Con un bebé de un año y embarazada por segunda vez, Rachel Cusk escribió Un trabajo para toda la vida. Sobre la experiencia de ser madre. Cuando se publicó el ensayo, en 2001, hubo reacciones encendidas; probablemente la gente se compró el libro creyendo que sería un manual de crianza, de esos autocomplacientes y un poco huecos. Un trabajo para toda la vida es el libro que cualquier escritora con hijos querría haber escrito sobre la maternidad. Al menos, la que escribe. Es inteligente, es divertido, está lleno de ideas y ¡lo escribió embarazada y criando a un bebé! Se ha publicado en español (Libros del Asteroide, traducción de Catalina Martínez Muñoz) y Cusk ha estado en España para presentarlo.
Hace más de veinte años que escribió Un trabajo para toda la vida. Ahora que ha pasado el tiempo, ¿qué lugar cree que ocupa en su trayectoria?
Fue la ruptura incómoda conmigo misma como escritora. Todas las cosas que hice, que ahora practico, sé y he refinado en mi propio proceso creativo, vienen de esa ruptura con una concepción clásica de la ficción, de la literatura y del tipo de libro que sentía que era posible escribir. Me di cuenta de que, en cierta manera, mi vida como mujer o el destino femenino en sí mismo estaban empezando a generar la posibilidad de faltar a la verdad. Hay experiencias para las que no hay sitio en los poemas, en los libros o novelas que podía imaginar escribir. Por otro lado, las condiciones que la feminidad estaba generando hacían totalmente imposible escribir en casa, porque tenía un bebé y ¿cómo voy a escribir cuando tengo un bebé? Todos esos descubrimientos incómodos dieron lugar a un libro que a su vez dio lugar a una comprensión muy diferente de mí misma como escritora.
¿Cómo lleva que veinte años después las cosas que cuenta en el libro sigan siendo verdad?
Es triste (risas). No, en realidad creo que no es tan diferente de la bebé que ahora va caminando por ahí, tiene veintitrés años, vive su vida y es competente y exitosa. Y tal vez se aplica al libro también: con el tiempo, se ha vuelto más autónomo y más sólido, y funciona mejor lejos de mí. La gente no podía entender que una mujer con un bebé escribiera sobre tener un bebé y dijera que es realmente difícil. Así que cuanto más lejos esté de mí, más objetivo parecerá a los demás.
¿Por qué cree que algunas escritoras evitan el tema de la maternidad, cuando, por otro lado, es una experiencia única y universal? Hay como una cierta prevención. Incluso en su libro, es como si tuviera que justificar la elección…
Si escribes sobre estas cosas, se acabó el juego, ya no eres uno de los chicos. Estás en la parte de atrás del avión. De repente te degradas. Hablamos de valores culturales patriarcales. A una mujer que tiene un trabajo realmente importante en una oficina y es abogada no se le permite decir: “Oh, lo siento mucho, pero tengo que ir a cuidar a mi bebé.” Las mujeres tienen que disimular y fingir mucho para mantener su estatus en una cultura que sigue siendo el resultado de los valores masculinos. Lo mismo se aplica a los escritores. Y si eliges ese camino, no te lleva directamente a ser normal otra vez. Descubrí que hay más cosas en ese camino sobre las que seguir escribiendo. Así que es un cambio total de dirección. No es algo que puedas decidir hacer y luego no hablar de ello nunca más.
Al mismo tiempo, la maternidad, como escribe en la introducción, se caracteriza por la ambivalencia: “Me pareció afín a la ambivalencia fundamental que siente el escritor ante la vida […] que el escritor o el artista siempre intenta recuperar y resolver.”
No lo recordaba. La literatura existe para expresar las diferencias entre la verdad y la realidad pública, y los sentimientos individuales sobre eso, así que tenía razón (risas).
Antes de tener hijos, es difícil imaginar todo lo que supone la maternidad. ¿Pensaba usted que se sentiría tan sola?
