Yūrei: de fantasmas y heridas invisibles

Yūrei (Fantasmas), de Sumie García Hirata, nos recuerda que el formato documental puede ser una invitación para que el espectador reflexione sensorialmente.
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El documental Yūrei (Fantasmas) es el primer largometraje de la artista visual y cineasta Sumie García Hirata (nominada al Ariel en 2017 con su cortometraje Relato familiar). Fue estrenado en el Festival Internacional de Cine UNAM y, el pasado 11 de julio, en los cines comerciales bajo el sello de distribución Pimienta Films. Yūrei ahonda profundamente en los temas de la historia e identidad de la comunidad nikkei, compuesta por inmigrantes japoneses y sus descendientes que viven en distintas partes de México, de los que poco se conoce. García Hirata incluye en su propuesta varios elementos artísticos japoneses como la danza inspirada en el teatro nōy la danza butoh; la cinta cuenta con la participación de la reconocida bailarina, actriz y creadora escénica Irene Akiko Iida, quien realiza las coreografías con un estilo que va desde lo clásico a lo personal. Al principio del largometraje la coreografía inicia con la rigidez característica del teatro nō, pero a medida en que los capítulos avanzan la coreografía se vuelve cada vez más libre a través de los movimientos de la danza del teatro butoh.

Construida por secuencias de cinco capítulos, esta pieza documental recopila distintos testimonios de la comunidad nikkei. En los primeros minutos de Yūrei predominan los paisajes contemplativos intercalados con imágenes de archivo en que, a través de la técnica de la cinefotografía, la cámara hace un recorrido para ilustrar los efectos ineludibles del pasado: explora los vacíos y silencios históricos para realizar un análisis individual y colectivo sobre la memoria de una minoría que no está oficialmente reconocida. Los testimonios recopilados se presentan como voces en off que nos acompañan mientras se hace una exploración espacial y coreográfica. Algunas veces las voces se escuchan en tono reflexivo y nostálgico, otras en tono personal e inquisitivo, pero todas manifiestan la intención de desenterrar los recuerdos y experiencias de sus antepasados, así como todo aquello que compartieron con ellos. Constantemente se preguntan sobre la percepción de su identidad, la manera en cómo esta los ha definido y qué les hace sentir este enjambre de vivencias compartidas.

La narrativa de Yūrei también refiere al impacto que el silencio histórico ha tenido en el presente de los descendientes japoneses, pues en muchos casos su historia familiar se encuentra vacía o incompleta debido a que sus antepasados decidieron no contar nada a sus familiares, llevándose consigo su legado. Así entonces, la imaginación resulta el único recurso disponible para intentar reconstruir ese pasado casi inexistente: solo mediante fragmentos de relatos que nunca se sabrán del todo, que se han vuelto un misterio y que han traído dolor en esas heridas invisibles que suturan los lazos familiares.

El documental señala que la llegada de los inmigrantes japoneses empieza en la frontera sur, en el año 1897. Abarcó también la frontera norte, pasando por Temixco, Perote, hasta llegar a la Ciudad de México. Aunque la cinta trata de mostrar los lugares abandonados donde alguna vez estuvieron y sus experiencias al arribar al país, se insiste en que dichas historias resultan indescifrables, pues en la actualidad esos lugares permanecen en el olvido y solo quedan recuerdos vagos de vidas que fueron marcadas por innumerables injusticias. Por ello, la directora realiza un impresionante rescate histórico, capaz de darle voz propia a una comunidad olvidada, donde la memoria y la nostalgia permean en la identidad colectiva e individual.

La composición de la imagen en Yūrei está basada en el simbolismo artístico donde la danza que interpreta Irene Akiko Iida se transforma en una metáfora de los sentimientos, las emociones reprimidas y el dolor que no pueden expresarse con las palabras. Es el cuerpo en movimiento quien le da forma a los fantasmas que habitan en el pasado de la diáspora japonesa. La directora, además, utiliza el espacio negativo dentro del encuadre como alusión a la estética del cine japonés, el cual es reinterpretado en un contexto mexicano. Asimismo, la visión cinematográfica hace referencia al cine de Yasujirō Ozu al colocar la cámara en el piso. Esta técnica junto con el formato widescreen logra secuencias de cielos muy amplios, transformándola en una película paisajista. Además, García Hirata enmarca la belleza de los paisajes al combinar la luz natural con una paleta de colores inspirada en el teatro nō. Estos elementos, así como la dirección de fotografía a cargo de Rodrigo Sandoval Vega Gil, le dan forma a una exploración espacial, envolvente y sensorial en la que resaltan –dentro de la belleza contemplativa– los efectos ineludibles del pasado que recae en los descendientes interesados en reconstruir sus orígenes familiares, sus silencios e injusticias.

Para la directora la realización de este documental fue un proceso que resultó muy largo, pero sumamente importante porque la llevó a cuestionar su identidad como mexicana-japonesa y la manera en que se percibe a sí misma, pues –según ha referido– desconocía esta parte de la historia de la migración japonesa en México. Ahí surgió el interés de iniciar la investigación que la llevó a la creación de este documental. Una vez que García Hirata empezó a escuchar esas historias le pareció que cada una tenía un valor inmenso, lo cual le permitió pensar y entender sus orígenes de una manera completamente nueva.

La excepcional ejecución de este ejercicio audiovisual permite reformular los cimientos de la propia identidad de la directora como descendiente de migrantes, al tiempo que les da voz a otros miembros de la comunidad, sacándolos del anonimato. Por su incorporación de otras disciplinas artísticas, nos recuerda que el formato documental puede ser una invitación para que el espectador reflexione sensorialmente. Con una visión profunda y afectiva de su tema, Yūrei logra transitar de un formato documental tradicional a una exploración íntima y sensorial, por lo que este ejercicio resulta imperdible. ~

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Mérida, 1987) es crítica
de cine y diseñadora editorial. Colabora
frecuentemente en girlsatfilms.com.


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