerรญa o se inyectaba diversos remedios. Probรณ cloral, bromuro y morfina; como otras vรญctimas de dolores insoportables, utilizรณ cada vez mรกs morfina hasta convertirse en dependiente. Huelga decir que los tratamientos fueron inรบtiles.

Mientras avanzaba la enfermedad Daudet se sentรญa cada vez mรกs cansado. La fatiga lo mantenรญa postrado por mucho tiempo y le impedรญa realizar sus quehaceres. En muchas enfermedades crรณnicas la fatiga es un problema muy serio; incluso hoy, a pesar de los grandes avances farmacolรณgicos, en algunos casos poco se puede hacer para remediar la fatiga. โ€œUna noche mรกs, una maรฑana mรกs, un dรญa mรกs. Ya no puedoโ€, escribiรณ una paciente antes de suicidarse.

Es fรกcil comprender el sufrimiento y la derrota de una persona como Daudet. Su vida pasada nunca regresarรญa: โ€œDรญas enteros, largos dรญas, en que no hay ya nada vivo en mรญ sino el padecer.โ€ El agobio y la angustia se asociaban a los impedimentos fรญsicos y a los dolores, pero tambiรฉn a la pรฉrdida del placer, ya que, de acuerdo con sus propias palabras, en cuestiones sexuales fue โ€œun autรฉntico villanoโ€. Su vida sexual siempre fue muy activa. Se dice que frecuentaba a las queridas de sus amigos para cumplir sus fantasรญas sexuales. Para Daudet, la clausura del hedonismo fue sinรณnimo de una muerte prolongada. Poco a poco la vida escapรณ de sus manos. Poco a poco la muerte se apersonรณ.

 

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Releo unas notas viejas en un cuaderno que me acompaรฑa cuando veo enfermos. Algunas palabras son de ellos, otras son mรญas. Todas forman parte del discurso del dolor. Son el lenguaje de la enfermedad. Ante la inminencia de su muerte un paciente comentรณ: โ€œMe agobia el tiempo que dedico a pensar en mi muerte; cuando estoy a solas imagino mi entierro, por la noche recuerdo los funerales de mis padres; mientras ingiero mis alimentos pienso que ya nunca probarรฉ los mariscos que tanto me gustan. Intento convencerme y animarme para vivir bien los รบltimos dรญas. Me digo: โ€˜Ocupa tus dรญas en vivir, no en morir.โ€™ Me respondo: โ€˜Mi vida fue muy bella, imposible desprenderme sin dolor.โ€™ E intento convencerme: โ€˜Sรญ, asรญ es, pero no tiene sentido desgastarte agregรกndole mรกs dolor a la muerte que aรบn no llega.โ€™ No encuentro consuelo. Repaso lo que pensaba acerca de la dignidad; me invade una profunda tristeza por no ceรฑirme a lo que tanto defendรญ. Me digo: โ€˜La muerte es mejor que las fracturas cotidianas; el final duele menos que el desmenuzamiento paulatino, imparable, sordo.โ€™ Me quedo sin palabras.โ€

Es muy probable que Daudet haya sido un gran hedonista. Rodeado de grandes intelectuales, amigo de muchas de las queridas de sus amigos, buen escritor y amante de las bebidas alcohรณlicas, la sรญfilis fue una inmensa tragedia: โ€œEl dolor me oculta el horizonte, lo llena todo.โ€ En su cuaderno de notas no escatima palabras para confrontar su tragedia: su vida le duele demasiado, las esperanzas son magras. La muerte, o al menos la imagen del final, no lo deja. Cuando todo parece estar perdido, la derrota se apodera de รฉl: โ€œDesde que sรฉ que es para siempre โ€“ยกque no sea un para siempre muy largo, Dios mรญo!โ€“ me aclimato y escribo de vez en cuando estas notas con la punta de un clavo y unas cuantas gotas de mi sangre en las paredes del carcere duro.โ€

Aunque se ignora cuรกl era la idea original de Daudet al escribir las notas sueltas de La doulou โ€“forma provenzal de la douleurโ€“ es evidente que en el cuaderno, ademรกs de verterse y acompaรฑarse, encontraba el sitio ideal para expresar sus miedos. Algunas personas escriben para atemperar el dolor. Otros lo hacen para reacomodarse a la โ€œnueva vidaโ€ y algunos para darle voz a su cuerpo y su alma. Daudet, como tantos escritores y artistas, sabรญa que el dolor estaba ahรญ, pisรกndolo, persiguiรฉndolo, recortando su existencia. Si bien era imposible deshacerse de รฉl, no lo era confrontarlo. Las palabras se convirtieron en su arma. Rebasadas las posibilidades mรฉdicas, las palabras pueden ser terapรฉuticas.

En ocasiones las letras pueden suplir a los mรฉdicos.

