La ficción especulativa de Angela Carter

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En los mundos de ficción de Angela Carter (1940-1992), los castillos desiertos o las mansiones aisladas paradigmáticos de las novelas góticas son desplazados por jugueterías misteriosas, circos estrafalarios, parques de atracciones lisérgicos, microuniversos dentro de ciudades al borde del colapso. Ocurrentes adaptaciones de esos ambientes propicios para lo inesperado como en sus novelas La juguetería mágica (1967, Minotauro, 1998), Héroes y villanos (1969, Minotauro, 1984), o Noches en el circo (1984, Minotauro, 1998). Sus protagonistas suelen ser mujeres que viven un despertar sexual que deviene periplo de aventuras surrealistas. Episodios donde lo simbólico y lo literal comulgan en la acción y los estereotipos tanto de la mitología, el folclore y los cuentos clásicos, desempolvando con su escritura sus múltiples capas de sentido.

Así lo hizo en una de sus obras más conocidas, La cámara sangrienta y otros cuentos (1979, Sexto Piso, 2017), un irreverente reboot de “Barbazul”, “El gato con botas”, “La bella durmiente” y otros cuentos populares. Además de sus relecturas feministas, donde las doncellas no esperan ser salvadas por príncipes azules, Carter no solo invierte las relaciones de poder sino que, influida por el psicoanálisis y una cierta fascinación por Sade y Bataille, exhibe el anverso oscuro del erotismo y la crueldad. Como una espeleóloga de nuestros más bajos instintos, Carter baja los calzones a los cuentos populares y los exhibe con una sintaxis elegante y algo barroca que rompe el horizonte de expectativas sobre estos relatos aparentemente tan transitados e induce al lector a sumergirse en su sensual país de las maravillas. En este libro también se evidencia su investigación del folclore y la mitología, como lo demuestra su mítica antología, reeditada recientemente como Cuentos de hadas de Angela Carter (2005, Impedimenta, 2017). Una compilación de relatos populares universales, encargada por la editorial Virago. Un archivo nada convencional que reivindica la cultura popular, anónima, y en cuyos finales nadie come perdices.

Además del folclore y la mitología, en el resto de su ecléctica obra confluyen tanto las grotescas pesadillas góticas del pintor Fuseli, el atormentado romanticismo de William Blake o el simbolismo oscuro de Edgar Allan Poe como los filmes de terror de la Hammer o los extravagantes decorados de la serie b de los setenta. A través de una apropiación subversiva, estos imaginarios son desmontados y reorganizados en una mímesis que posterga su autoconclusividad, desbordando a los propios personajes, como sucede en sus dos novelas más ambiciosas. Las infernales máquinas del deseo del doctor Hoffman (1972, Minotauro, 1990) es una laberíntica novela de aventuras a la vez que una hilarante alegoría del deseo y la represión. Desiderio, su protagonista, deberá hacer frente a las plagas de erotomanías (cómo no) creadas por un científico renegado, el doctor Hoffman, quien dirige un desfile imprevisible de piratas, caníbales, centauros y otros seres mágicos en un universo que pendula entre el surrealismo y la pulsión maniática y psicodélica que caracteriza a esta autora. Poco después, con esa sátira distópica insolente que es La pasión de la nueva Eva (1977, Minotauro, 1993), se despachó contra la llamada “guerra de los sexos”, el abolicionismo y el veto a la pornografía de la segunda ola del feminismo. Una rocambolesca novela de ficción especulativa y aventuras donde su protagonista Evelyn/Eva vivirá literalmente, en carne propia, eso de que “Mujer no se nace, se hace”. Además de su intenso imaginario donde convive lo sublime del simbolismo, el expresionismo alemán o el Hollywood dorado con la serie b más bizarra, en Angela Carter se advierte una autoconsciencia metaficcional e intertextual y una complejidad narrativa desbocada entre la parodia y la ironía que hicieron de ella una posfeminista hilarante y visionaria.

A pesar de que murió cuando solo tenía cincuenta y dos años, dejó una abultada obra, casi desconocida o descatalogada en nuestro idioma, aunque editoriales como Impedimenta o Sexto Piso (que acaba de publicar Quemar las naves, sus cuentos completos, con prólogo de Salman Rushdie) están haciendo lo suyo para desenterrar sus libros más conocidos. Un legado que inventa una tradición propia y que vincula, a manera de epígonos, mundos fantásticos tan diferente entre sí como los de Helen Oyeyemi, Karen Russell o Kelly Link, alumnas ejemplares de su desopilante y erudita ficción especulativa. ~

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(Córdoba, Argentina, 1980) vive desde 2008 en Barcelona, en donde estudió Teoría Literaria en la Universidad Autónoma. Escribe sobre libros y arte.


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