El cuerpo segĂșn los mayas

Morada de dioses. Los componentes anĂ­micos del cuerpo humano entre los mayas clĂĄsicos

Erik VelĂĄsquez GarcĂ­a

FCE/UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas

Ciudad de MĂ©xico, 2023, 636 pp.

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Erik VelĂĄsquez GarcĂ­a (Ciudad de MĂ©xico, 1973) es un promotor de la gramatologĂ­a, el estudio de los sistemas de escritura, que permite entender que la escritura maya, como varias otras escrituras del mundo –lo vio el gran lingĂŒista ucraniano Yuri Knorozov (1922-1999)–, es una escritura logosilĂĄbica con unos cuantos cientos de signos, compuesta por logogramas que designan a sustantivos, adjetivos y verbos, y por silabogramas, que representan sĂ­labas abiertas –consonante-vocal–, utilizados para afijos gramaticales, pero tambiĂ©n para componer sustantivos o verbos. De esta manera, la escritura maya es capaz de registrar todas las inflexiones del lenguaje hablado. Fue Erik VelĂĄsquez quien trajo a MĂ©xico a su maestro español, el gran mayista Alfonso Lacadena GarcĂ­a-Gallo (1964-2018), lamentablemente fallecido antes de tiempo, que buscĂł extender este principio a otros sistemas de escritura mesoamericanos como el nĂĄhuatl en donde se comenzaron a descifrar varios silabogramas.

VelĂĄsquez GarcĂ­a estudiĂł la escritura maya no solo por un afĂĄn lingĂŒĂ­stico, sino por el interĂ©s de desarrollar diferentes temas histĂłricos, antropolĂłgicos y estĂ©ticos implicados en la lengua y la escritura. Una de sus obsesiones comenzĂł con su tesis de doctorado de 2009 sobre “las entidades anĂ­micas y el lenguaje gestual y corporal en el arte maya clĂĄsico” acerca de las nociones que tenĂ­an los mayas sobre sĂ­ mismos y el cuerpo humano tanto en los textos como en las imĂĄgenes. El resultado es un impresionante trabajo, Morada de dioses, grande por su volumen, por su rigor analĂ­tico, las fuentes analizadas, las ideas que afinca en nuestras mentes sobre las de los mayas, y en buena medida de todos los mesoamericanos y americanos. Se me ocurre compararlo con grandes construcciones como las de Georges DumĂ©zil (1898-1986) en su Mythe et Ă©popĂ©e, o de Philippe Descola, en PardelĂ  nature et culture, que nos revelan la existencia de mundos, que no estĂĄn tanto allĂĄ afuera, sino en la cabeza de la gente.

Este libro y el conjunto de trabajos de Erik VelĂĄsquez se inscriben en un momento historiogrĂĄfico peculiar, que es la doble revoluciĂłn que vivieron los estudios mayas a partir de la segunda mitad del siglo XX: por un lado, primero Yuri Knorozov en Leningrado, despuĂ©s Linda Schele (1942-1998), Tatiana Proskouriakoff (1909-1985), Michael D. Coe (1929-2019) y otros en Estados Unidos, y Maricela Ayala FalcĂłn (1944-2023) en MĂ©xico, arrancaron el proceso de desciframiento de la escritura maya a partir de la comprensiĂłn de su naturaleza logosilĂĄbica. Al mismo tiempo comenzĂł a formarse un corpus considerable y creciente de textos jeroglĂ­ficos en lenguas mayenses (sobre todo cholanas), pues los frailes destruyeron casi todos los cĂłdices, pero no destruyeron las vasijas, los murales, los dinteles, las estelas, etc., que desentierran los arqueĂłlogos (con el impulso hoy de proyectos estatales ecocidas), y han sido ordenados y publicados por los estudiosos. Menciono el A Catalog of Maya hieroglyphs, publicado en 1962 por J. Eric S. Thompson (1898-1975), que, pese a que se opuso tenazmente a las tesis de Knorozov, se sigue utilizando hasta la fecha para identificar los glifos conocidos. Desde 1977 Ian Graham (1923-2017) comenzĂł a publicar los volĂșmenes de su gran Corpus of Maya hieroglyphic inscriptions, de muy amplio formato, y Justin Kerr iniciĂł el registro fotogrĂĄfico de las vasijas con inscripciones y pinturas, con la tĂ©cnica de la cĂĄmara rollout, que, explica Erik, “despliega las superficies convexas en un solo plano”, entre varios otros instrumentos en papel y en internet. AsĂ­ pues, al mismo tiempo que avanzĂł la lectura de la escritura maya, se multiplicaron sus registros, que se transformaron en fuentes histĂłricas para la historia humana y tambiĂ©n para la historia de las lenguas, porque el carĂĄcter logosilĂĄbico de los jeroglĂ­ficos remite al lenguaje hablado en diversas variedades regionales y temporales o de prestigio de las lenguas mayenses.