 

Al escribir Daudet se escuchaba: โ€œTengo que seguir andando para que se me pase el dolor.โ€ Al recordar, se relacionaba con sus otros yos. Cuando tenรญa diecisรฉis aรฑos muriรณ su hermano Henri. Su padre exclamรณ: โ€œยกHa muerto!, ยกha muerto!โ€ Aรฑos despuรฉs Daudet confesรณ: โ€œMi primer Yo lloraba, pero mi segundo yo pensaba: ยกQuรฉ tremendo alarido! ยกQuedarรญa fantรกstico en un escenario!โ€ Esa anรฉcdota encontrรณ algunas palabras En la tierra del dolor: โ€œCon una sombra a mi lado camino mรกs tranquilo, de la misma forma que camino mejor si voy junto a alguien.โ€ Finalmente Daudet transformรณ su padecer en su razรณn de vida: โ€œEn mi pobre carcasa que la anemia ha socavado y vaciado retumba el dolor como la voz en una vivienda desamueblada y sin cortinas. Dรญas enteros, largos dรญas, en que no hay ya nada vivo en mรญ sino el padecer.โ€ Cuando uno enferma, sobre todo cuando la vida se desmorona, el tiempo deja de ser inocuo y nada, absolutamente nada, es casual.

 

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Experiencias similares transmiten algunos enfermos. Sus sentimientos forman parte de la poรฉtica de la enfermedad. Frases como โ€œmi vida es como la nocheโ€, โ€œeste dolor es mรกs que nunca mi vidaโ€ o โ€œen mi cuerpo enfermo el tiempo ha dejado de existir, la รบnica prueba de vida son los latidos de mi corazรณn, sobre todo los nocturnos, los que tocan la noche cuando todo callaโ€, son fragmentos de personas que retratan la vida y la muerte desde muchos รกngulos. El escritor Hervรฉ Guibert (1955-1991) lo cuenta de otra forma.

Guibert, golpeado por el sida, desanimado por la frialdad de la medicina y aterrado por lo que el espejo le mostraba cuando reflejaba su cara, escribiรณ en Al amigo que no me salvรณ la vida: โ€œComienzo un nuevo libro para tener un compaรฑero, un interlocutor, alguien con quien comer y dormir, al lado del cual soรฑar y tener pesadillas, el รบnico amigo que en este momento puedo soportar.โ€ Guibert hablaba de un โ€œnuevo libroโ€. En sus pรกginas podrรญa depositar una esperanza distinta e intentarรญa confabular contra la muerte. Buscarรญa robarle a la muerte un pedazo de vida para afrontar sus heridas desde otra perspectiva. Las palabras no detienen la muerte. Tampoco curan. Las palabras no hacen eso, pero sรญ permiten a quien las escribe leerlas cuantas veces sea necesario, cuantas veces se requiera saber que se estรก vivo. Birlar la muerte es tarea de todo enfermo. De no ser asรญ, ยฟcรณmo seguir vivo? Distraer a la muerte es un arte. Algunas palabras lo logran, algunos enfermos lo consiguen.

Guibert escribe desde el cuerpo que le dio la vida. Vรญctima del virus de la inmunodeficiencia humana, escribe desde su cuerpo enfermo. Su yo golpeado odia: โ€œyo que acabo de descubrir que no amo a los seres humanos, no, decididamente no los amo, los odio mรกs bienโ€. Su yo enfermo le recuerda Auschwitz: โ€œEse cuerpo descarnado que el masajista malaxaba brutalmente para devolverle la vida y que dejaba jadeante, caliente, hormigueante, como transportado de jรบbilo por su trabajo, volvรญa a encontrรกrmelo yo en panorรกmica auschwitziana todas las maรฑanas en el gran espejo del cuarto de baรฑo.โ€

Anatole Broyard, en Intoxicated by my illness, reflexiona: โ€œCuando te das cuenta de que tu vida se encuentra amenazada, puedes confrontar esa situaciรณn o puedes evadirla.โ€ Ambas posibilidades son vรกlidas. Yo pienso que confrontarla es mejor opciรณn. Guibert, atrapado por el odio, encontrรณ en la escritura (eso creo) una compaรฑรญa รบtil. De no haber escrito hubiera fallecido de otra forma, quizรก con mรกs dolor, quizรกs antes, seguro sin penetrar el universo de la muerte.

 

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El dolor, en ocasiones, es el รบltimo pretexto para llamarle a la vida vida; es tambiรฉn una razรณn para reclamarle a la muerte su soberbia, su sordera, su impenetrabilidad y el desprecio absoluto que ejerce sobre los humanos. El dolor dialoga, la muerte no. Es claro: despuรฉs del infinito, sรณlo la muerte. Aunque no tan claro: ยฟes cierto lo que escribรญ, โ€œdespuรฉs del infinito sรณlo la muerteโ€? Quizรกs lo contrario sea lo correcto: despuรฉs de la muerte, sรณlo el infinito.

