Yo entro en sus libros y siento
el oleaje y el viento
Carlos Pellicer
Pascal decía que el corazón tiene razones que la razón ignora. En este libro, Elsa Cross tensa el arco, observa atenta el vagar de la paradoja por la arboleda que se detiene ante la hojarasca del “umbral de la verdad”; ese umbral que dibuja el oleaje de su pensamiento que navega por las dicotomías salvables e insalvables, cuando se comprende que el lenguaje es la morada del ser y del no ser, de la Palabra.
Y es que Cross va tras esa otra voz, la que anida entre las dos orillas trazadas por la Filosofía y la Poesía, la que es el limo del Mito donde lo divino –como rostro múltiple de lo sagrado– juega a ser Dioniso y otras más Apolo, o los dos a la par; pero, aún de andar por esos derroteros, la claridad expositiva es ejemplar, conocimiento y sabiduría se entrelazan para transitar por la singular órbita que va del mito a la filosofía, apuntando el movimiento cardinal de la elipsis que, vista y visitada una y otra vez, sostiene la extrañeza como mecanismo intrínseco de la psique.
Así, imágenes, símbolos, ideas, poemas, pinturas, guías dan constancia de la tesitura de este viaje personalísimo cuyo inicio es el mitologema del descenso a los infiernos, al ínfero, al lugar de los muertos. ¿Qué se mira para tomar como punto de arranque a Inanna, una de las deidades más poderosas en el proceso de cosmización del mundo? Sin duda la exposición temática evidencia el oficio de quien ha impartido cátedra: no hay hilo suelto, no hay argumento dejado de lado, ni dato que no sea analizado, y queda el regusto de lo fugitivo, el aleteo del pájaro que se posa en el brocal a beber despacio una agua inmemorial y su gesto despierta tal sed que uno quisiera seguir escuchándola… Escribe hacia el final de este ensayo: “el mito de Inanna prefigura mucho del sentido simbólico de los Misterios griegos […] el motivo del descenso al inframundo y el ascenso posterior –katábasis y anábasis–, así como el establecimiento cíclico de este suceso, tuvo una extendida resonancia en numerosos cultos mistéricos que se desarrollaron en los siglos –y casi milenios– posteriores”.
Los cultos mistéricos fueron “un don divino y una promesa de felicidad”. El rastreo del lazo entre mythos y logos, entre Apolo y Dioniso como reflejo gemelar de la physis a través de los cultos eleusinos, órficos o cabiros, vela y revela un sustrato arcaico anterior a la concepción de la polis. Quizá por eso sigan ejerciendo una especial fascinación, además de anunciar ese paso circular de la sabiduría al conocimiento, de la meditación a la reflexión, del arrobo a la presencia. Cuatro ensayos de este libro –“Los misterios en el mundo griego”, “Las Tesmoforias: una celebración de mujeres”, “Un templo en el oído: el mito órfico” y “El caos y la experiencia dionisíaca”– ofrecen claves para comprender su carnadura y su resonancia en los tiempos actuales.
Debo confesar que si tuviera que elegir alguno estaría en una encrucijada, porque estos temas que rondan la filosofía, la poesía y otras vías desvelan a través de sus arquetipos y símbolos otros modos de estar, otras maneras del agua, en palabras de Minerva Margarita Villarreal. Pienso en Orfeo al perder a Eurídice; en el rapto de Core al querer cortar un narciso; en Deméter y el dolor que seca la tierra; en el segundo nacimiento de Dioniso gestado en el muslo de Zeus; en las nupcias subterráneas en la boca del infierno…
La autora realiza un recuento minucioso, preciso, el ensayo se torna en su mano instrumento de disección que muestra que es posible resolver la tensión entre la razón y el corazón sin menoscabo de la claridad; pero hay una nostalgia que no se apacigua, una nostalgia de la tierra, para decirlo con María Zambrano, que apunta a esa fuerza que imanta hacia algo que aparece en el baile de la luz y la sombra, eso escondido detrás de unos dioses de los cuales ya poco sabemos, pero que siguen seduciéndonos con su siseo.