No, y una de las cosas que pregunto en el libro y he preguntado en mi vida muchísimas veces es: ¿por qué? ¿Por qué es imposible representar ciertas cosas para que los demás puedan entenderlas? ¿Por qué para conocer ciertas cosas tenemos que experimentarlas? ¿Es eso cierto? ¿Hay personas que podrían recibir una imagen más clara de lo que sería esa experiencia? Probablemente sí. Creo que tendría que ser una especie de transmisión generacional. Si tu madre y tu abuela hubieran mantenido una relación más estrecha con la verdad sobre algunas circunstancias de la feminidad, ¿heredarías tú eso de alguna manera y así tendrías un conocimiento previo mayor? He conocido mujeres que tenían muy claro lo que sería tener un hijo, y han decidido no tenerlo. Definitivamente, a la humanidad no le conviene que haya mucha gente así.
Un trabajo para toda la vida es en parte una reacción contra los manuales de maternidad y crianza. ¿Es también el libro que le habría gustado leer antes de ser madre?
Los libros que me dieron eran malos. Probablemente era lo que estaba tratando de hacer, sí. Y fue divertido escribirlo.
Últimamente parece que se escriben más libros sobre maternidad o donde aparece la maternidad. En algunos se oye una especie de lamento: “nadie me dijo qué era”, pero en realidad sí se dice, solo que no queremos oírlo.
Pensemos en lo que la experiencia de la guerra ha enseñado a la sociedad sobre el trauma. La manera en que los psiquiatras ayudaron a los soldados que lucharon en Vietnam dio lugar a muchas de las terapias de hoy. De hecho, las historias de neurosis de guerra se convirtieron en la base del psicoanálisis. Quiero decir, las similitudes son bastante obvias: los hombres van a la guerra pensando que es todo gloria y coraje, como las mujeres van a la maternidad… Y luego está el trauma de la experiencia. Cuando los soldados volvían de la Segunda Guerra Mundial, aparecían problemas enormes en los matrimonios, porque sus esposas no querían saber nada. Era realmente molesto y traumático. Los soldados se encerraron en el silencio. No podían hablar con nadie de cómo se sentían. Y piensas, bueno, son hombres. Pero todo el mundo se sienta y se les ocurren esas fantásticas terapias. Increíble. Escriben poemas geniales y el mundo entero cambia. Y nadie ha conseguido eso con las mujeres. Ilustra muy bien la diferencia entre lo que algo parece desde fuera y cómo, en tanto que individuo, es como si te desecharan. Simplemente te utilizan. La maternidad podría parecerse bastante a eso. Te tientan con el argumento de que es una experiencia de gloria biológica. Pero lo que sucede es que la fuerza de la vida usa tu cuerpo y tú eres totalmente prescindible. Darse cuenta de eso es lo que hace que las mujeres construyan la historia alrededor de la madre, porque de lo contrario realmente es una esclavitud.
Su libro es una crónica en caliente, no esperó a que reposara. ¿Por qué?
El tema se desvanece, se va, desaparece entre tus dedos. Mi bebé no es el mismo esta semana que la semana pasada. La semana pasada es historia antigua. El momento presente lo consume todo. El poder del olvido es muy fuerte. Si hubiera esperado un año para escribir el libro, lo habría olvidado todo. Todo lo que pasa cambia todo lo que pasó antes. Tener un bebé es lo contrario a cualquier otra experiencia. Se convierte en lo que es. Descubres nuevos detalles haciendo el camino inverso. Aún no existe. Es muy difícil que el cerebro procese esa narrativa.
El hecho de que lo escribiera a la vez que sucedía me hace pensar en las condiciones de la escritura, y en cómo esas condiciones determinan el libro.
Estaba embarazadísima de mi segunda hija, que fue un bebé enorme. Vivíamos en una casa en la que había dos zonas de trabajo. Mi marido de entonces, el padre de mis hijas, eligió el estudio que estaba en la planta baja y el otro estaba en el ático, al final de una estrecha escalera. Cada día, mi barriga crecía y me costaba más y más subir para escribir el libro.
¿Cree que las condiciones determinaron el libro?
