PrisiĆ³n preventiva oficiosa a la mesa

La prisiĆ³n preventiva oficiosa ha tenido efectos devastadores para la seguridad pĆŗblica en MĆ©xico.
AƑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Entrada: detenciĆ³n

Son casi las nueve de la noche de un jueves y vas caminando hacia la tiendita que queda cerca de tu casa. Fue un dĆ­a pesado en el trabajo y se te antojĆ³ una cerveza. Llevas puesto tu cubrebocas, unos tenis, pantalones de mezclilla y una vieja sudadera roja, de esas que tienen una bolsa grande para guardar las manos y una capucha detrĆ”s. Sin detenerte, revisas las bolsas del pantalĆ³n para asegurarte de que llevas dinero suficiente. Alguien pasa corriendo y golpea tu codo. Billetes y monedas caen al piso. Le gritas al responsable pero no voltea. Tan pronto como terminas de levantar el Ćŗltimo peso, una patrulla se detiene al lado de ti. Te meten a la fuerza al vehĆ­culo. AhĆ­ te explican que reciĆ©n acaban de asaltar una casa de la colonia. La empleada del hogar, aĆŗn muy alterada, asegurĆ³ que era imposible saber si era una mujer o un hombre, pero que se trataba de alguien de estatura media, que vestĆ­a una sudadera roja, jeans holgados y calzado deportivo. Justo igual que tĆŗ. La testigo solo mencionĆ³ que un pedazo de tela cubrĆ­a prĆ”cticamente toda la cara del ladrĆ³n. Ante tus desesperadas aclaraciones, la policĆ­a te dice que da lo mismo lo que les digas, te vieron correr y te persiguen desde hace cinco cuadras.

Segundo tiempo: puesta a disposiciĆ³n

Media hora despuĆ©s ya estĆ”s en la agencia del ministerio pĆŗblico. No entiendes nada. Te tienen esperando de pie, con las manos esposadas y viendo hacia la pared. Todo lo que llevabas contigo ahora son indicios en resguardo. Pasan un par de horas, quizĆ” mĆ”s. Finalmente, el policĆ­a entrega al fiscal en turno un informe que terminĆ³ de llenar unos minutos antes. Conversan. El fiscal le confirma que tiene todo lo que necesita para ratificar la detenciĆ³n: evidencia de que un delito se cometiĆ³, una persona sospechosa detenida en plena huida y la identificaciĆ³n ocular de la denunciante. Es un caso fĆ”cil que harĆ” quedar bien a todos los involucrados. Te internarĆ”n uno o dos dĆ­as en una de las celdas improvisadas de la agencia llenas de humedad, goteras y olor a drenaje. Entre el bullicio escuchas que, a partir de ese momento, corren las 48 horas que tiene el fiscal para armar el argumento con el que convencerĆ” al juez de iniciar un proceso penal en tu contra.

Plato fuerte: prisiĆ³n preventiva oficiosa

Llegan el dĆ­a y la hora de tu audiencia. El juez aparece. Lee mecĆ”nicamente una lista de derechos, te explica lo que va a pasar a continuaciĆ³n y te pregunta si entendiste. Lo que estĆ” sucediendo a tu alrededor te confunde e intimida, asĆ­ que respondes que sĆ­, aunque no sea cierto. Como no tienes abogado particular, el juez te asigna en ese momento un defensor pĆŗblico. ĀæCĆ³mo podrĆ” defenderte alguien que acabas de conocer? El licenciado JuĆ”rez, defensor pĆŗblico, se sienta a tu lado; se ve tan aturdido y desorientado como tĆŗ. Te dice que todo va a estar bien, que tiene experiencia. Creerle parece imposible.

