Justo al terminar la Primera Guerra Mundial, la más devastadora para el continente europeo desde que la peste negra había llegado en el siglo XIV, el filósofo alemán Oswald Spengler se hizo mundialmente famoso por la publicación de su obra La decadencia de Occidente (1918 y 1922), en la cual profetizó el inminente ocaso de la civilización occidental. Spengler había sido prácticamente desconocido hasta entonces: doctorado en filosofía en 1904 con una tesis sobre Heráclito y luego maestro de colegio, se jubiló tempranamente gracias a una modesta herencia. Había escrito a lo largo de sus años de juventud fragmentos de obras de teatro y de novelas históricas sobre los héroes clásicos del pasado sin publicar ninguno. La decadencia de Occidente fue un golpe magistral presentando una nueva visión del mundo en un estilo polémico y elegante. Escrito entre 1911 y 1914, capturaba el zeitgeist del momento, al distanciarse de una Europa decaída y adoptar una mirada de larga duración sobre las culturas del mundo. El libro fue traducido en seguida a varios idiomas y se convirtió en un best seller internacional.
El autor anuncia en su introducción una suerte de “morfología” de ocho culturas: la Antigüedad clásica, Occidente, la India, Babilonia, China, Egipto, Arabia y el México prehispánico. Sin embargo, en lo sucesivo, comenta muy poco sobre México. Es más, en el segundo volumen de su obra, señala que el imperio azteca es una trágica excepción a su teoría de crecimiento y declive naturales: “esta cultura es el único ejemplo de una muerte violenta. No falleció por decaimiento, no fue ni estorbada ni reprimida en su desarrollo. Murió asesinada en la plenitud de su evolución, destruida como una flor que un transeúnte decapita con su vara”.
(( Spengler, La decadencia de Occidente II, p. 63.
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Según Spengler, lo que destruyó a los aztecas no fue el genio de Hernán Cortés ni la debilidad trágica del tlatoani azteca Moctezuma, tesis que había cundido entre los lectores de novelas y obras de teatro históricas, especialmente desde la influyente épica de William Prescott, Historia de la conquista de México (1843). En vez de ello, un puñado de bandidos españoles, según Spengler, habían descubierto y vencido a los aztecas por azar, dejando inválida cualquier noción de sentido o justicia histórica.
Frente a la relativa falta de comentario sobre México en La decadencia de Occidente, es sorprendente que la obra más destacada de los años de juventud de Spengler haya sido una tragedia en versos, titulada Montezuma. Ein Trauerspiel, conservada en un manuscrito, pero sin publicarse en vida del autor.
(( Esa obra, editada y publicada por mí en alemán en 2011, está ahora disponible también en español, traducida por Manuel Cuesta y publicada por Iberoamericana/Vervuert.
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Moctezuma es una versión especulativa de los hechos dramáticos alrededor del encuentro de Cortés y Moctezuma como era de esperar, pero con una línea de interpretación original, presentada de manera elocuente: se toma partido por Moctezuma, el cual tiene claro desde el principio del drama la intención enemiga de los españoles de conquistar su territorio. Spengler no sigue las famosas escenas descritas por el mismo Cortés y por Bernal Díaz del Castillo, como por ejemplo la del primer encuentro entre el conquistador y el tlatoani en Tenochtitlán. En vez de ello, representa a su héroe como un hombre dividido entre las convenciones del trato amable y su instinto de protección. Lo notable en la interpretación del joven Spengler es no solo su crítica a los españoles y a la hipocresía de sus pretensiones de conversión cristiana. También lo es al momento histórico, pues cuestiona el colonialismo español –el drama data de alrededor de 1897, coincidiendo con la expansión imperial de Alemania, bajo Guillermo II–. Spengler presenta ya en ese entonces una visión de la historia mundial que es crítica del colonialismo y que interpreta las culturas como radicalmente iguales en sus ciclos vitales.
¿Qué hacer con el interés temprano de Spengler por la figura de Moctezuma y su afirmación posterior de que la caída del imperio azteca es un caso excepcional? Los apuntes de Spengler conservados en su patrimonio nos ayudan a hilar los elementos de esta curiosa historia. Resulta que el interés de Spengler por la figura de Moctezuma no fue solo la ocurrencia de un adolescente, sino que continuó hasta los años de la Primera Guerra Mundial y más allá. En los ciento cincuenta fragmentos dedicados a Moctezuma, este se convierte en un héroe “póstumo” por excelencia, trágico por tener que ser testigo del final de un imperio y no porque hubiera cometido un error. Eso sí, en la época en que Spengler empieza a escribir La decadencia de Occidente surge en los apuntes un impulso hacia lo impersonal anunciando su determinación de deshacerse del énfasis en los héroes individuales como actores de la historia, manifiesta en su magnum opus. Luego vinieron los años de fama mundial con sus invitaciones honrosas –incluyendo el ofrecimiento de una cátedra de filosofía en la Universidad de Göttingen–. Pero en los años anteriores a su muerte, en 1936, reinó el silencio a su alrededor, debido a su rechazo a las ofertas de Hitler para incorporarse a la ideología nazi. A pesar de haber sido un pensador conservador toda su vida, Spengler no era antisemita y rechazaba el biologismo racial nazi. Fue entonces que volvió una vez más a reflexionar sobre lo trágico y sobre la figura de Moctezuma. Sin embargo, ahora el acento en sus apuntes era otro, cayendo ya no en Moctezuma sino en la Malinche, a quien Spengler veía como una víctima resignada.
Spengler ha sido criticado, hoy y entonces, por su falta de credenciales como historiador, por sus imprecisiones y su determinismo. Vemos mucho de eso en su tratamiento de Moctezuma y de las civilizaciones prehispánicas en La decadencia de Occidente. Para empezar, nunca se interesó realmente por las fuentes bibliográficas latinoamericanas que unos amigos entrañables suyos, el sociólogo argentino Ernesto Quesada y su esposa, la escritora alemana Leonore Deiters-Quesada, le recomendaron en los años veinte. Si bien eran admiradores de su obra, no ignoraron sus omisiones sobre la historia de América en La decadencia de Occidente. Con la excepción de un breve artículo en homenaje a Quesada, Spengler nunca le prestó atención a América como un ámbito cultural de gran riqueza y diversidad.
Dada la continua reflexión de Spengler sobre Moctezuma a lo largo de su vida, yo propondría que la conquista de México constituye no solo una excepción en su teoría sobre las culturas del mundo, sino la simiente de la misma. Fue para él la primera instancia de reflexión sobre las razones del auge y el declive de las culturas en el mundo y el primer momento de crítica de una cultura occidental, la española. Podemos ver en Moctezuma también el núcleo imaginario inherente en toda su visión histórica, más enfocada en las correspondencias entre los grandes relatos literarios que en los detalles de la historia. Y, finalmente, otro hecho notable: el conocimiento de Spengler sobre México era superficial a pesar de su fascinación por el tlatoani azteca. Eso, sin embargo, no afectó la influencia que tuvo su obra en América, que fue profunda, incluyendo a escritores como Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier y tantos otros. Ese interés de los escritores e intelectuales latinoamericanos por Spengler hizo que, a pesar suyo, el filósofo alemán se convirtiera de un profeta de la decadencia en un vate del americanismo. ~