No, porque el padre se quedó en el piso de abajo y el libro lo escribí yo (risas). Pero sí que he escrito mucho sobre el espacio doméstico. Creo que hay un problema en cómo la mujer lo ocupa, porque el espacio doméstico es algo muy complicado para mí. Por ejemplo, es un lugar que se supone que tengo que ordenar y del que se supone que tengo que responsabilizarme, ser consciente de él. Para escribir, necesito olvidarme de dónde estoy y no pensar: debería hacer esto, debería hacer aquello. Es un sentimiento sin resolver. La habitación propia.
En 2012 publicó Despojos, sobre su divorcio. ¿Cómo se enfrenta a su vida como material de escritura?
Exactamente igual que a cualquier otra cosa. Solo cuando veo que está sucediendo algo estructural de lo que soy parte… Ahora, por ejemplo, no estoy involucrada en esa interrelación entre sociedad e individuo. No hay formas estructurales, excepto esta especie de extraño desierto femenino de la identidad posmenopausia, posbiológica. Y eso no tiene forma. No he encontrado una manera de describirlo. Sin embargo, lo que vi en el divorcio era el clásico baño de sangre. Teatro griego: la familia asesinándose los unos a los otros. Es una idea interesante. En realidad no es algo personal. Por eso me parece divertido cuando alguien dice: “su” libro sobre “su” divorcio. Mi libro es un libro sobre el divorcio. Para mí, el libro existe, pero mi divorcio se ha perdido en el tiempo.
¿Cómo se produce esa transformación? Porque los hechos realmente sucedieron. ¿Cómo los transforma en literatura?
Hay algo que puede ser genérico en el contenido y todo el mundo tiene un punto de vista. Por eso se pueden traducir las cosas. Por eso puedo leer un libro escrito por un chino. Cuando sale de su casa y camina por la calle, yo también salgo de casa y camino por la calle; es una calle diferente y es una casa diferente, pero hay algo genérico en los sentimientos. Tengo fe en eso, supongo. Se trata más de saber qué omitir que qué incluir, saber en qué parte de tu experiencia personal puedes perder al lector.
¿Cómo se relacionan sus libros de no ficción con la trilogía (A contraluz, Tránsito, Prestigio)?
Supongo que la trilogía fue mi brillante solución al problema: ya no hay libros de no ficción. Acabo de escribir un ensayo que es ficción y no ficción, las dos cosas combinadas, y es realmente interesante. Es hacia donde voy ahora.
Dio con una forma curiosa de novela autobiográfica, que supone un descanso del yo sin abandonar la perspectiva de uno mismo. ¿Cómo dio con ello?
Me llevó mucho tiempo resolverlo. Está todo escrito en primera persona, pero no hay “persona” detrás de esa primera persona. No fui la primera en hacer eso, lo hizo Albert Camus. Se usa la primera persona, pero no se dice lo que esa primera persona piensa. Probablemente podría haber seguido escribiendo ese tipo de libros para siempre, pero en algún momento tuve que dejarlo.
¿Cree que se leen de modo diferente los libros con material autobiográfico cuando los han escrito mujeres?
Sería interesante no saber el sexo. A menudo me he interesado por eso. No hay respuesta a esa pregunta. En realidad, depende de lo que ocurra en el texto. Tal vez hay cosas que hacen las mujeres y cosas que hacen los hombres en la escritura que funcionan de manera diferente.
¿Se ha acabado la literatura femenina?
Ni siquiera ha empezado.
A veces, al leer libros que parten de material autobiográfico siento que el escritor en realidad se oculta más de lo que se muestra. ¿Qué piensa?
Probablemente es lo que deberíamos hacer. Pero no sé a qué te refieres con “material autobiográfico”. Quizá porque es algo que ya no reconozco, excepto cuando estoy en una galería de arte y veo un autorretrato, que es muy diferente a cualquier otra pintura. No veo que mi escritura sea particularmente distinta de cualquier otra, excepto en que es más legítima. La escritura autobiográfica es más legítima del mismo modo que el autorretrato es más legítimo que cualquier otra pintura.
¿Qué busca al escribir?
No tengo ni idea. ~
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).