El juez le da la palabra al fiscal. Te concentras para poner atenciĆ³n. El fiscal repite la versiĆ³n de los hechos que ya te habĆ­a adelantado la policĆ­a el dĆ­a de tu arresto, pero hay informaciĆ³n que no habĆ­as escuchado antes. El fiscal aƱade que la empleada domĆ©stica, denunciante y testigo en tu caso, asegurĆ³ haberte reconocido pues, con mucha frecuencia, te ha visto pasar por la casa en la que trabaja. Es evidente, dice la parte acusadora, que esas iteraciones indican trabajo de ā€œinteligencia criminalā€. Volteas a ver a tu defensor, Ć©l no se inmuta. No sabe que la casa robada estĆ” en tu trayecto al trabajo, al pan, a las tortillas, a la lavanderĆ­a, al supermercado. La vivienda en cuestiĆ³n estĆ” en la calle por la que caminas todos los dĆ­as por lo menos una vez, de ida y vuelta. El fiscal, con tono solemne, te imputa haber cometido un robo a casa habitaciĆ³n. El juez pregunta si la defensa tiene algo que decir. JuĆ”rez no solo no reacciona a ese estĆ­mulo, te dice en voz baja que es mejor no pelear en ese momento. Entonces el juez te pregunta si quieres 72 horas para defenderte. Si decides no tomar esas horas, Ć©l decidirĆ” en ese mismo momento sobre la validez de la imputaciĆ³n. Lo piensas por unos minutos. JuĆ”rez balbucea cosas que no entiendes. Resuelves que no tiene ningĆŗn caso alargar esta agonĆ­a. Quieres saber quĆ© pasarĆ” contigo.

Entre las cosas que el defensor debiĆ³ advertirte ā€“pero omitiĆ³ā€“ estĆ” el nada minĆŗsculo detalle de que el poder legislativo acaba de incluir el robo a casa habitaciĆ³n al infame catĆ”logo de delitos de ā€œprisiĆ³n preventiva oficiosaā€. DĆ­as antes de esta pesadilla, escuchaste a tu papĆ” aplaudir la ampliaciĆ³n de delitos para los que esa medida se receta de manera automĆ”tica: ā€œya no se nos van a escapar los delincuentes por tecnicismos insignificantesā€. Pero ni en ese momento, ni mucho menos ahora, sabes quĆ© es la prisiĆ³n preventiva ni quĆ© implica ese adjetivo que le confiere oficiosidad.

Te habrĆ­a sido Ćŗtil saber que la prisiĆ³n preventiva es una precauciĆ³n que se usa para asegurar que una persona seƱalada como responsable de cometer un delito no se escaparĆ” y estarĆ” presente en su proceso penal. Entre que son peras o son manzanas, Āæte vas a la cĆ”rcel aunque las autoridades aĆŗn no tengan idea de si cometiste el delito o no? Exacto.

Por supuesto, existen otras formas menos drĆ”sticas de asegurar que una persona se presente a sus audiencias. La prisiĆ³n preventiva y todas las otras medidas cautelares se ordenan despuĆ©s de un anĆ”lisis de riesgos: ĀæhuirĆ”s del paĆ­s o podrĆ”n juzgarte sin temor a que no te presentes a audiencia? A Emilio Lozoya le dieron un brazalete electrĆ³nico, por ejemplo, y los abogados de Elba Esther Gordillo le consiguieron un arraigo domiciliario. La cosa es que, cuando un delito se suma a la lista de prisiĆ³n preventiva oficiosa, la discusiĆ³n sobre si hay un riesgo real de que te escapes no ocurre. Basta con que se valore que exista una posibilidad de que hayas cometido el delito para que se te envĆ­e automĆ”ticamente a prisiĆ³n. Ese es tu caso.

Ya en la parte final de tu audiencia, el juez anuncia que la fiscalĆ­a tendrĆ” seis meses para completar su investigaciĆ³n y despuĆ©s deberĆ” formular su acusaciĆ³n. Esta es la parte que mĆ”s trabajo te cuesta entender: Āæpor quĆ© necesitarĆ­an tanto tiempo de investigaciĆ³n para luego acusarte de cometer un delito por el que ya llevarĆ”s medio aƱo en la cĆ”rcel?