En un primer momento, la escritura maya mostrĂł el carĂĄcter teocrĂĄtico y militarista de los textos de las inscripciones, que permitiĂł comenzar a escribir la historia polĂ­tica de muchos de los diferentes señorĂ­os de la extensa zona maya a lo largo del tiempo. De hecho, muchos elementos que antes se consideraban ajenos a los mayas, antes vistos como “los griegos de AmĂ©rica”, pacĂ­ficos observadores de los astros, ahora mostraron la omnipresencia de la guerra, los sacrificios humanos, los autosacrificios, la tortura y una clase dominante sacerdotal guerrera y sacrificial, altamente explotadora (los nobles eran mĂĄs altos y fuertes que los campesinos). Este descubrimiento historiogrĂĄfico puede verse en el catĂĄlogo The blood of kings de Linda Schele y Mary Ellen Miller, de 1986, comentado por Octavio Paz y por Enrique Florescano. SegĂșn algunos estudiosos, los mayas serĂ­an comparables a los mexicas por su teocracia altamente militarista, sacrificial y represora. Sin embargo, la siguiente generaciĂłn de epigrafistas mayas le dejĂł de dar la misma importancia a los sacrificios y otros temas se impusieron como el de la visiĂłn del mundo y de sĂ­ mismos de los mayas antiguos. Es el caso de Morada de dioses, que prĂĄcticamente no toca el tema de los sacrificios, que ciertamente atañe al cuerpo humano.

Erik VelĂĄsquez jerarquiza las fuentes que utiliza para este estudio. En primer lugar estĂĄn las inscripciones de jeroglĂ­ficos y pinturas del periodo ClĂĄsico, y aun del PreclĂĄsico. En segundo lugar estĂĄn los tres o cuatro cĂłdices mayas prehispĂĄnicos existentes (Dresde, Madrid, ParĂ­s y MĂ©xico-Grolier), que no son del periodo ClĂĄsico sino del PostclĂĄsico. En tercer lugar, los textos escritos con caracteres latinos en el periodo novohispano: relaciones e historias, pero tambiĂ©n vocabularios, gramĂĄticas, doctrinas y documentos judiciales. Y finalmente, las descripciones etnogrĂĄficas de comunidades mayenses del siglo XX y XXI, que han sufrido toda clase de cambios a partir de la conquista española.

Las descripciones de los frailes y de los etnĂłgrafos juegan un papel importante porque las fuentes fundamentales para estudiar los componentes anĂ­micos del cuerpo en el periodo ClĂĄsico son de naturaleza lingĂŒĂ­stica, no tratan propiamente del cuerpo humano, y pertenecen al discurso polĂ­tico oficial. No nos informan sobre la religiosidad popular, campesina. Y, sin embargo, la presencia de estas nociones entre los mayas novohispanos y del presente es prueba de que algo de lo que nos dicen las inscripciones de los templos sacrificiales fue compartido por el pueblo y perdurĂł hasta el presente. El medio de transmisiĂłn fundamental fueron los rituales, que transmitĂ­an al pueblo la religiĂłn oficial.

