La literatura como arma política

The lady of the mine

Sergei Lebedev

Traducción por Traducción de Antonina W. Bouis

New Vessel Press

Nueva York, 2025, 240 pp.

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Sergei Lebedev (Moscú, 1981), escritor ruso en exilio en Alemania, fue seleccionado por el Norsk Litteraturfestivalen Lillehammer 2025, Noruega, para pronunciar la lectura inaugural. Escogió como tema “La literatura como arma política”, arma que emplea en cada una de sus novelas desde 2010. Geólogo de formación, con siete años de práctica en el Gran Norte ruso y en Asia Central, pasó de la exploración bajo la superficie a la del enterrado pasado soviético para poner frente al lector una historia que sus compatriotas no conocen o no quieren conocer. Quizá porque su tío abuelo fue una de las incontables víctimas del terror en tiempos de Stalin, su proyecto va más allá de la exploración del pasado y, según una declaración de 2024, puede resumirse así: “Nosotros, los rusos, somos los huérfanos de la Historia. Los rusos deben interrogarse sobre el regreso del gulag.” Libro tras libro, vemos la catástrofe antropológica en la Unión Soviética y sus prolongaciones presentes.

Desde 2011 ha recibido premios en Rusia (hasta 2018) y en el mundo (hasta hoy); sus libros se han publicado y traducido en veintiún países. Empezó en 2010 con El límite del olvido, una investigación sobre el misterioso “otro abuelo”, el hombre que salvó la vida del narrador, cuando era un niño, y que resulta finalmente ser un agente del gulag. En 2014, publicó El año del cometa, una ampliación del libro anterior, sobre la infancia y la adolescencia en una URSS al borde de la desintegración. Los hombres de agosto (2016) cierra este ciclo con el putsch abortado de la vieja guardia en agosto de 1991, las esperanzas democráticas que pronto disipó la guerra de Chechenia. El ganso Fritz (2018) nos confronta a la historia, con una posible dimensión autobiográfica, de una familia con antepasados germánicos: otra investigación en la historia de Rusia y la definición de la identidad nacional. El escritor-geólogo visita panteones, desentierra osamentas… Una historia tan fascinante como siniestra.

El debutante (2020) inicia un nuevo ciclo que nos lleva a la Rusia contemporánea. El químico y profesor Kalitin, inventor de un veneno imposible de detectar, era muy apreciado por el KGB. Cuando se derrumba la Unión Soviética, huye al Oeste, con el veneno en su pequeño neceser, y cambia de identidad. El veneno en la historia soviética y rusa, el veneno de la historia misma, es el tema de esta novela policiaca. Veinte años después, el teniente coronel del FSB/KGB, Shershniov, recibe la orden de encontrarlo y matarlo con su propio veneno. En un pueblo checo, el viejo profesor espera al inevitable visitador y vive al ritmo de sus recuerdos, la infancia, la formación, la gloria, cuando experimentaba sus venenos sobre los presos… la caída. El teniente coronel rememora también sus campañas en Chechenia, en Siria… Dos figuras que se espejean. Una sola verdad permanente, la muerte. Conclusión: el mejor veneno es el miedo. La novela es paralela a la historia contemporánea de los envenenamientos en el extranjero, con el intento contra Víktor Yúshchenko, candidato a la presidencia de Ucrania, en 2004, con la muerte de Aleksandr Litvinenko en Inglaterra en 2006 y la casi muerte de Alekséi Navalni el 20 agosto de 2020. La novela en ruso salió de la imprenta en noviembre de 2020… El autor estaba ya fuera de Rusia.

La dama blanca –publicada en ruso en 2024 y este año en inglés con el título de The lady of the mine– nos recuerda que la guerra de Rusia contra Ucrania empezó en 2014. El subtítulo del libro reza “Cinco días en julio de 2014”, cuando “por error” los separatistas de Donetsk, armados por los rusos con un lanzamisiles tierra-aire, tumban un Boeing 777 de Malaysia Airlines, el MAS 17, con 283 pasajeros y 15 miembros de tripulación. En la novela, el general ruso Mikhail Stepanovich Korol, veterano del KGB que había trabajado en Donetsk treinta años antes, reprimiendo a los mineros en huelga, y ahora parte del FSB, es el responsable de “limpiar” el error. Error que le recuerda al de 1983, cuando los soviéticos derribaron el vuelo civil coreano KAL 007, un Boeing 747. Bis repetita. Recuerda también cuando le tocó “limpiar” el desastre de la escuela numero 1 de Beslán, secuestrada por terroristas chechenos y “liberada” más tarde por las fuerzas de seguridad al costo de 334 muertos, de los cuales 186 eran niños.

El otro eje de la novela es el Pozo ¾, una maravilla de ingeniería, condenado y sellado en 1945. Contiene un secreto, conocido de todos en el pueblo de la provincia de Donetsk, pero ignorado del resto del mundo: en 1941, cuando los nazis ocuparon Ucrania, masacraron a los judíos de la región y tiraron sus cuerpos al pozo de la mina de carbón. ¿Por qué lo sellaron las autoridades soviéticas, en lugar de publicitar los crímenes alemanes, como en el caso de Babi Yar (Kiev)? Porque, debajo de los judíos, se amontonan varias capas geológicas, sedimentadas cronológicamente por la violencia del Estado: en 1929 con el proceso de los ingenieros mineros, la liquidación de los intelectuales ucranianos, de los comunistas nacionalistas ucranianos, luego la hambruna de 1932-1933 (Holodomor), el gran Terror de 1937-1938. Los judíos habían sido los últimos, pero…

Nazis y soviéticos estuvieron aliados de agosto 1939 hasta junio de 1941. Usaron el mismo pozo. Que el lector saque su personal conclusión. O rechace la de Sergei Lebedev cuando dice de los invasores de 2014: “Su brillante pelo rojo se había vuelto pardo. Aún no lo advertían pero se habían convertido en los que consideraban sus peores enemigos, a los que habían derrotado y aplastado: los nazis.” El propio general Korol se da cuenta, sin problema, cuando busca echarles la culpa a los ucranianos de la destrucción del MAS 17. Prepara un borrador que dice: “En el mismo lugar donde los fascistas alemanes cometieron un monstruoso crimen en 1942, los fascistas contemporáneos cometieron un nuevo crimen.” El narrador anota: “Escuchó con atención. Cometieron. Cometieron. Repetición. De hecho, toda la frase sonaba… sonaba ambivalente. El general se rio: se había delatado.”

En noviembre de 2022, Holanda condenó en ausencia a dos rusos y a un ucraniano implicados en el lanzamiento del misil con el material traído de Rusia y rápidamente sacado de Ucrania. En mayo de 2025, el Consejo de la ONU de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) declaró a Rusia responsable del derribo del MAS 17. ~


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