Postre: acusaciĆ³n

Llevas dos meses en el penal de San Mateo. Tus padres vendieron tu coche y todo lo que encontraron de valor en tu casa para contratarte un abogado privado. Meses antes, ambos perdieron su empleo por culpa de la pandemia. El nuevo abogado te dice que sucediĆ³ algo que podrĆ­a jugar a tu favor. La casa por la que te acusaron habĆ­a sido robada nuevamente. Esta vez seƱalaron a Rosa, la empleada domĆ©stica que fue testigo y denunciante en tu proceso. Era demasiada casualidad que robaran la misma vivienda dos veces, que supieran perfectamente dĆ³nde habĆ­a artĆ­culos de valor, o cuĆ”ndo entrar para que los dueƱos no estuvieran presentes. Si la acusan a ella por los dos robos, explica tu abogado, tendrĆ”n que dejarte en libertad. Te suena demasiado fĆ”cil para ser verdad.

Medio aƱo despuĆ©s llega el dĆ­a de tu audiencia intermedia, cuando por fin la fiscalĆ­a te acusarĆ”. Tras algunas formalidades, el fiscal empieza a desarrollar su teorĆ­a del caso. Por algunos segundos, sientes un alivio enorme cuando escuchas al fiscal mencionar el nombre de Rosa. QuizĆ” se aclararĆ” todo. Pero la hipĆ³tesis que presenta la parte acusadora plantea un escenario aĆŗn mĆ”s complicado: Rosa y tĆŗ forman parte de una banda de delincuentes dedicada al robo de casa habitaciĆ³n que opera en la delegaciĆ³n Miguel Hidalgo. Al dĆ­a siguiente, la jefa de Gobierno presume la desarticulaciĆ³n de una de las organizaciones criminales mĆ”s peligrosas de la ciudad.

Sobremesa: impunidad

La figura mexicana de la prisiĆ³n preventiva oficiosa ha tenido efectos devastadores para la seguridad pĆŗblica en el paĆ­s. AtrĆ”s de ese invento hay dos falacias principales: primero, que los jueces corruptos dejan libres a los delincuentes en cuanto tienen oportunidad y, segundo, que es mejor encarcelar a los ā€œdelincuentesā€, aunque sea por unos meses, en vez de que sigan cometiendo delitos con toda libertad. La conclusiĆ³n es que, mientras mĆ”s delitos ingresen en la lista de prisiĆ³n preventiva oficiosa, menos margen de actuaciĆ³n tendrĆ”n los jueces y, por lo tanto, mĆ”s delincuentes se quedarĆ”n inhabilitados en la cĆ”rcel. Pocas cosas podrĆ­an estar mĆ”s alejadas de la realidad.

Mientras mĆ”s baja estĆ© la vara para que un fiscal logre enviar a prisiĆ³n a una persona acusada de un delito, el imperativo de realizar una investigaciĆ³n objetiva y seria se vuelve un costo innecesario. Si la investigaciĆ³n es de mala calidad o de plano nula pero suficiente para vincular a una persona a proceso, la probabilidad de que muchas mĆ”s personas inocentes terminen en la cĆ”rcel aumenta. Y, por si no fuera suficiente, hay otra consecuencia igual de grave y evidente: si las fiscalĆ­as invierten su tiempo y recursos en armar carpetas con oficios y acusar a personas que no participaron en ningĆŗn delito, entonces van a pasar meses o aƱos antes de que choquen con la realidad de que nadie nunca investigĆ³ a quienes sĆ­ los cometieron. Para entonces ya habrĆ” sido demasiado tarde. La prisiĆ³n preventiva oficiosa inhibe la profesionalizaciĆ³n de la investigaciĆ³n criminal y perpetĆŗa un sistema que encarcela, pero no disminuye la impunidad; mĆ”s aĆŗn, la alimenta con personas inocentes. La ironĆ­a es brutal. ~

+ posts

es abogada por el CIDE y maestra en derecho por Harvard Law School. Desde 2018 es investigadora senior de World Justice Project.


    × Ā 

    Selecciona el paĆ­s o regiĆ³n donde quieres recibir tu revista:

    Ā  Ā  Ā