De hecho, desde la introducciĂłn y el capĂ­tulo primero, Erik VelĂĄsquez declara que, si bien hay importantes diferencias de lugares, tiempos y circunstancias, la concepciĂłn del cuerpo humano y de las entidades anĂ­micas de los mayas clĂĄsicos es semejante a la que encontrĂł el antropĂłlogo Pedro Pitarch RamĂłn entre los tzeltales chiapanecos de hoy, o a la que describiĂł el historiador Alfredo LĂłpez Austin (1936-2021) en los tres tomos de La cosmovisiĂłn de la tradiciĂłn mesoamericana, de 2016, y otros estudios suyos, algunos escritos con su hijo el arqueĂłlogo Leonardo LĂłpez LujĂĄn y con el propio Erik VelĂĄsquez.

Sin embargo, esta declarada confirmaciĂłn no debilita, sino que le da una fuerza adicional a la investigaciĂłn de Erik VelĂĄsquez, porque la investigaciĂłn etnogrĂĄfica de Pitarch RamĂłn registra nociones filtradas por siglos de historia prehispĂĄnica, novohispana y mexicana, y la investigaciĂłn histĂłrica de LĂłpez Austin sobre el centro de MesoamĂ©rica y la nociĂłn de “nĂșcleo duro” no puede dejar de recurrir a una gran cantidad de fuentes novohispanas y mexicanas; mientras que Erik VelĂĄsquez basa su reconstrucciĂłn de manera fundamental en fuentes escritas y pintadas del periodo ClĂĄsico, con un sistema de escritura capaz de registrar el lenguaje hablado. NingĂșn otro pueblo tuvo algo semejante en toda MesoamĂ©rica, y AmĂ©rica. AsĂ­ pues, no es tanto que las nociones de los mayas fuesen peculiares (que lo son), sino que son las Ășnicas que podemos conocer gracias a la gran cantidad de fuentes escritas prehispĂĄnicas mayas que ahora podemos leer a travĂ©s de la obra de sabios como Erik VelĂĄsquez GarcĂ­a.

Esta concordancia fundamental del pasado con el presente, y de varias regiones de MesoamĂ©rica y aun de AmĂ©rica (vĂ©anse los trabajos de Alfredo LĂłpez Austin con Luis Millones, sobre MesoamĂ©rica y los Andes), nos remite a una sensibilidad propia del Nuevo Mundo, producto de la peculiar adaptaciĂłn tardĂ­a de los seres humanos al continente americano antes del encuentro de dos mundos de 1492. Erik VelĂĄsquez no rehĂșye utilizar la nociĂłn de otro y de otredad, entre estas nociones americanas y las europeas. Su anĂĄlisis tiene afinidad con el que realizan historiadores como Federico Navarrete sobre las ideas de tiempo y espacio en el pensamiento prehispĂĄnico. HabrĂĄ que buscar estas y otras otredades, tanto en el Viejo Mundo, como en el Nuevo.

La noción a la que llega Erik Velásquez a lo largo de los nueve –densos, pero absolutamente legibles– capítulos del libro es la de un cuerpo compuesto no por órganos sino por elementos anímicos, dioses o deidades, que se componen y descomponen, fusionan y fisionan, todos materiales, pero con diferentes niveles de perceptibilidad; al morir, cada componente anímico sigue caminos distintos para recomponerse con otras entidades anímicas de maneras siempre diferentes. Una noción, en algo afín a la reencarnación budista, ciertamente distinta de la nuestra, con una visión del cuerpo como algo neutro y evidente, confrontado a un alma siempre inasible.

HabrĂĄ que relacionar esta nociĂłn del cuerpo con la explicaciĂłn del psicĂłlogo Julian Jaynes de dioses en la mente bicameral anterior a la apariciĂłn de la conciencia, dioses en la cabeza que orientan el pensamiento y las acciones de la gente, interiorizados en impresionantes ceremonias rituales. Erik VelĂĄsquez le da importancia, precisamente, a la personificaciĂłn ritual, en la que los hombres que recubren a los dioses son recubiertos a su vez por los atavĂ­os de los dioses, acercando la nociĂłn maya al ixiptla nĂĄhuatl.