El dolor permite apropiarse de un pedazo de vida para seguir viviendo. Guibert, destrozado, hablaba de โ€œese cuerpo descarnadoโ€, abrasado por el โ€œdolor auschwitzianoโ€ que impide la existencia. Algunos enfermos se suicidan cuando desaparece la migraรฑa o el dolor abdominal que los mantenรญa vivos mientras padecรญan. Otros optan por la escritura en vez de suicidarse. Hay quienes apelan a Dios cuando la muerte es inminente y hay quienes escriben sus libros para postergar el fin, o bien, para pedirle prestado unos dรญas a la muerte hasta escribir la รบltima palabra. La historia de mi muerte es el subtรญtulo del libro Esta salvaje oscuridad. Su autor se apellidaba Brodkey.

Harold Brodkey (1930-1996) ocupรณ parte de sus รบltimos meses en narrar lo que le sucedรญa como consecuencia del sรญndrome de inmunodeficiencia adquirida. En Esta salvaje oscuridad escribiรณ: โ€œNo quiero hacer el elogio de la muerte; pero, en la inmediatez, la muerte confiere a las horas cierta belleza; una belleza que acaso no se parezca a ninguna otra, pero es abrumadora.โ€

Al igual que para Daudet y para Guibert, la pluma representรณ para Brodkey una forma de expiaciรณn y de consuelo. Aunque encontrรณ algunos remedios mรฉdicos, no tuvo la oportunidad de someterse a los tratamientos modernos; la enfermedad se le diagnรณstico en 1993, รฉpoca en que aรบn no estaban disponibles los nuevos fรกrmacos para detener el avance del sida. Acosado por la fatiga cavilaba acerca del final: โ€œLa muerte no es una voz suave ni un paso vago en las cercanรญas. Estรก a la puerta. En vez de escurrirse y desaparecer, la debilidad permanece. Parece como remansada. Me inunda y la inundaciรณn es tan ancha como el alma. La caja donde venรญan mi fuerza y mi suerte esta vacรญa y vibra un poco.โ€ El psicoanalista inglรฉs D.W. Winnicott empezรณ una autobiografรญa que nunca terminรณ. El primer pรกrrafo dice: โ€œHe muerto.โ€ El quinto: โ€œPermรญtanme ver. ยฟQuรฉ sucediรณ cuando yo morรญ? Mi peticiรณn fue respondida. Estaba vivo cuando habรญa muerto. Eso fue todo lo que deseaba saber.โ€ No. Las palabras no detienen la muerte. Sรณlo hablan con ella.

 

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โ€œMi trรญoโ€ โ€“Brodkey, Guibert y Daudetโ€“ vivรญa acosado por la fatiga, esa terrible sensaciรณn que impide la vida y asfixia el deseo. El cansancio extremo es muy frecuente en algunas enfermedades; para muchos, la imposibilidad para confrontarlo es consejero de la muerte pero tambiรฉn amigo de la reflexiรณn. En otro libro, El protocolo compasivo, Guibert se sumerge en su yo herido, exangรผe, lento, atiborrado de cรฉlulas fatigadas, de dnas a punto de perecer y de molรฉculas exhaustas y sin mensajes que transmitir: โ€œMe tiro todo el dรญa dormitando en un sillรณn del que me cuesta gran esfuerzo alzarme, ya no aspiro sino al sueรฑo, me dejo caer sobre la cama, pues ya no puedo meterme en ella o salir de ella con el esfuerzo de mis mรบsculos, o me agarro los mรบsculos con las manos para hacer de palanca o me echo de costado para acabar sentado tras haber dejado caer las piernas […] Ahora que la degluciรณn me da un dolor horrible y cada bocado se ha vuelto una tortura y un tormento y resulta que, desde hace tres dรญas, el simple hecho de estar acostado en la cama me causa dolor, porque ya no puedo darme la vuelta, tengo los brazos demasiado dรฉbiles, las piernas demasiado dรฉbiles.โ€

La falta de fuerza mina casi todo. Mover una palabra o tocar una idea puede ser imposible. La ausencia de energรญa trastoca las cosas mรกs simples. Incluso el recuerdo de lo bello se difumina entre las tenazas del cansancio extremo. Para muchos enfermos, vรญctimas de agotamiento, el รบnico refugio posible es la espera: del tiempo que no regresa, de las amantes instaladas en la bruma del olvido, de los hilos que suturen las heridas del alma, de un hรกlito de fuerza que permita la vida. Otros tallan su รบltima morada por medio de palabras donde el lenguaje de la enfermedad emerge como recurso y resguardo. Asรญ lo sienten algunos pacientes: โ€œPoco, casi nada queda de mรญ. Moverme es un suplicio, comer una agonรญa. Escuchar las sรบplicas de los seres queridos profundiza la tristeza. ยฟQue quรฉ queda de mรญ? Nada o casi nada. No sรฉ cรณmo decirlo. La frontera entre nada y casi nada es imperceptible. No va mรกs allรก de un suspiro. Se escurre entre los dedos. ยฟQue por quรฉ no me esfuerzo mรกs? Porque la muerte ha penetrado en mรญ y se ha adueรฑado de todo. De todo menos del momento del adiรณs.โ€