Quizás el ensayo que da origen al título del libro capture la atención de forma particular, sea por su lucidez cristalina o por la visión gemelar de Rilke-Orfeo, a la que nuestra autora agrega el chamán. Su lectura es imprescindible cuando inquietan asuntos como el canto mágico, el descenso al infierno, el desmembramiento o la cabeza parlante, presentes en múltiples tradiciones. La importancia de Orfeo es que concentra dentro de sí el conflicto irresoluble de la relación imbricada entre Apolo y Dioniso, lo que lo lleva a ser un iniciador y un “transmisor de los conocimientos divinos”: “El antagonismo entre las dos figuras es, casi literalmente, lo que despedaza a Orfeo, pues el punto en que se unen o se separan esas fuerzas abre posibilidades impredecibles. Los rasgos de Apolo, dios de la medida, la justicia y los límites, sin Dioniso pueden desembocar en la rigidez y la crueldad. Los de Dioniso, que justamente rompe los límites y es el dios del arrebato y el libre impulso, sin Apolo pueden convertirse en desenfreno y violencia. ¿Y cuál es la dosis exacta en cada una de estas energías para tener una interacción armoniosa con la otra?”
El signo de este nudo orienta la exploración hacia Nietzsche, el eje sigue siendo la paradoja como “expresión de la realidad trasladable al pensamiento” que preserva “el carácter dinámico de la antigua sabiduría de los griegos”; en ella se asimila el juego de la antítesis, de lo simultáneo y lo no casual. Esas sendas intuidas, que no pueden ser probadas salvo a través de la experiencia, provocan azoros distintos porque la conciencia se desplaza de sus referentes y anula la relación sujeto-objeto, retornándose al caos. Para quien se niega a honrar a Dioniso significa la muerte, pero para quien acepta su impulso trasciende la dualidad de la muerte y la vida; el salto conlleva a la iluminación. La experiencia mística borra los límites de la oposición. Siguiendo a nuestra autora, tal vez el dilema de la filosofía de Occidente haya sido, y sea, la incapacidad de resolver las dicotomías radicales y caer en series binarias de pensamiento, esa “incapacidad manifiesta de aceptar o captar los dos elementos de un modo simultáneo”.
Bajo esta premisa Cross plantea la cuestión de la locura y lo sagrado a través de personajes que vivieron al filo de la navaja y supieron cuán profundo es el abismo: Hölderlin, Nietzsche y Van Gogh. Cualquier comentario alrededor de estos ensayos me parece un apunte trivial, salvo el señalar que son magníficos porque son el resultado de una vasta reflexión, de una lectura constante a lo largo de los años y de una ponderación donde se encuentra una serie
de correspondencias que solo quien comprende los entresijos de la poesía, la filosofía y la mística puede mostrar. Quizá la pregunta a enfatizar es quién puede resistir la experiencia abisal. La autora cree que algunos místicos y chamanes cuando despojados de sí rompen con su propia identidad. Lo cierto es que la experiencia mística que da cuenta de sí a través de la poesía, en el enfrentamiento con lo divino, da como posibilidad la locura o la muerte, ambas comprendidas en la esfera de la gracia.
De inigualable hermosura es el ensayo sobre “La paradoja como expresión de la experiencia mística”, que se encadenará a otros tres, “La noche oscura. Pasión y método de san
Juan de la Cruz”, “El quietismo de Miguel de Molinos” y un epílogo titulado “Silencio”. Wittgenstein escribió que “de lo que no se puede hablar hay que callar”. Quien dude de que la belleza puede exceder al habla debe acercarse a estos textos sorprendentes para conocer de cerca el saber por conmoción. Y si digo esto es porque no hay glosa que abarque ni análisis que circunscriba lo que la autora alcanza en ellos, y si escribo “sorprendentes” es porque de cara a lo divino sobrepasa el anochecimiento para entrever la raíz del canto o ese hueco en las palabras que declara la Ausencia primordial. Elsa Cross da un testimonio de impar fulgor con la serenidad de quien ha alcanzado el punto medio, la mesura, o la comprensión de por qué la flecha queda suspendida en su vuelo. ~
Esta reseña se basa en el texto leído para la presentación del libro.
es poeta y ensayista.
Su libro más reciente es Ramón Xirau: a la
orilla de sus palabras (UNAM-CCH, 2023).