Al respecto, es de atenderse el diĂĄlogo que Erik VelĂĄsquez establece con Roberto MartĂ­nez GonzĂĄlez sobre el tonalismo y el nahualismo, pues insinĂșa que en el periodo ClĂĄsico el nahualismo se aplicaba solo a la nobleza gobernante que controlaba a sus fuerzas interiores, sus wahyis, por lo que eran wahyauh; mientras que a la gente comĂșn, controlada por sus wahyis, se aplicaba el tonalismo. Ya en el periodo novohispano y mexicano, el nahualismo se habĂ­a extendido a toda la poblaciĂłn, expresiĂłn del proceso de “macehualizaciĂłn” vivida en las comunidades indĂ­genas.

Todas las disertaciones de VelĂĄsquez GarcĂ­a, sin dejar de ser rigurosas y eruditas, son didĂĄcticas, explicativas, abiertas al lector comĂșn. Menciono de manera particular la presencia de abundantes y bien reproducidas ilustraciones con textos jeroglĂ­ficos mayas e imĂĄgenes, con sucintas explicaciones, que nos dan claves fundamentales, perfectamente editadas en la pulcra y bien impresa y encuadernada ediciĂłn del Fondo de Cultura EconĂłmica y de la UNAM. Menciono ademĂĄs tres apartados del libro, en primer lugar, la inicial “Nota sobre las nomenclaturas y las convenciones ortogrĂĄficas usadas en este libro” de diez pĂĄginas sobre los criterios de transliteraciĂłn, transcripciĂłn, anĂĄlisis morfolĂłgico y traducciĂłn de los jeroglifos mayas que nos da claves para el estudio de la epigrafĂ­a.

El segundo es el amplio glosario final con definiciones sucintas de los principales conceptos utilizados en el libro, marcados en el texto con negrita, que incluye explicaciones de tĂ©rminos de lingĂŒĂ­stica, poĂ©tica y religiĂłn utilizados con un sentido particular. Menciono los primeros: AbstracciĂłn cualitativa, AcrofonĂ­a, Agencia, Alma, AlĂłgrafo, AnĂĄfora, AnecĂșmeno, Centro anĂ­mico, Coesencia, Coesencia en primer grado, y en segundo grado, Cognado, CogniciĂłn, Complemento fonĂ©tico, Componente anĂ­mico, ComposiciĂłn abierta, continua o secuencial, etc.

Tampoco es breve la bibliografĂ­a del libro, tiene mĂĄs de cincuenta pĂĄginas y nos permite apreciar el amplio, pero exigente y exclusivo campo historiogrĂĄfico en el que se mueve el anĂĄlisis de Erik VelĂĄsquez. Entre los autores mĂĄs citados, menciono a Mercedes de la Garza Camino, Ian Graham, Nikolai Grube, Stephen D. Houston, Alfonso Lacadena GarcĂ­a-Gallo, Alfredo LĂłpez Austin, Simon Martin, Linda Schele, David S. Stuart, Karl A. Taube, J. Eric S. Thompson y Vera Tiesler, entre muchos otros especialistas.

Las riquezas de Morada de dioses de Erik VelĂĄsquez GarcĂ­a son mĂșltiples. Los mayistas habrĂĄn de leerlo completo para considerar la fuerza de sus aportaciones y se encontrarĂĄn con capĂ­tulos, incisos y anĂĄlisis particulares, siempre rigurosos, en la frontera del saber, sin ocultar las dudas, el proceso de discusiĂłn abierto. Los lectores no mayistas acaso leamos el libro mĂĄs despacio y con menos conocimiento de causa; no solo lo leeremos sino que lo estudiaremos dejĂĄndonos llevar por la exposiciĂłn magistral, o si se prefiere, magisterial, de Erik VelĂĄsquez, que en cada capĂ­tulo al mismo tiempo nos inicia en la investigaciĂłn lingĂŒĂ­stica, epigrĂĄfica, iconogrĂĄfica maya, en la que los mĂĄs inteligentes podrĂĄn adentrarse a profundidad. Bienvenidos a un viaje apasionante e inquietante en el fondo y espejo de la otredad.~

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(ciudad de MĂ©xico, 1954) es historiador. Autor, entre otros tĂ­tulos, de Convivencia y utopĂ­a.


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