 

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En la tierra del dolor es un divรกn construido ad hoc: en รฉl Daudet se vierte y se habla con todas las voces posibles. Aunque afirmaba que el sufrimiento mitigaba el peso del lenguaje, lo cual debiรณ haber sido cierto para un autor bastante prolรญfico, las notas que conforman En la tierra del dolor, una especie de lectura de la vida escrita desde el sufrimiento, contradice esa idea. Su diario, su tierra dolorosa, es un dechado de sobrios tintes literarios. Envuelto por el dolor escribe: โ€œDolor, has de serlo todo para mรญ. Deja que encuentre en ti todas esas tierras extranjeras que no me dejarรกs que visite. Sรฉ mi filosofรญa, sรฉ mi ciencia.โ€

En algunos enfermos el dolor expone partes desconocidas; en otros se convierte en morada. Recuerdo una conversaciรณn con un paciente terminal: โ€œYo pensaba que mi vida podrรญa finalizar como sucede en algunas pelรญculas. Un infarto, ยกy ya! Ahora me encuentro atrapado en un guiรณn que no deseo jugar. Pensรฉ que serรญa dueรฑo de mi final. Que mi voluntad dirรญa: no o sรญ. Que el tiempo de la vida siempre serรญa mi tiempo. Ahora sรฉ que me equivoquรฉ: me encuentro atrapado dentro de mรญ. Yo soy el actor y no tengo escapatoria. Yo soy el dolor y el dolor soy yo. Yo no escribรญ el guiรณn y tengo que actuarlo. El final, curiosamente, soy yo. Sin mรญ no hay final. No puedo evadirme de รฉl. Cuando lo haga morirรฉ. Lo peor es que no tengo con quiรฉn dialogar. El dolor es ciego, es crudo. La รบnica soluciรณn para aliviarlo es la muerte. ยฟQue por quรฉ no me suicido?, me preguntas. No lo hago porque aรบn tengo cosas que decir. Por ejemplo, decirle al dolor que mi muerte serรก su derrota.โ€

 

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El dolor y la cercanรญa de la idea de la muerte suelen evocar muchas reflexiones. A partir de las pรฉrdidas emerge la necesidad del encuentro, en ocasiones con uno mismo, otras veces con seres cercanos. Invocar el pasado y evocar bellos recuerdos puede ser terapรฉutico.

Ningรบn dolor es nuevo. Cuerpo y alma los experimentan continuamente. Algunas veces mรกs, otras menos. La existencia, per se, conlleva diversos grados de dolor. Hay enfermos que dicen: โ€œsoy una enfermedadโ€; otros afirman: โ€œme siento polvo. Cada amanecer veo cรณmo el viento se lleva pequeรฑos pedazos de mi existenciaโ€. Otros mรกs aseguran que โ€œla oscuridad crece por dentro. Desde hace dรญas no consigo encontrarme. Mis brazos, mis manos, mis ojos, ya no son mรญosโ€.

Susan Sontag afirmaba en su libro Illness as metaphor and aids and its metaphors* que โ€œla enfermedad es el lado nocturno de la vida, y es una ciudadanรญa mรกs onerosa. Todas las personas tienen una doble ciudadanรญa, en el reino del bienestar y en el reino de la enfermedadโ€. Al viajar al lado nocturno de la vida, vรญctima de enfermedades, o al escuchar que los enfermos dicen โ€œal llegar a Mรฉxico el clima me desconociรณ y enfermรฉ de gripaโ€ o al evocar la imagen de una mujer deprimida que explica que โ€œse acuesta temprano porque al dormir duele menos la vidaโ€, se comprende que la vida, como dice Sontag, consta de dos reinos y que la poรฉtica del dolor deviene lenguaje de la enfermedad. ~

 

 

 

 


* Dos obras primero publicadas en inglรฉs por separado, en 1978 y 1988 respectivamente, y en 2001 como un solo libro. En espaรฑol, La enfermedad y sus metรกforas / El sida y sus metรกforas (Debolsillo, 2008).โ€“ n. del e.

 

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(ciudad de Mรฉxico, 1951) es mรฉdico clรญnico, escritor y profesor de la UNAM. Sus libros mรกs recientes son Apologรญa del lรกpiz (con Vicente Rojo) y Cuando la muerte se aproxima.


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